Gustavo Efron es el director del periódico judío argentino de izquierda que cumplió 70 años de actividad y lo celebró con la muestra “Nueva Sion: 70 años, 70 tapas. Periodismo Judeo-Argentino con compromiso. La perseverancia de una convicción entre desafíos y transformaciones”. La exposición se realizó en el Anexo de la Cámara de Diputados, del 5 al 16 de noviembre, y en la inauguración tuvo como presencia especial a Abrasha Rotemberg, único sobreviviente del grupo fundador del periódico en 1948. En esta entrevista aborda algunos de los desafíos y convicciones a los que el periódico no renunció y profundiza en aspectos controvertidos que requieren, dice, una mirada desde la complejidad y desde el humanismo.
La muestra con la que el periódico celebró sus 70 años se tituló: “La perseverancia de una convicción entre desafíos y transformaciones”. ¿Cuál es aquella convicción original y qué persiste de ella en la actualidad? ¿Y qué transformaciones y desafíos ves, en relación con los objetivos fundacionales de Nueva Sion?
La convicción de los fundadores en 1948 estaba fuertemente imbuida del clima de la época, de la mística que irradiaba la creación del Estado de Israel. En ese contexto de euforia surge esta iniciativa, con el objetivo de imprimir un rol transformador desde lo social, un fuerte contenido humanista, desde la idea del sionismo socialista, de volver a las fuentes, a un hombre nuevo que es social, colectivo, responsable de los demás, y comprometido con su tiempo. Por eso no estaba exclusivamente centrada en lo que pasara en Israel sino que proyecta ese ideal humanista hacia la sociedad de la que se participa. Así, históricamente Nueva Sion se ha comprometido con las luchas y causas populares, y por eso tuvo que dejar de circular durante la dictadura militar. Esta mirada se mantuvo, con las lógicas transformaciones en un mundo cambiante, pero persiste el espíritu transformador de generar espacios propios, iluminar desde una mirada no contaminada por los poderes de turno, que pueda pensar lo judío en el contexto de ese mundo cambiante y desde los valores humanistas y sociales. Con un compromiso con el Estado de Israel pero no por ello con su gobierno, no tiene una obligación de defender todo lo que haga el gobierno de Israel. Porque en parte defender el ideal humanista (y también defender la propia existencia del Estado de Israel) requiere marcar cuestionamientos, generar un espacio de transformación y de lucha. Ese espacio requiere una construcción y una reconstrucción, y por eso el diario mantiene una convicción y un rumbo que tiene desafíos, en un mundo en el que ha habido fuertes procesos de reclusión de las ideas humanistas, entonces hay que persistir en la idea de que el ser humano puede vivir con otro ser humano en paz, construyendo juntos, pensando desde el vínculo, una sociedad plural, abierta, integradora, no excluyente… En un punto podríamos decir que hemos roto con los purismos y pensamos en término de construcciones colectivas plurales, que se van construyendo recíprocamente, desde esa diversidad, desde esa riqueza, y allí se reafirma esa vieja condición original del humanismo.
[blockquote author=»» pull=»normal»]“No creo que la palabra ‘sionista’ represente un insulto para todas las personas de la izquierda, sino para algunos núcleos muy particulares. En todo caso hay que definir qué es izquierda”.[/blockquote]
Nueva Sion siempre tuvo un claro posicionamiento sionista de izquierda. ¿Cómo se define hoy, en que la palabra “sionista” ha sido transformada en un insulto por casi todas las personas que se sienten dentro del espectro de la izquierda? ¿Es un malentendido irreversible o hay chances de recuperar esa palabra para una izquierda democrática y plural?
