Ricardo Martínez Mazzola, especialista en la historia del socialismo argentino, analiza la coyuntura actual.
LA VANGUARDIA: Después de doce años de un gobierno de corte nacional popular, volvemos a tener un gobierno nítidamente de derechas. ¿Cómo evaluás, como especialista en la historia del PS, la posición frente al kirchnerismo y a este advenimiento de esta nueva derecha?
RICARDO MARTÍNEZ MAZZOLA: Creo que es interesante pensar las posiciones del PS tanto frente al kirchnerismo como a este nuevo proceso de derechas a la luz de la historia pero, además, pensarlos como parte de la propia historia. Uno podría decir que, frente al kirchnerismo el PS esbozó una posición similar a la que había tenido, por ejemplo, frente al yrigoyenismo. En aquellos tiempos, con un campo dividido entre yrigoyenismo-antiyrigoyenismo, el socialismo se planteó una tercera posición pero, definitivamente, no pudo incidir en el mapa político. Si observamos su actitud frente al gobierno kirchnerista, vemos similitudes. Frente a una división del campo político surgida del avance de un proyecto populista, intentó plantearse como la propia alternativa, reconociéndole muchas virtudes a la vez que defectos. A diferencia de la posición que tomó frente al peronismo, del que fue un claro y contundente opositor, con el kirchnerismo reapareció esa posición que había tenido en tiempos de Yrigoyen: es decir, el desarrollo de un planteo que no los colocase en el campo del prokirchnerismo pero tampoco en el campo de la oposición de derecha. Hubo un momento – y pienso en el año 2011 -, en el cual, hasta casi sorprendentemente, esta construcción apareció como la segunda fuerza y mostró capacidad de incidencia. Sin embargo eso fue bastante coyuntural, dado que con la divisoria del campo político, aunque el PS intentó sostener una posición similar (de hecho no participó de Cambiemos) lo acabó colocando en algunas alianzas que terminaron escorándolo más hacia el antikirchnerismo. Y, cuando planteó la posición propia, quedó desdibujado en una campaña muy polarizada. Ahora, con el macrismo en el poder, asiste a un campo político en el que la iniciativa la tiene la derecha y la oposición rotunda, de manera incipiente, es el kirchnerismo, mientras que existen sectores críticos más moderados en el sindicalismo y en un espacio peronista muy diverso. Quizás, el PS deba pensar ahora, como darse a sí mismo una política que no lo lleve a reivindicar el kirchnerismo de manera acrítica (como plantean los defensores de una “década ganada”) pero que lo coloque en una posición de izquierda frente al macrismo.
LV: Se ha dicho muchas veces que, al interior del PS, por sus diversos procesos históricos conviven dos almas: la liberal y la nacional popular. ¿Crees que la liberal-progresista ha tenido más terreno históricamente y que eso se ha expresado en los últimos años?
RMM: Creo que sí, que efectivamente el Partido Socialista desde su nacimiento y al menos hasta los años sesenta, fue tomando características de una fuerza liberal-progresista. Algo de eso permanece si se analiza su reclutamiento fundamentalmente universitario y su composición social. Y, aunque hoy tiene un menor rechazo de la tradición nacional-popular, eso sigue existiendo. Creo que difícilmente se le pueda pedir al socialismo que equilibre esas dos almas – porque la fuerza de las tradiciones tienen una historia y no se pueden reinventar a voluntad – pero sí que tenga una posibilidad de dialogar con menor rechazo con esta otra tradición que también está allí.
LV: El PS se define como un partido de izquierda y, de hecho, buena parte de sus tradiciones culturales se ubican allí. Sin embargo, la sociedad no parece visibilizarlo siempre en ese campo de manera nítida. ¿Cuáles crees que son las razones?
RMM: Es cierto que el significante “izquierda” está más apropiado por otros grupos (particularmente el FIT), en parte por méritos propios y en parte por la propia perdida de perfil de otras formaciones políticas. Yo diría que la pérdida de peso en el movimiento obrero y en otros movimientos sociales ha incidido en este proceso. Pero, además, creo que el principal problema es la carencia de una agenda que sea visibilizada más contundentemente como de izquierda. Es decir, una agenda que refiera a la dinámica económico-social del capitalismo en la Argentina. Pareciera que estos temas, aunque están, no fueran el centro de sus reclamos que pasan, a veces, por cuestiones más de tipo institucional. Ahora, con algunas de las políticas del macrismo, esos temas vuelven a aparecer y el PS, al menos desde el campo parlamentario, expresa posturas, por ejemplo, con respecto a los despidos o a la situación de los trabajadores con más nitidez. También es cierto que en tiempos donde hay gobiernos de signo nacional-popular, a un partido como el socialista le es más difícil expresar esas posturas y puede quedar preso de otras lógicas políticas.
