La pandemia ha desatado una crisis que no es solamente sanitaria, la economía se desangra y el Estado responde a la urgencia. En Argentina, las medidas paliativas resultan fundamentales, pero son insuficientes.
Este jueves volvieron a extender la cuarentena. El Presidente y sus filminas nos explicaron por qué hay que seguir quedándonos en casa. Habrá algunas flexibilizaciones porque la crisis económica apremia. Ya anticipan que va a ser el peor año después del otro peor año, que por muchos motivos todos recordamos, el 2002. Hubo un nuevo repaso de cuáles son los efectos de la política sanitaria que con decisión el conjunto del Estado Argentino tomó: cuidar la salud de la población y tratar de contener el tsunami económico que esto iba a traer consigo. Pongámosle números a esta definición.
La primer pregunta es cuánto se está invirtiendo. Y quizás la mejor pregunta, ¿cómo saber si es suficiente? Según un informe del Fondo Monetario Internacional (no se asusten, no corran), el Estado argentino está invirtiendo muchísimo menos que los países desarrollados. Pero esta comparación siempre es odiosa y poco útil: son realidades muy distintas en varias dimensiones. El tema es que también invertimos menos que vecinos como Brasil y Perú. La Oficina de Presupuesto del Congreso también publicó un informe donde detalla que el Estado está movilizando hasta el 4,7% de todo lo que produce el país este año: bastante lejos de los 8 que moviliza Brasil o los 12 de los peruanos.
Segunda pregunta, ¿qué tiene adentro la piñata? El 5% de lo que se invierte va a reforzar el sistema de salud, mientras que el 95% va a paliar el virus que más asusta para los próximos meses: la crisis económica. En los subsidios anti-crisis hay dos rockstars que se llevan casi la mitad de la torta: el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), los $10.000 para aquellos y aquellas que no cuentan con otro ingreso y el Apoyo al Trabajo y la Producción (ATP) mediante el cual se pagan parte de los salarios de las empresas. Al final, nadie quería un Estado más chico.
Lo cierto es que la intervención se queda lamentablemente corta: por IFE alguien sin otro ingreso recibe $10.000 cuando la canasta básica es de $40.000. La ayuda es altamente valorada y necesaria, pero insuficiente.
Con esta batería, se está intentando asustar a dos virus: el COVID y el estallido social. Pero, ¿con qué les está tirando? ¿Con una bazooka o con una pistola de agua? A mí me gusta pensar la imagen de un bombero con manguera vieja: da todo, pero se le pierde agua en el camino.
No hace falta ser un as de las finanzas para saber las causas de la escasez de fondos: los años de recesión económica y las frágiles cuentas del Estado hacen que no haya mucho en las arcas. Se los resumo en un dato: lo que se está invirtiendo es igual a todo lo que recaudó el Estado en el primer trimestre del año. El brutal endeudamiento que tomó la gestión macrista hace que pedir prestado tampoco sea una opción en este momento. ¿También puede estar faltando perspectiva del tamaño de la crisis que se nos viene? No lo sé, pura elucubración. Lo cierto es que la intervención se queda lamentablemente corta: por IFE alguien sin otro ingreso recibe $10.000 cuando la canasta básica es de $40.000. La ayuda es altamente valorada y necesaria, pero insuficiente.
También del informe se desprende un punto importante que le pega al poder económico y no a los gobernantes: casi la mitad de lo que se promete movilizar en Argentina son los créditos bancarios para pagar salarios y otras líneas menores, de las cuales hubo muchas quejas en las primeras semanas sobre la dificultad para acceder. Esta movilización de recursos es clave: en el gráfico que les dejo, muestra en la barra azul cómo los países desarrollados pusieron a trabajar a los banqueros en función de las necesidades del momento. Aquí, entre la mala regulación y la pereza patriótica de nuestra banca criolla, eso fue casi imposible.
LA MANGUERA PIERDE
Susana no tiene trabajo fijo, con el encierro se le cortó todo. Pidió el IFE. La rechazaron porque aparece casada con su ex marido que tiene trabajo en blanco. Se separó hace 15 años. A Néstor lo llamó su contador. Le dijo que pida el crédito para monotributista, a través de su hijo, que encaja. A él le está yendo bárbaro, pero un negocio más es un negocio más. Javier Milei vive hablando en contra de la intervención estatal. Se descubrió que tiene un sueldo en relación de dependencia de una empresa que cobró el ATP. Santiago es presidente de una cooperativa de trabajo. Están parados por lo obvio: todo está parado. Llevan dos meses reclamando que los dejen acceder al programa para que el Estado pague parte de los sueldos. Todos prometen que va a salir pero nada. Santiago y sus compañeros siguen contactando funcionarios.
Vuelvo a la imagen. El Estado argentino es un bombero con manguera vieja. La voluntad política es cuidar la salud y contener la debacle económica y social. Pero entre la decisión y lo que efectivamente llega al terreno hay distorsiones. Muchas veces llega tarde, otras llega mal, otras llega adonde no tiene que llegar.
La voluntad política es cuidar la salud y contener la debacle económica y social. Pero entre la decisión y lo que efectivamente llega al terreno hay distorsiones. Muchas veces llega tarde, otras llega mal, otras llega adonde no tiene que llegar.
Los ejemplos de la calidad de diseño y gestión se fueron sucediendo con el correr de las semanas. Colas descontroladas de jubilados en los bancos, el Estado (Nación y CABA) comprando bienes más caros de lo que él mismo dicta que tienen que valer, el jefe de la ANSES volando por los aires porque no se pudo pagar los subsidios en un tiempo prudente.
Seamos razonables: nadie estaba preparado para la magnitud de la intervención que se necesitó cuando el efecto mariposa trajo el virus desde el lejano Wuhan. Pero así y todo esto mostró la precariedad de nuestra estatalidad. El ejemplo del IFE me parece ilustrativo de las dificultades que tenemos para gestionar políticas acordes a nuestra población: mucha de la demora en el cobro es porque la mitad de los beneficiarios no tenían una cuenta bancaria y se pretendía pagar por esta vía. En una sociedad fragmentada, pauperizada y con grandes niveles de informalidad hace falta un salto de calidad en la gestión pública. La política pública es la que se tiene que adaptar al contexto, diseñar instrumentos acordes a la población a la dice querer llegar. Debemos dar este salto para estar a la altura de los desafíos que tenemos. Nos lo merecemos.