La pandemia abrió un espacio de reflexión de urgencia, forzado por las circunstancias. Proponemos aquí un ejercicio de curaduría de algunos de los principales núcleos de discusión ante un escenario incierto de futuro.
En estos días de confinamiento los mejores expositores de la academia han sido puestos a trabajar contrarreloj a los fines de saciar el hambre de explicaciones que tiene una ciudadanía ansiosa y desconcertada por el aparente suceso histórico que estamos atravesando. Con aciertos o errores se buscan explicar cuestiones que a todas luces pareciera ser un evento trascendental para nuestra generación. Partiendo de la base que algunas cuestiones pueden ser analizadas con mayor profundidad a la distancia, siempre es importante construir líneas de trabajo e ideas al calor de los acontecimientos. En ése sentido y visto que desde el encierro obligatorio no se puede hacer mucho más que reflexionar, me parece importante lanzar algunos aportes. Si las personas no pueden circular, que al menos lo hagan las ideas.
1) El neoliberalismo no será sepultado por una pandemia, vive en cada uno de nosotros, que hemos sido criados por medio de los dispositivos económicos y culturales que se han articulado en torno a él. Un análisis de Paul Preciado (de los mejores que he leído en estos días) publicado en el diario El País el 28 de marzo destaca como emergente del confinamiento un nuevo sujeto neoliberal “radicalmente individuo”, consumidor, distante, aprisionado, apático, insensible, y fundamentalmente policía. Ese sujeto, (en Argentina, probablemente macrista en 2015 y 2019) entiende por solidaridad donar plata a una ONG o Fundación, pero no quiere ver ni tocar a ningún beneficiario. Como dice Preciado (dando cuenta de un inmejorable manejo de Foucault), es una subjetividad inmune, inmune a lo otro, inmune al diferente, inmune al enemigo, en definitiva, inmunidad racista, xenofóbica, paraestatal, fascista. Es imprescindible combatir el desarrollo de este tipo de sujetos si queremos evitar que de esta situación salgan fortalecidas las expresiones más crudas de la ultraderecha, que como sabemos, es el neoliberalismo sin el tapujo de lo “políticamente correcto”.
Las recomendaciones para combatir el coronavirus no contemplan la tragedia que eso supone para importantes estratos sociales que no tienen acceso a los más básicos productos o servicios. La economía capitalista financiera y global puede parar, y está bien que lo haga, pero la economía popular es otra cosa.
2) El retorno del Estado como actor preponderante también nos exige pensar qué tipo de Estado interventor queremos. El éxito del control en el sudeste asiático no responde exclusivamente al cierre de fronteras y a la cuarentena, sino a un control digital absoluto que no contempla buena parte de las libertades civiles que en Occidente parecieran ser inviolables, desde el control de datos hasta la propiedad privada. Dentro de ese esquema, la situación europea, con su Estado de excepción y el cierre de fronteras, muestra exclusivamente medidas paliativas posibles (entiéndase políticamente realizables) pero no ideales (tomando como “ideales” a las curvas planchadas del sudeste asiático). Deviene la pregunta, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a resignar en nuestro ideario de las libertades civiles en favor de la seguridad comunitaria? Creo que es una pregunta que trasciende las épocas y hoy vuelve a resurgir con mucha fuerza.
