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La bala que forjó una política, la misma bala que hoy la desvanece

por | Jul 17, 2025 | Entrevistas, Nacionales

El dolor talló en Mónica y Adrián un propósito: que la muerte de su hijo Alfredo no fuera en vano. Forjaron una política contra las armas. Hoy, esa conquista se deshace, una marea que vuelve a subir. La lucha por la vida, un eco lejano.

 

Hay poco dinero
pero hay muchas balas.
Hay poca comida
pero hay muchas balas.
Hay poca gente buena
Por eso hay muchas balas.
(“La bala”, Calle 13)

La voz de Adrián se apagó hace poco. Su legado sin embargo resuena, es una campana en la vasta llanura del olvido de las víctimas de la violencia armada. Junto a Mónica, su esposa, transformaron el dolor en acción. Su hijo Alfredo es una herida abierta, un tajo en el tejido social argentino. De esa herida brotó una política inédita de control de armas, vital para prevenir la violencia.

Esta conversación con Adrián Marcenac y Mónica Bouyssede fue hace dos años. Contaron la tragedia y como intentaron convertir el dolor en un cambio para que otros no sufrieran lo mismo que ellos. Los papás en memoria de su hijo lograron junto a muchos otros (organizaciones de la sociedad civil, académicos, legisladores, funcionarios) una política pública de prevención de la violencia armada. Fue el 28 de junio de 2023, pero los retrocesos en los esfuerzos del Estado por prevenir la violencia armada le dan la oportuna relevancia. Hoy, ese logro se desdibuja como un metal puro carcomido por el ácido del cinismo. Se busca priorizar el negocio de las armas por sobre el derecho a la vida con una retórica de eficiencia económica.

EL CRIMEN

El 6 de julio de 2006, la tarde de Belgrano se tiñó de un presagio oscuro. Alfredo Marcenac, de 18 años, caminaba por Cabildo al 1700 con amigos, cerca de la estación José Hernández. Risas que se rompieron con explosiones. Martín Ríos, el “Tirador de Belgrano”, desató una lluvia de balas. Un arma legalmente habilitada por el Estado tejió una trama de caos. Alfredo cayó, inerte, víctima de un ataque que fue el cuarto de Ríos en la misma zona. Tenía 18 años.

El proceso judicial, un laberinto tortuoso. Ríos fue declarado inimputable dos veces, una sombra legal que oscurecía la justicia para la familia. A pesar de los disparos previos y la autorización del RENAR con advertencias psíquicas, el Estado falló en su deber. Ante la ineficacia judicial,el dolor se transformó en una lucha política, una marea que impulsó la Ley de Entrega Voluntaria de Armas y la creación de ANMAC.

—¿Qué pasó ese día?

—(Adrián) Estaba en Pihué. Me enteré a mitad de camino. Mi hermano no se animó a decírmelo. Me llamó un amigo para darme el pésame. Ahí lo supe.

—El shock debe haber sido inmenso. ¿Cómo lidiaron con el dolor?

—(Adrián) Pensábamos en la Justicia, buscando abogados. La situación económica era compleja, los abogados carísimos. Conseguimos uno que trabajó casi ad honorem. Una gran persona. Al mes, Dante Piccioli se comunicó. Nos contó su caso. Nos invitó a la Red Argentina de Desarme (RAD). Empecé con Dante. En el primer tiempo no podía ni hablar. De hecho, le escribí algunas notas y él las leía en algunas charlas. Me metí de a poquito en el tema de las armas. Buscando información, formándome. El RENAR (ineficiente y resucitado Registro Nacional de Armas), organismo de control, era una cáscara sin fundamento. Entonces abandoné mi trabajo de productor y me dediqué de lleno al tema de las armas durante tres años.

—(Mónica) Soy muy creyente. Creo que hubo cosas que Fredy deseaba. Tras el crimen, jóvenes alumnos de mi escuela se manifestaron. Venían a casa. Al poco tiempo, creo que un mes después, hubo manifestaciones en Buenos Aires y en Necochea pidiendo justicia. Se juntaron muchos jóvenes. En Necochea venían y decían: “Mónica, algo hay que hacer”. Siempre digo que esa fue la voz de Alfredo. Lo entendí mucho más tarde.

