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La esperanza y la estafa

por | Dic 20, 2016 | Opinión

 

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Siento algo de pudor al confesarlo pero la de 2001 fue la única revolución que presencié solo por televisión. Sí, la seguí en principio por TV y por teléfono, aunque en los días posteriores la viví con mayor intensidad, sobre todo porque nuestro compañero Ignacio Lewkowicz (el autor de “Pensar sin Estado”) estaba muy apasionado por los acontecimientos, en particular por las asambleas y por las fábricas tomadas. En aquellos días tuvimos debates muy potentes. Viví con pasión el momento de las asambleas populares y barriales, donde me tocó confrontar con sectores de la izquierda tradicional que llevaban propuestas provocadoras, para romper las experiencias de auto-organización. En definitiva, para que los vecinos se fueran a sus casas y les dejaran a ellos el terreno. No podían soportar que la gente se organizara por su cuenta. En realidad esa tensión y esa disputa se repite una y otra vez, tanto dentro y fuera del peronismo, del cristianismo, del marxismo: quienes tienen su estrategia por el poder no soportan que la gente se empodere, no soportan los modelos libertarios de autonomía popular.

Hoy, a 15 años, creo que aquel fue un gran momento de rebeldía colectiva. Finalmente, fue apagado por el llamado progresismo, que lo institucionalizó, lo canalizó y lo asistencializó. Aunque cueste y duela, debo asumirlo: siento que nos burlaron y comprendo que ello resulta muy difícil de aceptar.

Hoy, la cárcel de Marcos Paz alberga a 300 ancianos juzgados por genocidio debido a su actuación en la última dictadura militar, pero muchos de los que se beneficiaron con los crímenes del terrorismo de estado, forman parte de los actuales gobiernos. Siento, desde lo más profundo de mi corazón, que nos jodieron totalmente.

En cada charla que doy, en cada sitio al que me invitan, lo digo con claridad: el 20 de diciembre de 2001 fue un proceso de insurgencia colectiva, nuestra propia insurgencia popular, sin vanguardias ni aparatos y como emergencia espontánea de la rebeldía. Pero también sostengo que el kirchnerismo en el gobierno fue la contrainsurgencia y afirmo que el progre-camporismo se ocupó de desactivar, de anestesiar y apagar aquellas rebeldías colectivas.

[blockquote author=»» ]El 20 de diciembre de 2001 fue un proceso de insurgencia colectiva, nuestra propia insurgencia popular, sin vanguardias ni aparatos y como emergencia espontánea de la rebeldía[/blockquote]

Es lo que intento transmitir desde mi programa de radio Horizonte Sur y a través de mis artículos. Pero, con franqueza, debo reconocer que no estoy convencido de si algo de lo que digo queda en quien escucha. El engaño que ha llevado adelante el progresismo a lo largo de la llamada década ganada ha sido demasiado grande. Y, mucho más imponente ha sido todavía el compromiso interior con los relatos y los simulacros que se urdieron para cimentar la gran estafa, la estafa de apagar los fuegos del 19 y 20 de Diciembre y lograr que volvieran todos los que supuestamente debían irse.

Hoy reinan la confusión y la perplejidad. Y reina también la miseria moral. Resulta difícil imaginar que podamos superar la gran estafa a nuestras ilusiones con un gobierno como el de Macri que es, a todas luces, la exacta continuidad del anterior y de sus políticas de Estado desde la derecha. Frente a este gobierno son ahora muchos los vivillos que, a pesar del aumento y la multiplicación del asistencialismo, juegan a que -como en un River y Boca- aprendamos a valorar las supuestas diferencias y olvidemos soñar con un país mejor y para todos.

Jorge Rulli

Jorge Rulli

Militante peronista de los años 50 y de la Juventud Peronista desde sus inicios, preso-político de la última dictadura militar y luego exiliado en Europa. Publicó “Diálogos en el exilio” con Envar El Kadri y a mediados de los 90 fundó el Grupo de Reflexión Rural –GRR-. Dirige "Horizonte Sur”, que se transmite por Radio Nacional los domingos a las 11.