El reformismo universitario es uno de los hitos más emblemáticos del siglo XX argentino y latinoamericano, fuente de muchas transformaciones e ideas que sobreviven hasta la actualidad. La ambiciosa colección «Dimensiones del reformismo» busca dar cuenta de toda esa complejidad.
Natacha Bacolla, Alejandro Eujanián y Diego Mauro co-dirigen «Dimensiones del reformismo», una colección en siete tomos (y un octavo destinado a la educación secundaria) que intenta, por un lado, dar cuenta de las múltiples facetas de la reforma universitaria en perspectiva histórica y, por el otro, dar a conocer la ingente producción académica que ha suscitado este hito. Los siete volúmenes publicados abordan diferentes aspectos de un proceso que, si bien tiene su mojón en el 1918 cordobés, conlleva una lectura de más largo aliento y con múltiples escenarios.
Los libros publicados son Universidad, élites y política. De las reformas borbónicas al reformismo de 1918 (coordinado por Natacha Bacolla e Ignacio Martínez); El ideal universitario. Antología y estudio introductorio (Pablo Buchbinder); La Reforma Universitaria cuestionada (Diego Mauro y José Zanca); Variaciones del reformismo. Tiempo y experiencias (Ana Clarisa Agüero y Alejandro Eujanian); Movimientos estudiantiles del siglo XXI en América Latina (Vania Markarian); Los viajes latinoamericanos de la Reforma Universitaria (Martín Bergel); y Juventudes universitarias en América Latina (Pablo Buchbinder).
Más de ochenta autores fueron convocados para reflexionar sobre un proceso cuya impronta llega a nuestros días. El reformismo universitario se hizo carne en una institución puntual, la universidad pública argentina, pero su ideario dejó un legado plural, heterogéneo y ubicuo. Sobre la importancia de pensar el reformismo, más de un siglo después, conversamos con los coordinadores de la colección.
«Es necesario formular un programa para la universidad del siglo XXI y seguir incorporando nuevas demandas» (Alejandro Eujanián).
¿Cuál fue el objetivo de esta obra tan ambiciosa? ¿Por qué reflexionar sobre el reformismo universitario hoy?
Alejandro Eujanián: Los diferentes tomos de la colección buscan abordar algunas de las dimensiones de la reforma tratando de mirarla en el largo plazo y haciéndola dialogar con la agenda historiográfica más actual. En este sentido, no es una colección de «homenaje», de reivindicación laudatoria de la reforma. Tampoco es el propósito cuestionarla desde tal o cual punto de vista, sino tratar de comprenderla en profundidad, de echar luz sobre sus razones y entender el impacto y las diferentes apropiaciones y resignificaciones que tuvo tanto en Argentina como en América Latina. Para eso, cuando con Natacha y Diego pensamos la colección, decidimos convocar a alrededor de ochenta colegas a escribir en los diferentes tomos y por suerte el resultado nos ha dejado muy satisfechos.
Diego Mauro: Un aspecto que nos parecía particularmente relevante era que la colección mostrara las condiciones de fondo que hicieron posible la reforma. Los procesos globales, las dinámicas nacionales y las circunstancias locales. En los términos de la historia social más clásica, que se recorrieran tanto las tendencias estructurales que se estaban dando como las dinámicas políticas más acontecimentales, de coyuntura. Como suele decirse, la chispa que encendió la mecha.
Natacha Bacolla: Otra inquietud importante que recorre toda la colección es aquella de mostrar las diversas significaciones del “reformismo”, como señala Diego en sus contextos específicos, pero también la histórica imbricación entre espacios académicos, políticos y estatales; y los diversos usos y funciones polisémicas de esta palabra, como concepto pero también como programa.
¿Sobre qué ejes pensaron a la Reforma universitaria de 1918?¿Qué procesos fueron importantes?
Diego: Me parece que a nivel internacional, la gran guerra fue muy importante. En parte porque aceleró la crisis del orden político oligárquico en América Latina, y en ese marco también en Argentina, pero también porque trastocó el lenguaje político. La gran guerra fue de esos momentos en que las «palabras» y las «cosas» se reacomodan. En ese sentido, contribuyó a desnaturalizar el régimen político e institucional y amplió las fronteras de lo que podía pensarse e imaginarse por entonces. En este sentido, la guerra, la caída de algunos de los grandes imperios del momento, como el alemán, el astrohúngaro o el ruso, este último, además, por medio de una revolución social me parece que contribuyeron de manera decisiva a alimentar subjetividades más militantes y mucho más esperanzadas porque lo estaban viendo en directo: a través de la lucha política, de la movilización y la organización parecía posible lograr cambios profundos. Entre ellos en la universidad. Por eso, en este contexto, no sorprende la aparición de una identidad de tipo «juvenilista», de la irrupción de la juventud como un actor social que se concibe como llamado a cumplir un rol relevante, a reemplazar incluso a las élites dirigentes de un mundo que percibían cada vez más como a la deriva, decadente y moribundo. El tomo V que coordina Vania Markarian se centra en estos aspectos a lo largo de todo el siglo.
