De periodista de espectáculos a vocera política de las derechas, de entrevistadora a performer, del pluralismo de voces al soliloquio reaccionario. Viviana Canosa fue todas y siempre ella misma: su estilo teatral y afectado, pasional y directo, le dieron visibilidad. Hoy, en las sombras y desde sus redes, prepara su retorno.
Volvió Viviana, un mes después de ese tremendo momento televisivo que fue el programa de la silla vacía. Lo hizo en un vivo de instagram anunciado el sábado 3 de septiembre, acompañada por Jorge Giacobbe y Juan Manuel Dragani, con quienes minutos antes había cenado milanesas con papas fritas. Su regreso virtual ocurrió después de un mes de silencio en el que se hicieron muchas especulaciones sobre su renuncia, pero también sobre dónde y en qué modalidad volvería a participar del debate público. Y volvió, casualmente o quizás no, en una semana signada por una incesante labor fabuladora, a lo largo y a lo ancho de la discusión en redes, dedicada a reconstruir el atentado fallido contra la vida de Cristina Kirchner, las biografías de sus actores, las características sus grupos de pertenencia, las motivaciones y (quizás aquí es donde el caso la salpica) qué instigadores tuvo y de qué maneras influyeron.
¿Cuándo pasó Viviana de ser ridiculizada por sus entrevistas con beboteo a señalada como promotora de discursos de odio en televisión abierta? ¿Qué función cumplía la voz de Viviana en el esquema comunicacional de nuestras derechas? ¿Por qué deja el silencio justo ahora? Difícilmente encontremos respuestas simples y tajantes, pero al menos podemos repasar algunas anécdotas de su labor de los últimos años para observar el proceso de radicalización de la propia Viviana. No es del todo sencillo este repaso, porque Nada Personal, el programa que condujo en canal 9 entre 2019 y 2020, ya no está en Youtube, pero el recientemente concluido Viviana con Vos, que fue por A24 entre 2021 y 2022, al menos por ahora está completo y accesible, al igual que algunos recortes del programa anterior que todavía se pueden encontrar en portales de noticias.
Viviana cantó, rio, lloró, se quebró, se indignó y se enfureció junto con sus espectadores. En este sentido es probable que si en algo fue clara, puntual y hasta literal fue en expresar a cada momento cuál era aquella pasión que la estaba atravesando, como para que nadie tuviera dudas de qué debía sentir.
NADA PERSONAL: DE ENTREVISTADORA PLURAL A PERFORMER
Nada Personal fue un ciclo que comenzó en el momento donde el macrismo ya se sabía terminado e intentaba retener votos para conservar algo de fuerza parlamentaria en el siguiente gobierno. A pesar de su rating relativamente bajo (promediaba 2 puntos), recibió figuras importantes de la política (su debut en 2019 fue una entrevista con Mauricio Macri, y al año siguiente el primer programa lo tuvo a Alberto Fernandez, recientemente ungido candidato del panperonismo) pero también le dio voz a personajes menos relevantes que necesitaban aire en TV, como Fernando Iglesias, Waldo Wolff, Sergio Berni, Guillermo Moreno, e incluso a Dannaan, Lilia Lemoine y al mismísimo Javier Milei cuando todavía era, para los medios masivos y la política mainstream, un caricaturesco referente de algo desconocido que él llamaba libertarianismo y que resultaba, según decía Viviana, atractivo por sus formas acaloradas de expresarse y sus respuestas “políticamente incorrectas”, es decir violentas.
La dinámica inicial del programa se embanderaba en lo que fue la consigna del periodismo político del posmacrismo: “todas las voces”. La estructura era la de un magazine de actualidad con un panel compuesto por un periodista más o menos progresista, y el resto, incluida Viviana, estaba inmerso en una encarnizada competencia por ver quién estaba más a la derecha y ridiculizaba al progre con la chicana más estrambótica. Además, en cada programa había dos invitados de ideología bastante identificable: uno más bien de centro y otro preferentemente de extremísima derecha. Con esas premisas, Nada Personal buscaba sobreactuar un ademán de ecumenismo y pluralidad de voces en el debate público televisivo, quizás en respuesta a que durante el macriísmo la acusación más habitual al periodismo mainstream apuntaba a la monotonía de ideas.
