Desde la propaganda estatal de las dictaduras del siglo XX, hasta los genocidios organizados en grupos de WhatsApp. Un breve resumen de la desinformación.
Un 16 de septiembre de 1989 Boris Yeltsin visitó un supermercado texano. No podía creer la variedad y la prosperidad americana disponible para el común de la gente. Su primera reacción fue creer que esto era una trampa diseñada por los norteamericanos, pero todas las tiendas eran iguales. “Si en mi país la gente viera esto, habría una revolución … Ni siquiera en el politburó hay tanta variedad de productos”.
Dos años más, Yeltsin pondría fin a la Unión Soviética, declarando que este conocimiento que había adquirido sobre Estados Unidos lo condujo a este momento. Era increíble como alguien tan cercano al poder, no podía escapar de la misma propaganda estatal.
Con la caída del bloque soviético, y la aparición del internet, una nueva corriente del pensamiento entre estadistas empezaba a ponerse en boga: “Las sociedades democráticas liberales son el fin de la historia”. La aparición de esta novedosa tecnología llamada el Internet, parecía confirmar los dichos de Francis Fukuyama.
MOVIMIENTOS DEMOCRATICOS DE ACTIVISMO CIVIL
De repente, cualquier persona podía sentarse en una computadora o celular e informarse, con sus fuentes favoritas, aquello que le interesaba. Se podían saltar la propaganda estatal y lo que dijeran las mega cadenas de televisión que, hasta hace unas décadas, controlaban las narrativas de manera casi indiscutible. Cualquier persona puede saltear los apagones digitales con un VPN, y los múltiples servicios de mensajería encriptada, permitiría a los periodistas y testigos reportar desde los regímenes más herméticos del planeta.
“La información quiere ser libre”, dijo Stewert Brand en 1984. Prediciendo lo que el internet traería consigo: nuevos movimientos democráticos, activismo social por las redes, incluso partidos parlamentarios que abogaban por la libertad absoluta de la información (como los partidos piratas en Europa) o comunidades virtuales dedicadas al hacktivismo, tal como Anonymous o WikiLeaks.
La esperanza era que el Internet llegó para poner fin a la propaganda, y que la verdad, por más incomoda que fuera para los grupos de poder, venía a llevarnos a un futuro transparente.
Movimientos por justicia social como BlackLivesMatter tomaron a Estados Unidos por sorpresa, llevando a que los políticos, de todo el espectro político, tuvieran que al menos responder a estos grupos.
La esperanza llegó a su ápice con la primavera árabe, mientras en el mundo occidental, las sociedades liberales se le plantaban cara hasta al propio capitalismo: El movimiento de los Indignados en España se terminó replicando por cada uno de los continentes, en respuesta a las crisis económicas, las medidas de austeridad tomadas, y los filtros de WikiLeaks que mostraban la corrupción de sus gobernantes o como el gobierno usaba los servicios de inteligencia para espiarlos.
Recientemente, el feminismo se hizo escuchar con el fenómeno de #MeToo o el Aborto en nuestro país. Otros movimientos por justicia social como BlackLivesMatter tomaron a Estados Unidos por sorpresa, llevando a que los políticos, de todo el espectro político, tuvieran que al menos responder a estos grupos.
Toda la información, coordinación, acción y consigna se propagaba (y propaga) por las redes.
ELECCIONES Y SEGMENTACIÓN DE MERCADOS
Había un pensamiento economicista liberal en esta panacea de la información libre. La creencia que los ciudadanos son actores racionales, que frente a la tecnología que les permitiera fácilmente mantenerse informados, protegerían sus propios intereses, y colectivamente, pondrían fin a cualquier gobierno iliberal, por medio del voto o la revolución pacífica.
Parecía en su momento inaudito que un Estado lograra ahora controlar el discurso como lo podía hacer la Unión Soviética. Cualquiera podía ser un periodista, cualquiera podía ser la voz de un nuevo movimiento social.
Cambridge Analytica se vio vinculada con las campañas políticas de Donald Trump, Ted Cruz, y el Partido de la Independencia del Reino Unido durante el referéndum del Brexit.
En el año 2018 aprendimos que esta nueva sociedad mediática podía ser manipulada de una manera que antes no lo habríamos podido imaginar. Cambridge Analytica, una consultora de marketing político de Reino Unido, especializada en la minería de datos, operaba por medio de una aplicación que sustraía información de usuarios Facebook (y de sus contactos), y después la vendían la data para ser usada en segmentación de mercado. Con esta información, los políticos que contrataban a esta firma, podían saber cómo llegar eficazmente a los potenciales votantes.