Por otro lado, a nivel nacional, impacta también la llegada del radicalismo al poder. En parte, porque genera un clima de ebullición popular muy fuerte que repercute en la universidad y porque además, el radicalismo va a apoyar tanto en la intervención de mayo como en la septiembre las reivindicaciones reformistas. Este aspecto es muy significativo.
«Un aspecto que nos parecía particularmente relevante era que la colección mostrara las condiciones de fondo que hicieron posible la reforma. Los procesos globales, las dinámicas nacionales y las circunstancias locales» (Diego Mauro).
¿Por qué Córdoba?
Diego: Hay un texto muy interesante de Ana Clarisa Agüero, en el tomo IV que coordina con Alejandro, en el que propone una reconstrucción muy estimulante de las temporalidades del proceso en Córdoba. Como también lo plantea Pablo Buchbinder, en Córdoba se mantenían estructuras muy rígidas, muy renuentes a los cambios que por ejemplo se habían producido en la Universidad de Buenos Aires a principios del siglo XX. Entre ellos, que las Academias fueran electivas. En Córdoba la resistencia a cualquier modificación era más fuerte y eso fue, en parte, lo que terminó desencadenando el conflicto. Pero, lo interesante que demuestra Ana Clarisa es que, después de la intervención de mayo, cuando se aprueban el primer pliego de reivindicaciones de los reformistas, las tensiones disminuyen y todos están en buena medida convencidos de que se está llegando al final del conflicto. Lo que desencadena lo que hoy llamamos la «Reforma» es posteriormente la derrota electoral del candidato impulsado por los reformistas y la elección de Antonio Nores como rector, un hombre muy identificado con los sectores tradicionales de la universidad y con la Iglesia católica. Es ahí cuando el rumbo de los acontecimientos cambia: los estudiantes toman el recinto donde se desarrollaba la asamblea e impiden que Nores sea proclamado rector. A partir de entonces la posición de los estudiantes se radicaliza: las críticas a la Iglesia y al clericalismo se hacen mucho más fuertes y se comienza a exigir la participación estudiantil en los órganos de gobierno, generándose una onda expansiva que rápidamente alcanzó a las otras universidades argentinas (Buenos Aires, Santa Fe, La Plata y Tucumán) y a varios países de América Latina. Estos procesos son analizados con detalle, en el primer caso en el tomo coordinado por Natacha e Ignacio Martínez; y en el segundo, en aquel a cargo de Martín Bergel.
¿Hubo resistencias?
Diego: El éxito de los reformistas supuso, claro está, al mismo tiempo, la aparición de grupos antirreformistas que consideraban que, a partir de junio, la reforma había perdido el rumbo. La idea de que era el producto del accionar de infiltrados anarquistas y bolcheviques va ganando peso. Ensayan incluso una definición entre médica y política para explicar lo que ocurre: el estudiantado, por su juventud, es víctima de un enfermedad sui generis, la «epilepsia heroica». Se organizan además Comités en defensa de la universidad, vinculados a los Centros de Estudiantes Católicos, que apoyan la elección de Nores y que llegan a organizar actos en varias ciudades del país como Buenos Aires, Rosario o La Plata y en donde se gesta un discurso cuyas tónicas se van a repetir, con otros condimentos, en la segunda mitad del siglo XX, en el marco de la guerra fría. De esto, en parte, nos ocupamos con José Zanca en el tomo III.
¿Cómo fue revisitada por las distintas generaciones la Reforma?