A medida que el ciclo fue avanzando, esta dinámica de mantener a Viviana en diálogo con su panel y darle espacio a dos entrevistados diferentes se fue modificando. Primero porque la figura del periodista progre desapareció. Y después porque el lugar de Viviana pasó a tener otro peso y centralidad, evolucionando de ser quien pasaba revista de las noticias del día a quien sostenía la voz de un editorial durante cinco o diez minutos, echando mano de recursos estridentes como mostrarse bailando o utilizando algún elemento disruptivo, como cuando se puso una venda para hablar de la Justicia, o cuando se subió arriba del escritorio a bailar agarrándose las tetas por el escándalo del diputado Ameri (a.k.a. «el diputeta»), o cuando llevó un megáfono para despedirse del ciclo, ironizando con hacer sonar más fuerte su voz en el momento en que la iban a silenciar.
De este ciclo lo más recordado fue el momento en el que tomó dióxido de cloro al aire durante la pandemia. Pero para ese entonces la línea discursiva del programa ya ni siquiera se tomaba el trabajo de aparentar ecumenismo o pluralidad porque por un lado, como dijimos, el panel había expurgado al supuesto a su componente más anómalo, y Viviana, por otro, era una activa militante ya no contra la legalización del aborto sino directamente antifeminista en todo concepto. Viviana fue la única voz antiderechos que cubrió para televisión abierta el debate por la ley de IVE en el Parlamento, además llevó a su programa invitados representantes de los colectivos antiabortistas, como Chinda Brandolino, y también animó el acto opositor en la puerta del congreso llegando a realizar una ecografía en vivo a una embarazada. Por supuesto que recibió críticas por sus dichos desde distintas voces del colectivo feminista posicionadas en medios escritos, a quienes Viviana respondió prolijamente noche a noche amparándose en su libertad de «pensar distinto en la dictadura del pensamiento políticamente correcto», una posición enunciativa que la acompaña desde entonces.
¿Fue el episodio del cloro y sus enfrentamientos con “las verdes” por el aborto lo que hizo el clic en Viviana durante la pandemia? Lo más probable es que no, aunque ese factor seguramente operó en el asunto. Lo que sí hizo con seguridad fue delimitar y galvanizar un rasgo dominante de su público intenso y atraer a otra gente que necesitaba escuchar y ver reflejadas en TV abierta posiciones que había leído o escuchado en otros lados, sobre todo en internet. Gracias al rebote en redes que tuvo toda vez que desplegó en su programa alguna de sus estrategias pirotécnicas para editorializar, hubo una retroalimentación entre redes y tv. En cambio, posiblemente el clic, según supimos este año, lo hizo una promesa incumplida del gobierno para que Viviana ocupara el puesto máximo en la Secretaría de Medios, lugar que se llenó a fines de abril de 2020, cuando iniciaba el ASPO en nuestro país, aunque también esto pudo haber sido una casualidad.
En suma, el ciclo, que después del episodio del cloro corrió riesgo serio de ser interrumpido, terminó en diciembre de ese año, con Viviana enunciando un “todas las voces” ya definitivamente envejecido y sin correlato con la realidad, y denunciando que la silenciaban por expresar su verdad con una libertad que el gobierno no tolera.
Los planos se fueron cerrando más sobre la cara de Viviana mirando directamente a cámara, quien además dejó de leer los editoriales y optimizó las ayudas textuales para poder soltar más sus capacidades actorales y manejar desde el piso otros recursos como la música, los videos o memes ad hoc, la dirección de cámara o los silencios.
