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Al filo del abismo: la fractura social en la Argentina

por | Ago 24, 2024 | Opinión

Argentina atraviesa una de sus crisis sociales más profundas, marcada por una desigualdad creciente, pobreza y marginalidad que amenazan con desbordar las instituciones del Estado. Las políticas sociales, que alguna vez fueron el pilar de la cohesión, se tornan insuficientes para responder a las complejidades del presente.

Comencé esta nota con un enfoque técnico, cuidando las palabras, detallando estadísticas reales, con la intención de demostrar que en Argentina es posible implementar políticas públicas de calidad que transformen la realidad. Sin embargo, al finalizar, me di cuenta de que el texto estaba vacío. Eran palabras que podrían funcionar en un contexto académico, pero que no despertaban la indignación que la situación merece. La realidad es demasiado grave como para no intentar transmitirla de otra manera.

Hoy, la descomposición no es solo económica, sino también ética y política. Estamos inmersos en un escenario dramático: según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el 55% de la población en Argentina vive en la pobreza, y 1 de cada 5 personas es indigente. UNICEF revela que más de 7 millones de niños y niñas están en pobreza monetaria, y 1 millón se acuesta sin cenar. Como decía Armando Tejada Gómez: “Poniéndole una estrella en el sitio del hambre, de otro modo es inútil, de otro modo es absurdo, ensayar en la Tierra la alegría y el canto, porque de nada vale si hay un niño en la calle”.

DIBUJAR EL FUTURO

La pregunta inevitable es: ¿por dónde empezamos? Para ello, debemos definir qué Argentina imaginamos. En tiempos de crisis, es imprescindible dibujar el futuro.

Soy de la generación a la que le dijeron que Argentina perdió el tren hace tiempo, que fue la tierra de las oportunidades, pero que nuestra idiosincrasia la arruinó, y que ya no hay solución. Me rebelo contra esa creencia. Imagino una Argentina que garantice igualdad: donde cada persona tenga derecho a soñar y a realizar su vida. Algo tan simple, como complejo. Ese es mi objetivo.

La fractura social nos obliga a diferenciar lo urgente de lo importante. Es imperativo garantizar el acceso rápido a los alimentos. En las últimas semanas, en el país se ha debatido sobre la distribución de los mismos y ese debate es necesario, pero hoy debemos cumplir con lo mínimo: llegar a los más necesitados. Esto requiere coordinación, y es una buena oportunidad para recrear experiencias exitosas, como lo fue «Seamos Uno» durante la pandemia, donde el sector privado, el Estado, las iglesias y las organizaciones comunitarias distribuyeron 1 millón de cajas de comida. Con estos antecedentes y con instituciones que ya trabajan en la emergencia alimentaria, junto a organismos internacionales con fondos disponibles, poner paños fríos a la situación no debería ser complejo.

«No debemos perder de vista el largo plazo. Argentina está estallando de manera silenciosa, evidenciando la incapacidad del Estado para garantizar derechos básicos como la alimentación, acceso a servicios esenciales y oportunidades».

Resuelta la urgencia, no debemos perder de vista el largo plazo. Argentina está estallando de manera silenciosa, evidenciando la incapacidad del Estado para garantizar derechos básicos como la alimentación, acceso a servicios esenciales y oportunidades. Esta situación, agravada por la fragmentación y la falta de planificación, demanda una revisión profunda de las políticas públicas y una acción decidida para revertir la desigualdad estructural.

SÁLVESE QUIEN PUEDA

En 2022, la inversión social en Argentina fue del 7,4% del PIB. Sin embargo, esto no ha logrado cambiar estructuralmente la pobreza, sino que ha funcionado como un dique de contención. En un contexto donde las planillas de Excel son prioritarias para el gobierno y el «sálvese quien pueda» es el lema, es crucial replantear la eficiencia de la inversión social. El objetivo debe ser mejorar la intervención para igualar el punto de partida, cerrar brechas sociales y garantizar condiciones mínimas para el desarrollo individual. Para ello, algunos ejes clave pueden comenzar a revertir el crecimiento de la pobreza en Argentina.

