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La crisis y el gran orsai nacional

por | Abr 1, 2020 | Opinión

Una crisis planetaria, paradójicamente o no, ha exigido respuestas nacionales. El liderazgo en tiempos de crisis, la economía en jaque y unos efectos sociales que todavía no alcanzamos a dimensionar. Todos en off-side.

Lecturas inspiradas en unos párrafos de Jacob Burckhardt.

El offside es una circunstancia/recurso del fútbol -y de otros deportes- que presenta ciertas particularidades:

  1. para llevarla a cabo no hay que tocar la pelota,
  2. exige mucha coordinación y sincronización en la ejecución (con que uno se quede enganchado, habilita al rival)
  3. es una estrategia defensiva, que consiste en achicar el campo propio para que lo ocupe el rival.

También se  habla del offside cuando se alude a que alguien quedó “desubicado” o, justamente, fuera de juego. En ambos sentidos, este chiste nos da cuenta de cómo ha quedado la sociedad argentina ante la crisis. Me permito compartir con ustedes unas breves y superficiales reflexiones respecto de la crisis actual.

Si bien el nudo es sanitario, no se nos escapa que esta situación arroja a los pueblos y los gobiernos del mundo a situaciones locales de alta inquietud, ya que no aun inestabilidad. La primera es imparable, cada noticia local o internacional no hace más que aumentarla. La segunda depende absolutamente de los gobiernos, porque el terreno de los combates reales contra la pandemia se da en el marco de los estados nacionales, que han recuperado un protagonismo que algunos creían perdido.

Aclaración: estas reflexiones tienen sentido si desconfiamos de la teoría del virus “implantado” o “fabricado” por alguna potencia mundial para desestabilizar a sus rivales.

El gobierno es a la vez frágil y fuerte. Frágil porque las herramientas que tiene para combatir la crisis pueden resultar pocas, y fuerte porque ha mostrado capacidad de acción.

SE TRATA DE UNA CRISIS SIN ENEMIGOS

Los estados están en crisis, pero no hay un enemigo tradicional. No es un partido, ni una clase social, ni un país, ni una ideología.

Demonizarlo mediáticamente no le hace mella, no se lo puede acusar de enriquecimiento ilícito, ni de enterrar dinero en la Patagonia, ni de haber sido contrabandista. No será candidato en 2021.

La bronca popular podrá mostrar algo de xenofobia o estigmatizar sobreactuando a los viajeros recientes, pero el enemigo no sólo no se ve sino hasta que no aparece en la sintomatología de sus portadores (aunque no necesariamente). Es discursivamente indestructible, justo en un terreno en que las fuerzas políticas argentinas creían haber desarrollado cierto know how en la construcción de relatos con pretensiones hegemónicas.

NO HAY CRÍTICAS AL PASADO NI AL STATUS QUO

En esta crisis no hay nadie que esté siendo fuertemente cuestionado y nadie que se proponga como el reemplazo que administraría mejor este escenario. No hay “lo nuevo que quiere nacer, ni lo viejo que no quiere morir”. Pero la crisis está. Con la invisibilidad de su portador, de repente, todo está por desvanecerse en el aire y sin embargo nadie cuestiona el status quo. El gobierno es a la vez frágil y fuerte. Frágil porque las herramientas que tiene para combatir la crisis pueden resultar pocas (sabemos que eso puede pasar), y fuerte porque ha mostrado capacidad de acción, de alinear a gran parte del arco político detrás suyo y ha decidido dar la batalla en el plano de la salud, evitando dispersar esfuerzos en el otro plano, el económico.

NO SE GENERA EN EL MUNDO POLÍTICO, PERO LO REPERCUTE

Porque le otorga un protagonismo excesivo a las autoridades de los Estados nacionales y provinciales, lo cual puede ser positivo para ellos, pero ese protagonismo es para liderar un proceso de ribetes catastróficos. Plus de recursos con cierta libertad para su uso, pero un rubro que se va a fagocitar toda esa discrecionalidad disponible. A su vez, las oposiciones deben participar con opiniones y acciones que no horaden su credibilidad ni su compromiso con una causa que se pretende sea la de todos.