Buena pregunta. Es todo un tema, ya desde el nombre “Nueva Sion” se plantean estas cuestiones a partir de cómo esto es visto por sectores de izquierda. Quizás primero habría que definir qué es “izquierda”. No obstante yo no afirmaría que “sionismo” representa un insulto para “casi todas” las personas de la izquierda, salvo que pensemos en algunos núcleos muy particulares. En mi perspectiva de lo que es una persona o un movimiento de izquierda, puede haber cierto cuestionamiento hacia el sionismo, pero me parece que ahí hay una batalla cultural, de significado: hay que pensar qué significa el sionismo históricamente, qué es el sionismo en su raigambre original, cuáles son las vertientes que incluye, mostrar que no solo hay un sionismo excluyente o colonialista, sino que hay fuerzas contrapuestas que luchan por darle un sentido diferente. En el contexto de la crítica situación del judío en el Siglo XIX que se profundiza a fines de ese mismo siglo y comienzos del XX, el sionismo emergió como una alternativa frente a fuertes procesos de exclusión y persecución –que luego derivaron en la Shoá– y que llevaron a que muchas personas construyeran un universo de ideales en ese contexto. No olvidemos que el sionismo político es ideado por Teodoro Hertzl no causalmente luego del “caso Dreyfus”. El hombre es “el hombre y sus circunstancias”, y de allí emergen los motivos por los cuales se van creando las ideas y las soluciones que se van planteando. Si uno lo mira no desde un punto de vista purista ideológico, sino desde las situaciones de vida, qué decisiones se van tomando para generar escenarios posibles para los pueblos, creo que el sionismo dio una respuesta. Obviamente se encontró en el contexto con otra situación: Palestina no estaba vacía, había árabes viviendo allí, y hay toda una discusión acerca del rol del Estado de Israel en ese sentido. Pero a su vez se puede mirar el tema desde un punto de vista un poco más amplio. Que el sionismo derivara en la creación de un Estado judío, debe ser analizado también en el contexto de los grandes movimientos migratorios históricos, en un mundo convulsionado no sólo en el siglo pasado sino en los anteriores, donde se conformaron nuevas sociedades, nuevas capas sociales, nuevos estados. América Latina es un claro ejemplo de ello. Incluso en épocas pre-hispánicas, distintos pueblos originarios fueron desplazando a otros pueblos originarios que poblaban los distintos territorios. La historia tiene movimiento. Y el Estado de Israel justamente es un producto de estos desplazamientos, como también lo han sido nuestros países. Entonces tenemos que confluir, que interactuar, participar, y pensar juntos en el modo en que las sociedades contemporáneas, las que nos tocó vivir en este tiempo, podemos convivir en paz.
El sionismo tiene diferentes vertientes y hay perspectivas sionistas que plantean esta idea de convivencia, de integración, de trabajo en común. En Israel hay muchos movimientos por la paz, nosotros en Nueva Sion hemos hecho un suplemento especial con ese tema, hay más de cien movimientos que trabajan en conjunto con los palestinos, que buscan la manera de crear puentes conjuntos, que trabajan por la idea de dos estados para dos pueblos. Me parece que es una lucha que hay que dar. Y aportarle a la persona que vive en la Argentina y en Latinoamérica una mirada con otra complejidad, que permita ver los matices, las diferentes sinuosidades que hay en este problema. Que capas importantes de la sociedad judía y de la sociedad israelí y del sionismo plantean la convivencia, luchan por dos estados para dos pueblos, y a su vez también hay sectores retrógrados y fundamentalistas que traccionan para el otro lado, que buscan la reclusión, el centramiento en sí mismo. Que existen en Israel y que hoy, lamentablemente, son hegemónicos. Al igual que en muchos países del Medio Oriente, que no es precisamente un jardín de rosas. Pero esto no es una excepción a lo que está sucediendo en el mundo, donde estamos fuertemente imbuidos por una involución hacia pensamientos oscurantistas, excluyentes y estigmatizantes. En Estados Unidos, en Europa y en Latinoamérica sobran los ejemplos. De manera que en el sionismo hay un campo de lucha y es importante que quienes lo juzgan desde una mirada estigmatizadora, puedan entender esta complejidad, estos matices y estos contrasentidos que existen en su interior. Y ahí Nueva Sion juega un rol para defender esta mirada en profundidad desde el mundo judío sobre Israel, y a su vez para marcar una posición que siempre va a ser por el humanismo, que siempre va a cuestionar todo lo que implique la negación del otro y que por eso a veces nos lleva a cuestionar políticas del Estado de Israel que vayan en contra de estos ideales. Y estas políticas son dadas por gobiernos. No tenemos miedo ni problema en criticar a gobiernos como el de Netanyahu, es más, ese cuestionamiento es fundamental incluso por el bienestar del Estado de Israel y del movimiento sionista y de los judíos. Pero cuestionar esto no implica cuestionar, como es obvio, el derecho a la existencia del Estado de Israel. Criticar esas políticas excluyentes es precisamente una forma de defender el derecho a existir del Estado de Israel.