LV: Como especialista en la historia del socialismo, ¿podrías marcas algunos momentos en los que al interior del PS apareció esa agenda más radical?
RMM; Yo diría que, aún con su dimensión liberal, el Partido Socialista original tenía una crítica a la estructura productiva argentina. Para el PS y para Justo, el gran problema era la estructura de tenencia de la tierra. No sé cuál es hoy la opinión del socialismo en un tema como este. En el propio Justo había una crítica muy fuerte a la forma de funcionamiento de los monopolios y, en los 30, hay algunos sectores que, dentro del PS, plantean una agenda muy avanzada de necesidad de planificación, socialización y desarrollo, a tono con el papel de la socialdemocracia internacional. Es decir que, efectivamente, el socialismo tiene un acervo de ideas relativos a la planificación social en lo que podríamos considerar un reformismo radical. Luego, diversos sectores que nacen a partir del Partido Socialista Argentino comienzan a tener un diálogo más importante con el mundo latinoamericano, algo más alejado de la tradición de la Internacional Socialista en la que siempre se había encorsetado. El fenómeno de la revolución cubana cumple un papel importante y la relectura de otros fenómenos de la izquierda en América Latina, así como los procesos antiimperialistas y descolonizadores de los años sesenta, genera un buen grupo de escisiones socialistas que beben de esas fuentes.
LV: Allí aparece también la tradición del Partido Socialista Popular
RMM: Efectivamente, es una tradición posterior, de los años setenta, pero que intenta recuperar clivajes de lo nacional popular. Tanto el MNR como el PSP viven ese proceso, pero luego, como comentaba matiza los componentes más nacionalistas para adquirir un perfil de tono socialdemócrata.
LV: ¿Cómo se explica esa transición ideológica?
RMM: Creo que se vincula con una mutación más general que hay en el espacio de la izquierda política argentina. El impacto del proceso genera una revalorización de ciertos componentes de la tradición liberal-democrática, que se ve claramente en los debates del exilio que mantienen intelectuales como Portantiero, Altamirano, Terán o Aricó. La necesidad de reforzar un marco democrático compartido, de desarrollar una cultura democrática que no lleve a la resolución de los conflictos por la violencia, inciden muy fuertemente en toda la izquierda y en el socialismo, fundamentalmente en el PSP.
LV: También es el triunfo en el plano internacional de la salida de la dictadura en España y la llegada de los socialistas como culminación de la transición política, además de la apertura portuguesa post-revolución de los claveles. ¿Ese proceso incide?
RMM: Exacto. Las tradiciones europeas favorecen ese proceso. Los españoles y los portugueses tienen su transición en los momentos más conflictivos y duros de la Argentina. Entonces, cuando uno ve los debates de principios de los años ochenta, ellos ya lo tienen desarrollado. El PSP, mucho más que el PSD, es un partido muy vinculado internacionalmente, sobre todo después de 1983. Sus vínculos con el movimiento socialista internacional permite ciertos diálogos que modifican posiciones precedentes. Paradójicamente este partido que viene de una reafirmación más nacional-popular, tiene un diálogo con ese socialismo más liberalizado y modernizado que le produce replanteos profundos y que le permite una inserción en ese nuevo mapa político argentino dominado por el alfonsinismo y la reapertura democrática.
LV: Volviendo a la actualidad, pareciera que un proceso como el macrista podría favorecer al PS, si es que existe en el marco social la visión de que una alternativa de izquierda democrática y reformista es necesaria.
RMM: Efectivamente, uno puede pensar que, sin que los lugares estén dados o guardados para siempre, es posible que el escenario político argentino facilite hoy un espacio para el Partido Socialista y una construcción de izquierda democrática. Hoy tenemos, en el hemisferio peronista, dos posiciones más o menos claras, representadas por un lado por el PJ y la Liga de los Gobernadores, así como también por el Frente Renovador de Massa, y una expresión más radical vinculada fundamentalmente al kirchnerismo. En el espacio no peronista hay claramente una fuerza de derecha definida y gobernante, a la que se liga el radicalismo. Falta, por ende, un espacio de izquierda progresista por fuera del FIT.