VIVIANA CON VOS: DE PASIONES Y POLÍTICA
En 2021 Viviana inauguró un nuevo ciclo, Viviana con Vos, que comenzó en el horario de las 18hs por A24. El primer plano de ese programa fue un general del panel, compuesto por el encuestador Jorge Giaccobbe, su abogado, Juan Manuel Dragani, y un periodista de A24. Luego la cámara se cerró en un plano medio de Viviana, que leyó íntegro su editorial en un tono sosegado durante cinco minutos, con la habitual cortina fuertemente percusiva de fondo en un volumen muy bajo. Los temas que recorrió son ya un clásico de sus editoriales: que su personalidad periodística es fuerte, libre y “políticamente incorrecta”, que la argentina tiene un problema moral, que todos están haciendo campaña y no se ocupan de la gente, que la oposición no sirve ni tiene huevos, que todo está mal en este país, y, por último, no eligió atacar la inutilidad de las vacunas, cosa que ya le había traído problemas y además era más difícil de sostener con la campaña de vacunación en marcha, sino señalar la administración corrupta de ese bien escaso en beneficio de la dirigencia (este corrimiento de ser antivacunas a denunciar la corrupción o de estar en contra de la IVE a ser directamente antifeminista, tal vez, sea un botón de muestra del proceso de radicalización que venimos observando).
Por otro lado, en ese discurso ya marcaba fuerte y claramente un nosotros (en alusión a «los argentinos trabajadores, de bien, que sostienen con sus impuestos el derroche de los políticos») y un ellos (que en ese entonces designaba más bien a los políticos tradicionales pero con el tiempo fue mutando en identificar el colectivo de los peronistas corruptos e irracionales y también los opositores que circunstancialmente decidieran acompañar alguna iniciativa oficialista). Ese par opositivo sería prácticamente estructurante de todos sus editoriales, en línea con los esquemas de polarización discursiva y política que dominan estás formas de intervención en otros lugares del mundo (no son pocas las coincidencias, o tal vez continuidades, que hay entre Viviana y el periodista de Fox News Tucker Carlson, por ejemplo).
Los invitados de ese programa no fueron menores, como ya acostumbra Viviana en cada uno de sus comienzos de ciclo: llevó al hombre que había que llevar en esa instancia de la pandemia, Fernán Quirós (Ministro de Salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), y a alguien que sería un habitué durante todo 2021, Javier Milei, con quién además destacó regularmente sus coincidencias discursivas e ideológicas, en particular en lo referente al discurso «anticasta», a la postura apocalíptica respecto de la marcha del país y la oposición al aborto y la vacunación contra el COVID. Otra cosa para destacar es que en aquel momento el programa tenía un imitador que funcionaba de alivio humorístico, algo que más temprano que tarde sería suprimido.
Con el correr del año, los invitados fueron dejando paulatinamente de introducir ideas heterogéneas a las del ciclo (el caso Yoma, de 2022, fue muy ilustrativo en este sentido del devenir endogámico del programa) y los editoriales de Viviana pasaron a ser el insumo indispensable de la tensión televisiva. Como síntoma de esto último, conforme se iban acercando las elecciones intermedias los editoriales comenzaron a estirarse cada vez más y a adquirir más sofisticación, no tanto en el abanico de temas o la forma argumental en la que Viviana los abordaba (bastante elemental, poco elaborada y muchas veces con razonamientos o ideas encadenados por mera yuxtaposición, cosa que solía producir un efecto bastante absurdo para el espectador no alineado) sino en cuanto a los recursos de retórica audiovisual utilizados para convertirlos en trips de las pasiones más variadas. Los planos se fueron cerrando más sobre la cara de Viviana mirando directamente a cámara, quien además dejó de leer los editoriales y optimizó las ayudas textuales para poder soltar más sus capacidades actorales y manejar desde el piso otros recursos como la música, los videos o memes ad hoc, la dirección de cámara o los silencios (cosas que entendió muy bien y muy rápido la «Negra» Vernaci en su imitación).
