Los medios de comunicación incurren permanentemente en estereotipos y simplificaciones para fijar agenda. Sin embargo, está vedado ponerlos en discusión, siquiera desde la escuela.
La desaparición forzada de Santiago Maldonado renovó el debate en torno al rol de los medios de comunicación, sus directores, productores, editores, columnistas y periodistas; pero también sobre los motivos por los cuáles una situación cruel y dolorosa que debería generar un rechazo unívoco es objeto de disputas y tensiones; y el papel de la escuela como mediador entre los jóvenes y los medios que presentan una sociedad fragmentada.
Ese clima de confrontación medios de comunicación y sus periodistas estrella. Stella Martini afirma que en la democracia “el trabajo periodístico está revestido de autoridad y constituye una herramienta de poder” y lo explica del siguiente modo: “es una práctica investida tanto del poder que da la información como de su capacidad potencial para aportar al ejercicio de la ciudadanía. La noticia periodística comparte con la educación la función de difusión y consolidación de imaginarios, símbolos, valores y tradiciones”. Como parte de la rutina de producción de noticias, los medios utilizan dos recursos que resultan cruciales a la hora de fijar un clima de opinión: la simplificación de la realidad y el estereotipo.
Para simplificar una realidad compleja, los medios lo hacen recurriendo a una abstracción llamada la grieta. ¿Qué es la grieta? Ni siquiera quienes repiten ese latiguillo para justificar (casi) todo pueden encontrar una definición precisa de ese concepto. A pesar de ello, en el prime time la grieta siempre está. Al mismo tiempo, estos personajes que describen una sociedad partida se constituyen en voceros de un todo uniforme denominado la gente. “La gente está harta” repitió días atrás en su editorial matutino el empresario que lidera la audiencia radiofónica de la ciudad de Córdoba. ¿De qué estaba harta la gente? De los encapuchados, de los graffitis, de los cortes de calle. Al hablar de la gente se borran las diferencias, por lo que los medios presentan una sociedad agrietada y, al mismo tiempo, homogénea.
Sin embargo, no todos están incluidos dentro de ese amplio abanico. El pueblo Mapuche no es la gente, y esto se debe a la utilización de estereotipos. A lo largo de la historia se han ido conformando mitos y creencias en torno a los cuales se formó el sentido común del argentino medio: civilización y barbarie, los cabecitas negras, el indio salvaje, el mapuche chileno. Todos esos discursos siguen allí, repitiéndose y marcando un límite entre la gente y la no-gente: si usted protesta con una capucha estará condenado a ser no-gente. Entonces es fácil advertir que es allí dónde está la grieta.
[blockquote author=»» pull=»normal»]La lógica es clara: los medios pueden decir lo que quieren, la escuela no. Mientras que los medios de comunicación fijan agenda, estableciendo cuales son los temas sobre los que se deberá fijar posición y opinar, la escuela no puede hacerse eco de ellos.[/blockquote]
¿Cómo confrontar con ese modo de ver la realidad? Es la escuela uno de los contrapesos que tiene los medios de comunicación a la hora de trasmitir valores culturales y visiones del mundo; pero esa lucha es desigual. Cuando el gremio CTERA propuso que los docentes discutan el caso Maldonado en las escuelas, muchas personas (podríamos decir en la gente) entraron en pánico ante la posibilidad de que haya adoctrinamiento. “Con los chicos no” se horrorizaban.
La lógica es clara: los medios pueden decir lo que quieren, la escuela no. Mientras que los medios de comunicación fijan agenda, estableciendo cuales son los temas sobre los que se deberá fijar posición y opinar, la escuela no puede hacerse eco de ellos. La imparcialidad y objetividad, que en el pasado se le exigía a los medios, hoy se le reclama a la escuela. No es inocente esta posición: “la necesidad de despolitizar la escuela es una de las más urgentes cruzadas moralizadoras del neoliberalismo, reduciendo la educación de los más ricos a un espacio reproductor y amplificador de sus privilegios, y la educación de los más pobres a una simple preparación para el ejercicio y la disciplina de un mercado de trabajo que les exigirá sumisión, silencio, ignorancia y obediencia”, manifestó Pablo Gentili.
Entonces, el foco debe estar puesto en la educación, promoviendo una escuela que se comprometa con la realidad, capaz de poner en discusión la agenda mediática otorgando herramientas a niños y jóvenes para que puedan cuestionar estereotipos, prejuicios y las relaciones de poder establecidas. Sin ello, una reforma social es realmente imposible y en el tiempo van a seguir destruyendo los recursos naturales, extranjerizando la tierra y reprimiendo pueblos originarios mientras un importante sector de la sociedad mirará al costado defendiendo a quienes deberían cuestionar.
Santiago Maldonado desapareció, esa es la única certeza. Operaciones políticas y mediáticas montadas por el gobierno, tomadas por las empresas propietarias de los medios de comunicación, ejecutadas por los autodenominados “periodistas independientes” y reproducidas en las redes sociales a través de trolls se han encargado de desacreditar a la víctima recurriendo a los más anacrónicos y contradictorios puntos de vista. Frente a ello, la escuela es una de las pocas luces que asoma en el horizonte.