Argentina se apresta a construir dos nuevas centrales nucleares, aunque todavía no está claro qué hacer con los residuos radioactivos que generan las que actualmente están en funcionamiento.
Hace pocos días se produjo un accidente en un depósito subterráneo de residuos nucleares en Hanford, una pequeña localidad estadounidense ubicada a 300 kilómetros al sudoeste de Seattle, en el extremo noroeste del país. El Departamento de Energía de Estados Unidos informó que se produjo el hundimiento de un túnel lleno de residuos altamente radiactivos. El episodio reavivó en todo el mundo la polémica por la disposición final de los residuos generados por la industria nuclear.
El tema de los residuos nucleares es uno de los problemas más preocupantes a los que debe hacer frente la industria nuclear. Las cantidades de residuos no son muy grandes, pero contienen radioisótopos que pueden tardar varios cientos de años en alcanzar un nivel de radiación sin peligro para la vida.
Los residuos radiactivos contienen distintos elementos inestables. A medida que la energía es liberada, la radiactividad disminuye. Es decir, con el tiempo, los residuos radiactivos decaen o, lo que es lo mismo, se vuelven menos radiactivos. Algunos dejan de ser radiactivos en horas o días, pero, en otros casos, esos períodos pueden prolongarse por cientos o incluso miles de años.
En nuestro país, donde contamos con tres centrales nucleares, se ha optado por un criterio de clasificación de los residuos radiactivos por niveles (muy bajo, bajo, medio, alto) de acuerdo con el tipo de radiación y decaimiento de los elementos que contienen. De esto depende también el tratamiento que se le da a los mismos, siendo los provenientes de los reactores los de más alto nivel.
Básicamente, después de ser utilizado en las centrales nucleares, el combustible irradiado altamente radiactivo es extraído del reactor. Generalmente este combustible «gastado» está siendo almacenado temporalmente en piletas de enfriamiento. Luego de permanecer un período de entre seis y quince años en las piletas, se los traslada para un almacenamiento en seco, por ejemplo en silos de hormigón, como se puede ver en la central nuclear de Embalse (provincia de Córdoba).
En el resto del mundo es común también colocarlos en lugares denominados de «disposición final», lo que básicamente quiere decir enterrarlos bajo el suelo o el lecho marino, en un lugar de almacenamiento especial con suficiente protección para contener la radiactividad, y evitar así que los residuos entren en contacto con la biosfera, hasta que no presenten riesgos para las personas o el ambiente.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Los residuos nucleares son uno de los problemas más preocupantes a los que debe hacer frente la industria nuclear. Algunos siguen siendo radiactivos por cientos o incluso miles de años.[/blockquote]
LAS NUEVAS JOYAS DE LA CORONA
La estatal Nucleoeléctrica Argentina (NASA) anunció en mayo que se firmará el primer contrato comercial con China para la construcción de dos nuevas centrales, Atucha III, la cuarta del país, (al lado de Atucha I y II, en la localidad bonaerense de Lima), y una quinta en la Patagonia. El mismo gobernador de Río Negro Alberto Weretilneck, quien acompañó al presidente Macri a su visita a China, se encargó de anunciar que su provincia tendrá la primera central nuclear de la Patagonia, y la quinta del país.
Se bien se especula con que la instalación de la central podría darse en Sierra Grande -en el sudeste de Río Negro-, Weretilneck señaló que el la empresa INVAP Sociedad del Estado está realizando estudios para definir el lugar.
El proyecto del Gobierno nacional es que esta obra se desarrolle entre 2019 y 2020, luego de la finalización de Atucha III. Las dos nuevas centrales se construirán con aportes chinos por más de 12.500 millones de dólares.
Todo esto desató mucha polémica en la región y algunas de las voces que se oponen a estos proyectos reclamar un amplio debate social previo a la instalación de una central nuclear, sea en la jurisdicción provincial, sea en el ámbito regional. No se puede aceptarse la noción de “zona de sacrificio”, que lamentablemente se “popularizó” con la irrupción de la mega-minería en el sur del planeta.
Una de esas voces es la del gobernador del Chubut, Mario Das Neves, quien expresó su rechazo a la instalación de una planta de generación de energía nuclear en la localidad rionegrina de Sierra Grande o en cualquier otro territorio cercano al Chubut.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Las centrales nucleares emiten menos gases que contribuyan al cambio climático, a la acidificación de las lluvias, a la contaminación de las grandes ciudades, la destrucción de la capa de ozono o al efecto invernadero, pero generan las basuras más peligrosas que produce el ser humano.[/blockquote]
LOS PRO Y LOS CONTRA
Mientras las centrales térmicas convencionales queman combustibles fósiles para la producción de electricidad, una central nuclear obtiene su energía de la fisión del átomo de uranio. Esto significa que una central de este tipo no envía a la atmósfera óxidos de carbono, de azufre, de nitrógeno, ni otros productos de combustión, tales como las cenizas. Las emisiones de las torres de refrigeración, tan frecuentemente utilizadas como símbolo de la contaminación producida por las centrales nucleares, son sólo el remanente del vapor de agua utilizado para mover la turbina que genera la electricidad.
Básicamente una central nuclear aprovecha el calor liberado en las reacciones de fisión nuclear y ese calor se utiliza para generar vapor de agua que impulsa una turbina de vapor conectada a un generador que produce electricidad.
Es cierto que las centrales nucleares emiten menos gases que contribuyan al cambio climático, a la acidificación de las lluvias, a la contaminación de las grandes ciudades, la destrucción de la capa de ozono o al efecto invernadero, pero generan las basuras más peligrosas que produce el ser humano; los residuos nucleares. Que no solo son radiactivos, sino que persisten por siglos. Residuos para los cuales todavía no se ha encontrado una solución para su almacenamiento seguro durante tanto tiempo.
Por todo esto es que en la mayoría de los países se está planteando el debate sobre la seguridad y el futuro de las centrales nucleares. En la Unión Europea la cuestión sobre el uso de las energías nucleares ha sido tema de debate desde hace décadas, y tras la catástrofe ocurrida en la central japonesa de Fukushima, gobiernos como el alemán y el suizo decidieron abandonar este tipo de producción de energía. Alemania aprobó en 2011 un calendario para cerrar de forma gradual las centrales que había en funcionamiento y fijó el año 2022 para el apagón nuclear.
Considerando todo esto y el impacto que puede llegar a tener la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, es preciso aplicar el principio de precaución que puede invocarse cuando es urgente intervenir ante un posible peligro para la salud humana, animal, vegetal o biológica en general.
Se ha demostrado que la energía nuclear, que iba a ser tan barata, es la forma más cara de producir electricidad cuando se considera su ciclo completo, con sus respectivos efectos negativos sobre el ecosistema global del que dependemos.
Desde la reconocida organización ambientalista Greenpeace plantean además que la energía nuclear socava a las soluciones reales al cambio climático al desviar las inversiones necesarias para la implementación de fuentes de energía limpias, renovables y eficientes.
Es por esto que como sociedad nos debemos un serio debate sobre el futuro de la producción de energía, que si bien es algo muy necesario para el bienestar de todos, no tiene por qué ser a costa de destruir y contaminar con basura radioactiva nuestro territorio.
En base a El Cordillerano / El Patagónico / Greenpeace / Comisión Nacional de Energía Atómica / eldiario.es