Viviana cantó, rio, lloró, se quebró, se indignó y se enfureció junto con sus espectadores. En este sentido es probable que si en algo fue clara, puntual y hasta literal fue en expresar a cada momento cuál era aquella pasión que la estaba atravesando, como para que nadie tuviera dudas de qué debía sentir. Y en esta línea pasional, algo que ocurrió a medida que se acercaban las elecciones fue que ella estaba cada vez más enojada. Viviana podía pasar de la risa inicial al llanto muy fácilmente, pero la emoción que dominaba sus derivas editoriales, que llegaron a durar 40 a 50 minutos, era la bronca: por la cuarentena, por el vacunatorio VIP, por el Olivos-gate, por las empresas que cerraron, por la gente que murió de COVID, por los trabajos que se perdieron y cuesta conseguir, por la abuela de su hijita, por Cristina, por el aborto, por la sobrina de Wiñazki, y por todo aquello que hubieran hecho sus adversarios: una lista muy heterogénea de culpables de todo que va desde el colectivo de «las verdes», pasando por L-Gante, Mario Ishii, Saraza Guzmán, el librero Cafiero, Frozen Felletti, la comunista Batakis, Thelma Fardín, Ginés González García y, obviamente, Cristina y Alberto, a quienes últimamente estaba llamando «La reina y el gordo», como les dicen, según ella, los trabajadores de la Casa Rosada.
Los espectadores de Viviana, en este sentido, serían una comunidad cuyas pasiones aparecen mucho más definidas que sus ideas políticas vertebrales. Aunque, no obstante, si adscriben a alguno de los rasgos que Viviana enuncia sobre sí misma o denuncia en cuanto a la actualidad política nacional, son alternativamente antifeministas, antiperonistas, antisindicatos, anti LGBT, antivacunas, anticuarentena, anticomunistas, antipolíticos o anticasta, y a todo eso responderían, siempre según Viviana, enojándose pero sin expresar esa bronca. Por eso las arengas a despertar, a rebelarse pacíficamente, a salir a la calle, a hacerse oír, a sacar a patadas a los políticos, y la preocupación también por cubrir in situ marchas en contra del gobierno. Por eso la invención del concepto «rebaño de pelotudos»: mansos como ovejas, aparentemente muchos, y permanentemente desairados por los conductores corruptos que solo se preocupan del beneficio personal.
Este estado exasperado de las pasiones que Viviana tenía que sostener todos los días durante casi dos horas no le fue gratuito. La noche de las PASO, cuando fue designada por grupo América para co-conducir con Fantino la cobertura del escrutinio en el prime time, y después de unas semanas en las que se la notaba emocionalmente inestable al aire, Viviana se ausentó. Dijeron que unos motochorros le pasaron por encima de los pies con la moto. El lunes y martes siguientes Viviana se presentó al estudio a mostrar sus pies vendados, muy baja de energía, quizás tal vez por alguna medicación. Ya el miércoles no apareció más y no hubo ningún tipo de aclaración precisa de parte de su equipo, que prometía su pronto regreso sistemáticamente durante los primeros días hasta que en un momento dejaron de decir cuándo iba a pasar. Ni siquiera el editorial del día de su vuelta, quince días después, fue claro al respecto, sólo habló de sus emociones, de las presiones y de su contracción al trabajo. Desde ese momento hasta diciembre, sus editoriales fueron algo más breves, rondando la media hora, y bastante menos exacerbados en lo pasional.
En cualquier caso, su regreso este año a la pantalla de A24, algo que a fines de 2021 se suponía improbable, fue en el prime time del canal y antecediendo al programa de Baby Etchecopar. Viviana le dejó todas las noches 4 puntos de rating servidos a Baby, algo que, parece, el conductor ahora extraña.
Este año Viviana volvió con una leve adaptación en sus editoriales: la extensión sigue siendo de alrededor de 40 minutos, como en los momentos de mayor duración antes de las elecciones intermedias, pero lo interesante para analizar es que empezó recoger y amplificar deliberadamente contenidos de redes, y en particular de Twitter. Así, para sostener la crispación de su público ya no hizo falta depender tanto de Viviana y su acting como escenificación de las pasiones que quería avivar, sino que a la deriva retórica de sus editoriales se le introdujeron fotos o videos de escenas políticas del día, audios con las voces de los protagonistas, tuits de supuestos “amigos” (por ejemplo Alzaga Unzué, cuenta de Twitter opositora y con muchos seguidores, cuyo administrador tiene un estatuto ontológico cuando menos dudoso y se sabe que tiene un conflicto legal por utilizar en su avatar la foto de un modelo noruego), videos que causaron indignación, memes y otros contenidos virales de este estilo, pero siempre intercalados en el discurso con una instrucción muy precisa de qué emoción sentir. Eso sí, la inclusión de estos contenidos provenientes de redes no fue gratuita en términos periodísticos, y hubo por lo menos dos momentos problemáticos a este respecto.
