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Recuerdos que mienten un poco: La Vanguardia y la historia de la izquierda argentina

Recuerdos que mienten un poco: La Vanguardia y la historia de la izquierda argentina

A 123 años de su fundación, proponemos una radiografía del proyecto editorial de La Vanguardia en sus primeras décadas de vida.

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Hace pocos días se cumplieron 123 años de la aparición del periódico que dio voz al socialismo argentino a lo largo de su historia. Al menos hasta la irrupción del peronismo a mediados del siglo XX, La Vanguardia fue el órgano de prensa más difundido e influyente de la izquierda de nuestro país, y uno de los más destacados de la región. Su ilustre trayectoria en aquellas décadas tempranas ha sido evocada incontables veces por los miembros del Partido Socialista y sus herederos. Un puñado de afirmaciones generales y un nutrido anecdotario dieron cuerpo a estos recuerdos, que a través de los años fijaron una imagen de La Vanguardia y su lugar en la vida pública argentina. En ella se destaca el papel excluyente de Juan B. Justo, indiscutido líder de esta fuerza política y principal responsable de la orientación del periódico. En efecto, desde su editorial-programa del primer número del 7 de abril de 1894 Justo enfatizó, en función de una concepción evolucionista e ilustrada del cambio social, la necesidad de organizar políticamente al proletariado mediante una labor continua de educación y concientización sobre sus propios intereses. Junto con una coherente política de traducciones de autores socialistas de la Segunda Internacional, y a través de elaborados e informados artículos de crítica sobre la evolución económica, social y política del país, Justo ejerció un indudable magisterio político e intelectual sobre La Vanguardia y sobre el socialismo argentino hasta su muerte en enero de 1928, y aún después.

[blockquote author=»» pull=»normal»]La Vanguardia fue el órgano de prensa más difundido e influyente de la izquierda de nuestro país, y uno de los más destacados de la región.[/blockquote]

Pocas anécdotas dicen tanto sobre esta impronta como aquella que relató Enrique Dickmann –una de las “espadas” de Justo dentro del partido– acerca del origen del nombre del periódico: “La Vanguardia”, reveló este dirigente, era el nombre de un fortín del sur de la provincia de Buenos Aires construido contra el avance del indio, que el futuro líder del socialismo recordaba haber visitado de niño. Al igual que el fuerte, el periódico que Justo fundó y dirigió debía actuar como una verdadera “avanzada de la civilización opuesta a la barbarie”.

La imagen impacta, sin dudas. Aquello que la tradición socialista reclamó en el pasado como un valor positivo (su cariz iluminista y civilizatorio), tiene hoy para el lector progresista un efecto inverso ya que refuerza una interpretación fijada en el sentido común acerca de los pecados del socialismo pre peronista. Si en nuestro país la izquierda fue impotente frente al avance del populismo, suele argumentarse, fue por su perspectiva excesivamente racionalista, eurocéntrica y elitista para ofrecer una solución a los problemas sociales. La conclusión no es del todo errónea, pero sí apresurada e incompleta. La Vanguardia, el periódico de la principal fuerza de izquierda de la Argentina durante décadas, fue algo más que esos rasgos que sus mismos animadores glorificaron y que sus detractores fustigaron. Un recorrido por sus páginas, exhaustivo y desprendido de cualquier identificación emotiva, dev17796070_1916537018618522_1790003502079887544_nuelve imágenes menos conocidas, capaces de poner en cuestión nociones por largo tiempo instaladas respecto del socialismo y de la izquierda en la Argentina.Veamos algunos ejemplos tomando tres momentos de su historia temprana.

(1) Durante el cambio del siglo XIX al XX, La Vanguardia era todavía un semanario pobre en términos materiales, que circulaba en ámbitos acotados de militancia obrera y de estudiantes universitarios. No obstante, una vez que la institucionalización partidaria estuvo resuelta a mediados de 1896, sus animadores intentaron trascender esos estrechos espacios de lectura, de modo de llegar al conjunto del “pueblo trabajador”. Esta tarea requería de imaginación y talento, y fue Adrián Patroni, un militante incansable y autodidacta, quien demostró ser el más capacitado para la tarea. Consciente de que el primer contacto con la palabra impresa de las clases populares se producía a través de folletos de edición barata que narraban dramas rurales como los de Juan Moreira, Patroni trasladó el lenguaje del criollismo a La Vanguardia. En versos, diálogos o correspondencias de ficción, buscó acercar las ideas socialistas a los “indiferentes” empleando un código sencillo, atractivo y cercano a la oralidad. En sus textos –y en las ilustraciones de José María Cao que los acompañaron– la oposición entre la figura del criollo “noble, generoso y valiente” y la del pulpero especulador de origen inmigrante (similar a la del Martín Fierro de Hernández), puso en tensión la jerarquía civilizatoria propuesta por Juan B. Justo en su primer editorial de 1894, según la cual la masa de trabajadores europeos constituía la “parte activa de la población”, que absorbería al elemento criollo “incapaz de marchar por sí sólo hacia un tipo social superior”

