El reformismo universitario catalizó un pensamiento radical de raíz latinoamericano todavía en ciernes. Con éxito disímil en lo político y lo universitario, su impulso transformador parece haberse vuelto una resistencia sin resignación, con legados y desafíos que permanecen vigentes.
La reforma universitaria tuvo epicentro en Córdoba hace 99 años. Esto es un dato histórico fehaciente, pero es una verdad a medias. El reformismo universitario fue mucho más que ese movimiento de jóvenes argentinos en reclamo de una nueva institucionalidad universitaria más democrática y transparente. La revuelta cordobesa fue simplemente un capítulo, importante sí, de un prolongado periplo de organizaciones, dirigentes, intelectuales y movimientos políticos que han defendido el reformismo universitario durante ya casi un siglo hasta nuestros días. Conmemorar este aniversario solo tiene sentido si se considera ese episodio en su contexto y, al mismo tiempo, al reformismo como un ideario que irradió mucho más allá de los claustros universitarios.
Córdoba fue el epicentro y el Manifiesto Liminar el emblema de un movimiento político de escala continental, el primero de su tipo desde las revoluciones libertadoras de principio de siglo XIX. El documento, atribuido a Deodoro Roca, daba cuenta con claridad de ese universo de representaciones e ideales que trascendían por mucho el embate concreto contra una institución anacrónica, sumida en la venalidad y la corrupción: “Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil” señalaba. Reformar las universidades solo era el primer paso de un programa político e intelectual que buscaba una transformación profunda de las sociedades impulsada por el ímpetu de los jóvenes: “La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse.”
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El reformismo universitario fue el catalizador de un pensamiento radical de raíz latinoamericano todavía en ciernes. Aunó a un conjunto de intelectuales y políticos de prestigio con sensibilidades progresistas y antiimperialistas: José Ingenieros, José Vasconcelos, Alfredo Palacios, Manuel Ugarte, fueron algunos de esos hombres que acompañaron con su pluma y acción a estos jóvenes entusiastas. Esos jóvenes que años más tarde se convertirían en destacadas figuras de la política y la cultura latinoamericana, alumbró a referentes de la talla de Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, Rómulo Betancourt, Salvador Allende, Ricardo Balbín, Alejandro Korn, Julio V. González o Arturo Frondizi.
El reformismo tuvo un éxito disímil en cuanto a sus resultados tanto políticos como específicamente universitarios. En Perú, por ejemplo, el reformismo dio origen a uno de los partidos políticos más importantes de ese país, el APRA, y forjó un modo particular de entender la relación entre reformismo, socialismo y antiimperialismo que tendría una gran influencia durante todo el siglo XX. En Argentina, por su parte, tenemos una de las experiencias más durables y exitosas en la implementación de un sistema universitario público y gratuito erguido sobre los valores de la reforma del 18. El reformismo argentino no pudo, a pesar de algunos tímidos intentos, traducirse en un movimiento político institucionalizado y durable, sin embargo su impronta permeó a varias organizaciones políticas, en especial al radicalismo y el socialismo.
[blockquote author=»» ]La universidad todavía no es lo suficientemente democrática ni inclusiva, sigue siendo accesible solo a una minoría y, en muchos casos, dando la espalda a los sectores más humildes.[/blockquote]
El reformismo universitario ha perdurado, aunque no idéntico a sí mismo. Sirvió de inspiración, y aún lo hace, de dos de las organizaciones más importantes del movimiento estudiantil desde la segunda mitad del siglo XX: la Franja Morada, de orientación radical, y el socialista Movimiento Nacional Reformista. Durante todo el siglo el reformismo fue un espacio que bregó por la democratización de la universidad, por la defensa de la educación pública y se enfrentó a todas las formas del autoritarismo político. Asimismo fue un semillero casi inagotable de dirigentes políticos, entre los que se destacan muchos de los más importantes líderes socialistas de este tiempo con Guillermo Estévez Boero a la cabeza.
A 99 años de la gesta cordobesa muchos de sus legados y desafíos permanecen vigentes. La universidad todavía no es lo suficientemente democrática ni inclusiva, sigue siendo accesible solo a una minoría y, en muchos casos, dando la espalda a los sectores más humildes. La transformación social a la que aspiró también sufrió duros reveses frente a los cruentos gobiernos autoritarios de los años setenta y el embate neoliberal de las últimas décadas, el impulso transformador se volvió, en muchos casos, en una resistencia sin resignación. El reformismo sigue vigente justamente por ello, por todo lo que queda pendiente realizar en pos de una sociedad más igualitaria, porque como señala esa frase perenne del Manifiesto: “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan.”