El sindicalismo argentino se encuentra íntimamente vinculado al movimiento peronista. Ana Natalucci y Guillermo Gallo Mendoza analizan esa relación en un contexto de cambios en el mundo laboral y de nuevos emergentes en las luchas obreras.
Cuando hablamos de sindicatos y trabajadores en Argentina, pensamos inmediatamente en el peronismo. Tanto para antiperonistas como para peronistas -al margen de sus versiones de la historia- los vocablos suelen venir juntos. A pesar de que no sean sinónimos, y de que también existan y haya habido sindicalistas socialistas, anarquistas, comunistas y trotskistas, guste o no, convenga o no, la historia del peronismo y del sindicalismo están conectadas.
En ese sentido, existe un fenómeno curioso, que no debe dejarse de lado: la historia del movimiento obrero es una antes de 1945 y otra después de 1945. Un año puntual –y para algunos, un hecho puntual, el 17 de octubre- marca un hito clásico en la historia argentina. Incluso para quienes objetan los fundamentos doctrinarios del peronismo, nadie duda de que ese año y los subsiguientes significaron una bisagra en la historia del movimiento obrero argentino, que trasciende la historia del peronismo y más aún del Partido Justicialista. Entonces: ¿qué es lo que pasa y qué es lo que pasó entre el peronismo y el sindicalismo? ¿Por qué ese vínculo tan estrecho? ¿Y por qué hoy esa alianza parece haberse extinguido?
EN ARGENTINA HUBO UN PARTIDO LABORISTA
Una de las formas más sencillas de explicar las preguntas a las que hacemos referencia es recordar la existencia del Partido Laborista argentino, de corta vida pero de intensa importancia para entender la relación entre los sindicatos organizados, su apoyo a Perón y sus conflictos con el propio líder. Inspirado en el Partido Laborista británico -que da un rol protagónico e institucional a los gremios, llegando incluso a formar parte de su financiamiento- el partido estaba conducido por los propios gremialistas, que se repartían la conducción entre varios. Con un fuerte lazo con la CGT, fundada en 1936 (apenas 9 años antes), el Partido Laborista estaba dirigido por Luis Gay, Cipriano Reyes y María Roldán, tres dirigentes sindicales de peso y vuelo político, que condujeron al partido en esos tormentosos años.
Esta historia, a menudo olvidada, ha salido recientemente a la palestra después de que Ana Natalucci, Doctora en Ciencias Sociales, investigadora del CONICET y estudiosa del movimiento obrero argentino, provocara revuelo en el mundillo sindical con una serie de declaraciones en una entrevista a La Política Online. Según Natalucci para entender ese proceso, hay que situarse en el crecimiento de la base obrera ocurrida luego de 1943 y en la existencia de una «vieja guardia sindical» -término acuñado por el sociólogo Juan Carlos Torre-, que dio nacimiento tanto a la CGT como, luego, al Partido Laborista, que sería el gran responsable de llevar a Perón a la presidencia. Para Natalucci, ese período no fue nada fácil ni color de rosa. Consultada al respecto, detalló: “De 1945 a 1948 es una época de institucionalización del peronismo. Este período, no obstante, es un momento de gran disputa. Muchas veces los sindicatos tienen una visión romántica del primer peronismo y del peronismo en general, pero la verdad es que había mucho conflicto y lo cierto es que la disolución del Partido Laborista es de alguna manera una imposición de Perón contra la vieja guardia sindical. No es cierto que todo haya sido negociación y conciliación. Esa época de institucionalización significó que esa vieja guardia sindical pudo capitalizar su poderío hacia el interior de la CGT, aunque no al interior del peronismo.”
