La inflación es un problema estructural de la economía argentina con un impacto nada menor en su vida política. En este artículo, Ricardo Martín propone un camino intermedio entre la negación del problema y la oferta de soluciones fáciles.
La inflación, acelerada brutalmente por el actual gobierno, constituye, para la mayoría de los argentinos, el problema económico más acuciante. Fundamentalmente porque carcome el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, pero también porque nos desordena la vida, favorece abusos al hacer complicado comparar precios, y deteriora los ahorros, ya que para muchos resulta muy difícil protegerlos de ella.
La inflación es un problema histórico de la Argentina, como lo ha sido para Latinoamérica y buena parte del mundo; pero hace años ha dejado de serlo para la gran mayoría de los países, quedando sólo poco más de 10 naciones en el mundo con una inflación anual superior al 12%; casi todos los países de América Latina han resuelto este problema.
La mayoría de los economistas que vemos en los medios atribuye la inflación al gasto público excesivo, que produce un déficit fiscal que se financia con emisión monetaria, la cual lleva al aumento generalizado de los precios. No es el caso de Argentina en los últimos seis años: entre el 31/12/2017 y el 31/12/2023, la base monetaria (una buena medida de la cantidad de dinero emitida) se multiplicó por 9,6, mientras que los precios se multiplicaron por 28,3: crecieron 3 veces más que la cantidad de dinero. En cada uno de esos años la inflación excedió a la emisión, y muy especialmente el año pasado, en que el aumento de la base monetaria fue del 85%, mientras la inflación se disparó al 211%. Los economistas que adhieren a esa teoría limitada y simplista no pueden explicar este fenómeno para un período tan prolongado: si la locomotora de la inflación es la emisión, los vagones se desenganchan de ella, le pasan por arriba, y recorren en seis años casi el triple de distancia…
Desgraciadamente, la realidad es compleja, y no puede explicarse de manera tan simple.
La emisión monetaria excesiva produce inflación, sí: pero pretender que esa es la única causa es absurdo, y tiene mucho más que ver con el deseo de achicar el Estado y bajar los impuestos, sobre todo a los ricos y poderosos, que con una explicación seria del proceso inflacionario. Veamos entonces qué causas principales explican la inflación argentina de estos años -y en buena medida, la que hemos padecido históricamente-, en base a teorías autóctonas que tienen escasa difusión, pero 70 años de historia:
* La puja distributiva: los empresarios aumentan los precios para mejorar su rentabilidad; los trabajadores obtienen aumentos salariales para compensar la inflación pasada o ganarle un poco; otros precios aumentan en respuesta a estos incrementos de costos, y así sucesivamente: en una economía que crece poco, cada actor (sobre todo los más poderosos) trata de mejorar sus ingresos más de lo que el crecimiento permite, lo que implica apropiarse de los ingresos de otros. En la recesión esta puja se exacerba a veces, porque todos pierden pero nadie quiere perder, y la inflación suele acelerarse.
* Los ajustes de precios relativos: es normal que en una economía, por diversos motivos, un precio deba aumentar respecto de los demás, como sucedió en 2022 en el mundo con los alimentos y la energía, debido a las restricciones de oferta que generó la guerra en Ucrania. Esto podría compensarse con la baja de otros precios cuya demanda caerá porque la gente debe dedicar más dinero a la compra de alimentos y energía, pero hay, en todo el mundo, una fuerte resistencia de los precios a la baja, de modo que el cambio en los precios relativos se produce con inflación. El ajuste generalmente se da con la suba original, más el aumento de otros precios como respuesta a esa suba, seguido por un nuevo aumento del producto que tiene que subir, hasta que los precios relativos alcanzan el nivel necesario.
En Argentina sucede, además, que muchos precios regulados han sido deliberadamente atrasados en los últimos años para contener la inflación (sin lograrlo), generando un costo insostenible en subsidios, política que desde hace meses se viene revirtiendo, con lo cual esos precios aumentan, produciendo ahora la inflación que en su momento se quiso evitar.
En Argentina sucede, además, que muchos precios regulados han sido deliberadamente atrasados en los últimos años para contener la inflación (sin lograrlo), generando un costo insostenible en subsidios, política que desde hace meses se viene revirtiendo, con lo cual esos precios aumentan, produciendo ahora la inflación que en su momento se quiso evitar.
* Las rigideces de la estructura productiva: ante un aumento de la demanda, lo natural sería que los productores actuales aumenten la oferta, o que ingresen nuevos oferentes. Pero rigideces como la falta de crédito para ampliar la producción, o la falta de confianza para invertir, o la carencia de nuevos emprendedores para satisfacer esa demanda, muchas veces lleva a que el ajuste se haga vía precio, y no por la expansión de la producción.