Natacha: Desde la propia coyuntura de movilización cordobesa en 1918, la “reforma” fue objeto de diversas lecturas e intervenciones. La principal disputa en sus significados estaba atravesada por los acontecimientos políticos que ya comentó Diego, particularmente el fin de la Gran Guerra y la Revolución Rusa, por lo tanto para algunos era leído como una oportunidad para la revolución más que para cambios reformistas. Esa diversidad de interpretación fue ampliándose a través de la sedimentación de los trabajos de la memoria y la intervención política ya que las disputas y operaciones por definir al movimiento reformista, no sólo ocuparon a sus contemporáneos sino que por el contrario siguieron movilizando diversos registros de lectura aún a décadas de distancia. Y esto no es nada casual ya que “la reforma” se convirtió en un concepto propiamente político, esto es más bien definido en la controversia, que en la relación estable con un referente concreto y preciso. Así las generaciones sucesivas se re apropiaron del mismo: como proyecto de una universidad de investigación y de transferencia –para los años 1930 por ejemplo y el momento desarrollista-; como parte de una aspiración más amplia a la democratización, la transformación revolucionaria, la lucha antiimperialista y la inclusión popular –cabalmente en los años 1960 e inicios de los 70- y como bandera en las transiciones democráticas de los años 1980. Sólo por poner algunos ejemplos, en los cuales, además es visible la permanente tensión que atravesó desde sus inicios el movimiento: entre aquellos que consideraban que debía impulsarse su coincidencia con las luchas de la calle, a otros que postulaban que su potencialidad justamente estaba en lo contrario: que el reformismo universitario podía amparar un amplio espectro de inquietudes siempre y cuando no se identificara expresamente con reivindicaciones políticas filiadas a diversas ideologías político partidarias.
«“La reforma” se convirtió en un concepto propiamente político, esto es más bien definido en la controversia, que en la relación estable con un referente concreto y preciso» (Natacha Bacolla).
¿Qué ecos internacionales en su época y en otros tiempos tuvo la Reforma?
Natacha: La reforma tuvo desde sus inicios una capacidad expansiva exponencial, particularmente en América Latina. Esa irradiación tendrá sucesivos momentos fuertes, sobre todo en las dos posguerras mundiales. Como podemos constatar particularmente en los tomos coordinados por Vania Markarian y Martín Bergel, la capacidad mítica y performativa de los propios textos producidos por el movimiento reformista de 1918 es una clave explicativa de su irradiación aún a espacios donde las instituciones universitarias brillaban por su ausencia; y más aún en escenarios bien distintos, como aquellos de la otra orilla del Atlántico. Algunos casos son más conocidos y relevantes –como sus vinculaciones con el aprismo, o su proyección en el escenario mexicano y cubano- pero no los únicos. Ya que su recepción se mezcla en la movilización estudiantil y obrera, aunque ciertamente con tonos menores, en contextos como la París de entreguerras o la república española. Y esto tiene también otra explicación, como nos adelanta la introducción de Martín, en el doble proceso de deslocalización que tuvo el reformismo cordobés en relación a su sede de origen. Por una parte, incentivó la conexión de sus orientaciones con grupos subalternos, anhelando trascender las fronteras estrictamente universitarias. Por otra, buscó interpelar y continuarse en otras latitudes. De allí que esa capacidad trashumante fuera parte constitutiva del impulso reformista desde sus orígenes y a través de diversas coyunturas a lo largo de su centenaria historia.
¿Qué legados pueden ser rescatados por el escenario universitario actual, atendiendo a sus diferencias, complejidad y diversidad respecto a aquellas instituciones de las primeras décadas del siglo XX?
Alejandro: La Universidad actual se sigue mirando en el espejo del movimiento de la Reforma Universitaria. Eso es muy positivo, en el sentido que significa renovar un acuerdo respecto de valores que consideramos necesario seguir reivindicando y defendiendo: el autogobierno, la autonomía, la libertad de cátedra, el rechazo a cualquier forma de arancelamiento, entre otros derechos que se fueron incorporando a lo largo de la lucha del movimiento estudiantil. Pero es necesario formular un programa para la universidad del siglo XXI y seguir incorporando nuevas demandas. Sin dudas la agenda del feminismo y de los derechos de género representan un nuevo contexto reformista que hoy atraviesa la universidad argentina. También es preciso escuchar a las escuelas universitarias que desde hace años reclaman su incorporación en el gobierno de la universidad y el derecho de elegir a sus autoridades y autogobernarse. Es imperioso que esa demanda sea escuchada. Por otro lado, es muy importante que la Universidad, que ha privilegiado un rol destinado a la emisión de títulos profesionales y que ha asumido un compromiso con la extensión a la comunidad, se involucre más decididamente en la investigación. Una tarea que ha relegado o dejado en mano de organismo estatales o privados que no se rigen necesariamente por sus mismo principios.