[blockquote author=»» pull=»normal»]Un recorrido exhaustivo por las páginas de La Vanguardia devuelve imágenes menos conocidas, capaces de poner en cuestión nociones por largo tiempo instaladas respecto del socialismo y de la izquierda en la Argentina.[/blockquote]

(2) En 1905, La Vanguardia se transformó radicalmente. Dejó de ser un semanario precario y pasó a ser un diario matutino de aspecto moderno que utilizaba la grilla informativa de la “prensa burguesa”. Secciones como “Telegramas”, nutrida de cables de noticias internacionales de la agencia Havas, y “Hechos diversos”, que recogía las pequeñas (y no tan pequeñas) incidencias urbanas que informaba a diario la Policía Municipal, pasaron a ocupar un espacio en la primera plana del periódico, desplazando a la información sobre la vida interna del partido y a los artículos discusión doctrinaria. El cambio fue posible por los recursos financieros que brindó la elección de Alfredo Palacios como diputado nacional un año antes, pero no fue la crónica parlamentaria la única, ni siquiera la principal beneficiaria. Junto con la interpelación a sus lectores en tanto ciudadanos-electores, fue la búsqueda por constituir a su público en términos de “pueblo” lo que caracterizó a la nueva etapa. Ello quedó en evidencia en los intentos de sus redactores por inscribir su prédica en una “opinión pública popular”, en consonancia con una nueva franja de diarios comerciales de la tarde. Con una clara percepción respecto de la sensibilidad que era necesario explotar para competir por la representación de lo popular en la arena periodística, La Vanguardia se sumólv-2 a las campañas lanzadas por estos vespertinos para denunciar abusos de menores en asilos religiosos y malos tratos a los conscriptos en cuarteles militares, en crónicas que enfocaban el conflicto social desde su perspectiva más cotidiana y humana, e incurriendo incluso en cierto regodeo en el escándalo, el sexo y la sangre.

(3) Los buenos resultados del socialismo tras la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912 permitió a La Vanguardia profundizar su proceso de acople a las formas de la “prensa burguesa”. Sus nuevos recursos técnicos y periodísticos le permitieron seguir de cerca los grandes sucesos del momento (la Gran Guerra y el triunfo del radicalismo), pero también, y sobre todo, dar satisfacción a la multiplicación de intereses y demandas de lectura generados al ritmo de una sociedad más compleja, con sectores medios en expansión y una pujante cultura de masas. Las mujeres, los niños y los jóvenes fueron considerados como estratos que requerían una atención específica, mientras que las secciones dedicadas al entretenimiento ganaron protagonismo. La cobertura del fútbol es un buen ejemplo. En los años veinte, esta rúbrica podía ocupar hasta cuatro páginas (de ocho o doce totales), con fotografías y reportajes a los cracks de un “hermoso espectáculo de multitudes rumorosas”. Lejos de perseguir la construcción de un “deporte obrero” separado de cualquier iniciativa burguesa, en La Vanguardia se insistía en el perfeccionamiento de una práctica que había alcanzado gran popularidad entre las masas trabajadoras y que podía favorecer la elevación física y mental de quienes lo cultivaban. Algo similar sucedió con el cine y el teatro. Junto al elogio de las formas de arte “comprometido”, La Vanguardia cubrió in extenso las novedades del cine de Hollywood, con imágenes sugerentes y crónicas livianas de la vida privada del star system. 

[blockquote author=»» pull=»normal»]Sus animadores intentaron trascender esos estrechos espacios de lectura, de modo de llegar al conjunto del “pueblo trabajador”.[/blockquote]

La irrupción del movimiento liderado por Perón a mediados de los años cuarenta significó un verdadero final de época para el socialismo y la izquierda argentina. La retórica peronista, de carácter concreto y con fuerte tonalidad plebeya, mostró en poco tiempo una enorme eficacia frente a un discurso que aparecía ahora, como nunca antes, saturado de pedagogismo moralizante y fuertemente desconfiado de los hábitos y valores de las mayorías trabajadoras realmente existentes. No obstante, los agudos contrastes producidos en esa coyuntura crítica no debieran cubrir con un manto simplificador una historia previa plagada de matices respecto del vínculo que la izquierda mantuvo con la cultura popular de masas. Como vimos, un recorrido por las páginas de La Vanguardia devuelve imágenes y momentos de mayor flexibilidad y porosidad de la que se suele conceder a la tradición de izquierda respecto de las transformaciones atravesadas por la sociedad argentina entre fines del siglo XIX y mediados del siglo pasado.