Según Natalucci, el Partido Laborista de Argentina era, fundamentalmente, una copia del Partido Laborista inglés. “De hecho hay algo muy interesante a destacar: esta frase de Perón como “el primer trabajador” tenía que ver con que Perón no fuera el presidente del partido, sino que tuviera un puesto honorario -el del primer trabajador- y que la conducción del partido estuviera repartida entre todos los dirigentes sindicales. Eso no le gustó a Perón y por eso a los 5 meses lo diluyó para formar el Partido Peronista, con él a la cabeza. ¿Cómo se incorporó entonces el laborismo al movimiento peronista? Porque recordemos que Perón no quería un partido. Fue así como nació la asignación por cuotas: 33% para la rama sindical, 33% rama femenina, 33% rama política” afirma la investigadora.
[blockquote author=»» ]Según Natalucci, el Partido Laborista de Argentina era, fundamentalmente, una copia del Partido Laborista inglés.[/blockquote]
Sin embargo, en esa relación histórica quedan temas por dilucidar. Entre ellas se destaca la que habilita a preguntarse por qué el Partido Justicialista (PJ) no se constituyó, al igual que el laborismo británico o la socialdemocracia de otros países de Europa Occidental, tomando en cuenta a los sindicatos como parte de la estructura formal del partido.
Guillermo Gallo Mendoza, ex ministro de Asuntos Agrarios de Oscar Bidegain (gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1973), y conocedor desde adentro del peronismo, afirma que, en tal sentido “desde fines del primer quinquenio de los años 40 del siglo pasado, la CGT formó parte institucional del peronismo, pero es necesario señalar que algunos sindicatos formaron parte institucional de otros partidos políticos. Por ejemplo, del socialismo, del comunismo y también anarquistas”.
Gallo Mendoza, quien hoy forma parte de una fundación financiada por un sindicato patagónico (el de Camioneros y el de Luz y Fuerza) asegura que durante sus tiempos de esplendor, la CGT tenía una “relación directa con el peronismo en términos formales en tanto un tercio de los legisladores peronistas eran militantes sindicales”. Además, puntualiza, “había representantes sindicales en la estructura del Poder Ejecutivo Nacional”.
La complejidad de la relación entre peronismo y sindicalismo se agudizó durante el período de la resistencia. En tal sentido, la proscripción del peronismo reforzó la relación. Ante la ausencia del líder, la principal referencia del legado y de la existencia concreta del peronismo pasó a ser protagonizada por las dirigencias sindicales.
[blockquote author=»» ]Gallo Mendoza explica que la CGT tenía una “relación directa con el peronismo en terminos formales en tanto un tercio de los legisladores peronistas eran militantes sindicales”. [/blockquote]
En tal sentido, para Natalucci, “en la época de la resistencia hubo homogeneidad en la representación peronismo-sindicalismo, pues la única referencia directa eran los sindicatos ante la ausencia de Perón. Eso se rompió en los años 80. Además, luego de la proscripción del peronismo, cuando, como dijimos, el sindicalismo tuvo el protagonismo principal, el protagonismo pasó al partido que se presentaba a elecciones, y ahí los sindicatos quedaron en un lugar muy marginal. A fin de cuentas, el PJ no es un partido de clase.”
Resulta evidente que aquello que entendemos como peronismo y sindicalismo proviene, históricamente, tanto de los primeros gobiernos de Perón como de la subsiguiente resistencia que se extendió hasta los años 80. En esa época realmente cambió todo: en el peronismo, con el advenimiento de la renovación y, más tarde, con el neoliberalismo y las llamadas “terceras vías”, que modificaron de fondo a la mayoría de los partidos laboristas y socialdemócratas y, en Argentina, tanto a las izquierdas democráticas como al propio PJ, históricamente vinculado al sindicalismo.
LA RENOVACIÓN
Tras la derrota frente a los radicales liderados por Alfonsín en 1983, en el PJ se gestó la Renovación Peronista animada por Antonio Cafiero, que llevó a nada menos que una interna dentro del peronismo, un hecho que por sí solo fue histórico. Pero no fue sólo eso lo que modificó. Entre sus principales cambios, el PJ modificó sustancialmente la relación con los sindicatos y el peronismo. Según Natalucci, la estructura de ramas cambió exactamente en 1987, época de esplendor de la renovación.
