Un unicornio se aposta al lado de una taza de té y enfrente de un auto de carreras, detrás de ellos, un pato amarillo con pico rojo, un burro gris con cara de caballo y un elefante blanco los persiguen, nunca acortan los metros de distancia, siempre están a la misma distancia. Todos juntos pueden ser una calesita o una mueca de Oberdan Rocamora.
1979. CORRIENTE Y URUGUAY. CAFÉ DE LA PAZ.
Un hombre tiene el truco para sacar todas las historias de la máquina de granadas.
Antes de abrir su cuaderno negro “Moleskine” sabe que escribirá sobre un desangelado que busca un golpe de suerte al margen de la ley, sabe que su personaje terminará fracasando porque todo termina mal y que hay algo en él que disfruta ese desenlace, sabe que ese personaje llevará a cabo perversiones que él no cometerá, lo único que no sabe es su rostro. Ya describió presentaciones de jabones, citas a ciegas en primera junta, una clínica de muñecas, noches de propinas desmedidas en el Petit Colón, OVNIS en la Avenida Santa Fe, ferias americanas, Torinos con llantas vencidas, músicos de blues en la línea B de subtes y vedettes ciegas. Siempre se para sobre tipos que buscan demoler lo que son, aunque no sepan qué hacer con los escombros.
“Esta es mi última mesa”, advierte Federico, el mozo histórico del café que se va de “La Paz”, en adelante conducirá un taxi de su pertenencia. “Le serví café a tres generaciones distintas, a los Eichelbaum, al viejo Samuel , al hijo Mondy y a los hijos de Mondy. Mi tiempo acá ya pasó. Se me calientan las piernas, tengo problemas de circulación y no quiero que me saquen de adentro de La Paz como al pobre Ming. Tal vez extrañe, pero en 5 horas voy a levantar lo que acá hago en 14”. Solo un mozo que cambia de trabajo. Lazo simple que se rompe en una ciudad que vive rompiéndose, en donde las opciones no prestan la menor importancia a los hombres grises. Las luces no se apagan, lo que se apagan son las almas. Con el éxodo, llega la historia: “Los mozos de La Paz son distintos a los mozos de La Ópera, o a los del Premier. Interpretan a los que se atreven a entrar, a los que tienen vergüenza de estar, a los solos, a los que se hacen los solos, a los duendes, a los suicidas, a los chetos, a los reventados, a los descartables. Ningún oficio de Avenida Corrientes es de oído, acá los fantasmas abundan, se percibe la persistencia de una tradición bohemia o pensante” piensa en voz alta el periodista. Sabe que lo van a publicar porque lo que tiene es bueno y porque lo firma él. Soñó transmitirlo como Roberto Arlt, lo hará como Jorge Asís.
1984
Barrio de Caballito. Yerbal y Parral. Piso 5to. Departamento A. No hay teléfono. Los chicos duermen, su mujer también. Asís pone una frazada debajo de la Olivetti lexicón 80 para no hacer ruido y despertar a todos. Asís está acabado. Se siente Gatica en la cantina de Prada. Nadie quiere que toque su máquina de escribir, sus libros ya no se venden y ya no le mandan cartas. Su contador lo llamó solo para decirle que estaba arruinado. Tras la publicación de «Diario de la Argentina», donde destrozaba la barbilla del monstruo Clarín, la coordinadora alfonsinista lo obturó de todos lados.
Escribí obturar pero quise decir prohibir. Tal vez por miedo, tal vez porque la capacidad del escritor siempre visualizó las incapacidades políticas del radicalismo. Asís siempre fue un observador de lo concreto, algo que nunca tuvieron los radicales. Pese a no tener nada que hacer, el turco no quiere que lo rescaten, se defiende solo de una generación literaria a la que nunca terminó de pertenecer del todo y que no lo busca ni para venderle una rifa. Sabe que a veces un hombre puede ser cantinero y a veces entrar en una servilleta de papel, sabe que hay audiencias calificadas que lo exigen y cuestionan, y lectores de imanes de heladera. Intuye que la lógica de telgopor que celebró su mirada urbana en esa madrugada lo decretaba fuera de época. Recuerda hostigado como los muchachos del boliche “Las Palomas” critican que escribe mierda para comer: Jorge Asís acaba de rubricar bajo seudónimo “Como levantar minas”, libro que terminó en un día y del que vivirá un año y medio. “Vender palabras, lo peor que le puede pasar a un escritor” afirmó uno de los licenciados en algo y director de un suplemento cultural para chicanear. “Error, lo peor que le puede pasar a un escritor es intentar vender palabras y no tener compradores, eso le pasa a los malos”, contestó Oberdan.
Silencio de goleada, solo por unos segundos.
[blockquote author=»» ]Asís siempre fue un observador de lo concreto, algo que nunca tuvieron los radicales. [/blockquote]
Hay noches que se desarman como la adversidad y para eso Asís tiene que estar despierto. Ya no luce, ya no queda bien frecuentarlo, ya no conviene citarlo, ni invitarlo a ningún lado. Le sacaron su después a punta de democracia. El exilio a España había fracasado, las librerías no lo necesitaban, la República tampoco. Lo único que le pasaba era el tiempo y no podía simular ni en el acto por el día de la Bandera de una de sus hijas. “El silencio es una simulación”, pensó. Y pensó bien. De repente se empezó a inflar, se peinó el bigote, levantó el mentón y a medida que pasaron las horas fue componiendo un personaje, contra la angustia del trapecio y CONTRA TODOS. Por los que dormían y por él. De ese personaje coaguló un libro: “Cuadernos del acostado” que publicó tras salir de la malaria solo por el placer de la venganza fría, porque Asís es un medidor de tiempos. Resentido. Letal.
HORA CLAVE. 13 DE JUNIO DE 1996.
