Carlos Waisman, profesor de sociología política de la Universidad de California, San Diego, dialogó con LA VANGUARDIA sobre el ascenso del populismo en un contexto marcado por la inseguridad económica, cambios en las sociedades posindustriales y redefiniciones de los Estados de Bienestar.
El rectorado de la UNTREF permanece casi vacío. Es el último día de las jornadas sobre populismo, y una sala alberga a un poco más de una docena de académicos que debaten desde la teoría de Ernesto Laclau hasta la actualidad de líderes como Marine Le Pen o Donald Trump.
Todavía faltan un par de horas para su conferencia, titulada “La economía política del populismo, sur y norte”, pero Carlos Waisman se toma un recreo para una entrevista. El profesor, doctorado en la Universidad de Harvard, prefiere hablar de revolución tecnológica antes que de globalización. Sobre aquellos que perdieron sus trabajos a causa de ella o tienen miedo de perderlos, una inseguridad acelerada por la crisis del 2008, Waisman asegura que hoy se encuentran bajo el dominio de líderes como Donald Trump.
Los partidos tradicionales no han conseguido brindarle una solución a una parte importante de la sociedad y, entre ellos, la socialdemocracia, que contaba con el respaldo del movimiento obrero, hoy es vista como parte del problema. “El Estado de Bienestar amplio, que era el objetivo central de la socialdemocracia de posguerra, se convierte cada vez menos sustentable en las condiciones demográficas y económicas contemporáneas” explica.
“La globalización ha dejado perdedores” repiten una y otra vez los candidatos populistas en Occidente. Si hay ganadores y perdedores, ¿se puede revertir el resultado?
Una manera de intentar revertir el resultado es aislar a tu economía de la economía mundial, que es lo que pretende hacer Trump. La idea es convertir al país en una fortaleza para proteger a sus trabajadores. El núcleo duro al que apela Trump son dos grupos: los trabajadores industriales que tienen miedo de perder sus trabajos como consecuencia de la globalización y, por otro lado, los que ya lo perdieron y se encuentran en un estado de marginalidad. Estamos hablando de una base social muy distinta a la de los populismos de América Latina, del Sur: ahí se trata de sectores excluidos, particularmente marginados urbanos, que nunca estuvieron incorporados a la economía formal. Entonces la orientación estratégica del populismo del Sur es incorporarlos a nivel político y económico. Son, si querés, populismos que prometen una movilidad social ascendente. Los populismos del Norte tienen como objetivo impedir la movilidad social descendente, impedir que los trabajadores industriales amenazados por la globalización pierdan sus trabajos. Eso es un problema. El líder populista presenta a la globalización como el enemigo, pero los estudios muestran que la mayor parte de los puestos de trabajo industriales en los países del Norte se han perdido no como consecuencia del comercio internacional sino de la revolución tecnológica, esa es la cuestión.
[blockquote author=»» ]»El núcleo duro al que apela Trump son dos grupos: los trabajadores industriales que tienen miedo de perder sus trabajos como consecuencia de la globalización.»[/blockquote]
¿Cuán importante fue la crisis del 2008 para el resurgir populista en Occidente?
Yo creo que fue muy importante. La crisis ya ha sido superada, salvo en los países del sur de Europa. Pero el 2008 fue una vibración muy fuerte, que hizo que muchísima gente se vea amenazada. Poca gente en Estados Unidos perdió sus trabajos en la industria en esos años: la proporción de la población en la industria manufacturera ha estado cayendo continuamente desde los últimos 50 años.
Se trata más bien de una sensación de inseguridad económica.
Exacto. Lo que produjo la crisis del 2008 fue una sensación de inseguridad muy fuerte, porque algunos perdieron sus puestos de trabajo pero otros tuvieron problemas para pagar sus hipotecas. Hubo muchas esferas en las cuales la gente se sintió amenazada. Eso fue lo que produjo la reaparición del Tea Party en el Partido Republicano. La crisis revitalizó la indignación proletaria. La idea de que nosotros somos los trabajadores y los partidos no nos prestan atención. Es notable que en Estados Unidos el movimiento obrero tradicionalmente era parte de la coalición demócrata. Ahora el movimiento sindical como tal apoya al Partido Demócrata, pero la base de la clase obrera no se siente interpelada por los candidatos demócratas.
También hubo una reacción desde la izquierda. El movimiento Occupy Wall Street, por ejemplo, que luego desembocó en la campaña de Bernie Sanders. ¿Por qué estos no lograron conectar con los sectores obreros?
Vos tenías en la última elección dos candidatos con posiciones contra la desigualdad, Sanders y Trump. Hubo una diferencia brutal entre los dos candidatos. Sanders es un hombre educado, que habla como un hombre educado, y que se convirtió en el icono de los estudiantes y los jóvenes profesionales. Trump es un millonario, pero habla el lenguaje de los trabajadores. El tiene un conocimiento íntimo de la mentalidad y del lenguaje de esos trabajadores. Y aparece, a pesar de ser un multimillonario, como alguien de ellos. Mientras que Sanders no. Sanders aparece como un viejo profesor universitario. No llegó a esta población como lo hizo Trump.