* La excesiva concentración en la oferta de bienes y servicios: si bien esta no es una causa autónoma de inflación, posibilita que los oferentes concentrados, sea por expectativas, o para anticiparse a posibles controles de precios, o hasta por razones políticas, aumenten los precios más allá de toda lógica económica, sin que el mercado los castigue por ello. Porque en una economía competitiva el productor que introduce aumentos irrazonables pierde ventas y debe retrotraerlos, pero en una economía concentrada eso no sucede, o pasa poco. Argentina padece, como mostramos en otra ocasión, una alta concentración de la oferta, que hace que este mecanismo opere a pleno.
* Las expectativas de devaluación, o de desmadre económico: las fundadas dudas de que el gobierno pueda sostener un tipo de cambio que se percibe bajo, que a veces conducen a diversos malabarismos para administrar divisas crecientemente escasas, llevan a muchos oferentes a sobreestimar el costo de sus insumos importados, incrementando los precios más allá de sus costos reales, por considerar que para reponer esos insumos deberán pagar un dólar más caro.
* Por último, muchas veces la inestabilidad política contribuye a generar un clima de temor e incertidumbre que destruye la confianza que toda economía necesita para estimular la inversión y desenvolverse normalmente, fogoneando la inflación por expectativas referida en el punto anterior.
Controlar esta inflación de modo duradero llevará años, y requerirá atacar todas estas causas con un plan económico integral, con el propósito de ordenar la economía argentina, que ha sido profundamente desordenada por todas las políticas desarrolladas desde 2008, para no mencionar otras anteriores. Ese plan debiera incluir, creemos, medidas como estas:
– Un amplio acuerdo político (no decimos que sea posible, sino que es necesario), que establezca reglas de juego básicas para tramitar las diferencias naturales en toda democracia, de manera que la pelea política no termine destruyendo la confianza en el futuro del país, o desestabilizándolo, porque la incertidumbre y las expectativas negativas impulsan la inflación.
– Resolver las distorsiones de los precios relativos antes de intentar reducir la inflación. Procurando converger hacia un tipo de cambio único, con fluctuaciones controladas, y suficientemente alto para asegurar el equilibrio de largo plazo entre la oferta y la demanda de divisas, favoreciendo la competitividad industrial, de la economía del conocimiento, las economías regionales, etc. Y aplicando a la exportación de materias primas de alta rentabilidad retenciones móviles, que suban o bajen conforme lo hagan los precios internacionales de cada una, y el tipo de cambio. Los precios de los bienes y servicios regulados debieran responder a los costos, subsidiando solamente a las personas que no puedan pagar lo que necesitan para una vida digna, pero no a las empresas que proveen esos bienes y servicios. Se deberá alcanzar el nivel adecuado de precios relativos gradualmente, y al mismo tiempo, procurar los recursos para asegurarse de que cada familia tenga los ingresos necesarios para solventar sus necesidades básicas.
– Alcanzar el equilibrio fiscal y de balanza de pagos, como Argentina logró entre 2003 y 2007; en esos 5 años, el país creció un 44,5% por habitante, a “tasas chinas”: 7,6% anual promedio. El equilibrio de balanza de pagos se obtiene con un tipo de cambio competitivo, y el fiscal se consigue no solo racionalizando el gasto, sino también incrementando la recaudación, yendo a buscar el dinero adonde está, con inteligencia y coraje político.
Controlar esta inflación de modo duradero llevará años, y requerirá atacar todas estas causas con un plan económico integral, con el propósito de ordenar la economía argentina, que ha sido profundamente desordenada por todas las políticas desarrolladas desde 2008, para no mencionar otras anteriores.
– Elaborar y comunicar un plan económico integral que establezca objetivos y plazos para su cumplimiento, corrigiendo lo necesario a medida que se desarrolla. Dicho plan, como el resto de las medidas, dará certidumbre y confianza a los actores económicos, tranquilizando y ordenando las expectativas y promoviendo la inversión y el crecimiento, todo ello indispensable para controlar la inflación.
– Reducir en lo posible la concentración en la producción de bienes y servicios procurando el ingreso de nuevos oferentes (continuando y profundizando las políticas de fomento a las pymes, desarrollando aún más la economía popular y la asociatividad, dando acceso a la tierra a pequeños productores, etc.).
– Abrir la economía de manera que los monopolios y oligopolios que no puedan evitarse tengan al menos competencia internacional, cuando sea posible. Ello requerirá un buen diseño de los derechos de importación, y una política antidumping cuidadosa. Argentina tiene una rica historia en materia de ciencia, tecnología y producción industrial, con trabajadores y empresarios bien calificados, de modo que puede competir internacionalmente, con el tipo de cambio adecuado.
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Lo que aquí se expuso no pretende ser una receta infalible, y mucho menos exhaustiva. La presentamos como un aporte para pensar una solución integral al flagelo de la inflación, que Argentina arrastra por largo tiempo. Y lo hacemos por entender que, en un país con tan graves problemas económicos, falta en el debate público un abordaje en profundidad de los mismos, y propuestas para superarlos.