La política alimentaria en el país enfrenta una paradoja: en medio de una impostergable necesidad de provisión alimentaria para los sectores más vulnerables, la gestión de su distribución es ineficiente. El Estado compra alimentos y los distribuye mediante intermediarios, mientras que las provincias también destinan recursos para cubrir las mismas necesidades. Imaginar una planificación organizada que empodere a los gobiernos locales, descentralice la compra y almacenamiento de alimentos, disminuya costos y tiempos de logística, e invierta en las economías sociales como actores clave en la cadena de suministro, es una vía urgente a explorar.

«Las claves para una integración duradera y efectiva parecen ser la participación ciudadana en la toma de decisiones, basada en tres pilares: desarrollo de infraestructura urbana y comunitaria, mejoramiento de condiciones de habitabilidad, e integración socioeconómica de la economía social y popular».

Argentina tiene más de 6.400 barrios populares, donde viven casi 5 millones de personas. Esto significa condiciones de vida inadecuadas, viviendas inseguras, falta de acceso a servicios básicos y mayor exposición a riesgos. La creación del Fondo de Integración Socio Urbana es una política pública acertada, que ha mostrado buenos resultados en su corta existencia. Las claves para una integración duradera y efectiva parecen ser la participación ciudadana en la toma de decisiones, basada en tres pilares: desarrollo de infraestructura urbana y comunitaria, mejoramiento de condiciones de habitabilidad, e integración socioeconómica de la economía social y popular.

El análisis de los programas de empleo y la situación del mercado laboral revela que la hiperflexibilización y la precarización han dejado a muchas personas fuera de los circuitos formales de la economía. Programas como «Potenciar Trabajo», aunque bien intencionados, han mostrado limitaciones significativas para integrar a los sectores más vulnerables. La desconexión entre las políticas laborales y la realidad de los trabajadores informales plantea un desafío crítico: es urgente superar la visión dicotómica entre la economía formal e informal, para desarrollar, junto al sector privado, estrategias de formación, áreas clave de desarrollo y circuitos sustentables de compras. Además, repensar el acceso al crédito para la economía popular es imprescindible si queremos superar el mero asistencialismo estatal.

CUIDA A QUIEN TE CUIDA

Finalmente, la política de cuidados debe avanzar hacia un enfoque integral que no vea a los ciudadanos como individuos aislados, sino como miembros de familias y comunidades interdependientes. Esto implica diseñar infraestructuras y servicios que respondan a estas realidades, y reconocer al cuidador como un trabajador que requiere desarrollo de habilidades y una paga justa, además como sujeto de derecho a la persona que requiere cuidados.

«Es fundamental que estas políticas se diseñen desde una perspectiva intergeneracional e inclusiva, considerando las complejas necesidades de las familias y comunidades en su conjunto».

Las lecciones de esta crisis son claras: Argentina necesita políticas sociales que no solo sean asistenciales, sino que promuevan la igualdad y la integración efectiva de todos sus ciudadanos. Es fundamental que estas políticas se diseñen desde una perspectiva intergeneracional e inclusiva, considerando las complejas necesidades de las familias y comunidades en su conjunto.

La crisis que vivimos no se resolverá con parches o soluciones superficiales. Es necesario un compromiso ético y político para reestructurar nuestras políticas sociales, económicas y urbanas. Solo así podremos construir una Argentina más justa e igualitaria, donde todos tengan la oportunidad de vivir con dignidad y esperanza. Es un voto de confianza en que las cosas no solo pueden ser diferentes, sino mejores.

Agustina Rodríguez Biasone

Agustina Rodríguez Biasone

Abogada. Magister en Políticas Públicas. Integrante del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y la Red de Acción Política (RAP).