Cambridge Analytica se vio vinculada con las campañas políticas de Donald Trump, Ted Cruz, y el Partido de la Independencia del Reino Unido durante el referéndum del Brexit. Y lo que fue peor aún, es que aprendimos en estos años que no solo Facebook, sino lugares como Google, YouTube o Twitter, estaban gestionados por algoritmos que, en base a los intereses de los usuarios, buscaban mantener el interés y el tiempo en pantalla, y que en muchos casos, desinformación y extremismo político se esparcía sin intervención del usuario.
En base a las búsquedas e intereses, el algoritmo automáticamente te recomienda contenido similar, sobre todo, aquel que efectivamente ha logrado generar más interacciones. Por ello mismo, resulta natural que se recomiende el contenido más polémico, que despierta las pasiones más fuertes: el discurso de odio.
INTELITENCIA ESTRATÉGICA Y REDES SOCIALES
La frutilla del postre fue descubrir que muchas de estas campañas de desinformación y odio eran orquestadas por agentes de inteligencia rusos, a fin de reducir el área de influencia de la Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN sobre Europa del Este.
Las elecciones norteamericanas y hasta incluso movimientos de derechos civiles en Estados Unidos, fueron interferidas por grupos digitales llamados troll farms, miles de cuentas falsas usadas por agentes del Kremlin para fermentar desconfianza contra las instituciones y medios masivos de comunicación de rivales geopolíticos.
Otros países no se quedan atrás: China que tiene bloqueado a Twitter, cuenta con ejércitos de cibernautas como Wumao (el Partido de los 50 centavos) con millones de posteos diarios para difuminar desinformación.
Países como Venezuela y la India, donde millones de ciudadanos viven en pobreza, son el espacio ideal de donde se pueden reclutar trolls a tiempo completo, como así también la población con mayor analfabetismo digital, capaz de creerse cualquier posteo de las redes sociales.
Actualmente se ven como países como Venezuela y la India, donde millones de ciudadanos viven en pobreza, son el espacio ideal de donde se pueden reclutar trolls a tiempo completo, como así también la población con mayor analfabetismo digital, capaz de creerse cualquier posteo de las redes sociales.
Y si bien podemos buscar responsables, fue espeluznante descubrir que ni siquiera Mark Zuckerberg puede controlar lo que sucede con sus billones de usuarios. Recordemos que Meta no es solo dueño de Facebook, sino Instagram y WhatsApp, con consumidores que hablan idiomas y jergas que ningún programador de Palo Alto entendería. La moderación de tantos espacios digitales en tantos países e idiomas es humanamente imposible.
EDUCAR PARA LA LIBERTAD
Desde hace unos años, el genocidio rohinyá perpetrado por el gobierno de Myanmar, donde se han ejecutado al menos 25.000 personas, se han organizado localmente, por grupos de WhatsApp y Facebook.
Posteos con imágenes fabricadas para incriminar y fomentar el odio a grupos minoritarios y justificar su exterminio, no es algo nuevo en la historia de la humanidad, pero es reciente la accesibilidad y facilidad para que cualquier lego pueda crear, producir y compartirlo
Y con conocimiento, un individuo puede incluso crear videos con inteligencia artificial que replica realísticamente la voz y las expresiones faciales de quien uno quiera. Ahora, no sólo las usan malintencionados que reportan historias falsas, sino también estafadores virtuales.
Si vamos a vivir en una sociedad mediatizada, debemos también ser una sociedad inteligente.
Podríamos seguir escribiendo sobre cómo, este nivel de desinformación ha causado la muerte de miles de personas con los posteos antivacunas, y como actualmente el gobierno de Putin utiliza estos medios para mantener a su población ignorante de lo que pasa en Ucrania. Pero creo que sólo basta que el lector abra su navegador web favorito y lo vea por sus propios ojos, no necesito fuentes para ello.
Creo que la única solución a estos problemas es enseñar en los colegios como cualquier otra materia, educación mediática. Explicarles que fuentes de información son más confiables, contrastar la información y verificar así la veracidad de las publicaciones que encuentran en las redes. No es una tarea fácil, pero si vamos a vivir en una sociedad mediatizada, debemos también ser una sociedad inteligente.