El Vaticano nunca le revocó la condición religiosa. Ahora cobran mayor fuerza las voces que reclaman una definición a quien, ni como cardenal ni como Papa, quiso recibir a las víctimas del cura condenado por abuso sexual agravado.
El caso del sacerdote Julio César Grassi es uno de los más incómodos para la Iglesia argentina, aunque está muy lejos de ser el más grave -basta recordar los casos denunciados en el Seminario de Paraná, que involucran a decenas de personas-. La decisión de la Corte Suprema, que rechazó la apelación presentada por los abogados del cura y confirmó la condena a 15 años de prisión (Grassi ya lleva cuatro) no admite ninguna otra instancia: para la República Argentina, en todas sus instancias, el religioso es un abusador de menores y no hay nada más que se pueda agregar.
Sin embargo, Grassi (que está en la Unidad Penitenciaria Nº 41 de Campana, donde continuará detenido) sigue perteneciendo a la Iglesia, e incluso se informó que oficia en la cárcel. Con la condena, cobran mayor fuerza las voces que reclaman una definición de su situación al jefe de esa institución, el argentino Jorge Bergoglio, que como cardenal y luego como Papa, nunca quiso recibir a las víctimas del ex titular de la Fundación Felices los Niños.
[blockquote author=»» pull=»normal»]»Si no fue condenado a una pena mayor fue por el lobby de la iglesia y de los amigos que tiene en el poder”, dijo el abogado querellante.[/blockquote]
El abogado querellante en la causa contra Grassi, Juan Pablo Gallego, aseguró ayer a Radio Nacional que todo el proceso judicial estuvo sometido a presiones desde sectores del poder: “Hubo una enorme telaraña de presiones, y si el sacerdote no fue condenado a una pena mayor fue por el lobby de la iglesia y de los amigos que tiene en el poder”. Gallego remarcó que “siempre tuve la certeza de la verdad de las víctimas y sentí que el resultado sería éste”. Y recordó que el propio «(Ricardo) Lorenzetti me transmitió que por el caso estaba recibiendo mucha presión». Si bien no dijo de dónde, recibió dichas declaraciones luego de una reunión que mantuvieron el titular de la Corte Suprema y el Papa en el Vaticano, en dónde confirmaron que hablaron del caso de Grassi.
El letrado además, se expresó respecto de cómo debería actuar la Iglesia una vez que la justicia argentina emitió una sentencia definitiva: «Tiene que ser reducido a laico conforme a los protocolos del Vaticano. No puede continuar como sacerdote, sería una enorme señal que el Papa debería dar y esto debería dar alivio a las víctimas. Es un gran delincuente que no honró la institución».
En un mismo sentido, la titular del Comité de Seguimiento de los Derechos del Niño, Nora Schulman, indicó que Bergoglio, tanto cuando estuvo al frente de la Conferencia Episcopal Argentina, como luego actuando ya como Sumo Pontífice, «nunca recibió a las víctimas del padre Julio César Grassi», y advirtió que, tras la ratificación de la condena, pedirán al Vaticano su intervención para que retiren el estado sacerdotal del pedófilo condenado.
LA SENTENCIA
El delito por el cual fue condenado Grassi es «abuso sexual agravado por resultar sacerdote, encargado de la educación y de la guarda del menor víctima, en concurso real entre sí, que a su vez concurren formalmente con corrupción de menores agravada por su condición de encargado de la educación y de la guarda». (Al final de la nota, link al fallo unánime de la Corte).
El Obispado de Morón (de quien dependía eclesiásticamente Grassi) emitió un breve comunicado en el que informa que «desde el inicio del juicio el sacerdote fue separado de toda función pastoral de la diócesis» y que «está vigente sobre este sacerdote la medida dictada por el obispo de Morón, Monseñor Luis Eichorn, que le prohíbe el ejercicio público del ministerio». Añade el texto que el Obispado «actuará de acuerdo a los procesos canónicos vigentes que disponga la Santa Sede, los que serán informados debida y oportunamente a la opinión pública».
El expediente para la separación del sacerdote está en Roma desde diciembre pasado y ahora depende de Eichhorn recomendarle al Papa Francisco los pasos a seguir. El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, Francisco dijo que la Iglesia llora y se avergüenza por los abusos sexuales a menores de una minoría de sacerdotes. «La Iglesia conoce el sufrimiento» de esas víctimas que sufrieron, además, «la omisión de asistencia, el encubrimiento, la negación y el abuso de poder».
CUATRO LIBROS PARA DEFENDER A GRASSI
Schulman recordó que «hubo un lobby infernal que hizo gente de la Iglesia Católica» para defender al cura Grassi y que el propio Francisco, aún como cardenal Bergoglio, pidió una investigación supuestamente «neutral», a un abogado cercano a la Iglesia, Marcelo Sancinetti, que dio como resultado cuatro libros, que según Schulman «denostaban a las víctimas y decían cosas terribles».
Según publicó Infobae, que aseguró en diciembre pasado haber tenido acceso a esos libros, Sancinetti dictaminó que Grassi no sólo es inocente de abuso sexual contra esos pupilos, a quienes el abogado llama «falsos acusadores»: también dijo el cura también fue víctima de un complot urdido por un poderoso multimedios.
El abogado Gallego dijo algo aun más grave: que los escritos de Sancinetti aseguran que la Iglesia no tiene por qué someterse a la justicia «mundana». Precisamente lo que parece subyacer en cada uno de los casos en los que la institución religiosa procura ocultar y «reubicar» a sus numerosos miembros acusados de abuso, y en algunos casos -como en el célebre caso del Seminario de Paraná- donde las autoridades eclesiásticas realizan su propia «investigación» y su propio «juicio», y consideran que no tienen por qué denunciar los episodios deshonrosos a las autoridades estatales.
Ver el fallo de la Corte Suprema haciendo click aquí.
Foto: Alejandro Amdan