Uno de los cambios más ostensibles entre el gobierno de Mauricio Macri y su antecesora estuvo ligado a la política agropecuaria, en particular a la presión impositiva de las llamadas «retenciones». Tras tres años de mantener ese compromiso, y presionado por la recesión económica, el gobierno debió recurrir nuevamente a ese instrumento recaudatorio.
Hace casi un mes y medio, el 24 de Julio del 2018 el presidente Macri visitó la Expo Rural, recorrió los pabellones junto al presidente de la Sociedad Rural Argentina(SRA), Daniel Pelegrina, y al ministro Luis Miguel Etchevehere. Allí remarcó con relación a las retenciones:“Ya he dicho con claridad que creo que no son un impuesto inteligente,y que no favorecen a lo más importante que tenemos que es exportar cada día más, porque eso genera trabajo para los argentinos”.
El jueves 30 de agosto de la semana pasada, todos los argentinos veíamos atónitos cómo el dólar se disparaba hasta los $41, llevando al gobierno a tomar 2 medidas:
-
Elevar la tasa de interés a un 60% para que esa suba no se traslade a precios.
-
Ajustar el ahorro fiscal en $500 mil millones de pesos en lugar de los $300 mil millones previstos.
Con relación al primer punto, el impacto sobre la actividad productiva y préstamos personales será implacable dado que las tasas de préstamos personales y de tarjetas de crédito pueden aumentar hasta un 140%. El impacto es directo sobre el financiamiento con descubierto, los préstamos hipotecarios, la compra en cuotas (aumento del costo financiero total). Esto afecta tanto a la población en general como, y muy especialmente, a las Pymes, las cuales para mantener el capital de trabajo y el empleo del sector requieren de financiamiento por esta vía. El aumento de estas tasas, dado que no todas las Pymes pueden acceder a créditos a tasas subsidiadas, condiciona seriamente a este sector de la economía.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Una retención de estas características no cumple con la función de impedir el traslado a precios de una “devaluación”, así como tampoco mejora la distribución del ingreso en la economía.[/blockquote]
Con relación al segundo punto, el nuevo plan que presenta el gobierno para generar este ahorro, se da principalmente mediante la implementación de retenciones a las exportaciones con las cuales prevé recaudar $280 mil millones de esos $500 mil que necesita para refrendar el acuerdo con el FMI, adelantando el esquema de baja de la alícuota para las exportaciones de poroto, harina y aceite de soja, que quedará desde ahora en 18% (alícuota que se esperaba para diciembre de 2019). Luego, resulta llamativo que se apliquen retenciones de un modo “fijo”: para las primarias se aplicará $ 4 por dólar y para el resto $ 3 por dólar.
Con una estructura productiva dolarizada, el exportador suele pagar insumos a valor dólar que trasladarán la suba del tipo de cambio a la cadena, quitando rentabilidad al sector. Por lo tanto, el sector para tener mayor rentabilidad puede optar por retener la exportación, hacer subir el dólar (ante la falta de oferta) y, de este modo, “licuar” el efecto de la retención fija. Una retención de estas características no cumple con la función de impedir el traslado a precios de una “devaluación”, así como tampoco mejora la distribución del ingreso en la economía.
En una economía con libertad en el movimiento de capitales financieros, con una fuga de capitales que en 7 meses superó los 20 mil millones de dólares, con libertad de tipo de tipo de cambio y eliminación del plazo para liquidar las exportaciones dentro del país, se suma el incentivo a forzar la devaluación por parte del sector exportador. El Gobierno ya estima un 42% de inflación y una caída del PBI de 2.4%. Con una caída del poder adquisitivo del 52% en dólares y de un 19% en pesos (según inflación estimada de agosto), el modelo planteado incentiva a nuevas devaluaciones, nuevos aumentos de tasas de interés, con impacto en la actividad y nuevos traslados a precios.
Las retenciones a las exportaciones fijas, no son un impuesto inteligente. Favorecen a la especulación y montan una trampa que conducirá más temprano que tarde a una nueva devaluación. Es decir, se puede transformar en un eterno círculo vicioso de los que estamos acostumbrados en ésta Argentina.