El fin del tercer año del gobierno de Cambiemos muestra un saldo claramente negativo en materia económica. Un escenario adverso, una política errática y problemas estructurales irresueltos enmarcan un panorama que está lejos de ser promisorio.
El 2018 ha sido un año de crisis y ruptura. Tanto en el plano financiero como en el plano real de la economía se produjeron cambios estructurales que abren una nueva etapa en la historia económica a la que debemos caracterizar correctamente.
A fin de construir un diagnóstico breve y claro en las vísperas de una nueva elección presidencial, conviene separar tres momentos decisivos que marcaron el 2018 en torno a tres puntos críticos: la relación con el sector financiero internacional, la emergencia de una nueva política económica y, finalmente, la fractura de la economía real.
EL FIN DEL CICLO DE ENDEUDAMIENTO
A fin de hacernos una idea más clara de lo ocurrido en 2018 es importante tener en cuenta lo ocurrido en 2016-2017. En 2016-2017 se vivió un nuevo y exacerbado proceso de financiarización y endeudamiento[1]. La historia económica de nuestro país registra más de una experiencia en este sentido a la que podríamos sintetizar con la expresión: “plata dulce”. Este proceso se caracteriza por:
- Incremento de endeudamiento externo privado. Ello implica el ingreso masivo de dólares financieros que buscan tasas altas de interés.
- Fijación del tipo de cambio y apreciación cambiaria real.
- Ello permite que la rentabilidad financiera en dólares sea elevada.
- La apreciación cambiaria real y la abundancia de dólares incentivan las importaciones, lo que lleva inmediatamente la cuenta comercial al rojo.
Naturalmente, un esquema de este tipo requiere un endeudamiento creciente para poder financiar la deuda pasada más intereses, con nueva deuda (remite al esquema de Ponzi). En consecuencia, sólo funciona mientras haya endeudamiento externo creciente. Sin embargo, dado que no somos un país capaz de imprimir los dólares necesarios para devolver nuestras deudas, tarde o temprano, los acreedores en vez de seguir prestando cambian sus posiciones en pesos por posiciones en divisas y el sistema se quiebra[2].
[blockquote author=»» pull=»normal»]El gobierno, completamente huérfano de apoyos financieros privados internacionales, recurrió al FMI cambiando la estructura institucional de la política económica y se desató una verdadera batalla por el Banco Central y la definición del programa económico.[/blockquote]
El gobierno nacional, a comienzos de 2018, enfrentó una ruptura profunda con el sistema financiero internacional que retiró su apoyo, precipitándose en mayo una fuerte corrida contra el peso que provocó una devaluación significativa y cambió, incluso, el esquema de poder al interior del gobierno.
El BCRA en su último balance cambiario (noviembre 2018) afirma sobre los Inversores Institucionales que “[…] los ingresos netos acumulados por inversiones de cartera de no residentes desde junio de 2017 hasta febrero de 2018, casi compensaron los egresos netos de los últimos ocho meses”.
El gobierno, completamente huérfano de apoyos financieros privados internacionales, recurrió al FMI cambiando la estructura institucional de la política económica y se desató una verdadera batalla por el Banco Central y la definición del programa económico. Ello supuso meses de turbulencia financiera y cambiaria que llegó a su momento más álgido en septiembre cuando se produjo la segunda y más significativa devaluación (acumulada del 100% aproximadamente), consolidando un giro en la orientación económica del gobierno nacional. Un programa de ajuste pleno y de shock, con el sello del FMI.
LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA
En la historia económica de nuestro país no hay ciclo de endeudamiento y financiarización que no venga seguido por una devaluación, un ajuste recesivo y un mejoramiento de la balanza comercial destinado al pago de intereses, amortización de nuestra deuda externa, giros por regalías y utilidades. Este es el programa núcleo del FMI:
- Devaluación del tipo de cambio.
- Ajuste fiscal e incluso monetario.
- Llevar la economía a una recesión.
- Provocar una caída significativa de las importaciones.
- Contar con saldos de divisas por comercio exterior para pagar las obligaciones externas.