Los espectadores de Viviana, en este sentido, serían una comunidad cuyas pasiones aparecen mucho más definidas que sus ideas políticas vertebrales. Aunque, no obstante, si adscriben a alguno de los rasgos que Viviana enuncia sobre sí misma o denuncia en cuanto a la actualidad política nacional, son alternativamente antifeministas, antiperonistas, antisindicatos, anti LGBT, antivacunas, anticuarentena, anticomunistas, antipolíticos o anticasta, y a todo eso responderían, siempre según Viviana, enojándose pero sin expresar esa bronca.
El primero de estos momentos fue cuando Viviana introdujo en su programa la hipótesis de que nuestro gobierno es parte del brazo ejecutor de la Agenda 2030, una teoría conspirativa antisemita que circula por foros criptonazis o abiertamente nazis y que sindica a 30 magnates mayormente judíos como cabezas de una organización para el control poblacional mediante políticas públicas que van desde la sanción del aborto hasta la abolición de la familia por culpa del lobby gay. Esta teoría circula, como dijimos, en foros virtuales ya radicalizados, por lo tanto no está muy sometida a discusión en términos argumentales o probatorios sino que se la toma como un insumo para explicar la realidad. Pero Viviana habló de esto en televisión y mostró una foto de los 30 magnates con sus nombres: fue viral.
Al día siguiente, Ernesto Tenembaum, notablemente preocupado, señaló el evidente contenido antisemita de esta teoría durante unos minutos en su programa de radio. La respuesta de Viviana esa noche fue dedicarle un espacio largo de su editorial a, por una parte, decir que ella compartió eso porque le preocupa más que esos personajes sean millonarios antes que judíos, por otra parte a recordar un episidio radial de Tenembaum en el que hizo un razonamiento erróneo que lo colocaba a favor en una discusión sobre el tema “pornografía infantil”, se la pasó llamándolo pedófilo y amenazó con denunciarlo, y por último pero no menos importante, dijo que tuvo nueve novios judíos, que tiene una hija con un judío que va a una escuela judía, que hasta salió con un rabino y que entra en cada sinagoga que se cruza.
El otro episodio fue cuando reprodujo no irónicamente un tuit en chiste de @luquitarodrigue, la cuenta de un humorista y conductor de radio. La dinámica de algunos virales suele implicar que, por su desprendimiento del contexto más o menos controlado de emisión, a los tuits se los malinterpreta y se reacciona en emoción violenta a raíz de esa interpretación fallida. Luquitas Rodríguez había parodiado el formato de tuit de exilio inminente (palabras más palabras menos: me voy de este país donde no puedo crecer, foto del pasaporte y de fondo el aeropuerto de ezeiza o foto del protagonista haciendo fila en el check-in) pero usó la foto de un compañero suyo de la radio. En un momento en el que se fogoneaba mucho el supuesto “éxodo de jóvenes”, el tuit en seguida fue viral porque produjo reacciones en gente con distintos sesgos: en los de derecha, acompañar el sentimiento e insultar al país, en los de izquierda, insultar a la cuenta por irse. Viviana se hizo eco de este viral y realizó un comentario indignado sobre el exilio y sus supuestas razones políticas y económicas, evidenciando que ni ella ni ningún productor periodístico del programa (¿tendrá uno al menos?) se tomaron el trabajo siquiera de visitar el perfil de la cuenta para ver quién había tuiteado eso. En cualquier caso, lo que importaba era mucho menos la factualidad de la noticia que proseguir con la gestión de las emociones de su público (en esto no se diferencia de ningún programa periodístico, digamos todo) en el mismo sentido de siempre: todo está mal en el país y nos enoja.
