Urge una profunda reforma urbana, social y cultural. Las ciudades deben rebelarse a la planificación que las hizo excluyentes e insostenibles. El cambio está en marcha. A descarbonizar, caminar y pedalear.
En las ciudades de la región están emergiendo, impulsados por diversos actores, propuestas de intervención sobre el espacio público como alternativas al urbanismo tradicional y como forma de hacer frente a las grandes problemáticas que presionan sobre nuestras ciudades.
El cambio climático es el gran problema del siglo XXI y son las ciudades las protagonistas centrales de esta lucha. Las ciudades son las grandes aportantes de gases de efecto invernadero (70%), según ONU-HÁBITAT y consumen el 78% de la energía mundial. Las ciudades abarcan menos del 2% de la superficie de la Tierra, pero más de la mitad de la población mundial vive en ciudades.
El urbanismo tradicional parece obsoleto frente a este escenario. Necesitamos otro urbanismo, de carácter rebelde, que pueda ofrecer nuevas oportunidades para los ciudadanos y respuestas frente al cambio climático.
La descarbonización y la transición energética, a pesar de avances relativos, son aún incipientes en nuestras ciudades.
¿Qué impacto tiene la forma actual de planificar las ciudades en el cambio climático?
Como primera respuesta debemos decir que el impacto de las ciudades sobre el calentamiento global es alto y es producto de una mala planificación y diseño de nuestras ciudades. El urbanismo tradicional impulsó una alta dispersión entre los suburbios o barrios, muchas veces alejados de los puestos de trabajos, escuelas y los centros de salud. Además, un deficiente sistema de medios de transporte público generó el predominio del automóvil como medio de transporte exclusivo, con un impacto directo en el aumento de emisiones y el calentamiento global.
Pero la crisis urbana no sólo responde a un tema de movilidad sino que toda la producción económica, nuestras fuentes de empleo y la calefacción de nuestros edificios y viviendas siguen utilizando combustibles fósiles para cubrir sus necesidades energéticas. La descarbonización y la transición energética, a pesar de avances relativos, son aún incipientes en nuestras ciudades.
URBANISMO REBELDE
Varias décadas atrás esta crítica al urbanismo predominante vino de urbanistas rebeldes entre las décadas del ‘50 y el ‘70.
Una de las críticas más lúcidas la aportó Jane Jacobs contra los tecnócratas del urbanismo moderno por impulsar la renovación de las ciudades sin tener en cuenta las necesidades ni las identidades barriales. Proponían la construcción de torres y el culto al automóvil como medio de acceso a los distintos usos de la ciudad.
Jacobs pensaba todo lo contrario: en la calle están las posibilidades de la integración social. Hay que recuperar el espacio público para que los niños y niñas socialicen con planificación. Para Jacobs, en la calle y en el espacio público de alta calidad se construye ciudadanía y comunidad.
El urbanismo rebelde es a su vez ecológico y busca sustentarse en el poder de las personas para diseñar las ciudades y el hábitat.
Estas ideas tan innovadoras para su época siguen siendo las bases para un nuevo paradigma en las ciudades y actualmente lucha por imponerse.
Este urbanismo rebelde es a su vez ecológico y busca sustentarse en el poder de las personas para diseñar las ciudades y el hábitat.
Este urbanismo rebelde impulsa acciones para lograr no sólo la sustentabilidad de nuestras ciudades sino también impulsa políticas públicas urbanas tendientes a revertir las injusticias espaciales mediante la construcción de espacios públicos de calidad con plazas, parques accesibles, parques deportivos con juegos infantiles o la construcción de veredas y senderos peatonales de alta calidad para impulsar la caminabilidad.
En algunos casos, este urbanismo se animó a experiencias de reapropiación del espacio público por parte del ciudadano, lo que se dio a conocer como urbanismo táctico o placemaking. Es rebelde porque tienen que dar vuelta todas las cosas, y poner en el centro a los ciudadanos y sus intereses.
CIUDADES CAMINABLES
Estos procesos urbanos alternativos, han servido para poner en la agenda pública la importancia de recuperar el espacio público y adoptar medidas amigables con el medio ambiente. En estos movimientos dos actores se reconocen como complementarios: los vecinos o ciudadanos que se apropian muchas veces de estas experiencias de políticas urbanas y los técnicos urbanistas, que impulsan a veces desde el estado nuevas herramientas de intervención y apropiación del espacio público.
Dentro de este paradigma, la ciudad es para las personas. La prioridad es para los peatones. La calidad del espacio público es importante como también el resguardo de las identidades barriales y el cuidado del patrimonio arquitectónico.
Este urbanismo también impulsa la construcción de un sistema de ciclovías como elemento central de un sistema multimodal de transporte que involucre y complemente la caminabilidad, la bicicleta con múltiples medios de transporte: un autobús o metro eléctrico o un monopatín.
Para que lo viejo muera definitivamente y la rebeldía se imponga como paradigma en el diseño y la planificación urbana, necesitamos cambios tecnológicos y sustentables, pero también un verdadero cambio social y cultural.
Lamentablemente nuestro paradigma y sus políticas tienen aún resistencia. La implementación de procesos urbanos de estas características donde el empoderamiento ciudadano y la sustentabilidad son claves, es altamente complejo y atrae nuevos conflictos entre los distintos actores de la trama urbana: ciclistas versus automóviles, ciclistas y peatones, ciclistas y comerciantes, adultos mayores y juventudes. Es decir que los desafíos técnicos, sociales y culturales son gigantes en la transición hacia ciudades sustentables y centradas en sus ciudadanos.
Creemos que las ciudades actualmente se encuentran en este proceso de transición, que, si bien aún es emergente, el impulso es fuerte y la necesidad de cambiar de un paradigma de ciudades que fueron planificadas y pensadas llenas de autopistas y automóviles está en crisis.
Las ciudades están en crisis, por esto mismo que sostenía Antonio Gramsci: “lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer”. Para que lo viejo muera definitivamente y la rebeldía se imponga como paradigma en el diseño y la planificación urbana, necesitamos cambios tecnológicos y sustentables, pero también un verdadero cambio social y cultural.