 

¿Se puede producir agua del aire?

¿Se puede producir agua del aire?

Algo que parecía imposible, ya es una realidad y tiene su propio diseño.

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Todo empezó cuando Omar Yaghi, titular de la cátedra James and Neeltje Tretter de Química en UC Berkeley e investigador en el Laboratorio Nacional en Lawrence, Berkeley, inventó hace alrededor de veinte años los MOFs (Metal-Organic Framework) “armazón metal-orgánico” en español, gracias a sus investigaciones e indagaciones en las que se dedicaba a combinar metales con moléculas orgánicas para crear estructuras rígidas y porosas, ideales para almacenar gases y líquidos.

Ahora, veinte años después, Yaghi y su equipo se unieron a Evelyn Wang, una ingeniera mecánica del MIT, y crearon un dispositivo capaz de recolectar agua de manera continua. Para su creación, los MOF descubiertos por Yaghi fueron cruciales; un invento que, además, disparó la invención de alrededor de otros 20.000 MFO con una amplia y versátil gama de usos.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Con solo un kilogramo de los MOF el prototipo es capaz de producir casi tres litros de agua a lo largo de un período de 12 horas con sólo 20 por ciento de humedad en el aire.[/blockquote]

El aparato funciona a energía solar y fue construido en el MIT. Si bien es aún un prototipo, su importancia ya es notable y la noticia sobre su desarrollo fue publicada por la prestigiosa revista Science. El propio Yaghi, uno de los autores del artículo, informó que se trata de un descubrimiento de gran importancia, que se inscribe “en el antiguo desafío de recolectar agua del aire a baja humedad”.

Según los experimentos hasta ahora realizados, con solo un kilogramo de los nuevos MOF el prototipo es capaz de producir casi tres litros de agua a lo largo de un período de 12 horas con sólo 20 o 30 por ciento de humedad en el aire. Para ilustrar con un ejemplo: el desierto de Mojave, situado en EEUU, tiene una humedad durante el día que oscila entre el 10 y el 30 por ciento.

EL PROTOTIPO

Si bien lo desarrollado por este grupo de científicos es todavía solo un prototipo, el aparato ya ha demostrado que funciona en condiciones reales y que puede producir agua en contextos extremadamente secos. En una conversación con el medio Phys.org, Yaghi también señaló que querían demostrar que “si uno se encuentra en el medio de un desierto podría sobrevivir utilizando este dispositivo” y detalló que una persona promedio necesita una cantidad diaria de agua de aproximadamente el contenido de una lata de gaseosa, un volumen de líquido que se puede recolectar “en menos de una hora” utilizando este sistema. En este momento, el equipo dirigido por Yaghi está trabajando además en mejorar la eficiencia de los MOF utilizados y duplicar la cantidad de agua que puede recolectar.

El sistema fuyaghi-and-wangnciona con algo más de un kilogramo de cristales de MOF comprimidos entre un absorbedor solar y un plato condensador, colocados al interior de una cámara que está abierta al aire. Cuando el aire circula por los porosos MOF, las moléculas de agua quedan atrapadas en la superficie interior. Luego, cuando la luz del sol ingresa, calienta los MOF y moviliza el agua hacia el condensador, que está a temperatura ambiente. El vapor condensa y el agua líquida resultante gotea hacia un colector.

[blockquote author=»» pull=»normal»]La posibilidad de poder uno producir agua en casa ha sido posible gracias a este experimento.[/blockquote]

Según explica Evelyn Wang, este sistema es mucho más eficiente que otras tecnologías existentes y no requiere de condiciones de humedad alta del ambiente, lo cual lo convierte, a su vez, en un dispositivo mucho más barato: los deshumidificadores eléctricos que se encuentran en algunas casas requieren de energía extra, y el agua que producen termina teniendo un costo más alto.