LV: ¿Y cómo crees que puede construirse una agenda para ocupar ese lugar?
RMM: En principio creo que es posible pensar hoy en la construcción de una agenda de izquierda con posiciones muy críticas no solo del estilo de gestión de Macri sino sobre todo de sus políticas y del sector para el que está gobernando, desde una fuerza de izquierda democrática. Pero eso supone tener una lectura propia sobre la política económica, sobre quienes está recayendo el ajuste y sobre quienes resultan los beneficiarios. Esto no significa que se deba coincidir necesariamente con el otro polo radical – ya sea el FIT o el kirchnerismo-. Claro, puede que en algunas cosas si existan coincidencias y en otras no, pero lo que podría haber es una toma de posición más definida sobre el proyecto económico-social que sostiene este gobierno. Creo que el socialismo debiera tener planteos más fuertes cuando se moviliza el movimiento obrero, cuando hay reclamos de sectores desocupados y de otros grupos excluidos. Esto implica, necesariamente, tener más inserción y, en tal sentido, me refiero a estar dentro de estos movimientos. Por ejemplo, en lo que respecta al movimiento obrero ha perdido posición ya no solo frente al peronismo – esto sucedió hace muchísimos años – sino también a la izquierda más radical. Esto no se logra, por supuesto, solo con voluntarismo sino que es un desarrollo político de años. Hay otros sectores, por ejemplo, en los que el Partido Socialista sí tiene una inserción propia. Pienso, fundamentalmente, en el ámbito universitario con el Movimiento Nacional Reformista (MNR) que es un actor importante en el movimiento estudiantil. Allí creo que el socialismo también podrá ser un actor relevante en estos años, considerando ya las políticas que el macrismo planifica para la Universidad.
LV: ¿Creés que gestionar una gobernación y una intendencia modificaron la lógica de una construcción nacional?
RMM: Creo que puede hacerse una doble lectura. Es posible y hasta un poco lógico que gestionar refuerce algunas posiciones algo defensivas. Es decir, que la responsabilidad de gobierno implique que en algunos temas nacionales haya que pensar dos veces o tres veces antes de plantear cuestiones que puedan afectar la construcción local. Esto, claro, tiene sus beneficios y sus riesgos. Ahora bien, el socialismo logró instalar la idea de buenas gestiones, a pesar de los ataques que se realizaron en los últimos tiempos instalando la cuestión narco – que sí tuvieron una incidencia en la imagen -. Creo que Rosario sigue teniendo la imagen de una buena gestión, de una ciudad con una calidad de vida casi modélica en la realidad argentina y que, en el caso de la Provincia, eso no se logró instalar de la misma manera aunque podría suceder progresivamente.
LV: El Partido Socialista acaba de cumplir 120 años. ¿Crees que el balance de su vida política es lo suficientemente rico como para construir una opción superadora a futuro?
RMM: No sé si exactamente de una opción superadora. Pero creo que a pesar de su virtual disolución durante algunas décadas – prácticamente desde comienzos de los sesenta hasta entrados los ochenta el socialismo eran muchos sellos – el PS hoy en día construyó una tradición. Existe la tradición socialista y tiene cierta visibilidad. Uno diría que en el año 1985 había un Partido Comunista que era más visible y relevante que el Partido Socialista. Bueno, hoy es al revés. El Partido Socialista logró una relevancia más importante y habla por un lado de una cierta tradición, de una historia y unas figuras con cierta visibilidad al menos en un sector de la sociedad argentina. Porque, efectivamente y como planteábamos antes, el PS pierde después de los años cuarenta contacto con el movimiento obrero pero mantiene un diálogo con un sector nada despreciable de clases medias progresistas. El PS dialoga y tiene vínculos con esos sectores que lo mantienen vigente. Y, por último, el caso santafesino y rosarino le permiten una visibilidad importante como partido capaz de gestionar la cosa pública. La demanda por una izquierda democrática, algo ocluida por otras durante años, sigue vigente y el socialismo tiene la posibilidad de ocupar ese lugar.
RICARDO MARTÍNEZ MAZZOLA es Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y docente e integrante del Centro de Historia Intelectual de la Universidad Nacional de Quilmes (unq). Su área de investigación es la historia del socialismo en Argentina.