A la derecha de Mariano Grondona hay dos palmeras chinas de 4 metros de altura, a sus espaldas un decorado rojo con ventanas grises metalizadas. Siendo el único que no pertenece al mundo vegetal, a su izquierda está Jorge Asís, quién desde su llegada a la UNESCO, porta traje, moño negro escocés y bigote zarista: “Gerardo Romano es un transgresor módico, participa de una estética de reventado culposo, por esa tapa de noticias (que mostraba al actor con los labios pintados bajo el titulo “los argentinos son bisexuales”), por todo lo que la gente imagina de él, el resultado desde el punto de vista artístico es bastante pobre, como está tan reventado, es muy difícil agarrarlo, es una especie de pescado aceitado que uno lo tiene que tomar con manos enmantecadas, como está reventado, nada le importa, todo lo va a desacreditar, incluso esta intervención”. Romano le contesta por carta en “Memoria”, de Chiche Gelblung, dos días después, el cierre del descargo fue curioso: “No sé que hace este mono con olor a pis, pis con is de Asís”. Se conceden el derecho a réplica y 7 días más tarde, vuelven a lo de Grondona. Pantalla partida. A la izquierda de los televisores, Romano está sentado con una campera de jean con corderito, a la derecha Asís con traje de seda. “¿Vas a leer como Susana Giménez, AH, vas a leer? Pregunta en forma de KO el embajador.
Romano se pone los lentes, lee su carta. Asís le hace muecas a la cámara, se toca la cara y se pone una lapicera en el bigote: “Calmate Romano, estas un poco nervioso, para que te salga bien, vos sos actor, te podés relajar un poco mejor, te noto forzado, aparte temblás”. Pausa. En el corte todos permanecen en silencio. Romano amaga con tomar la palabra y Asís hace un ademán de odalisca en el aire. “Esperaba tener un dialogo y que me cuestes un poco más, no que vengas con un discursito”. Romano levanta la voz, luego pide auxilio con los ojos. Asís toma la palabra: “¿Qué es lo que le preocupa a este transgresor módico que en la mesa de los transgresores ni siquiera pudiera cebar mate? que mi descrédito no le lleva gente al teatro, es un hombre que no da más, que le estalla la croqueta. A mí sinceramente no me interesa si Gerardo Romano atiende con los dos teléfonos o no, si es homosexual o duerme como una tortuga”. Interrumpe el actor: “La gente te tiene asco Asís”. Mariano Grondona pide que se den la mano. Acceden.. Rememorando su “Canguros II”, Asís lo hizo CARNE PICADA. Fin del debate cultural de los 90.
2009 – CRÓNICA TV.
El programa de Anabella Ascar termina con la perra Dominga echada en los pies de la conductora, la Momia Blanca con la boca manchada saboreando una medialuna y Zulma Lobato con la camiseta de Estudiantes de la Plata y peluca dorada bailando para llegar al Maipo. En la puerta del estudio aguarda Jorge AsÍs para hacer “Poder Vacante”, el programa que la señal emite después del segmento más visto y el sorteo de las loterías: hoy recibe a Carlos Menem. Pronto el vehículo del ex presidente se estacionará en la puerta de Riobamba 280 rodeado de 2 patovicas y 4 custodios. Al cruzar el pasillo, se abrazan con firmeza. Cariño turco.
Asís se convirtió en una voz de consulta inexorable ante los alaridos intelectuales de baja intensidad de los últimos años. Está en otro avión, ese que llega antes porque no lleva bultos, traslada conceptos. Es de esos tipos que abren ventanillas donde el resto ve un baño clausurado. “Para ser peronista sólo basta con decir que sos peronista. Nadie puede decirte que no lo sos”. Asís interpreta al peronismo como aquella polea de transmisión que conduce a la suite del dominio. Menem sonríe como remate. Asís lo sigue. Tal vez esa risa cómplice involuntaria describa comodidad, tal vez gestión. Menem lo rescató del aplazo de Clarín. El pupilo no olvida ni desparrama vinagre sobre su gobierno, le extiende una toalla limpia. Ahora Asís lo resucita elevándolo a la categoría de disertante sin pasado.
[blockquote author=»» ]Asis se convirtió en una voz de consulta inexorable ante los alaridos intelectuales de baja intensidad de los últimos años.[/blockquote]
Continúan. “El peronismo es la ideología del poder inevitable, el peronismo es ganar, el kirchnerismo es la prueba que desde el poder se puede llegar al delito pero también que desde el delito se puede llegar al poder, es lo que lucra para la corona, es lo que convierte a una idea en un sistema recaudatorio de acumulación, es el epílogo de la revolución imaginaria, es lo que siempre se impone y lo que ya no fluye”. Enumeran anécdotas omitiendo desastres, dividen al peronismo orgánico del kirchnerismo todopoderoso y mantienen una charla sin cortes comerciales y con niveles de culpa similares a una disertación de dos suizos sobre el calentamiento climático.
21:30. Pasa. Sorteo del Quini 6. Menem y Asís aguardan 15 minutos en la sombra a la espera de la emisión de un sorteo que duplica en rating al intercambio turco. Sale el Quini Tradicional. Menem pide ir al baño. Sale la segunda, el Quini revancha, Asís se acomoda la corbata verde esmeralda. Sortean el Siempre Sale. Menem vuelve del baño. Sale el Pozo Extra. “Venimos”, se escucha por la cucaracha. ¿Cómo continuar una charla sobre peronismo atravesada por el azar? “¿En que estábamos?”, pregunta Asís. “Ah, sí, en la autocrítica. Cuando no hay movilidad social, a veces la corrupción es el único método inexorable para el escalamiento. ¿Qué otra manera de ascender hay?”
-Ganarse el Quini, sentencia Menem.