Dado el eco en redes que tuvo este episodio, porque tuiter argentina en seguida sacó capturas y empezó a mencionar a @luquitarodrigue, chequeado.com hizo un chequeo dando cuenta de que el tuit en cuestión era un chiste. La respuesta de Viviana la noche siguiente fue hostigar durante media hora a la directora de chequeado denunciando su matrimonio con el ex intendente de Pilar Nicolás Ducoté, que había dejado su cargo envuelto en una causa de corrupción. Ahora bien, para un espectador cualquiera del programa de Viviana, la palabra corrupción es parte de un campo semántico asociado inmediatamente con el kirchnerismo, el peronismo en general o acaso esa entelequia que dan en llamar «comunismo». Sin embargo Viviana estuvo casi la mitad de su editorial hablando de este ex intendente sin decir su filiación política. El problema es que Nicolás Ducoté es del PRO, y, como cualquier otro funcionario de ese partido, sus casos de corrupción tienen escasa cobertura en los medios que Viviana consulta con preferencia para probar sus palabras (Clarín, La Nación, Infobae), de manera que en aquel episodio presenciamos probablemente la primera y única vez que Viviana utilizara una captura de La Izquierda Diario para dar cuenta de una noticia y no para satirizar a la izquierda. Pero resulta que el titular de LID decía, con pelos y señales, que el ex intendente de Pilar es del PRO, por lo que Viviana a partir de ese momento no tuvo otra alternativa que explicitar, al menos un par de veces, la filiación de Ducoté, mientras proseguía el hostigamiento a la directora de chequeado por desambiguar una noticia que ella misma no se ocupó de confirmar.
Pero además del creciente ingreso de contenidos de redes a sus editoriales, otra cosa que Viviana empezó a utilizar cada vez más fueron videos de escraches a políticos, usualmente oficialistas. Es difícil precisar cuál puede ser el efecto de amplificar este tipo de contenidos, pero posiblemente el público de Viviana percibiera una configuración de mundo en la que finalmente estaba pasando lo que ella siempre pidió: la gente despertaba y quería sacar a los políticos (panperonistas) a patadas. Este punto fue lo que ocasionó el conflicto final entre Viviana y A24: el presidente del canal, conocido patrocinador del flamante ministro de economía Sergio Massa, pidió tanto a Viviana como a sus compañeros de otros programas que dejaran de pasar escraches a políticos justo el día en que iban a poner al aire uno que había padecido su protegido.
Esa noche de viernes Viviana no fue a su programa y anunció la renuncia por Twitter el sábado siguiente, aduciendo censura. Lo demás ya es historia: el lunes a las 21 se volvió a escuchar la música de Viviana con Vos, la cámara mostró la silla vacía de Viviana y a continuación se reprodujo un compilado de momentos del programa bastante complejos ideológica y periodísticamente, epigrafiados con el zócalo “libertad de expresión”.
DEL RENUNCIAMIENTO HISTÓRICO AL ¿REGRESO?
Viviana estuvo un mes fuera del aire y sin hacer declaraciones públicas, sólo leímos algún que otro tuit en donde expresó cariño para con su público. Durante ese tiempo, se especuló con su pase a LN+, canal donde trabaja un colectivo de periodistas entre los que ella suele colocarse cuando se refiere a las personas que molestan al gobierno por las supuestas verdades que enuncian. El pase no ocurrió (¿no pudieron arreglar el contrato? Desconocemos; Viviana, en su entrevista con Jonatan Viale, esgrimió al pasar un argumento de otro orden: las grillas están llenas). También se especuló con sendas reuniones que tuvo tanto con armadores del macrismo como de Milei: ambos espacios políticos la querrían en sus listas. Rial dio el dato de que Macri la quería para competir en La Matanza, pero que, descartado ese plan (la derrota electoral en el distrito fuerte del peronismo es bastante segura) se barajó una candidatura a diputada, pero la divergencia está en que Mauricio le ofrece jugar en la provincia y ella quiere jugar a nivel nacional. Pero son solo especulaciones y Viviana negó todo (aunque no negó que la busquen de partidos políticos, en sintonía con un salto a la política que viene anunciando en su programa desde hace varios meses).