—¿Sentiste la necesidad de actuar?

—(Mónica) Sí, empecé a sentir la necesidad de escuchar eso, de que algo había que hacer. Se empezaba a hablar mucho de inseguridad. Me apenaba que los jóvenes sintieran la muerte violenta tan próxima. Se me ocurrió llamar a gente amiga con la que seguimos trabajando juntas. Les dije que los chicos seguían diciendo que algo había que hacer: pero qué podíamos hacer. Fue casi inmediato. A Fredy lo mataron en julio. En octubre empezamos a organizar reuniones comunitarias. Dijimos: “Vamos a reunirnos para ver qué pasa con la seguridad”. Siempre hablamos de seguridad, nunca de inseguridad. Siempre en sentido prospectivo: qué hacer para que estas cosas no vuelvan a ocurrir.

«Se empezaba a hablar mucho de inseguridad. Me apenaba que los jóvenes sintieran la muerte violenta tan próxima. Se me ocurrió llamar a gente amiga con la que seguimos trabajando juntas. Les dije que los chicos seguían diciendo que algo había que hacer: pero qué podíamos hacer. Fue casi inmediato. A Fredy lo mataron en julio. En octubre empezamos a organizar reuniones comunitarias. Dijimos: “Vamos a reunirnos para ver qué pasa con la seguridad”. Siempre hablamos de seguridad, nunca de inseguridad. Siempre en sentido prospectivo: qué hacer para que estas cosas no vuelvan a ocurrir.»

—¿Y cómo fueron esas primeras reuniones?

—(Mónica) A la primera vinieron cuatro personas y 25 periodistas. Convocamos de nuevo. A la segunda fueron 80 personas. A la tercera, 70. Se generó la pregunta comunitaria con todos los matices. No pertenecemos a ningún sector político. Otra gente tenía otras ideas sobre seguridad. Siempre nos pareció que la seguridad y la violencia tenían mucho que ver con la educación… Ahí empezamos a trabajar fuerte, con mucha energía. Ya se hablaba del programa de entrega voluntaria de armas de fuego. El encuentro con la Red Argentina para el Desarme nos fortaleció porque nos dimos cuenta que esas preguntas que nos estábamos haciendo estaban ligadas también con lo que otra gente ya venía haciendo. En situaciones muy críticas uno necesita fortalecerse con un grupo de personas que acompaña, no solamente desde lo afectivo sino también desde una causa. Empezábamos a ver que la causa de Fredy no tenía que ver sólo con la justicia sino más que nada con la transformación social.

—¿La justicia no era el camino?

—(Adrián) Pensando sólo que la Justicia emita un resultado que a vos te convenza no te cambia nada. Terminás viviendo en un círculo vicioso del que no salís. Fuimos a ver a todos los jueces y fiscales. Fueron un montón. Queríamos que tuvieran en cuenta que nosotros no éramos un número de expediente. Éramos personas. Fredy era una persona. Eso te absorbe mucha energía. La única manera de salir de ese círculo era cambiar algo para que las situaciones como la de Fredy no se repitan. Eso fue lo que nos moralizó a lo largo de los años, hasta hoy. La Justicia es un trámite muy tortuoso para recorrer que no te cambia la vida. Sea el resultado que sea, tampoco te va a volver al estado inicial.

—(Mónica) Seguimos pensando que la institución judicial es lo más crítico que tenemos en el país. Es lo más nefasto. Es una organización muy burocrática, de mal funcionamiento, que la mayoría de las veces no da respuesta a la ciudadanía que está en una situación de victimización. Tenemos que hacer una gran transformación cultural entre quienes manejan la justicia. Pero ese no era nuestro tema. Por lo menos en lo personal, donde nos sentíamos más seguros. La deuda social entendíamos que podía ir saltándose y hacer un homenaje a su vida desde otro lugar mucho más constructivo. Las alianzas tenían que ver con gente que estaba vinculada a lo educativo. La gente de la Red para el Desarme que estaba tratando de construir una ley, una norma. Eso significa transformar. Esas alianzas fueron marcando el camino.

