Las nuevas tecnologías ofrecen numerosos mecanismos para la participación ciudadana y son un factor clave en las transformaciones de la administración pública. Sin embargo, estas innovaciones sin cambios de fondo solo reproducirán las viejas desigualdades.
En los tiempos actuales, podemos denotar un gran avance de la tecnología en nuestras vidas cotidianas, siendo muy difícil poder adaptarse y poder dimensionar tales cambios. Este frenético avance evidencia ciertos declives que se producen en nuestras sociedades cuando no se pueden ajustar a los nuevos tiempos. Un ejemplo de esto son los problemas en el poder legislativo, cuando las leyes no parecen ser eficaces para reglamentar la dinámica de nuestra actual sociedad. O las dificultades de varias universidades públicas para adaptarse a los nuevos usos de las tecnologías, perdiendo protagonismo en su propio ámbito.
Por ello nos surgen las preguntas: ¿Hasta dónde llegara la tecnología? ¿Qué otros cambios se nos avecinan? Dudas que se encuentran latentes en los sectores de nuestra cultura, como es el ejemplo de varias series y cine de ciencia ficción que colocan estas preguntas en el centro de sus narraciones. Lo seguro es que nos cuesta enormemente pensar nuestra vida sin estos aparatos que nos facilitan nuestra cotidianidad en varios aspectos. En otras palabras, hemos naturalizado totalmente la tecnología. Cuando no tenemos el celular a mano sentimos que nos falta algo, como una extremidad en el cuerpo o como un órgano fantasma.
En consonancia con estos avances es que podemos observar como la tecnología de a poco, casi inadvertidamente, empieza a ganar nuevos espacios en nuestro sistema público. Primeramente, se puede observar en la administración pública el uso creciente de documentos digitales, trámites no presenciales, entre otras actividades. Poniéndolo en pocas palabras, el Estado ha empezado utilizar estas nuevas herramientas, y esto se ha evidenciado hoy en día por el estado de cuarentena y el aislamiento social a raíz de la pandemia.
Estos cambios podríamos decir son los primeros pasos de la adaptación de nuestro Estado. Es importante asumir que estas medidas que nuestro gobierno está tomando no son nada novedosas en relación a otros países en el mundo. De hecho, estos nuevos modos de gobierno ya poseen un nombre: e-gobierno o gobierno electrónico (en inglés e-goverment). Algunas transformaciones de procesos internos más importantes que caracterizan a este modelo son: la administración electrónica o e-administración, y la e-participation.
Este gobierno electrónico intenta lograr un mayor dinamismo y personalización en la relación entre el Estado y los ciudadanos. La administración comienza a adoptar nuevos mecanismos de interacción, siendo capaz de brindar respuestas a un gran número de personas que, sin necesidad de desplazarse, obtienen lo que buscaban.
Uno de los aspectos más interesantes para analizar es que muchas de las tecnologías usadas y sus modos de implementación son las mismas o similares a aquellas que corresponden al sector privado del comercio electrónico (e-business), mientras que otras son más específicas del funcionamiento del Estado.
Nuestro Estado estaría entrando recién en una de las primeras etapas de esta metamorfosis, es decir la e-administración. Las herramientas que son utilizadas en esta etapa son: portales, ERPS (sistemas de planificación de recursos empresariales), redes sociales, comunidades virtuales o muchas otras (pueden ser pertenecientes o no a internet). Esto es para buscar una mayor practicidad y eficacia en los procesos estatales, en particular en lo que respecta al vínculo con la sociedad.
Este gobierno electrónico intenta lograr un mayor dinamismo y personalización en la relación entre el Estado y los ciudadanos. La administración comienza a adoptar nuevos mecanismos de interacción, siendo capaz de brindar respuestas a un gran número de personas que, sin necesidad de desplazarse, obtienen lo que buscaban. Es importante destacar que esta etapa no constituye solamente una herramienta para acelerar los trámites administrativos, sino que también pretende asegurar la transparencia, la inclusión y nuevos canales de acceso a la información. Este nuevo modo de relacionarse incluye también a los distintos organismos de gobierno, empleados, sus proveedores y otros actores de la sociedad civil.