- Crecer sobre la base de exportaciones en sectores con ventajas comparativas naturales (productos primarios).
El nuevo programa económico, naturalmente, contrasta con “la lógica política de la política económica” que enseña lo difícil que puede ser ganar una elección presidencial en medio de una fuerte recesión. En este contexto, el discurso oficial argumenta que la devaluación y la cosecha récord le permitirá al gobierno contar con los dólares suficientes como para gastar, reactivar la economía en los meses de julio a octubre y luego retomar el plan FMI. Programa económico que, debemos decirlo, tiene como consecuencia que un tercio[3] o más de la población quede fuera del sistema social de producción viviendo de la caridad o la asistencia estatal, con una conflictividad creciente (ver lo chalecos amarillos en Francia, los neofascistas en el este de Europa y Alemania y los trabajadores del cordón oxidado de los Estados Unidos que votaron por Donald Trump).
Si se analiza por género y edad, las variables de desempleo, pobreza e indigencia siempre resultan peores para las mujeres que para los hombres, y para los jóvenes en comparación con los adultos, siendo las mujeres jóvenes las más perjudicadas.
[blockquote author=»» pull=»normal»]El círculo vicioso de la política económica argentina tiene larga data y es en buena medida la causa del cada vez más pobre desempeño económico en relación a nuestros vecinos. [/blockquote]
Sin embargo, muchos dudan de que las previsiones comerciales del gobierno[4] sean realistas y alcancen para cubrir una mejoría de la economía argentina en los meses electorales. No obstante, el apoyo internacional a la gestión de Macri es realmente significativo. No sólo el inédito préstamo otorgado por el FMI (57.100 millones de dólares) sino también el apoyo simultáneo de EEUU y China parecen augurar (siempre potencialmente) la disponibilidad de recursos y la flexibilidad suficiente para que esta gestión pueda afrontar los requerimientos de una reelección en 2019.
En definitiva, es importante notar que el 2018 deja un cambio significativo en la política económica y en el esquema de poder del gobierno:
- El programa de gobierno ahora está estrictamente tutelado por la estrategia de desarrollo que lleva el sello del FMI y que se describió arriba.
- El sistema financiero internacional tiene un pie afuera y un pie adentro, mira con desconfianza (el riesgo país está en niveles récords con 800 puntos al 21 de diciembre) y está siempre a punto de pegar un nuevo portazo que supondría una nueva y más profunda crisis financiera/cambiaria.
- El gobierno depende completa y absolutamente del apoyo de otros Estados soberanos, para blindar los dólares comprometidos en deuda. En particular de Estados Unidos, China y el FMI (consorcio de países que se ha convertido en nuestro principal acreedor individual).
De este modo el esquema expone sus fragilidades, ya que una turbulencia internacional que desequilibre la estrategia de estos actores en América Latina podría suponer una nueva crisis en la Argentina, alterando por completo las condiciones. No obstante, ello parece menos probable con el triunfo de Bolsonaro en Brasil que es, al menos por ahora, equivalente a un triunfo del FMI en el gigante de Sudamérica.
LA FRACTURA DE LA ECONOMÍA REAL
La devaluación de mayo, pero fundamentalmente la devaluación de septiembre, inició un proceso de ajuste significativo en la economía doméstica. La devaluación supone incremento de precios y caída de los salarios reales. Con este cambio se produjo un verdadero quiebre en todas las variables económicas reales que rápidamente condujeron la economía nacional a una fase recesiva. Se combinan en este punto dos dimensiones de la política económica que confirman el curso recesivo:
- Las elevadísimas tasas de interés que mantienen el dólar bajo un control relativo, “frenando” el sistema financiero que ahora acumula pesos generados por el BCRA y no los presta (mayormente invierte en Letras, con rentabilidad asegurada por el Estado).
- Más una política agresiva de ajuste fiscal acordada con el FMI en un plazo muy acotado de tiempo. Esto es, conceptualmente, la combinación de una política monetaria y una fiscal contractivas.