3) Las medidas tomadas se han contemplado exclusivamente con el objetivo de controlar una pandemia que devela el ya manifiesto racismo de nuestro Sistema Mundo, de nuestra región y de nuestro país. Las recomendaciones para combatir el coronavirus no contemplan la tragedia que eso supone para importantes estratos sociales que no tienen acceso a los más básicos productos o servicios. La economía capitalista financiera y global puede parar, y está bien que lo haga, pero la economía popular es otra cosa. Hay que pensar en mecanismos de cuidado y solidaridad que trasciendan lo estatal, porque en el Tercer Mundo (allí estamos, pese a las opiniones de algunos desencajados) el Estado muchas veces llega tarde, mal o directamente no llega. Argentina viene de 4 años desastrosos que han complicado bastante la posibilidad de lograr, con la velocidad y la eficiencia necesaria, articulaciones virtuosas entre Estado y sociedad. Tal estado de situación obliga a retrabajar la importancia de las organizaciones sociales. Pensar en soluciones como las del sudeste asiático no tiene sentido porque en el grueso no son implementables en Argentina, pero sí hay cosas que se pueden recuperar, como las experiencias de organización comunal en China. Las organizaciones sociales son la puerta de entrada para suplir las incapacidades del Estado para llegar a muchos territorios y son las que en definitiva lo terminan reforzando en su labor, en ese sentido es importante construir redes horizontales con ellas y sus referentes para acercar información preventiva a los vecinos. Por otro lado, también es necesario pensar formas comunitarias de cuidado fuera del esquema de la Salud Pública estatal, que aún en el mejor de los casos (como en la ciudad de Rosario con un sistema de salud modelo) ya antes de la emergencia venía operando casi al límite de sus posibilidades fruto de la delicada situación económica. María Galindo en estos días marcó la cancha de forma excepcional bajándonos a nuestra realidad latinoamericana, territorio repleto de limitaciones y privaciones, y con grandes partes de la población sin acceso a la Salud Pública. Destaco su invitación a “desobedecer” algunos aspectos de la cuarentena, que no es un mero recurso para polemizar sino una verdadera apuesta al pensamiento situado. Si el sistema es incapaz de abastecer a la comunidad con los insumos más básicos, dejemos que la comunidad elabore sus propias estrategias de cuidado. Recuperemos los saberes ancestrales de los pueblos originarios y démosle rienda suelta para cooperar en la contención y prevención de las enfermedades virales. Escuchemos a los que nunca hemos escuchado. Empoderar desde abajo, horizontalmente y con los pies en la tierra.
4) Si algo bueno puede salir de esto es que abre una ventana de oportunidad para empezar a meter la mano en el bolsillo de ciertos actores que han sido enormemente protegidos por el establishment. Bancos, compañías de seguros, agronegocios, financieras, y corporaciones varias, deberían (de una vez por todas) empezar a pagar un poquito más, por lo menos si tienen algún interés en sostener el sistema que les permite gozar de sus privilegios. Esto naturalmente debe ser planteado sin inocencia, estos señores no dudan en hacer volar todo por los aires cuando les tocan el bolsillo y cuando salen a pegar, pegan fuerte. Para muestras falta un botón: el presidente Alberto Fernández cuando anunció la extensión de la cuarentena hasta el 12 de abril intentó apercibir a algunos popes como a Paolo Rocca de Techint (cuyo patrimonio es cercano a los 8 mil millones de dólares) por ejecutar despidos en plena cuarentena. Al poco tiempo toda la clase política (jueces incluidos) estaba depreciando su propio trabajo. Los tipos juegan en serio, así que hay que estar preparados para jugar en serio también. Esto no implica bajarse los sueldos a la primera de cambio, bajarse el sueldo sin más es reconocer que tu trabajo está sobrepagado. Cualquier trabajador que reconoce el fruto de su propio trabajo defiende el valor del mismo, y en la medida de lo posible busca incrementarlo. Si algún miembro de la clase política se ha hecho millonario en sus funciones lo ha hecho por fuera de lo que percibe de su salario, es decir, sea por ingresos que vienen por fuera de su actividad política o por corrupción. Y con más razón en caso de esto último, se requieren agentes estatales con formación y dedicación lo suficientemente preparados y contenidos (esto incluye también el pago de un buen salario) para que el manejo del Estado se haga sin ningún tipo de desvío de fondos o ineficiencia. En definitiva, el salario de un político nunca es variable de enriquecimiento. Plantear su reducción o acatarla es una señal de depreciación no solo del trabajo representativo del funcionario público, sino de todo nuestro sistema democrático de gobierno que, a los fines de su mantenimiento mediante el ejercicio de una representación profesional, se sostiene en parte con el salario de quienes ejercen la representación. Fue Max Weber quien hace más de 100 años planteaba la necesidad de un político profesional en el marco de un sistema racional de gobierno, entre otras cosas para evitar que el manejo del Estado quede a cargo de una elite económica (como sucedía hasta bien entrado el siglo XX en nuestro país) que pueda permitirse el lujo de gobernar en su tiempo libre. Una suerte de hobby para ricachones, encargados de cuidar a la población pensando más en números que en personas. No es menor pues que quienes plantean este tipo de reducciones salariales al interior del Estado en momentos de emergencia son quienes menor interés tienen en sostener un Estado democrático, plural y orientado a la justicia social.