—¿Cómo hicieron para seguir?

—(Mónica) Yo trabajaba en educación hacía años. Soy socióloga. Trabajé 25 años como orientadora social tratando de aportar a la resolución de problemas en instituciones educativas. También en nivel superior y universitario en Necochea. Aproveché lo que sabía tratando de concientizar para el desarme y la construcción de una sociedad menos violenta, para que lo que le pasó a Fredy no volviera a suceder. Así nació la Asociación Civil Alfredo Marcenac, una grupo de personas que trabajamos juntas con ese propósito.

—(Adrián) También acompañamos el trabajo de la Red para el Desarme que con muchísimo esfuerzo logró que se pudiera implementar la ley que reformó el sistema de control de armas, pese a que tuvo casi unanimidad y amplio apoyo político. Demandó un año. El Programa Nacional de Desarme Voluntario se lanzó el 7 de julio en Necochea, a un año y un día de la muerte de Fredy. Fue en homenaje a él. Si no fuera por ese trabajo de la Red hubiera sido un anuncio más de los muchos que se hacen.

—(Mónica) El crimen de Alfredo puso en la agenda pública una situación muy trágica con las armas. Y una intencionalidad política que no era previa, que se construyó ahí. No sabemos cuál fue el motivo que motorizó la reacción de Kirchner. Lo cierto es que para aquellos que estábamos esperando una transformación de la violencia con el uso de armas, eso resultó estratégico.

—(Adrián) El asesinato de Alfredo generó mucha movilización. Me llamó dos o tres veces Parrilli (ex secretario general de la presidencia en el gobierno de Kirchner) preguntando cuál era nuestra opinión.

—(Mónica) A nosotros nos pasó en Buenos Aires que estábamos armando una manifestación por pedido de justicia y se acercaron algunas personas que sostenían el discurso de «mano dura» que no nos convencía. No teníamos claridad, porque vos no podés tener claridad en medio de todo lo que nos estaba pasando, pero había cuestiones intuitivas que nos decían: este no es el camino. Ya teníamos vínculo con la Red para el Desarme. Nos dábamos cuenta de que había otra forma más consistente con lo que estábamos deseando.

EL AMOR MUEVE MONTAÑAS

El día después del asesinato de Alfredo Marcenac, la Red para el Desarme ya estaba visible. Un grupo manifestaba frente a la Casa Rosada. Hablaban por televisión. La cosa fue más o menos así: el entonces presidente Kirchner los vio en las noticias y los mandó llamar. Entraron a la casa de Gobierno. Le contaron que la Red venía trabajando en un programa de desarme. Se comprometió a apoyar. A los pocos días hizo el lanzamiento de una emergencia en armas y el programa de desarme voluntario, que tenía como antecedente el que se había hecho en Mendoza desde el 2000.

—¿Por qué creen que se pudo avanzar contra un lobby fuerte como el de las armas?

—(Adrián) Hay que reconocer que hubo funcionarios que se decidieron a avanzar. Es el ejemplo de trabajo conjunto entre el Estado y la sociedad civil. Después, cuando se hicieron cargo del organismo gente de La Cámpora, empezaron con que el programa no era de la sociedad sino del Estado y que ellos se hacían cargo. A partir de ahí se notó la gran diferencia en el trabajo y en la recepción de armas. El programa tuvo el reconocimiento de las Naciones Unidas porque plasmaba la cooperación entre gobierno y sociedad civil. Es la diferencia que hemos visto con otros programas de entrega voluntaria.

—(Mónica) Esa semilla que plantaron en Mendoza con el Plan Canje de Armas, con la participación de distintos sectores de la sociedad civil, fue un aporte fundamental. Por eso es muy interesante recoger esta historia. Como que hay algo previo, esa intencionalidad desde la conformación de la Red de Desarme en el 2004 a partir del crimen de Carmen de Patagones. El ejercicio intelectual de cuestionar ideas instaladas como el uso de las armas y la seguridad ciudadana. Y las experiencias concretas que se hicieron.

—(Adrián) Mendoza y Brasil fueron los modelos.