Sin demanda interna (por devaluación, ajuste fiscal y caída del salario real) y sin financiación la economía se precipitó inmediatamente sobre la recesión y todas las variables se dispararon.
- Caída de la actividad económica en general (a partir 2do trimestre 2018 ya se registra una caída del PBI, del 4,6%, y otra del 3,1 para el 3er trimestre) e industrial en particular (en el acumulado de los 10 primeros meses de 2018 el Estimador Mensual Industrial cayó 2,5%, los últimos meses se registraron caídas del 6,8% para octubre y más del 10% para septiembre).
- Incremento de la capacidad instalada ociosa (en promedio de mayo a octubre se pasó del 33,3% en 2017 al 37,3% en 2018) y del desempleo (en los primeros tres trimestres de 2017 la tasa de desempleo promedio fue del 8,7%, en 2018 de 9,2%).
- Aumento en morosidad y quiebre de pequeña y medianas empresas industriales (según el BCRA se duplicó la mora de empresas con bancos y entre 2018 y 2017 desaparecieron más de 4.787 pymes).
- Caída del salario real (la caída del salario real es la más fuerte desde 2002, siendo 12% sólo en 2018, en promedio) y aumento de la pobreza (llegó al 29,6% según el INDEC y al 33,6% según la UCA).
- Caída de las importaciones de bienes de capital (caída del 46% en noviembre de 2018) y accesorios (caída del 40% en noviembre de 2018).
- Caída de las importaciones de petróleo y gas para generación eléctrica (caída del 20% en noviembre de 2018).
- Caída del turismo internacional (en promedio una caída del 48% entre 2017 y 2018 en los meses post devaluación: septiembre-octubre-noviembre).
[blockquote author=»» pull=»normal»]Sin demanda interna (por devaluación, ajuste fiscal y caída del salario real) y sin financiación la economía se precipitó inmediatamente sobre la recesión y todas las variables se dispararon.[/blockquote]
Esto, sumado a las fuertes devaluaciones y continuación de aumentos de tarifas, aceleró el proceso inflacionario (47,5% estimada para todo 2018, la mayor desde 1991), que nos pone en un escenario ya no de “estanflación” (estancamiento con inflación), sino directamente de recesión con inflación, mucho más grave. A partir del segundo trimestre el PBI comenzó a caer, previéndose una caída total para el año del 2,4%. Macri en sus cuatro años de gobierno dejará una economía más pobre que la que recibió (PBI total y per cápita menor)[5] y hasta ahora es el presidente con mayor inflación promedio anual luego de las hiperinflaciones de fines de los ’80 y comienzos de los ’90.
Esta repentina recesión permitió en un contexto de bajas de exportaciones reducir las importaciones hasta alcanzar un magro, pero positivo, saldo comercial.
Sin embargo, el desarrollo de la estrategia oficial para 2019 requiere mantener a raya las negociaciones paritarias para evitar la recuperación del salario real y un gasto público lo suficientemente deprimido como para evitar el repunte de las importaciones. He aquí una de las principales contradicciones para un año electoral. Pero, como se dijo previamente, estas condiciones pueden relajarse en la medida en que el apoyo internacional lo permita, particularmente para lograr una reactivación relativa al menos entre los meses de julio y octubre/noviembre de 2019.
¿HAY SALIDA AL CÍRCULO VICIOSO DE LA POLÍTICA ECONÓMICA ARGENTINA?
Marcelo Diamand caracterizó la historia económica argentina como un péndulo entre dos programas económicos opuestos[6]. Sin embargo, es posible matizar esta hipótesis ya que la historia, por el contrario, suele mostrar que los programas que se suceden entre sí son tres:
- El ciclo de endeudamiento externo y financiarización, demagogia de la plata dulce y ganancias extraordinarias para el sector financiero, termina con una crisis de deuda privada y corrida contra el peso.
- Le sigue, un ciclo de canje de deuda con Estados y organismo internacionales (particularmente con el FMI), devaluación recesiva y ajuste del gasto público. Este ciclo, se extiende hasta que la crisis social y política provoca una ruptura con el programa de ajuste.