5) En materia económica me resultó interesante leer en estos días la propuesta de Álvarez Agis que en su columna del 29 de marzo relanza el Keynes del ’39. En situación de guerra el Estado es el mercado, es decir, es el gran demandante de insumos (médicos y alimentarios por lo pronto). Volvemos aquí a las organizaciones sociales y territoriales, que bien pueden encargarse de preparar insumos médicos como mantas o barbijos. Estos actores van a competir en desigualdad con la oferta de grandes empresas que van a adaptar su producción para vender a gran escala a los estados nacionales y provinciales. Teniendo en cuenta esto último, serán los gobiernos locales quienes pueden poner el hombro en esto. Desde grandes ciudades hasta pequeños pueblos pueden hacerse llegar insumos hechos por las organizaciones, pero subsidiadas por el Estado. Machacar con lo de siempre: la importancia de la cercanía.
Desde grandes ciudades hasta pequeños pueblos pueden hacerse llegar insumos hechos por las organizaciones, pero subsidiadas por el Estado. Machacar con lo de siempre: la importancia de la cercanía.
6) Respecto al plano internacional, es importante ver hasta qué punto ha llegado la supuesta decadencia de EE.UU., una decadencia que a mi modo de ver se venía anunciando, pero que era tapada por un esquema armamentista que no solo lo posicionaba como potencia sino que además le permitía sostener su moneda así como toda su economía. La vulnerabilidad que ha mostrado EE.UU. frente a la pandemia descubre la verdadera faceta de su lógica de funcionamiento, un sistema predador, que si no consume, si para, se derrumba. Todos los esfuerzos de la sociedad norteamericana están abocados a un esquema de ascenso social exclusivamente fundado en el consumo de mercancías. Puertas adentro consume lo que destruye afuera. Por eso la reticencia a declarar medidas como la cuarentena. Parar no es una opción, es un organismo enfermo que vive a base de droga de diseño. En ése sentido me parece brillante la metáfora utilizada por Martín Rodríguez y Pablo Touzon en el Le Monde Diplomatique del mes de abril, en donde describen al modelo norteamericano como aquel del “no pare, sigue sigue”, mientras en la diaria se vive una película de terror. Por otro lado, una gran ironía genera ver que un portaaviones norteamericano con 5000 marineros a bordo custodiando las costas del Pacífico (el gran espacio en disputa a partir de la administración Obama, a los fines de consolidarse en la región en su competencia justamente con China) hoy esté paralizado como resultado de un brote de coronavirus en la tripulación. Miles de millones de dólares invertidos en la industria militar norteamericana a favor de la Seguridad Nacional desarticulados por un virus, que hasta ahora ha matado muchos más norteamericanos que el atentado a las Torres Gemelas. Mientras tanto en salud pública, poco y nada. ¿Biopolítica contra Necropolítica? No lo sé, sí creo que en EE.UU. se abrirá un debate fuerte y trascendente cuando pase esto.
7) Por último, es necesario darse un poco de tiempo para poder procesar en qué deviene todo esto. Siempre presente la frase de Hegel: “el búho de Minerva despliega su vuelo al atardecer”. Y acá todavía ni siquiera llegamos al mediodía.