La cocaína adulterada dejó un tendal de afectados en la Argentina, para sorpresa de comunicadores y políticos. Sin embargo, esto no es una novedad, ni aquí ni en el primer mundo.
Las novedades sobre “mundo de la droga” en Argentina no dejan de sorprender. Esto presenta un doble problema que anuda la situación concreta que se debe atender, por un lado, con la respuesta que debería brindar (y no brinda) el Estado ante esta situación particular, por el otro. Una respuesta estatal que se muestra contradictoria, sin coordinación, sin pautas de respuesta, sin protocolos, es, al fin y al cabo, un verdadero problema.
Veamos: los medios argentinos se han hecho eco sobre una cantidad llamativa de casos provenientes de lo que fue llamado “cocaína adulterada”, sin embargo, se hace necesario brindar ciertas precisiones al respecto. En primer lugar, que la cocaína pura no se consume porque, principalmente, no es rentable. Los aditivos que suelen usarse pueden ser peligrosos per se -como por ejemplo el vidrio molido- o inocuos. La realidad en nuestro país muestra que, bajo el prohibicionismo imperante desde 1972 hasta nuestros días, nunca se sabe qué es lo que se está consumiendo. Y en segundo lugar, y no menor en relevancia, la cocaína en su máxima pureza posee un riesgo muy elevado de sobredosis cuando quien consume no está acostumbrado a esos niveles de pureza. Sin embargo al no contener otros elementos más perjudiciales es, paradójicamente, menos peligrosa.
Una respuesta estatal que se muestra contradictoria, sin coordinación, sin pautas de respuesta, sin protocolos, es, al fin y al cabo, un verdadero problema.
De manera sintética, y sin necesidad de pecar en el simplismo, se puede decir que los pobres consumen de «la mala» y los ricos de «la buena». Hay consumidores y consumidores, cual meme de Drake, y como tal hay efectos nocivos y efectos nocivos. El mismo análisis puede hacerse con cualquier droga, ya sea natural o sintética, pero sí es importante recalcar que las drogas legales, las que se compran en el quiosco o en las farmacias, poseen controles de calidad que realiza directamente el Estado. Así, la Unión Europea posee un ranking de drogas de acuerdo al daño que producen, siendo el alcohol, la heroína y el crack -en ese orden- las que encabezan este listado. Quizá lo llamativo, o no, es que la peor sustancia de todas sea legal en la mayoría de los países del mundo.
Siguiendo esta breve reflexión, lo que estamos viviendo en Argentina hoy ya ha sucedido en otros lados, este es el dato irrefutable hasta al momento. La desigualdad, creciente violencia, el machismo exacerbado dentro de la criminalidad, las faltas de políticas públicas anticíclicas sociales, y, sumado a todo esto, una pandemia configuran este combo letal. En lo individual y también en lo social. Sin embargo, nosotros estamos viviendo lo que en otras latitudes del globo es parte del pasado. Crack es pasta base. Y como dato más descollante es que encierra la misma lógica del mercado capitalista. Productor, mercancía y mercado. Crack is wack (el crack es porquería) es un mural del artista Keith Haring localizado justamente en donde nació el consumo de pasta base (desecho del corte cocaína) en Harlem, Nueva York, y que generó una crisis social en los 80 en todo Estados Unidos -en salud pública y en delitos-. Los más perjudicados fueron los varones jóvenes afrodescendientes tanto por el uso de armas de fuego y peleas de bandas hasta por las adicciones y muertes por sobredosis.
En cuanto a la cocaína “envenenada”, los ya denominados “hot shots” son comunes y encuentran respuesta en la misma lógica del sistema capitalista. Esto es la maximización de la ganancia, que puede provenir tanto de la escasez de la materia prima como por la incorporación de un producto más barato y, por ende, redituable. Y es aquí donde de problema pasamos a problemón. Por decirlo de la manera más llana: como existe un mercado para el primer mundo -vehículos, objetos, electrónica de lujo- existe un mercado para el tercer mundo. Hay que abrir nuevos mercados.
En cuanto a la cocaína “envenenada”, los ya denominados “hot shots” son comunes y encuentran respuesta en la misma lógica del sistema capitalista. Esto es la maximización de la ganancia, que puede provenir tanto de la escasez de la materia prima como por la incorporación de un producto más barato y, por ende, redituable.
Por lo tanto es dable preguntarse qué pasa en el primer mundo. Y nos encontramos con una de las peores crisis por consumo de opiáceos (de venta legal) de los que se haya visto alguna vez. No es otra cosa que el fentanilo (que no casualmente se está comenzando a escuchar en el caso de la cocaína adulterada) que al ser sintético puede ser producido a gran escala, barata y es 50 veces más potente que la heroína. La fórmula del desastre.
Si hay algo que demostró esta última pandemia es la mecánica de cómo funciona nuestro planeta. El norte global exporta al hemisferio sur mucho más que modas y series para plataformas, también algunas nuevas drogas provienen de allí. ¿Existe la posibilidad de que alguna vez podamos prever algo? Quizá no podamos ser optimistas, pero hay que intentarlo.