La mayoría de los análisis sobre la cantidad de muertes debidas a la Covid-19 en Suecia se han centrado en la ausencia de políticas de aislamiento, pero en realidad son la privatización y la precariedad en el cuidado de los mayores adultos los que deberían estar en el centro del análisis.
Desde que se registraron los primeros casos de Covid-19 en Suecia, la estrategia del gobierno ha consistido básicamente en no imponer el aislamiento, no imponer un toque de queda, no obligar al uso de tapabocas. Por el contrario, las autoridades han hecho recomendaciones no intrusivas al público en general para ralentizar la propagación del virus: lávense las manos, mantengan distancia social, trabajen desde casa si es posible y eviten los viajes innecesarios. El foco principal ha sido proteger a aquellos en riesgo: en primer lugar, a los adultos mayores.
La correlación entre edad avanzada y riesgo de enfermedad grave o muerte al infectarse con Covid-19 ha estado clara desde el principio de la pandemia. Ha habido un consenso en que, para evitar sobrecargar los servicios de emergencia, se debería impedir la propagación del virus en hogares de retiro o en hogares cuyos residentes reciben servicios de cuidado en casa.
A pesar de ello, el 90% de los que han muerto hasta ahora de Covid-19 en Suecia tenían más de 70 años y la mayoría estaba a cargo de un estado que había prometido protegerlos.
A pesar de ello, el 90% de los que han muerto hasta ahora de Covid-19 en Suecia tenían más de 70 años y la mayoría estaba a cargo de un estado que había prometido protegerlos. De acuerdo a las estadísticas del Consejo Nacional de Salud y Bienestar de Suecia, la mitad de quienes murieron entre marzo y mediados de mayo vivían en establecimientos geriátricos y otro 26% recibía cuidados a domicilio financiados mediante el presupuesto público.
FALTA DE EQUIPAMIENTO
Un motivo importante por el cual el virus se pudo propagar en los servicios de cuidado de adultos mayores fue la falta de equipos de protección personal (EPP). El gobierno sueco fue capaz de asegurar entregas de EPP al personal hospitalario, pero los empleados de servicios domiciliarios para adultos mayores estuvieron obligados por un largo tiempo a confeccionar sus propios visores protectores con folios transparentes y cinta adhesiva e ir de compras a la ferretería local para conseguir mascarillas protectoras.
Los adultos mayores fueron aislados de sus hijos y sus nietos para mantenerlos a salvo del virus. A pesar de ello, terminaron siendo infectados involuntariamente por quienes los cuidaban y carecían de protección personal.
Otra causa subyacente es la organización fragmentada del cuidado de adultos mayores en Suecia, donde un un sistema de vouchers para la “elección libre” autoriza a múltiples actores privados a buscar una ganancia compitiendo por clientes. Como lo ha señalado Mari Huupponen, una experta en cuidado de adultos mayores del sindicato de trabajadores municipales, Kommunal, las técnicas de gerenciamiento orientadas a la ganancia han modificado significativamente el modelo de bienestar público en Suecia desde los años ‘90. Hoy, en Kungsholmen, un barrio céntrico de Estocolmo, hay más de 50 de estos actores privados de cuidado de adultos mayores, lo que hace que todo esfuerzo coordinado para lidiar con la propagación del coronavirus sea casi imposible.
Estos recortes no son nuevos. Las políticas de austeridad han plagado el cuidado de adultos mayores durante décadas. En los años ‘80, un empleado de un servicio de cuidado de adultos mayores podía visitar a cuatro personas durante un turno completo; en 2015, se esperaba que ese mismo empleado visitara a 12 personas en el mismo lapso de tiempo.
CONTRATOS POR HORA
Un factor aún más decisivo han sido las condiciones de trabajo precarias de quienes brindan servicios de cuidado. El uso de contratos precarios es sistemático, dice Kommunal. Al inicio de la pandemia, en marzo, el 40% de los trabajadores de servicios domiciliarios de cuidado en Estocolmo tenían contratos por hora, tanto para trabajos de uno o más días, como para trabajos eventuales más breves. Claramente muchos de estos trabajadores precarios no podían darse el lujo de acatar sin más el consejo más crítico de las autoridades suecas: “quédense en casa si están enfermos”.
Un análisis de los presupuestos municipales para el cuidado de adultos mayores llevado a cabo por Arena Idé, un centro de estudios apartidario financiado por los sindicatos suecos, ha demostrado que el 96% de las municipalidades suecas estaban planeando recortes presupuestarios en 2020. Estos recortes no son nuevos. Las políticas de austeridad han plagado el cuidado de adultos mayores durante décadas. En los años ‘80, un empleado de un servicio de cuidado de adultos mayores podía visitar a cuatro personas durante un turno completo; en 2015, se esperaba que ese mismo empleado visitara a 12 personas en el mismo lapso de tiempo. Esto, a pesar del hecho de que quienes reciben servicios de cuidado a domicilio hoy son más ancianos y más vulnerables que el mismo grupo en los años ‘80.
Además, con la Covid-19 las demandas de eficiencia en el uso del tiempo se han incrementado dramáticamente. Los empleados de servicios de cuidado a domicilio han tenido que encontrar tiempo en sus ya apretadas agendas para una rutina de lavado de manos meticuloso, sin mencionar el requerido para colocarse y quitarse el equipamiento de protección personal.
CON POCO PERSONAL Y CON POCO PRESUPUESTO
Los más de 300.000 cuidadores empleados en el sistema sueco de cuidados a domicilio son entonces algunos de los trabajadores clave en Suecia en este momento. Sus trabajos son literalmente cuestión de vida o muerte, Sin embargo, estos servicios están particularmente cortos de personal y escasos de presupuesto. La falta de equipo de protección personal y las condiciones de empleo precario se han combinado en un letal cóctel de coronavirus.
Actualmente, Suecia tiene una de las cantidades de muertos per cápita más altas de las que se informan, con 395 muertos por millón de habitantes debido a la Covid-19, según datos de mediados de mayo. De acuerdo con datos recogidos por Statista, esto ubica a Suecia en el sexto lugar en la lista de países más afectados, inmediatamente detrás de Bélgica, España, el Reino Unido, Italia y Francia.
Cuando se comparan las tasas de mortalidad totales, Suecia tiene un mejor desempeño, con menos mortalidad excedente que otros países. Sin embargo, al momento de escribir esto más de 4.600 personas han muerto debido a la Covid-19 en Suecia.
Estas cifras son notoriamente difíciles de comparar, en particular porque algunos países (entre ellos podemos destacar a Suecia y Bélgica) parecen haber tenido más cuidado en registrar a aquellos que murieron en sus domicilios o en hogares geriátricos, mientras que muchos otros países han informado tan sólo las muertes relacionadas con coronavirus que han ocurrido en hospitales. Cuando se comparan las tasas de mortalidad totales, Suecia tiene un mejor desempeño, con menos mortalidad excedente que otros países. Sin embargo, al momento de escribir esto más de 4.600 personas han muerto debido a la Covid-19 en Suecia, un país de 10 millones de habitantes.
¿Ha fracasado lo que se ha llamado “la estrategia sueca” de combatir la propagación del coronavirus con recomendaciones más que con un aislamiento radical? Es muy temprano para decirlo. Todos los países tienen un camino lleno de baches por delante, pero un aspecto de la estrategia del gobierno sueco será muy probablemente su Waterloo: ha fracasado en cumplir su promesa de proteger a los adultos mayores.
*Basado en un artículo publicado originalmente en sueco en Dagens Arena, Gabriel Puricelli tradujo para La Vanguardia el texto adaptado en inglés aparecido en Social Europe.