—(Mónica) Antonio (Rangel Bandeira, sociólogo brasilero reconocido internacionalmente por su aporte al control de armas) explicaba que en los países latinoamericanos, muy afectados por este problema, estamos desarrollando programas de desarme que son tomados como ejemplo por países mucho más desarrollados.

—¿Cómo consiguieron que se votara el programa de entrega voluntaria de armas?

—(Adrián) Fui a ver a los representantes de todos los partidos y expresaron que nos iban a acompañar. A partir de ahí, todas las renovaciones fueron por voto unánime. El cambio cultural fue ese. Ya no necesitamos ir al Congreso cuando se hacen las renovaciones porque el voto es unánime.

—(Mónica) Es un cambio cultural político. Pero el cambio de la cultura de la violencia es mucho más largo. En ese momento, me acuerdo que desde educación decíamos: qué podemos hacer para acompañar ese proceso de sensibilización y concientización. Decidimos hacer una sensibilización con carteles y usamos datos de la RAD. Adrián aportó información muy valiosa. Decidimos ir a las escuelas. El desarme no se habla en las escuelas. Nos propusieron hacer una experiencia. Convocamos para construir propuestas pedagógicas. Fuimos todos, invitamos a la gente de la Red para el Desarme. Impactó mucho. Cuando empezamos a hablar del desarme en las escuelas, todos los chicos habían escuchado sobre el uso de las armas, pero no habían hablado del tema en la escuela. Conformamos un equipo docente y empezamos a trabajarlo. Ya habíamos entendido que el uso de las armas tiene que ver con una cuestión cultural. Por eso el programa se llamó Programa Educativo para el Desarme y la Construcción de la Paz. Unir la construcción de paz con una idea de seguridad democrática concientizando para el desarme. En 2009 iniciamos una Cátedra Abierta en Educación para la Paz en la Universidad Nacional del Centro, que dio origen a una Diplomatura en Paz y Conflicto que se dicta en esa universidad y ya tiene 85 egresados. El debate tiene que ver con entender que el uso de las armas es un trípode: está vinculado con las masculinidades dominantes, con una idea simplificada de lo que es la seguridad ciudadana y en medio de todo está el conflicto. Tenemos que ayudar a entender que la gestión de la conflictividad no se resuelve con la fuerza.

«Ya habíamos entendido que el uso de las armas tiene que ver con una cuestión cultural. Por eso el programa se llamó Programa Educativo para el Desarme y la Construcción de la Paz. Unir la construcción de paz con una idea de seguridad democrática concientizando para el desarme.»

—La mencionan como importante en el cambio de políticas, pero: ¿Qué dirían que es la Red Argentina para el Desarme?

—(Adrián) Es una red que se formó con distintas organizaciones, periodistas y víctimas de las armas. Surgió como una inquietud, cuando un chico mató a sus compañeros de escuela en el 2004 en Carmen de Patagones. Entonces, la Red Argentina para el Desarme intentó cambiar las políticas de armas en el país. Entre los objetivos estaba un programa de entrega voluntaria de armas. A la larga, fue lo más concreto que se logró. También con el trabajo de la RAD se logró el cambio del organismo registral que era el Registro Nacional de Armas por uno más ambicioso, con nuevas funciones, que fue el ANMAC. Las líneas de acción fueron lograr el programa que ha sacado de circulación más de 250 mil armas. También, el cumplimiento de la ley 25.938 que se había votado en el 2005 para crear un registro de armas secuestradas y decomisadas. Entonces, cada vez que íbamos a una provincia a promocionar el programa de desarme voluntario, insistimos con los gobernadores que adhirieran a la ley. Se llegaron a 400 mil armas que fueron destruidas y sacadas de circulación con el trabajo de la Red de Desarme.