“Desde el año 1987 comenzó la desindicalización del peronismo, porque el PJ dejó de tener la idea de las ramas. Más tarde, luego de pasados los 90, el PJ terminó de cerrar el proceso iniciado en los 80 con la renovación y cuyo objetivo fue desplazar a los sindicatos. Si pensamos en el día de hoy, con mirar el cierre de listas alcanza para ver que los sindicatos no tienen ningún lugar expectante. Y no sólo eso, sino que este hecho no tiene ni repercusión en los votos, ni costo político.”
[blockquote author=»» ]La Renovación Peronista implicó un cambio en la relación con el movimiento obrero organizado.[/blockquote]
Aunque Gallo Mendoza sostiene la línea de Natalucci, considera que es necesario repensar si el peronismo sigue teniendo en los sindicatos a su “columna vertebral”. Y su respuesta es negativa. “El alejamiento de la mayoría de la dirigencia peronista respecto al peronismo, a la par de su acercamiento al pensamiento neoliberal, a lo que contribuyen ostensiblemente las universidades, los organismos de ciencia y tecnología, el colonialismo impuesto por el mercado, el uso de incorrectas políticas encubridoras del modelo predominante en el pensamiento de la mayoría de las dirigencias políticas, entre muchos otros determinantes de conductas “ilustradas”, coavyudaron a ese abandono y a la degradación de la relación con el movimiento obrero organizado.”
Así es como llegamos a la actualidad. Una realidad donde el fugaz paso de un dirigente sindical en un cargo alto del PJ es noticia porque considera que “el PJ ya no tiene ni cáscara, es un vacío total”, o donde se cuentan con los dedos de una mano los diputados y senadores vinculados al mundo del trabajo, y donde los principales partidos que se autoproclaman peronistas no tienen prácticamente dirigentes sindicales de peso en sus listas.
Cambió la realidad social. Ya no existe una imponente masa obrera que trabaja en industria pesada, con sueldos en blanco, vacaciones pagas y aguinaldo. Hoy el universo de trabajadores está mucho más fragmentado que en los años de la posguerra y que, incluso, en los años 70. Luego de la dictadura y el Consenso de Washington, ni el peronismo, ni la socialdemocracia, ni la CGT son lo que fueron, ni representan a la misma sociedad que solían representar. La historia les pasa a todos, y esa historia modificó profundamente a las propias organizaciones sindicales, también. En palabras de Natalucci: “En la CGT siempre hubo tendencias. Principalmente tres: participacionistas, vandoristas y combativos. En los 90, además, surgió el sindicalismo empresario, un oxímoron. Si pensáramos eso en términos de la actualidad tendríamos a los gordos, a los moyanistas y a la CTA, como participacionistas, vandoristas y combativos, respectivamente.”
[blockquote author=»» ] Ya no existe una imponente masa obrera que trabaja en industria pesada, con sueldos en blanco, vacaciones pagas y aguinaldo. Hoy el universo de trabajadores está mucho más fragmentado que en los años de la posguerra y que, incluso, en los años 70.[/blockquote]
Hoy, el sindicalismo y sus dirigentes tienen un vínculo diferente con el Estado. Lejos de la existente a principios de siglo XX y mucho menos intensa que la existente en los años 50. Consultado al respecto, Gallo Mendoza fue preciso: “La organización del sindicalismo en relación al Estado y al Partido Justicialista cambió. Se estructura de modo totalmente independiente, no obstante la presencia de sindicalistas que actúan en el seno de algunas de las expresiones políticas que se manifiestan peronistas, así como de selectos ex sindicalistas que cumplen funciones en estructuras del gobierno”
Para Gallo Mendoza, los debates del sindicalismo peronista hoy distan mucho de ser como en el pasado. Habiendo formado parte de administraciones peronistas y con un pie puesto fuertemente en el campo del movimiento obrero, sostiene que la puja por los intereses sectoriales –como los de las obras sociales de salud– modificaron fuertemente la vinculación precedente. “Aún así, la puja no es solo por los recursos de las obras sociales. Considero que va mucho más de ello y se expresa en modelos antagónicos generalmente no transparentados por ninguno de los oponentes. Los gobiernos generalmente disfrazan su modelo con relatos cada vez menos creíbles a juzgar por los resultados, mientras que el sindicalismo expresa en sus luchas la cercanía a un modelo de socialismo nacional, planteado por el peronismo y no sostenido por las expresiones políticas que hoy se manifiestan peronistas” sentencia el veterano dirigente.