El único fundador vivo de Nueva Sion, Abrasha Rotemberg, sostiene que quienes hoy escriben tienen problemas “mucho más graves que los que tuvimos nosotros, porque no está clara la frontera entre la izquierda y la derecha”. ¿Cuál es tu sensación, y cómo enfrentás esa realidad en la Argentina?
Sí, Abrasha dijo esto en el encuentro. Me gusta como un testimonio de alguien que vivió ambos tiempos, o vive ambos tiempos. Tal vez me falte esa perspectiva, mi sensación es que cuando no hay tanta claridad entre esa frontera, me parece que los posicionamientos requieren un nivel mayor de elaboración, de estrategias para pensar cómo nos ubicamos, qué tenemos que hacer, cuál es nuestro rol. Y ahí yo recupero al gran poeta Eliahu Toker, que fue director del periódico en el regreso de la democracia, él decía en un poema que nosotros “somos los dueños de las dudas”, con todo lo que eso implica. Llevar certezas siempre es mucho más simple, el tema es cargar con la mochila de las incertidumbres. Sin regodearnos en la incertidumbre sino viendo de qué manera las enfrentamos. En la Argentina estamos en escenarios permanentes donde esto se potencia, porque frente a cada situación se plantean escenarios donde hay que tomar posición, sin que esto implique una cuestión monolítica ni quedarse de un lado de la vereda, sino un posicionamiento sobre ciertos valores rectores que tienen que ver con entrar en la profundidad de los procesos que nos van atravesando, que a veces van más allá de lo evidente. Y ahí hay toda una tarea que es difícil, pero es la única que podemos hacer, porque en la Argentina frente a los quiebres y a las rupturas que periódicamente se van dando, lo importante es mantener una convicción que se va adaptando a los diferentes momentos y contextos históricos. Y Nueva Sion tiene que mantener ese lugar, ayudar a pensar, a imaginar, a recuperar la historia, como parte de un proceso que nos permita proyectar. No recuperar la historia en el sentido de generar una memoria histórica congelada en sus procesos anteriores, que no se puedan proyectar, sino más bien la historia con su dinámica, el barro de la historia con todo lo que esto implica. Pensar como lo ha planteado Tzvetan Todorov una memoria ejemplar, no una memoria literal, apegada a un acontecimiento, sino que implique proyectar aprendizajes y lógicas de pensamiento de una época hacia distintos momentos y escenarios. Ese aprendizaje de la historia nos permite posicionarnos, por un lado con cierta solvencia para mantener en vigencia ciertos ideales, y a su vez con la apertura necesaria para entender las nuevas cosas que están sucediendo, porque a veces los acontecimientos van adelante y nosotros corremos un poquitito más atrás, pero tratando de seguir el tranco de la historia, reflexionando y pensando qué puede seguir.