- La Argentina se precipita sobre una renegociación de la deuda y un período de expansión del gasto público que le permite ocupar la capacidad instalada ociosa, hacer crecer el empleo y los salarios. Sin embargo, rápidamente se agota por el incremento de las importaciones que llevan a una falta de dólares que impiden la continuidad de esta estrategia.
- Se dan la condiciones para un nuevo ciclo de endeudamiento.
En torno a este círculo vicioso la economía argentina ha consolidado un conjunto de problemas estructurales que no se han podido resolver en el largo plazo. Podemos enumerarlos:
- La baja inversión privada.
- Fuga de capitales[7] (26.400 millones de dólares hasta noviembre de 2018, llevándose casi la mitad -47%- de las exportaciones del período)[8].
- Baja productividad relativa en el sector industrial.
- Un tercio de la población empobrecida y precarizada.
- Elevada conflictividad económico social y puja distributiva.
El círculo vicioso de la política económica argentina tiene larga data y es en buena medida la causa del cada vez más pobre desempeño económico en relación a nuestros vecinos. Ninguno de los sectores en ambos lados de la “grieta” -en sus distintas formas históricas- ha logrado sostener sus programas económicos, legándonos una historia de crisis recurrentes. La construcción de un programa económico alternativo debe orientarse precisamente a romper con ese círculo y permitir el desenvolvimiento de las capacidades económicas del pueblo argentino en un contexto de mayor estabilidad, acuerdos institucionales sólidos y consistentes con el proceso global de transformación del capitalismo. En ese contexto, y con una mirada estratégica de mediano y largo plazo, puede apuntarse a resolver estos problemas estructurales, iniciando así una senda de desarrollo sustentable.
[1] Desde diciembre de 2015 hasta el segundo trimestre de 2018 la deuda pública se incrementó en 86.503 millones de dólares (+36%), para llegar a 327.167 millones. En consecuencia, el gasto destinado al pago de deuda pública pasó del 7,1% (del gasto total) en 2015 al 12% en 2017 (325.000 millones de pesos), y se presupuestó 15% para 2019. Por eso, si bien baja el déficit primario, el financiero (total) aumenta.
[2] Para ilustrar, sólo el stock de Leliq representa 708 mil millones de pesos, equivalente al 31% de las Reservas del BCRA. Al análisis de la exposición financiera deben sumarse las Letes, Lecap y los plazos fijos en pesos, de gran aumento en los últimos meses, tentados por la misma dinámica de tasas altas. Las Leliq (stock al 11/12) representan 18.153 millones de dólares, al TC $39 y Reservas al 20/12 de 58.642 M USD.
[3] Últimos datos: Pobreza 29,6% (INDEC); 33,6% (UCA). Desempleo: 9%. Indigencia: 5,3%.
[4] El presupuesto 2019 prevé, por ejemplo, un incremento del 20.9% de las exportaciones, una cifra sumamente ambiciosa, comparable a los incrementos producidos con los aumentos de los precios internacionales de los comodities.
[5] El PBI cayó 2,0% en 2016, creció 2,6% en 2017, cerrará 2018 cayendo 2,4%, y se prevé una caída del 1,2% para 2019 según el REM (BCRA). El panorama de los cuatro años resulta muy preocupante, ya que muchos de nuestros vecinos sí están creciendo en forma continuada.
[6] Diamand, M. (1984). El péndulo argentino:¿ hasta cuándo?. CERES, Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social.
[7] Sólo entre el 1 y el 3% de los compradores de divisas compran más de 500 mil dólares al mes, siendo el total de compradores en el mercado unas 700.000 personas en noviembre (más del doble que el año anterior). El 69% de las compras brutas de dólares fueron inferiores a los 10 mil dólares, y el siguiente 18% compró billetes por entre 10 y 50 mil dólares. Datos BCRA, para noviembre 2018.
[8] La fuga de capitales (“Formación de Activos Externos del Sector Privado No Financiero”) viene aumentando pronunciadamente desde la salida del cepo, siendo 9.951 millones de dólares en 2016, 22.148 millones en 2017 y 26.400 hasta noviembre de 2018.