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La carga mental. Nada nuevo bajo el sol, pero cómo quema

por | Oct 19, 2025 | Género | 0 Comentarios

El mito de la «mujer maravilla» sigue vigente y pasa factura: la sociedad demanda que seamos madres, profesionales y perfectas, mientras las soluciones individuales y caras solo agravan el agotamiento, la culpa y la parálisis.

La persistente y normalizada carga mental está colapsando a las mujeres, llevándolas al burnout y la enfermedad. Aunque parezca un tema «re quemado», el problema está lejos de resolverse.  La pregunta central es: ¿por qué hemos llegado a este punto de agotamiento extremo? Analizamos cómo esta labor invisible nos consume y la urgencia de buscar soluciones colectivas.

LA TRAMPA DE LA MUJER MARAVILLA

No tengo especialmente nada nuevo o asombroso para decir. Pero este agotamiento es tan persistente y normalizado, que necesitamos seguir discutiéndolo. Tantos avances en derechos y aun así seguimos entrampadas en el mito de la mujer maravilla.

La frase estará muy usada, pero es tan real que duele: la sociedad quiere que maternemos como si no tuviéramos trabajos, que trabajemos como si no tuviéramos hijos, y en el medio, que hagamos la rutina de 11 pasos de skin care coreano que una influencer de 23 años puso de moda en las redes sociales. No es novedoso que estemos hartas; el problema persiste. Estamos colapsadas, con burnout, deprimidas, con enfermedades autoinmunes.

La sociedad quiere que maternemos como si no tuviéramos trabajos, que trabajemos como si no tuviéramos hijos, y en el medio, que hagamos la rutina de 11 pasos de skin care coreano que una influencer de 23 años puso de moda en las redes sociales.

Nos llegan constantes consejos no solicitados: «bajá el estrés», «respirá en cuadrado», «caminá descalza al sol». También hay un sinfín de «tengo que» y «debería hacer» imposibles: ver a las amigas, ir a terapias alternativas, usar el contorno de ojos adecuado. El tema es que nos siguen planteando soluciones individuales, que además son caras y requieren de un tiempo que sabemos que no tenemos.

LA CULPA ES MÍA Y SÓLO MÍA, O ME TENGO QUE JODER

Si la solución está en mis manos, el problema soy yo: la que no le pone onda, la que no sabe delegar. La culpa es mía, y la solución debe venir de mí. Me niego a ello, y sé que muchísimas más también, pero aun así caemos en la trampa de la auto imposición y la culpa.

El látigo viene también por el efecto cascada: el caos de la casa, el desborde con los hijos, el que cada comunicado escolar pidiendo una plastilina sea un disparador de estrés y ansiedad. Y de repente viene el comentario: “pero si necesitas ayuda decímelo”.

El látigo viene también por el efecto cascada: el caos de la casa, el desborde con los hijos, el que cada comunicado escolar pidiendo una plastilina sea un disparador de estrés y ansiedad. Y de repente viene el comentario: “pero si necesitas ayuda decímelo”. La verdad es que también es una carga tener que delegar. A veces es tan grande la carga que ni sabemos qué delegar ni a quién, y nos autoconvencemos: «mejor voy yo, no tengo tiempo de explicar todo». Esa es la carga mental.

LO INVISIBLE SE MIDE: EL TEST DEL COLAPSO

¿Pero si a simple vista no se ve, tan jodido será? No se ve porque estamos respondiendo a tantos mandatos (como el de la sonrisa engrampada y el corrector de ojeras) que parecemos altamente funcionales.

Buscando estudios para una clase, encontré una prueba online que analiza seis dimensiones de la carga mental: Necesidades y planificación, malabarismos con las tareas, fatiga de decisión, trabajo emocional, culpa y preocupación.

El resultado en una pequeña muestra de mujeres madres de clase media de Mendoza fue un índice general promedio de alta carga mental (1.00), con casos que alcanzan valores de hasta 1.43, evidenciando sobrecarga emocional y cognitiva.

EL PODIO DE LAS EXIGENCIAS: TRABAJO EMOCIONAL Y FATIGA DE  DECISIÓN

En el podio de las dimensiones más exigidas se encuentra el trabajo emocional. Este se define como: “El remordimiento y la ansiedad al delegar tareas, indicando la carga emocional que supone gestionar el trabajo de otros. Delegar puede ser como perder el control, lo que lleva a sentirse culpable o preocupado por el resultado.”

Al trabajo emocional le sigue la fatiga de decisión: “dificultad para relajarse y sentirse agotado incluso por pequeñas decisiones. Cuando este músculo está agotado, incluso las decisiones más sencillas resultan agotadoras”. Esto es lo que sucede con la plastilina.

(Fuente: Elaboración propia en base a resultados de Test de Carga Mental de IDRLabs, sobre una muestra no representativa de 29 personas en el Gran Mendoza.)

¿POR QUÉ EL CONTROL DE LAS NIMIEDADES?

Demasiadas preguntas se abren: ¿por qué hemos llegado a este punto? ¿Por qué estamos hiperagotadas? ¿Por qué el trabajo emocional nos resulta tan pesado?

¿Será acaso que necesitamos el control, incluso de nimiedades, porque históricamente se nos excluyó de las decisiones más importantes? ¿Será por eso que nuestro mundo de miles de pestañas mentales abiertas está lleno de problemas de menor escala que, en su agregado, pesan tanto como las más importantes? ¿Será que nos terminamos creyendo que si esa labor invisible, no paga y silenciada, no la hacíamos nosotras no la haría nadie?

No se puede derrotar al patriarcado de un día para otro ni cambiar estructuras mentales al mismo tiempo. Pero sí se puede empezar a discutir la importancia de buscar soluciones colectivas prácticas a este problema que ya tiene nombre y nos está comiendo vivas.

La resolución se presenta imposible. No se puede derrotar al patriarcado de un día para otro ni cambiar estructuras mentales al mismo tiempo. Pero sí se puede empezar a discutir la importancia de buscar soluciones colectivas prácticas a este problema que ya tiene nombre y nos está comiendo vivas.

NO PODEMOS TENERLO TODO

Quizás el primer paso es asumirnos en una constante crisis de expectativas, desoyendo a las redes que nos venden soluciones de un clic o una compra online.

Debemos asumir lo que ya en 2012 decía Anne-Marie Slaughter: no podemos tenerlo todo, es irreal. Sin redes de contención y protección, ni servicios de cuidado asequibles y sin empleos que vean personas y no productividad, es sencillamente imposible. La vida nos muestra a patadas, a costa de nuestra salud, que no podemos con todo a la vez.

Gabriela Marzonetto

Gabriela Marzonetto

Politóloga, analista de políticas sociales de cuidados en perspectiva comparada. Becaria posdoctoral del CONICET-FCPyS Universidad Nacional de Cuyo. Miembro del Carework Network.