El Conicet trabaja con las comunidades mapuches en Neuquén recuperando conocimientos ancestrales de gran valor para la conservación del medio ambiente.
En la Argentina, la Patagonia árida es un territorio donde la escasez de agua, los vientos fuertes y las bajas temperaturas crean un ambiente hostil dominado por una vegetación achaparrada de hierbas, pastos y arbustos. A pesar de ello, ha sido habitada por diversos grupos humanos desde hace por lo menos 10.000 años, los cuales han aprendido a valorar y a aprovechar todos los recursos naturales para su subsistencia.
Juana Aigo, investigadora del CONICET, entrevistó a pobladores de tres comunidades mapuches (Puel, Raquithué y Lafquenche) que habitan los alrededores de los lagos Aluminé, Huechulafquen y Paimún, provincia del Neuquén, para registrar cómo los conocimientos tradicionales que tienen sobre los recursos acuáticos permiten pensar alternativas de desarrollo, y tomar decisiones de conservación y manejo sustentable de los recursos naturales.
UNA COSMOVISIÓN DIFERENTE
Para las comunidades mapuche cordilleranas del oeste de esa provincia, los cuerpos de agua son considerados entidades vivas merecedoras de respeto. “Es por eso que desde la cosmovisión de muchos pueblos originarios, la naturaleza es parte constituyente de un continuo en el que humanos y no humanos se relacionan como piezas iguales dentro de un mismo universo”, explica Aigo, investigadora asistente del Grupo de Etnobiología e Instituto de Diversidad y Evolución Austral, (IDEAus–CONICET).
“Desde el razonamiento antropocéntrico occidental muchas veces suponemos que la naturaleza se encuentra a nuestra disposición. Desde la visión biocéntrica de los pueblos originarios, esta relación no es jerárquica sino horizontal y armónica. Todos los elementos de la naturaleza se encuentran en un mismo nivel: personas, flora, fauna o cualquier otro componente del ambiente, y las acciones que una persona realiza tiene una consecuencia para otro componente. Por ejemplo para extraer cualquiera de los elementos que componen los lagos y ríos, las comunidades parten del permiso y reciprocidad con el ambiente”, explica la investigadora.
LA INVESTIGACIÓN
La científica se acercó a la comunidad Puel vinculada a un proyecto interdisciplinario de extensión de la Universidad Nacional del Comahue, Centro Regional Bariloche, que se inició a partir de un pedido de asesoramiento técnico que realizaron los mismos pobladores para estudiar las lagunas que se encuentran en los alrededores de su territorio, con el objetivo de encontrar estrategias económicas alternativas a la cría del ganado.
“La importancia de este trabajo realizado además junto a Ana Ladio, investigadora independiente del CONICET y Directora el Grupo de Etnobiología de la Patagonia, es que recopila datos empíricos sobre la visión que tienen estas comunidades sobre los cuerpos de agua y los seres que los habitan. Se busca que esta información sirva como herramienta para que a la hora de conservar o manejar determinado recurso, puedan ser considerados estos puntos de vista y se invite o incluya a las comunidades a participar del proceso de toma de decisión, favoreciendo de esta manera la conservación biocultural” asegura.
Estas comunidades mapuche de la provincia del Neuquén actualmente administran en parte y según sus propios criterios distintas actividades o emprendimientos vinculados al sector turístico, como algunos campings y un centro de esquí en el caso de la comunidad Puel.
De la información recolectada para el trabajo, son varios los aspectos que llamaron la atención de la científica.
“Es sumamente interesante el conocimiento local sobre las especies de peces y el impacto que algunas pueden tener para el ambiente. Los conocimientos en las comunidades estudiadas incluyen saberes y prácticas que han sido moldeadas a través de la historia y con una fuerte impronta simbólica. Esto se vio reflejado en los relatos de los pobladores por ejemplo respecto al conocimiento de las truchas, que son animales que fueron introducidos y su percepción como especies que invaden y matan a otros peces de los ambientes acuáticos. Una pobladora en su relato nos transmitía que su abuela contaba ‘que de pronto aparecieron en el río esos peces grandes, cabezones, que no había visto antes, ya anduviera cerca el winka’ (hombre blanco)”, destaca la investigadora.
Para Aigo las creencias propias que conforman la cosmovisión mapuche se van transformando y adaptando a los cambios y al impacto ambiental y social que ha sufrido Patagonia a lo largo del tiempo.
“Este conocimiento tradicional es dinámico y todo el tiempo se va resignificando. Por eso es importante destacar como estas creencias luego se traducen en normas que regulan el comportamiento social sobre estos ambientes favoreciendo su conservación. Por ejemplo si se realiza cualquier tipo de extracción de un recurso que sea solo lo que uno necesite, porque tomar de más, según la percepción de los pueblos originarios, significa causar daño a la naturaleza”, afirma.
En base a CONICET y Leisa