Enzo Traverso acaba de decir que el antisemitismo, otrora pilar de los nacionalismos y los fascismos clásicos, hoy transmutó en antiislamismo: “Las nuevas derechas radicales no son particularmente antisemitas: mire a Trump y cómo exhibe su relación privilegiada con Israel y Netanyahu”, dice el historiador, y uno podría reemplazar en esa frase “Trump” por “Bolsonaro” y la perplejidad aumenta, dado que a Bolsonaro se lo llega a tildar de nazi. ¿Cómo se para Nueva Sion frente a estos fenómenos?
En primer lugar, me parece importante señalar que el antisemitismo sigue vigente de otras maneras. No es que ahora se ha transformado en antiislamismo. El antiislamismo existe y es muy fuerte y es estigmatizador y excluyente y genera fuertes procesos de persecución hacia los islámicos, que son el foco de atención que el capitalismo toma como la otredad, el otro amenazante. Le han asignado ese rol al Islam, pero eso no significa que el antisemitismo ya no exista. De hecho acabamos de ver el atentado en la Sinagoga de Pittsburgh en los Estados Unidos, en el mundo hay diversas manifestaciones antisemitas, en Francia ha habido migraciones multitudinarias hacia el Estado de Israel justamente por antisemitismo. De modo que no me parece que se pueda plantear que el antisemitismo es cosa del pasado. En nuestro país hay también cierta regresión a lógicas más reaccionarias en el contexto del clima creado por este gobierno. En la última marcha de los sectores autodenominados “Pro Vida”, que en realidad son anti aborto legal, se vieron carteles acusando a los judíos de la “ideología de género”, con imágenes típicas del antisemitismo clásico… Entonces me parece que ese fenómeno todavía está ahí. Ahora, si –en teoría– los líderes del mundo o el capitalismo ya no toman a los judíos o al Estado de Israel como enemigo, sino más bien como amigo, o si los movimientos de derecha, incluso neofascistas, no toman como foco al Estado de Israel y a los judíos, uno podría decir que esto se debe a que hoy es políticamente incorrecto plantear desde los gobiernos o desde las elites esta mirada. Pero a los judíos y el Estado de Israel eso no nos responsabiliza de nada. No nos ubica a nosotros –per se- en el lugar de un movimiento reaccionario. Por otra parte, me parece que ahí es donde uno debe entender la complejidad de los matices, lo dicho y lo no dicho, lo que sobresale y lo que está detrás… Por detrás de lo evidente, hay procesos subterráneos que están emergiendo y que a lo mejor son lo que le dan sustentos a sus miradas y políticas, pero que no pueden explicitarse. Y de ahí uno puede advertir en estos antisemitismos que emergen en los países desarrollados, ciertas complicidades… Me parece que hay que analizar estas complejidades, y quienes nos pensamos como judíos con estos valores, con los valores de Nueva Sion, tenemos que condenar el antiislamismo y ponernos del lado de quienes son hoy los chivos expiatorios, tiene que haber un movimiento de solidaridad con quienes son estigmatizados, construir puentes desde ahí. Porque el islamismo no puede ser considerado como un equivalente de movimientos radicales terroristas… Hay una película que me gustó mucho, que el protagonista dice “Mi nombre es Khan y no soy un terrorista”, que retrata los Estados Unidos después de las Torres Gemelas y la fuerte estigmatización de todo lo islámico. Me parece que como judío y como hombre de izquierda, tengo que señalar estas cosas, señalar la persistencia del antisemitismo, y a la vez enfrentar la exclusión y estigmatización del Islam.
[blockquote author=»» pull=»normal»]“Como judío y como hombre de izquierda, tengo que señalar la persistencia del antisemitismo, y a la vez enfrentar la exclusión y la estigmatización contra el Islam”.[/blockquote]
El compromiso de Nueva Sion con los derechos humanos y con los valores democráticos ha sido tan férreo como extremadamente riesgoso en las épocas difíciles. ¿Cómo ha sido su relación con los gobiernos de la democracia y qué balance hacés de las actitudes de las distintas gestiones respecto de la comunidad judeoargentina?