LOS USOS Y EL FUTURO

Tanto a Yaghi como a Wang los entusiasma el futuro: la posibilidad de poder conseguir agua del aire y satisfacer las necesidades de una casa, la practicidad de no necesitar de infraestructura de red, el impacto científico que significó la invención de los MFO y el potencial para países sin una fuerte infraestructura de red de agua; esto último, un hecho que haría de este invento un verdadero salvavidas para millones de personas que no tienen acceso al agua potable. Para Yaghi, la posibilidad de poder uno producir agua en casa ha sido posible gracias a este experimento, algo que él no ha dudado en bautizar “agua personalizada”.omar_yaghi_mof-200_image

Además, muestra entusiasmo por el logro científico: “No es sólo que desarrollamos un dispositivo pasivo que recolecta agua; hemos sentado las bases tanto teóricas como experimentales para poder escanear otros MFO, miles de los cuales podrán ser fabricados, para encontrar aún mejores materiales. Hay mucho potencial para elevar la cantidad de agua que se puede recolectar. Ahora, es sólo una cuestión de mejorar la ingeniería”. Esta tarea será encomendada a Wang, la líder de la parte ingenieril del proyecto.

En ese sentido, ambos equipos se encuentran trabajando ahora en lograr un sistema que provea de agua de manera continua. Como quien piensa en voz alta, Yaghi comenta: “Se podría diseñar un sistema que absorba la humedad durante la noche y evolucione durante el día […] o diseñar un recolector solar que haga esto a un ritmo mucho mayor, donde más aire sea empujado en su interior”.

Esto supone que con la eficiencia de los MOF y las mejoras de ingeniería en la mira, ambos equipos científicos siguen avanzado y prometen resultados en breve.

 

Fuentes: Science, MIT, Phys.org, The Next Web,

 

 

 

 

123 años de La Vanguardia

123 años de La Vanguardia

El 7 de abril de hace 123 años era fundado el periódico de los socialistas argentinos por antonomasia: La Vanguardia. Dos años antes de la constitución oficial del Partido Socialista (1896) en tanto tal, un grupo de simpatizantes socialistas liderados por el médico cirujano Juan Bautista Justo fundaron un órgano de prensa que ha logrado perdurar –ahora en formato exclusivamente digital– hasta nuestros días.

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La Vanguardia, cuyo resonante subtítulo original era “periódico socialista científico defensor de la clase trabajadora”, se constituyó en el órgano de prensa oficial del PS tras su fundación y sus páginas sirvieron de vehículo privilegiado para difundir las novedades que hacían a la vida partidaria, animar discusiones internas, dar a conocer sus posicionamientos, informar sobre distintos acontecimientos relevantes para los socialistas (huelgas, celebraciones, conmemoraciones), entre muchas otras cuestiones. La prensa partidaria era considerada un puntal fundamental en la estrategia política de los socialistas finiseculares de cara a sus potenciales adherentes: la clase obrera. De hecho el título de la publicación denotaba con claridad la concepción iluminista de la práctica política que tenían los socialistas y el prisma  “pedagógico” a partir del cual concebían su vinculación con la creciente clase trabajadora argentina. Esta perspectiva, ciertamente ingenua, fue analizada con precisión por José Aricó en La hipótesis de Justo.

De este modo, La Vanguardia se constituyó, al mismo tiempo, en un escenario para las discusiones en el seno del PS y, por otro lado, en un medio periodístico cuyo alcance trascendía –o al menos pretendía trascender- los límites del activismo partidario e interpelar a otros sectores ajenos a él. En cuanto a lo primero, es evidente la importancia del periódico para el partido con solo enumerar algunos de sus directores, figuras más que destacadas del socialismo argentino como Juan B. Justo, Américo Ghioldi, Alicia Moreau y, más acá en el tiempo, Guillermo Estévez Boero. Por otro lado, su impronta como artefacto cultural y medio periodístico fue estudiada en profundidad, al menos para sus primeros años, por el historiador Juan Buonuome.

Asimismo, el órgano de prensa del PS sufrió los avatares de la agitada política argentina y de la organización. Por ello, fue un flanco privilegiado de los embates de los adversarios políticos del PS, fue así que La Vanguardia sufríó clausuras, persecusiones, atentados y censuras en más de una oportunidad a lo largo de su historia. También las múltiples fracturas que sufrió el PS provocaron  que en algunos períodos de la historia convivieran varios periódicos bajo la misma denominación, pero, en muchos casos, defendiendo posiciones sensiblemente diferentes.

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La vigencia de la publicación, desde cuyas páginas –ahora virtuales– estamos escribiendo, plantea un desafío enorme. Por un lado, continuar con la “marca” de una publicación emblemática con más de un siglo de vida; por el otro, innovar para darle una impronta diferente a partir de nuevos enfoques, nuevas perspectivas y nuevas formas, acordes a los tiempos que corren. A 123 años de su creación, La Vanguardia sigue adelante, de forma diferente pero con idénticas preocupaciones a las que le dieron origen.