Boca es uno de los clubes más importantes de la Argentina, hoy además en el centro de la política vernácula. En un año electoral, y tras algunas frustraciones, Gustavo Alfaro se ofrece como alternativa, con mucha grandilocuencia y poco margen de error.
Llamó la atención la llegada de Alfaro a Boca. No por la probada capacidad del técnico sino por las formas. Su salida de Huracán estuvo contaminada. “Las historias me gustan escribirlas hasta el final”, había dicho profesando lealtad absoluta hacia el club de Parque Patricios. Como sabemos, ese discurso verborrágico terminó por chocar con la realidad y dio un giro destemplado ante la primera oferta formal del xeneize.
Pocas veces se ha visto un paso tan raudo de la humildad campechana, que pudo ser un recurso, a las pantallas televisivas y los micrófonos radiales. El raid mediático alcanzó hasta a la CNN local con el periodista Marcelo Longobardi, cual un predicador que todo lo sabe y soluciona, aún en asuntos por los que ni siquiera se lo consulta. Alfaro conoce de medios, suele trabajar en algunos fuera de Argentina.
El tufillo a un posible posicionamiento del hombre que surgió en Rafaela y que llega maduro al cielo con Boca parece una maniobra repetida, de telenovela y costumbrista, que a la vez puede articular con cierto discurso oficial que remite a la meritocracia.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Alfaro nombró a Serrat y Borges varias veces, se escudó en la ley para explicar cómo en un estornudo se olvidó de los amores por el Ducó y puso proa a La Bombonera.[/blockquote]
Alfaro nombró a Serrat y Borges varias veces, se escudó en la ley para explicar cómo en un estornudo se olvidó de los amores por el Ducó y puso proa a La Bombonera, no se cansó de elogiar a todos, desde cracks a mediocres y desde Barros Schelotto a Gallardo. Por si fuera poco, se jacta de hablar con el Presidente y se adjudica, aprovechando su paso por el banco azul y oro, tener las capacidades para discurrir de política mano a mano con el propio Macri, además de no dejar pasar la oportunidad de divulgar que pronto almorzará, en Olivos, con él.
Raro todo para un club que navega en la incertidumbre deportiva y la depresión anímica. Se compran dos arqueros de selección, se gastan fortunas en algunos jugadores de calidad incierta, con una economía llena de dólares frescos productos de ventas de juveniles promisorios y exitosas políticas de marketing pero que no consigue formatear un estilo en el juego, una identidad propia y mucho menos resultados internacionales que justifiquen los desembolsos.
Algo está claro, Alfaro se acomodó con su discurso a los tiempos de la dirigencia y es posible que también a los estamentos políticos que manejan los hilos del club. Surge el recuerdo de Tévez y su vuelta a la Argentina cuando se lo quiso instaurar como ídolo total por sobre la inquebrantable figura de Riquelme e inició un converso camino político pre elecciones presidenciales. En la televisión le contó a Fantino un extraño redescubrimiento de la pobreza en Formosa. Tras cartón, organizó un fastuoso casamiento en Uruguay, donde peregrinó la flor y nata del macrismo triunfante.
En ese entorno politizado aparece la figura de Nicolás Burdisso. Una gloria en Boca y respetado en Europa que supo expresar sus rebeldías ideológicas juveniles hasta el punto de señalarle públicamente a Guillermo Barros Schelotto un derechismo que el tiempo comprobó era real. Fue en una entrevista con la Rolling Stone, año 2004, durante la segunda primavera bianchista.
Lo que desconocemos, todavía, es si ese mismo tiempo transformó las ideologías de Burdisso o si su llegada a Boca no esconde ninguna otra razón que el amor por el club que lo vio nacer además de las lógicas expectativas profesionales. Eso sí, el ex zaguero internacional esta años luz de las giras mediáticas del técnico que eligió.
Para todos los protagonistas de estas historias las reglas futboleras y bosteras cambiaron en estos años. El espectador de cada domingo es dueño de su abono a platea y eso parece conformar un logro en sí mismo por encima de lo deportivo que pueda aportar el equipo. Es como pertenecer a algo exclusivo, y de hecho lo es. Ese aferrarse a los pocos centímetros de un asiento en la Bombonera quitó pasión a los efectos de triunfos y derrotas. Hay una cierta tolerancia en los espectadores que se fundamenta en la propiedad temporal de ese pequeño espacio al que se adhieren con lógica capitalista. Ese cambio cultural tiene orígenes económicos de clara base ideológica que el macrismo impuso como en un laboratorio sociológico.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Alfaro cuenta con respeto, pero no tiene ni cerca los apoyos sentimentales de los ex jugadores que oficiaron de entrenadores en el pasado reciente y eso acorta sus plazos. [/blockquote]
En ese ambiente deberá manejarse Alfaro y su idea de reflotar al Apache del ostracismo al que lo condenó Guillermo. No son los tiempos ni del Toto, ni del Maestro, ni del Virrey, ni del Coco. Mucho menos de camiones cargados de hinchas de clases populares que llegan a la cancha. Boca y su nuevo técnico parlanchín parecen entrar en un terreno peligroso en un año electoral. Se vota en el club y en el país.
Alfaro cuenta con respeto, pero no tiene ni cerca los apoyos sentimentales de los ex jugadores que oficiaron de entrenadores en el pasado reciente y eso acorta sus plazos. Además habló tanto que su paseo mediático comenzó a esmerilar la inicial simpatía con que muchos hinchas observaron su llegada.
El interrogante es conocer si alguien le marcó los pasos comunicacionales o todo es obra de su impronta personal. En cualquier caso parece que se intentó buscar una imagen de fortaleza y seguridad. Sin embargo, la saturación de presencia, adjetivos e historias personales pueden generar justamente lo contario.
Boca es deportivo ganar, dicen los protagonistas. Alfaro, es muy probable, que lo padezca como nadie. Tres partidos marcarán el clima y, si no hay resultados positivos, las citas y menciones literarias serán arrastradas al olvido como los papelitos del templo de la calle Brandsen.
El mundillo del futbol profesional no se encandila fácilmente con las bellas palabras y menos cuando sospecha que la idea fue impostar un personaje. Los hinchas de Boca, hastiados de tantos reveses históricos en el último tiempo, ya no quieren novelas ni lindas canciones. Como interpretó alguna vez Román, el máximo ídolo de la institución, su único deseo es volver a ser.