En tal tipo de gobierno hay un desarrollo de proceso evolutivo, donde en cada una de sus etapas se persiguen distintos objetivos, para los expertos en esta materia es un proceso que consta de cuatro fases. Presencia: esto implica poner en línea la información a las que pueden acceder las empresas y los ciudadanos. Interacción: en esta fase se abren canales de comunicación, por ejemplo correo electrónico, aquí se posibilita una comunicación de los dos sentidos para poder realizar consultas, obtener información y efectuar reclamos. Transacción: aquí se comprende la realización de trámites a modo electrónicos, por ello los gobiernos renovaran sus procedimientos, esto a futuro supondrá un ahorro en costo y una mayor eficiencia. Transformación: esta última fase implica la instalación de un portal integrador de inter-organismos, extensible a todos los servicios disponibles en internet.
Los diversos modos de interacción que se pueden dar son: gobierno a ciudadano, gobierno a negocios, gobierno a empleados y gobierno a gobierno. Hay dos ejemplos que se podrían dar de esta forma de gobierno. El primero es en Europa: en el año 2002 que se creó el plan eEurope, que fue reformado y actualizado en 2005.
El segundo ejemplo, es un caso en América Latina, más específicamente en Uruguay. Allí, a través del decreto 65/998, artículo 2, se estableció que el expediente electrónico es: “la serie ordenada de documentos públicos registrados por vía informática, tendientes a la formación de la voluntad administrativa, en un asunto determinado”. Y en el artículo 3 de dicho decreto se estableció que el expediente electrónico tendría la misma validez jurídica y probatoria que el expediente tradicional. En contraste, nuestro país inició ese proceso con posterioridad y tiene todavía un largo camino por recorrer.
La etapa que contempla la participación de los ciudadanos, en el aspecto de su representación ante el gobierno, se conoce como e-participation, pudiéndose definir de la siguiente manera según Ann Macitonsh: «el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para ampliar y profundizar la participación política, permitiendo a los ciudadanos conectarse entre sí y con sus representantes electos». Dentro de esta etapa se incluye a todas las partes integradas en el proceso democrático, no solo las iniciativas gubernamentales que van de arriba hacia abajo, en este sentido podría ser visto como una parte de la e-democracia.
La e-democracia es entendida como el uso de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) por parte de los gobiernos en general y con diferentes objetivos. Suele ser impulsada por voluntarios y simpatizantes que suelen estar conectados en línea. Una de las causas de su surgimiento es: “la insatisfacción de los ciudadanos con el funcionamiento del sistema de democracia representativa”, explica Rosa Borge Bravo. Es necesario rescatar que esta concepción de la participación alberga una gran complejidad, ya sea por la gran cantidad de áreas involucradas o los distintos niveles de participación.
Todas estas experiencias intentan aprovechar las principales potencialidades de este sistema, que consisten en poner a disposición de los usuarios una gran cantidad de información, permitir el dialogo y la deliberación entre un número indeterminado de personas sin las restricciones que tienen ese tipo de instancias si requirieran la presencialidad.
Las TIC suelen tener diferentes usos, por lo que se debe reflexionar sobre las distintas lógicas que los diferentes actores sociales le imprimen al uso de estas herramientas. Borge Bravo considera que se puede entender como participación electrónica a toda actividad voluntaria de los ciudadanos encaminada a influenciar en la selección de los gobernantes o en la toma de decisiones públicas que se canaliza por los medios electrónicos o telemáticos. Para continuar con este análisis, es necesario aclarar que existen varios grados de participación. Uno de los criterios de jerarquizar los diversos niveles de participación fue propuesto por Sherry Arnstein y consiste en cinco categorías: información, comunicación, consulta, deliberación, participación en decisiones y elecciones. En esta última estaría incluida el voto electrónico, que es un modo vinculante de participar mediante procedimientos mediados por la tecnología.
Las formas de participación electrónicas se pueden dividir entonces en dos grandes grupo: por un lado, los sistemas de voto electrónico y, por el otro, las diferentes formas de participación electrónicas mediante internet. Estas dos actividades son muy diferentes en cuanto a su grado de innovación. Dentro del voto electrónico coexisten dos sistemas: los presenciales y los remotos. El primer sistema funciona casi igual que el tradicional ya que se deben desplazar a una escuela a votar (Bélgica, Holanda, Filipinas, etc.), mientras que “el sistema remoto se basa en una red de comunicación que permite enviar el voto desde el lugar que está el votante hasta una urna digital remota”, explica Borge Bravo. Este método, por lo que sabemos, no se ha usado aun en ningún país para una elección de gran escala que abarque todo el territorio nacional.