NO SE GENERA EN LA ESFERA ECONÓMICA, PERO LA DESTROZA

Para que un presidente argentino, diga que la economía no es prioridad y no explote el país, es porque el sentimiento de riesgo en el que se siente la sociedad, es extremadamente alto. Todo quedó en un stand by forzoso. Un parate que impacta terriblemente en la economía, pero para el cual hoy por hoy la solución no es económica. Ya vendrá ese momento. Por ahora, fijar una estrategia de reducción de daños y que pase lo menos posible. No es muy tentador como programa, pero la sociedad parece dispuesto a aceptarlo.

LA GUERRA INEVITABLE

Más allá de los cuestionamientos al léxico belicista, esta crisis tiene algunos aspectos que la igualan a las crisis detonadas por las guerras.

  • La apelación a un esfuerzo colectivo, sin diferencias de clases, ni de origen, y al lugar que cada uno ocupa en este conflicto.
  • En un punto, algunos escenarios discursivos se parecen no tanto a las guerras internacionales, sino más bien a las películas de invasiones extraterrestres, por cuanto se está construyendo una imagen de que la víctima de todo esto es la propia especie. De todos modos, algunos líderes nacionales se empeñan en derribar la idea de hermanar a toda la humanidad en esta causa común.
  • El combate al virus acapara todo el esfuerzo colectivo del Estado y de la sociedad en su conjunto.

Estamos seguros que reducir la cantidad de infectados y muertos, o incluso el descubrimiento de una vacuna que cure la enfermedad, no va a significar por sí mismo la salida de la crisis.

LA SALIDA ES POR … ¿ALLÁ?

La falta de un actor, agente o causal social o político que generara o que sentara las condiciones para la crisis (el hambre del pueblo, la especulación financiera, el precio del petróleo, las ambiciones expansionistas de tal país, etc.) dificulta prever una salida que correspondiera con la solución al problema que la generó. Estamos seguros que reducir la cantidad de infectados y muertos, o incluso el descubrimiento de una vacuna que cure la enfermedad, no va a significar por sí mismo la salida de la crisis.

¿Puede una sociedad reinventarse totalmente tras una crisis? ¿Puede desembocar en un escenario cuyas condiciones mínimas no estén esbozadas al menos en la situación previa? Creemos que no. Sí creemos que puede emerger al final de esta tragedia un liderazgo nuevo (no me refiero a personas sino a partidos o movimientos), que construya nuevas alianzas, implemente nuevos modos de acción política y acumulando una dosis de poder tal que le permita liderar un proceso desde un país económicamente en ruinas y socialmente dañado. Lo que no quiere decir que tengamos asegurada una salida “progresista” o “nacional popular”. Eso dependerá de las tendencias predominantes y de las destrezas hegemónicas que hayan construido durante estos años.

HAY QUE VER SI SALE

Arriesgando: heredará un Estado activo en todos los niveles (recuperando cierto prestigio perdido por la inacción burocrática de años, pero también por el bombardeo mediático de los medio hegemónicos), la difícil mayor presencia de las fuerzas de seguridad en las calles (no muy confiables cuando se las deja actuar por su cuenta), restablecimiento de cierta autonomía del Estado nacional respecto de las políticas “globalizadoras” (a partir de la desconfianza en “el mundo civilizado” y sus referentes principales Trump, Johnson, y las experiencias italiana y española). A su vez, esperamos que emerja un Estado que confíe más (y logre articular política con) sectores de la economía popular, incentivando consumos locales y circuitos de comercialización alternativos a las grandes cadenas (que por otro lado, sólo se están dedicando a remarcar y acaparar productos de primera necesidad) con poca empatía con la sociedad. Finalmente una política de ciencia y tecnología que valorice los recursos y la investigación locales para producir determinados productos fronteras adentro.

Y todo esto, en una situación de “Gran Orsai”, para una sociedad que tuvo a la movilización callejera como orgullo y que hoy debe vivir esta situación desde la cuarentena domiciliaria. Deseamos que al menos sirva para pensar alternativas colectivas que prioricen la inclusión, fortalezcan la democracia y garanticen la plena vigencia de los derechos constitucionales. Eso para empezar; después se verá para qué estamos.

Pablo Suárez

Pablo Suárez

Licenciado en Historia (UNR). Ha sido docente de EEMPA y en Bachilleratos populares, publica ocasionalmente en los medios gráficos de Rosario. Ha publicado dos libros en solitario; uno de crónicas, "Rosario, ciudad ocupada" (Baltasara editor, 2017) y otro de fútbol "Central de la A a la Zof".