Sin embargo, rompió el silencio, como dijimos, a dos días del atentado contra Cristina y un mes después del programa de la silla vacía para anunciar un vivo de Instagram. Sería medio inútil entrar el juego de las suspicacias, aunque la oportunidad deja muchas más preguntas que respuestas. El vivo de Instagram consistió en una explicación desde la perspectiva de Viviana sobre la interrupción de su programa y después, durante más o menos media hora, editorializó como solía hacer en cuando estaba en televisión. No fue lo mismo: ella estaba muy baja de energía y los recursos limitados de Instagram para transmitir en vivo le quitaron potencia (no había música, juegos de cámara ni posibilidades de intercalar contenidos virales). De manera que su alocución recorrió más o menos los tópicos habituales (ellos o nosotros, la decadencia moral de la argentina, el totalitarismo vs la libertad de expresión, todo está mal en el país y nos enoja) y por supuesto relativizó el atentado a Cristina. Como siempre, no tenía toda la información chequeada. Dijo que le parecía raro que el arma no funcionara y que la custodia fallara. Pero también señaló como sospechoso que Cristina hubiera pedido anular las cámaras de seguridad de esa cuadra, justo el día en el que se conocieron las filmaciones del atentado provenientes de las cámaras de seguridad. Puede fallar.
¿Cuáles son las razones políticas, económicas o psicológicas que pavimentaron la radicalización de Viviana? ¿Es parte de un armado periodístico coral y organizado, es solamente una iniciativa privada o un emergente comunicacional que da lugar a las cosmovisiones de cierta gente con ciertos problemas puntuales? No hay respuestas, solo una certeza: Viviana no quiere dejar su lugar vacante y a su gente huérfana, y por eso va a volver a hablar desde su Instagram, como ya anunció.
Quizás sea solo una casualidad que haya elegido volver a la arena pública precisamente en ese momento. Quizás sea una casualidad, también, que haya salido a poner en duda la naturaleza del atentado en la misma línea que lo hicieran segundas y terceras líneas de la llamada ala dura del macrismo o referentes del libertarianismo (Milei fue el único político que mantuvo silencio mientras el resto del arco político condenaba el ataque y en la sesión de emergencia en diputados fue el único que condenó «toda violencia» evitando hablar de CFK). Quizás también sea otra casualidad que las pesquisas judiciales hayan revelado que Daanaan, a quien Viviana invitara varias veces a sus programas y cuyos videos de Youtube amplificó este último año, tenía contrato con la AFI durante la administración macrista, o que Revolución Federal, la agrupación de la que formaba parte Brenda Uliarte, coautora del intento de magnicidio, haya estado a cargo de varios escraches a políticos amplificados desde el programa de Viviana e incluso hayan organizado un escrache a A24 por censurar a la periodista una vez interrumpido el ciclo este año.
Es complejo, de nuevo, entrar en el juego de las especulaciones, sobre todo porque estamos ante la presencia de una serie de eventos y personajes cuyos intereses personales y políticos son opacos, cuyas conexiones con el criptoestado y los factores de poder desconocemos y cuya inserción en la maquinaria de guerra fascista a escala global es difícil de dimensionar. ¿Cuáles son las razones políticas, económicas o psicológicas que pavimentaron la radicalización de Viviana? ¿Es parte de un armado periodístico coral y organizado, es solamente una iniciativa privada o un emergente comunicacional que da lugar a las cosmovisiones de cierta gente con ciertos problemas puntuales? No hay respuestas, solo una certeza: Viviana no quiere dejar su lugar vacante y a su gente huérfana, y por eso va a volver a hablar desde su Instagram, como ya anunció. Quizás sus próximos editoriales nos sirvan para dilucidar las razones de su persistencia.