Resta preguntarnos entonces si esta es la historia hasta el día de hoy, cuál puede ser el desafío a seguir. ¿Qué deben hacer los trabajadores organizados? ¿Reconstruir el peronismo? ¿Apostar a otra cosa? ¿Construir un partido propio? ¿Asociar su militancia a los distintos partidos socialistas y clasistas? Con el crecimiento del trotskismo y el clasismo socialista en distintas seccionales, el empleo precario en alza, y una larga lista de burócratas y sindicalistas empresarios a cargo de los principales gremios, tanto el sindicalismo tradicional como la idea clásica de empleo registrado están en crisis, en un contexto donde la desigualdad social crece mundialmente y el empleo joven está mal pago y es precario. La pregunta requiere entonces de una respuesta urgente.
Según Natalucci, en un contexto como éste, “el desafío del sindicalismo hoy es recrear una representación en el marco de un mundo globalizado y neoliberal. Es un nuevo mundo. El sindicalismo tiene que pensar a qué trabajador quiere representar. Hoy hay sectores retrógrados en la CGT que pareciera que quieren seguir representando únicamente al trabajador varón industrial, por ejemplo. Si la sociedad cambia, no podés tener la misma forma de representación. Algunos dentro de CGT y CTA, no obstante, lo ven, y está habiendo algunos movimientos interesantes en ese sentido, aunque aún no parece imponerse políticamente.”
Gallo Mendoza, sostiene, sin embargo, un planteo más tradicional. Para él, de lo que se trata es de que el sindicalismo pueda “constituir en algunas jurisdicciones partidos políticos peronistas. En otras, sin embargo, deberá optar solo por incidir en las determinaciones partidarias”
Sería un abuso de optimismo suponer que la pregunta que titula este informe podría haber sido respondida en unos algunos párrafos de reflexiones, preguntas y respuestas. Para algunos, el camino debe consistir en reconstruir el peronismo, como señaló un importante dirigente sindical hace poco; para otros, el futuro está muy lejos de eso, y se debe apostar a otra doctrina, otra organización y otros objetivos. En medio de este berenjenal se encuentran los dirigentes sindicales, los líderes partidarios, las organizaciones sociales, los intelectuales, las organizaciones estudiantiles y de territorio. Todos ellos con su versión de la historia y de los acontecimientos, además de su propia visión de futuro. En el vasto rompecabezas en que se distribuyen las distintas organizaciones que tratan de dar cuenta y de actuar frente a una realidad injusta no hay, aún, un orden, ni menos un accionar común. Con tres CGT, dos CTA y varias organizaciones que nuclean trabajadores precarios, de la economía popular y beneficiarios de planes sociales la fragmentación del mundo del trabajo está más a la vista que nunca. La brecha entre uno y otro trabajador, aunque ambos estén en blanco, es reveladora: compárese a un petrolero con un operario de la UOM, por ejemplo. Y entre ellos y un trabajador no registrado, aún más.
El trabajo de luchar por la justicia social en el mundo del trabajo es imperioso y requiere del liderazgo y la inteligencia colectiva de cientos y miles. ¿Habrá quienes estén a la altura del desafío?