—(Mónica) La Red tiene una base de información muy buena que hace una gran diferencia. A veces, cuando estás haciendo un reclamo no tenés una fundamentación, no tenés nada escrito que resuma ideas e información existentes. Creo que cuando el gobierno nacional convocó a la RAD lo que pudo lograr para que se avanzara sobre la entrega voluntaria de armas fue porque tenía la fundamentación. No es algo común en las organizaciones que hagan investigación y publicaciones. También nuestro acuerdo con el grupo de investigación de Estudios Socioculturales del conflicto de la Universidad Nacional del Centro, nació por tener información. Invitaron a la Asociación civil Alfredo Marcenac a dar una charla en una actividad organizada por el centro de estudios. Cuando el decano escuchó los datos que expuso Adrián producidos por él y por la RAD nos convocó a trabajar juntos por la paz. Esa charla produjo una movilización. Eran personas que escucharon y entendieron que las armas de fuego provocan muertes cuando están en casas de familias. En vez de proveer seguridad, provocan más riesgo de muerte. La charla generó un llamado de atención muy fuerte. Hoy nos sigue pasando en las escuelas.

EL LEGADO AMENAZADO

El viento helado de junio de 2023 se colaba por las rendijas del café, un presagio gélido de lo que el porvenir guardaba. La entrevista con Adrián y Mónica fluía. Entonces, la idea de un retroceso en el control de armas era un susurro lejano, una sombra tenue en el horizonte político. No imaginábamos que un vendaval, con nombre propio, barrería con años de construcción, desandando el camino forjado con dolor y compromiso.

—¿Cómo viven que haya un discurso permanente en favor de eliminar los controles de las armas?

—(Adrián) Es muy difícil cuando se instalan discursos autoritarios que hablan del libre acceso a armas. La única manera es ir con el diálogo. No hay otra manera que conversar con los que opinan diferente y llegar a un acuerdo. Entender por qué nosotros queremos reducir el stock de armas y otros quieren armarse.

—(Mónica) También pensemos en las fortalezas que tenemos. Adrián visitó 35 ciudades para sensibilizar antes de que llegaran los puestos de canje de armas. Eso hace que la gente cambie de idea. Es un proceso cultural. ¿Por qué no van a cambiar de idea los legisladores? Somos todos víctimas de lo mismo desde hace siglos, que las cosas se imponen por la fuerza y de manera violenta. Hay que instalarel tema para que se discuta en las escuelas y en las universidades. Así se logran cambios culturales a largo plazo.

«Es muy difícil cuando se instalan discursos autoritarios que hablan del libre acceso a armas. La única manera es ir con el diálogo. No hay otra manera que conversar con los que opinan diferente y llegar a un acuerdo. Entender por qué nosotros queremos reducir el stock de armas y otros quieren armarse.»

Pero hoy ese susurro es un bramido. Trámites exprés. Reducción de la edad para usarlas. La agencia de control, reducida a un registro flexible. La eliminación del Fondo de Promoción de las Políticas de Prevención de la Violencia Armada (un pozo seco donde antes fluía la esperanza de un cambio cultural). Extensiones de vencimientos y eliminación de tasas. Acceso de armas semiautomáticas a civiles (una chispa al polvorín).

Así se desvanece la pelea que impulsó el esfuerzo de Adrián y Mónica, una conquista que buscaba asegurar que lo que le pasó a Alfredo no volviera a suceder. Se rompe el sentido de trascendencia, la idea de que la muerte no fue en vano. Se vuelven a dar las condiciones para que otros jóvenes mueran. Se entierra una política de Estado que duró más de 20 años.

Adrián ya no está para verlo.

Sin embargo, el eco de Alfredo Marcenac sigue vivo en cada arma que se sacó de circulación, una marea silenciosa. En cada debate por la paz, su memoria es un faro. La lucha de Mónica y Adrián, que desafió la burocracia, un muro de ladrillos, y la inercia, un pantano espeso, hoy enfrenta un nuevo embate. La memoria de Alfredo y de miles de víctimas de la violencia armada grita ante el retorno de políticas que deshacen años de esfuerzo.

Un retroceso de 50 años que duele. Un futuro incierto pende sobre un país que ya conoció el dolor de las balas. Que no se repitan las tragedias.

Martín Appiolaza

Martín Appiolaza

Magíster en Política y Planificación Social. Docente de postgrados. Director de Relaciones Institucionales de Godoy Cruz. Viridiana. Periodista resocializado.