¿Por qué las consecuencias políticas de la crisis tardaron tanto en aparecer?
Las consecuencias políticas importantes de esta crisis se notan más en el sur de Europa que en el norte de Europa o en Estados Unidos. Un factor más importante del crecimiento del populismo en el norte fue la inmigración musulmana masiva y la sensación del peligro yihadista, con los atentados. Esto tiene un efecto mucho mayor en el crecimiento del populismo que factores socioeconómicos. Lo que ayuda a los líderes populistas es que ellos proponen soluciones simples, que parecen razonables desde el punto de vista del sentido común de sectores poco educados. Si tomamos el caso de los atentados en Francia en el gobierno de Hollande, la posición de Le Pen era mucho más radical, más frontal.
[blockquote author=»» ] «Lo que ayuda a los líderes populistas es que ellos proponen soluciones simples, que parecen razonables desde el punto de vista del sentido común de sectores poco educados.»[/blockquote]
Pensando en el sur de Europa, ¿cuál es el papel que ha tomado la Unión Europea en el ascenso de partidos populistas?
Vamos a ver qué sucede ahora en Italia, porque ese es el caso más asombroso: más de la mitad del electorado en la última elección votó por partidos populistas. ¿Que pasaria en la Unión Europea si una coalición de 5 Estrellas y la Liga llegara a tomar el poder en Italia? Sería catastrófico, porque una cosa es imponer la voluntad de la Unión en un país chiquito y débil como Grecia, y otra seria hacerlo con un país grande y de importancia política y económica como lo es Italia.
¿No crees que la Unión Europea tiene responsabilidad en este escenario?
La responsabilidad obviamente la tiene, el problema es la voluntad política de usarla. En el caso de Grecia hubo mucho mayor voluntad política de usar las constricciones institucionales que lo que vemos en Hungría, por ejemplo. Si un gobierno populista anti europeo llegara a tomar el poder en un país importante de la Unión e intentara implementar su agenda, esa sería la hora de la verdad para Europa. O reaccionan o se acabó la Unión Europea.
¿Por qué la socialdemocracia no ha podido ofrecerle una respuesta a esos perdedores de la globalización?
El problema de la socialdemocracia es que es vista por estos trabajadores como parte del problema y no de la solución. El Estado de Bienestar amplio, que era el objetivo central de la socialdemocracia de posguerra, se convierte cada vez menos sustentable en las condiciones demográficas y económicas contemporáneas. La expectativa de vida aumenta, el costo de la medicina también, por el desarrollo de nuevas tecnologías médicas, y la competencia entre estados es cada vez mayor. De modo que la socialdemocracia se ha movido de una posición de apoyo a un Estado de Bienestar lo más amplio posible a uno sustentable y además capacitador. Un Estado de Bienestar cuyo objetivo es la reincorporación de la gente al mercado de trabajo significa que ha cambiado totalmente de naturaleza. Ese cambio produce que los trabajadores en situación vulnerable vean a los partidos Socialistas como parte del problema y no como parte de la solución.
[blockquote author=»» ]»El Estado de Bienestar amplio, que era el objetivo central de la socialdemocracia de posguerra, se convierte cada vez menos sustentable en las condiciones demográficas y económicas contemporáneas.» [/blockquote]
Una crítica desde la izquierda asegura que el problema de la socialdemocracia ha sido aceptar las premisas neoliberales en torno al rol del Estado.
El hecho es que el Estado de Bienestar tradicional fue pensado para sociedades con esperanza de vida muchísimo más baja. Hoy tenés que financiar la jubilación por muchísimos más años, mientras los jubilados son consumidores intensivos de cuidados médicos y la medicina se ha vuelto más costosa. Ese Estado de Bienestar es insostenible cuando además está compitiendo con China y otros países de Asia. Se tiene que reformular el Estado de Bienestar de modo de hacerlo sustentable. Así como una fábrica estadounidense se muda a México fácilmente una vez que existe el NAFTA, bueno, en Europa hay mucha migración de empresas industriales a los países más baratos de Europa del Este o Asia, incluso.
¿Es posible conjugar eso con políticas de bienestar, que brinden protección a los trabajadores?
Claro, la clave de un Estado de Bienestar sustentable es proteger a los trabajadores y no a los puestos de trabajo. Los países nórdicos han implementado muy bien esto. Ellos permiten lo que los economistas llaman la destrucción creativa: cuando una empresa tiene que quebrar, quiebra. Todos los trabajadores pierden sus puestos de trabajo pero hay programas muy eficaces. Cobertura económica a los que pierden su trabajo, re-entrenamiento y ayudar a los desocupados a encontrar trabajos que sean de la mejor calidad posible. Hay un Estado que se ocupa activamente de reubicar a los trabajadores, pero no impide que cierre la empresa. Esa es la diferencia.