En respuesta al artículo «La pasión según Viviana», la diputada Claudia Balagué señala su disenso al respecto de la inclusión de esa nota y, más en general, sobre lo que implica esto para La Vanguardia como espacio socialista.
Los medios de comunicación siempre han tenido un vínculo estrecho con la política. Desde sus inicios, si consideramos que las primeras manifestaciones de la prensa precisamente correspondieron a la difusión de los partidos políticos. Ya con el advenimiento de la prensa profesional moderna, la prensa seria, organizada en torno de valores como la neutralidad y el pluralismo de voces, su accionar ha sido clave en la construcción de la agenda de los debates cotidianos sobre los temas de interés público, incluida por supuesto la política. Para apurar una lista de ejemplos en la historia reciente, recordemos el Crítica de Botana con Yrigoyen; el sistema de medios del primer peronismo, la Primera Plana durante el gobierno de Illia; y mucho más cerca, el Neustadt en la década de Menem o el Lanata del periodo de los Kirchner. Para el contexto actual, merecen un párrafo aparte las poderosas estrategias que se organizan en redes sociales -ya no solo de las organizaciones mediáticas-, que han influido en los procesos electorales más recientes.
En los medios de comunicación y las redes sociales algunos personajes mediáticos y políticos han montado escenarios desde donde llegaron hasta el ridículo para intentar impactar sobre la ciudadanía, con planos cerrados o discursos solapados de las verdaderas influencias a las que les prestan su nombre: poderes económicos, religiosos, derechas fascistas e intereses de diversa índole. La ciudadanía lo sabe, y ha aprendido a poner esas apariciones bajo un manto de sospecha tal, que viene restando confianza a propios medios de comunicación, según el reporte de Reuters de 2022: del 46 por ciento que ya directamente evita los contenidos informativos en Argentina, casi un tercio dice que lo hace porque no confía en ellos.
En los medios de comunicación y las redes sociales algunos personajes mediáticos y políticos han montado escenarios desde donde llegaron hasta el ridículo para intentar impactar sobre la ciudadanía, con planos cerrados o discursos solapados de las verdaderas influencias a las que les prestan su nombre: poderes económicos, religiosos, derechas fascistas e intereses de diversa índole.
Recientemente el periódico La Vanguardia incluyó entre sus notas centrales una titulada “La pasión según Viviana”, dedicada a describir la evolución mediática de Canosa. Si bien no es mi objetivo analizar la nota en sí, su contenido -ya que cualquiera tiene derecho a expresar su análisis y compartirlo públicamente en una nota-, sí quisiera analizar si un periódico como La Vanguardia debe darle semejante relevancia en su línea editorial a un personaje reconocido por amplificar desde la pantallas discursos peligrosos, no solo para la vida democrática, sino incluso para la vida misma de las personas.
Vayamos por parte.
Primero: Canosa. Sus expresiones de odio hacia los feminismos y el colectivo de diversidades y disidencias sexuales; su actitud negacionista hacia elementos vitales como son las vacunas; sus arengas para cometer actos que atentan contra la vida de las personas; su desprecio a las luchas sociales que defienden lo público … La lista es más larga, pero hasta aquí me alcanza para sustentar que ese posicionamiento que se analiza como fenómeno apasionado, que despierta cierto reconocimiento en ciertos sectores, están claramente encontradas con el pensamiento progresista y respetuoso de derechos básicos como la salud, la democracia, la vida. Su accionar mediático es un límite para quienes defendemos los derechos humanos.
Sigamos con otra parte.
Segundo: La Vanguardia. Un periódico con una riquísima historia, cuyo objetivo inicial fue la difusión del pensamiento socialista; ideas sobre las que -no está demás destacarlo- los poderes siempre se encargaron de poner diques y tabiques: no vaya a ser que se expandieran demasiado. Las y los socialistas tuvieron que crear sus propios periódicos y hasta imprentas para poder expresar y difundir sus ideas. Tengo el recuerdo vívido, aún de años muy recientes, de militantes que confeccionaban sus afiches, ideas en pequeños libros y luego los distribuían mano en mano. La Vanguardia es parte de esa historia del socialismo que lucha por difundir lo que se quiere esconder: la idea de construir una sociedad diferente, donde importen más los vínculos que las cosas (al decir de Rita Segato).
Vamos con una parte más.
Tercero: el socialismo. La historia de las luchas socialistas estuvo más vinculada a las organizaciones prohibidas, que fueron logrando el reconocimiento de los sindicatos, las organizaciones estudiantiles, y hasta de los electorados, como en el caso de la ciudad de Rosario y la provincia de Santa Fe. La historia del socialismo está llena de vidas dedicadas al impulso de ideas contrahegemónicas: contra el capital concentrado, contra el patriarcado, contra el extractivismo, contra un modelo de consumo que promete felicidad, pero que dilapida recursos y siembra veneno y hambre, contra una larga lista de etcéteras camufladas en promesas de futuro que desde las propias estructuras de poder ya está sesgada a favor de los favorecidos de siempre. Claro que hoy estamos en un mundo diferente de aquel que vio nacer al socialismo. Pero muchos y muchas socialistas valoramos que es un mundo peor, mucho más desigual e inhumano, al punto que ya estamos hablando con mucha asiduidad de la extinción del ser humano, de seguir por este camino.
Las ideas y propuestas que representa Canosa tienen todos los medios, todas las posibilidades (aunque ahora transitoriamente no esté ella en la tele); las ideas y propuestas socialistas, no.
Entonces ¿vale la pena, es justo, que nuestro periódico dedique una nota central a un personaje como Canosa, tan opuesto a nuestros pensamientos e ideales, tan parecido a lo que venimos combatiendo históricamente? ¿No sería más adecuado que nuestro órgano de difusión ponga todos sus esfuerzos en estudiar, debatir, analizar y difundir las ideas y los desafíos de la izquierda democrática que nos siguen representando como organización? ¿En encender las luces sobre personajes que representen nuestras ideas a favor de un mundo menos desigual, y contra el fenómeno avasallante de las derechas en Argentina, América Latina y el mundo?
Las ideas y propuestas que representa Canosa tienen todos los medios, todas las posibilidades (aunque ahora transitoriamente no esté ella en la tele); las ideas y propuestas socialistas, no. Nuestras ideas tienen que seguir luchando por encontrar el lugar, la oportunidad y el espacio para ser difundidas y comprendidas, para lograr un espacio central, una nota de tapa, o que se enciendan sobre ellas las luces y las cámaras. Como también aprendimos de los feminismos, lo que no se nombra no existe. Entonces, la decisión de encender las luces sobre unas ideas en lugar de otras, tiene consecuencias. Porque no solo las reconoce y potencia, sino que las incorpora en las conversaciones de la gente, allí donde sabemos que hace base un sentido común, allí donde se configura una nueva mirada del mundo, donde pueden abrirse lugar -o seguir limitando- las ideas, propuestas y pasiones que tanta gente espera: las iluminen otros caminos posibles, para salir de este presente hostil y esquivar el futuro ya rancio que está a la derecha.