Desde el resurgimiento de la democracia en nuestro país, Nueva Sion ha tenido un fuerte compromiso con los derechos humanos y con el proceso de recuperación de la vigencia de la democracia. Y en los diferentes momentos jugó un rol fundamental en la integración social, desde lo judío, incluyéndose en la recuperación de los valores de la democracia, en el cuestionamiento de las políticas que no avanzaban lo suficiente en la vigencia de los derechos humanos, aunque también se entendió que era un proceso dinámico y complejo que requería su tiempo. Nueva Sion acompañó este proceso con una mirada desde la propia particularidad, aportando a la integración del colectivo nacional. Como también lo hicieron Nueva Presencia de Herman Schiller, el Movimiento Judío por los Derechos Humanos, el rabino Marshall Meyer, y otros, hubo todo un proceso en el cual lo judío tuvo un protagonismo importante, y Nueva Sion estuvo allí. Más adelante hubo diferentes luchas, que tenían que ver con la profundización democrática, con el cuestionamiento a las leyes del olvido o al indulto, o durante el gobierno regresivo de Carlos Menem, donde Nueva Sion tuvo una fuerte impronta de enfrentamiento, de denuncia. Y luego vinieron los atentados (a la Embajada de Israel y a la AMIA), donde el periódico fue un puntal en el reclamo y la lucha por la verdad y la justicia, por el esclarecimiento, desarrollando diferentes pistas, haciendo punta en información para profundizar en la búsqueda de la justicia, que lamentablemente no alcanzó para esclarecer, pero aportó siempre. Más tarde desde los años 2000, en la recuperación y conquista de nuevos derechos, tanto en materia de derechos humanos como en la inclusión de minorías, los derechos sexuales, el matrimonio igualitario, una serie de derechos que se fueron conquistando y que no son propiedad de un gobierno en particular sino de una sociedad que fue empujando hacia esto. Y ahí también Nueva Sion tuvo un lugar, un espacio mostrando una tribuna judía que planteó estos temas. Y que quizás es minoritaria dentro de lo judío pero justamente se plantea como un faro o un foco al que muchos miran. También parte de ese rol era mantener una perspectiva independiente frente a las dirigencias judías, no depender de lo que diga o no una dirigencia, sino poder cuestionarla, señalando siempre un polo independiente que no está pegado a las políticas de turno. En ese sentido la dirigencia comunitaria ha tenido una evolución bastante nefasta que se evidenció en el último año donde hemos visto que aquellos valores humanistas universales perdieron vigencia, en un judaísmo centrado en el exclusivismo y en la relación con los gobiernos de turno, con una perspectiva ligada al mundo de los negocios, muy pragmática. Así vimos el pasaje desde aquel viejo voluntario –el “askan”, como se llamaba–, que podía tener una perspectiva distinta a la de Nueva Sion pero tenía una mirada altruista, y conservaba cierta idea colectiva y comunitaria, hacia una mirada mucho más centrada en el mundo del pragmatismo, de los negocios e intereses particulares. Me parece que en ese sentido el texto El fin de la modernidad judía, de Enzo Traverso ilumina un poco esos procesos, que no han pasado solo en la Argentina sino a nivel mundial: cómo se ha pasado de aquellos viejos intelectuales, de aquel viejo modelo del judío iluminista, hacia el modelo que representan las actuales dirigencias. Ahí está un poco la idea de querer pensar que puede haber una dirigencia distinta, y en última instancia, pensar en términos de descentramiento. Dejar de pensar que todo está congregado en una única dirigencia que centraliza y marca un único pensamiento, sino que se puede expresar en un proceso más centrífugo que centrípeto, en términos de un poder relacional, no concentrado en un único lugar, sino que está difuminado, en una especie de microfísica del poder, parafraseando a Michael Foucault. Y ahí me parece que está nuestro rol de crear espacios, no necesariamente en oposición ni excluyentes a una centralidad, pero sí que plantee la pluralidad, la posibilidad de otras voces. Ése es el lugar de Nueva Sion.