Este funcionario judicial, y el sistema que lo ampara y lo apaña, deben responsabilizarse por su indolencia, por su incapacidad de empatía con las más vulnerables, por su ceguera moral ante la violencia de género.
El de la foto es el juez Carlos Alfredo Rossi. Es el juez de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad de Gualeguaychú.
Hace minutos se anunció que encontraron los restos de Micaela García, en Gualeguay, en el lugar que indicó el sospechoso capturado unas horas antes. Su nombre es Sebastián Wagner, y es el violador condenado por la justicia, que debía cumplir condena hasta 2021 pero que Rossi, el de la foto, decidió dejar salir.
Este funcionario judicial es quien decidió que un violador condenado no cumpliera su condena. Lo decidió pese a un informe en sentido contrario. Lo decidió sin escuchar a quienes fueron sus víctimas. Lo decidió sin contar con la más mínima formación en perspectiva de género. Lo decidió sin considerar que hay enorme, abrumadora, evidencia empírica y científica de que la gran mayoría de los violadores reinciden. Lo decidió como un ejercicio intelectual. Lo decidió como quien dice, a ver qué onda, probemos, en una de esas el violador condenado se porta bien y no viola a nadie más.
Este funcionario judicial es también responsable del crimen y del peor final para una gurisa que peleaba con todas sus convicciones para cambiar, justamente, ese sistema. Micaela García era militante de la JP Evita de mi ciudad. La militancia, la convicción, le venían de cuna (su papá, Néstor García, actual decano de la UTN, había sido candidato a presidente del Centro de Estudiantes). En medio del dolor, Yuyo, el papá de Micaela tuvo la entereza y la fuerza para decir: «Hagamos posible el sueño de Micaela, de la sociedad, del país que ella quería, con Andrea (su esposa) trabajaremos el doble para continuar con su sueño, que yo sé cuál era. Hay que esperar que la Justicia actúe como corresponde, y no que se haga Justicia por mano propia como quieren un grupo selecto de personas, de ese tipo de Justicia que Micaela aborrecía. Pese a todo tengo una tranquilidad rara, la voy a recordar con alegría». La foto de Micaela con su remera de “Ni una menos” es ahora la denuncia más dolorosa de lo que no debe volver a pasar.
Este funcionario judicial, y el sistema que lo ampara y lo apaña, debe hacerse cargo, debe salir de su torre de marfil y debe responsabilizarse por su indolencia, por su incapacidad de empatía con las más vulnerables, por su ceguera moral ante la violencia machista, por su decisión de no ponerse en el lugar de la otra persona, de la más débil, de las víctimas de ese criminal condenado al que le permitió salir a la calle para seguir cometiendo los mismos crímenes.
Este funcionario judicial, que desconoce los criterios rectores de los derechos humanos y que utiliza las garantías constitucionales a discreción sin incorporar la perspectiva de género, no puede seguir siendo juez y debe ser sancionado.
Pero el juez Rossi no está solo. Es solo la cara, hoy. Todo el sistema judicial es el que permite que el violador condenado hubiera salido de todos modos -como en este caso- dos o tres años más tarde; el tribunal que le concedió 9 años (cuando el máximo son 15 años, y al ser dos hechos podrían haber sido mucho más que 9 años); fiscales que no apelan una decisión absurda; magistrados que no consideran los informes que desaconsejan esa decisión; responsables de esos informes que, pese a no estar de acuerdo, no se animan a cuestionar la resolución del magistrado; legisladores que jamás toman el tema ni admiten discutir la ley que permite que acusados de varios delitos sexuales puedan salir de nuevo a las calles, pero hoy, como caranchos, salen a pedir un «jury» contra el juez; hay un entramado, una telaraña que, al no incorporar la perspectiva de género, al no incluir la mirada de las víctimas ni las conclusiones científicas, determina este desenlace.
«Temed la dureza de corazón de los hombres cultos», escribió Gandhi alguna vez. Hoy es uno de esos días en que esa frase se me viene a la cabeza de manera irrefrenable.
Y el sistema debe empezar a cambiar. Hoy mismo.