Las mujeres del mundo nos organizamos, nos unimos en una medida de fuerza y en un grito en común. Para valorizar nuestro trabajo. Nosotras, paramos, para cambiar todo.
“Jodete por puta”, “Hiciste algo para que se ponga así?” “La limpieza de la casa es para la mujer”, “La maté porque era mía”, “Cerrá las piernas que sos una señorita”. Si ya sé, probablemente sean frases chocantes de leer pero se encuentran naturalizadas en nuestra día a día y a pesar de que leerlas causa repulsión muchas de ellas nos atraviesan escondidas en los diálogos cotidianos, pasan desapercibidas pero están ahí instaladas, muchas veces inamovibles. Muchas las vivimos, crecimos con ellas, nos marcaron, y por eso decidimos no callarnos más.
A lo largo de toda nuestra vida, las mujeres atravesamos situaciones de violencia naturalizada, muchas nos marcan de por vida. Otras preferimos olvidarlas o simplemente ignorarlas, aplicando el recurso de la memoria selectiva para poder ignorar el dolor que nos causan. Todos conocemos alguna mujer que fue violentada por su pareja, por un familiar o que vivió una situación de hostigamiento en la calle. Situaciones de desigualdad en sus trabajos o incluso desvalorización en el mismo, por el solo hecho de ser mujer. ¿Conocen a alguna mujer cercana a ustedes que haya vivido ese tipo de situaciones? Yo sí, varias.
[blockquote author=»» ]Crecimos con frases violentas que justifican el machismo. Sigue doliendo escucharlas[/blockquote]
Organizaciones como Cippec, Economía Feminista, La Casa del Encuentro, Amnistía Internacional, la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema y de la Encuesta Permanente de Hogares dan cuenta en cifras de las graves problemáticas que afectan a las mujeres, como la violencia y la discriminación de género.
Las últimas estadísticas revelaron que solo en Argentina, una mujer muere cada 30 horas, aunque en el inicio de 2017 ya murieron 58 mujeres, es decir un femicidio cada 18 horas, a diario existen 50 ataques sexuales. Si bien parecen cifras duras, estadísticas, el miedo siempre está latente, ¿podría ser yo la próxima o una amiga o una vecina?, nos están matando y es hora de reaccionar.
Mientras escribía estas líneas, en las vísperas del paro, un nuevo femicidio se daba en Salta una de las provincias que más sufre este flagelo, Daniela Paola Guantay de 22 años fue encontrada asesinada a orillas del Río Vaqueros, en cercanías a la provincia. Ella como tantas víctimas, intentó buscar ayuda en diferentes organismos estatales, en la Policía por amenazas que sufría, sin embargo, nadie la escuchó.
En el plano laboral, sólo una de cada dos mujeres es laboralmente activa, contra el 72% en el caso de los hombres.
La desigualdad se siente aún en la cotidianeidad, las mujeres destinan 6,4 horas diarias para hacer tareas en los hogares, contra 3,4 de los hombres.
De cada diez puestos de mando sólo tres son ocupados por mujeres, con un sueldo promedio 27% menor que los hombres con las mismas responsabilidades (el famoso “techo de cristal”, la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones públicas o privadas. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales, difícil de traspasar).
Esto también se traduce en la esfera pública donde la discriminación de género todavía es frecuente. La mitad de los empleados del Poder Ejecutivo Nacional son mujeres, mientras que sólo el 30% del personal jerárquico es ocupado por mujeres.
[blockquote author=»» ]De cada diez puestos de mando sólo tres son ocupados por mujeres, con un sueldo promedio 27% menor que los hombres con las mismas responsabilidades[/blockquote]
En la Cámara de Diputados el 34% de las bancas es ocupada por mujeres y en el Senado de la Nación, el 40%, y un dato: nunca una mujer presidió la Cámara Baja. Si bien existieron diversas iniciativas, en materia de paridad de género, aún ninguna de ellas se ha convertido en ley.
En la justicia nacional y federal solo un 34% hay mujeres juezas. Y en nuestro máximo tribunal, la Corte Suprema de Justicia solo uno de los cinco puestos es ocupado por una mujer, Elena Highton de Nolasco.
A pesar de los ya existentes reclamos y manifestaciones que marcaron un hito como las dos marchas de “Ni una menos” y el ruidazo y posterior marcha el 19 de octubre del 2016 en repudio a la muerte de Lucía Pérez una adolescente muerta por empalamiento en Mar del Plata que fueron multitudinarias, este 8 de marzo, las mujeres volveremos a marchar, porque las desigualdades están latentes.
Hoy no es un miércoles más, Argentina adhiere al Paro Internacional de Mujeres como lo hacen más de 50 países de todo el mundo, en una jornada que será histórica.
Se trata de promover un día de reflexión y lucha, donde las mujeres trabajadoras, pedimos en todo el mundo que nuestra fuerza laboral sea “respetada de igual a igual”.
Más allá de los slogans del momento se trata de conseguir cambios efectivos para un trato igualitario en la sociedad. Trascender, y lograr (tal vez) un feminismo sin marco teórico, es decir que llegue a estar íncito en toda la sociedad y en las próximas generaciones.
El feminismo entendido como un movimiento heterogéneo, en formación y evolución constante, tiene diversas demandas, cada una de ellas válidas y cada grupo o colectivo intenta expresarlas a su manera. “Tetazos”, pintadas, expresiones que intentan mostrar el hartazgo de las mujeres frente a las injusticias de vivir en una sociedad patriarcal, muchas veces son criticadas por sectores conservadores o grupos mediáticos cuya indignación se manifiesta más por un grafitti en una pared que por la muerte de una mujer.
Son muchos los pasos que el movimiento feminista tiene que dar, todavía conquistar. Exigiendo a los gobiernos una acción efectiva de políticas públicas, una mayor presencia para zanjar estas desigualdades. Si bien en los últimos tiempos hubo avances, producto de una lucha histórica de organismos y actores sociales, los gobiernos democráticos han evitado tratar (ya sea por convicciones religiosas o personales) temas que hoy por hoy son una deuda de la democracia con el género, tal como el aborto legal, seguro y gratuito.
Este 8 de marzo, la tierra tiembla, las mujeres del mundo nos organizamos, nos unimos en una medida de fuerza y en un grito en común. Para valorizar nuestro trabajo. Nosotras, paramos, para cambiar todo. Las calles son nuestras.