Hay variadas experiencias de participación electrónicas, estas son impulsadas desde el mundo privado y asociativo, y últimamente también del público. Todas estas experiencias intentan aprovechar las principales potencialidades de este sistema, que consisten en poner a disposición de los usuarios una gran cantidad de información, permitir el dialogo y la deliberación entre un número indeterminado de personas sin las restricciones que tienen ese tipo de instancias si requirieran la presencialidad. Entre esas experiencias, se destaca el caso de Minnesota E-Democracy.
MINNESOTA E-DEMOCRACY: UN EJEMPLO DE PARTICIPACIÓN ELECTRÓNICA
Minnesota E-Democracy está hoy en día dentro de otra organización más grande, cuyo nombre es E-Democracy.org. Se trata de una iniciativa pionera, que continua funcionando con éxito en la actualidad, que comenzó en 1994 auspiciada por el empresario Steven Clift. Su objetivo fue que, de cara a las elecciones de gobernador, se dieran a conocer mejors los candidatos y, al mismo tiempo, incentivar el debate público. Este proyecto con el paso del tiempo se fue ampliando, llegando a permitir a los ciudadanos estadounidenses puedan debatir sobre propuestas y gestión política con otros conciudadanos o con las autoridades de turno. Actualmente es utilizada para debates nacionales e internacionales, dentro o fuera de periodos electorales.
En esta plataforma, cualquier persona puede crearse un usuario con la única condición de poseer un correo electrónico, aunque por el momento solo está en inglés. Su uso está disponible todo el año, y, una vez registrado como usuario, ya se puede acceder a los documentos para poder debatir. Una vez hecho eso, cada cual puede participar de un foro de discusión o crear uno (pudiendo calificar, tanto la premisa como sus respectivas respuestas), además de poder chatear con otros usuarios o acceder a recursos escritos y audiovisuales (muy similar en este sentido a una red social). En época electoral se permite ver los debates de los candidatos, poder analizarlo en grupo y, también, enviar tu opinión a los oradores. Es una plataforma sencilla de usar, con una gran tasa de eficiencia, por lo que resulta altamente recomendable.
Pero, como señala el dicho popular, no todo lo que brilla es oro. No se puede desconocer que este modelo aplicado en la actualidad generaría también sus marginados, los cuales por diversos motivos (físicos o personales) no puedan o no quieran acceder a este medio.
DESAFÍOS PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE UN ESTADO ELECTRÓNICO
Pero, como señala el dicho popular, no todo lo que brilla es oro. No se puede desconocer que este modelo aplicado en la actualidad generaría también sus marginados, los cuales por diversos motivos (físicos o personales) no puedan o no quieran acceder a este medio. Cuestión que ha quedado claro durante esta cuarentena, donde la brecha digital fue una fuente de desigualdades adicionales a las preexistentes, siendo particularmente notorias en el ámbito educativo.
En este camino de cambios, no podemos olvidarnos de las particularidades del Estado y de su función. ¿Cuál es la función del Estado, o al menos una de ellas? Garantizar el derecho de sus ciudadanos. Es por eso que la utilización de las tecnologías tiene que contribuir a una verdadera igualdad social y no a reproducir o profundizar las desigualdades ya existentes. En caso contrario, habrá personas marginadas del sistema, perpetuándose el desnivel social a favor de los privilegiados. Sin transformaciones en ese sentido, la simple implementación de nuevas tecnologías no garantizaría el derecho de participar como ciudadanos en el gobierno.
Por ello, para poder desarrollar este modelo de Estado es necesaria una voluntad política. Recordando que la aplicación de este modelo solo será virtuosa si es guiada por los valores de la democracia, la participación y la igualdad. No podemos ignorar el gran potencial de estas reformas, en especial para vigorizar una democracia cuyos principales enemigos son la desigualdad y la apatía.