Sergio Maldonado lo dijo con toda claridad: “Si no tienen que poner, pasen música”. Los medios de prensa y su actuación frente al caso Maldonado. La sociedad se merece un debate: ¿cómo hacemos para ser mejores? ¿cómo hacemos para humanizarnos?
¿Y ahora qué? ¿Qué nos queda? La incertidumbre respecto al cuerpo encontrado en el Río Chubut es agobiante. Siempre las mismas dudas, el mismo dolor de una familia pidiendo respeto, mesura, responsabilidad. Una familia que parece ser la única lúcida en medio de una vorágine temible. El caso Maldonado desnudó un miedo que parecía enterrado: el tan mentado consenso social que existía respecto a los derechos humanos en nuestro país no era tan fuerte como queríamos creer.
A principios de año, el infame fallo 2×1 de la Corte Suprema de Justicia puso a prueba el sistema inmunológico de una sociedad que había resistido con el axioma Nunca Más varios intentos del mismo estilo. La Plaza colmada y el “préstamo” de los pañuelos blancos por una noche dieron por satisfechos a muchos que temían un adormecimiento. Y en eso, desapareció Santiago.
El gobierno nacional y los grandes medios nunca estuvieron a la altura de las circunstancias. Nuevamente, el Estado demostró su incompetencia para encontrar a un desaparecido, como en tantos otros casos con tantos otros gobiernos de tantos otros colores políticos. Asustó, sin embargo, la exageración de la crueldad por parte de varios funcionarios.
[blockquote author=»» ]Asustó la exageración de la crueldad por parte de varios funcionarios.[/blockquote]
El papel de Patricia Bullrich tendrá que ser estudiado en el futuro como uno de los peores que se recuerde. La defensa cerrada, corporativa, de la Gendarmería Nacional no hizo más que agitar las aguas. Su engaño respecto al rol de Pablo Noceti y su destrato a la familia quedaron en el centro de la escena cada vez que la verdad salía a la superficie.
Claudio Avruj no se quedó atrás. Nada ilustra mejor el papel paupérrimo del gobierno como el tuit que ayer redactó el secretario de Derechos Humanos. En medio de la conmoción por el cuerpo, con versiones cruzadas y marchas fantasma, el funcionario denunció un escrache mapuche. “En realidad, las víctimas de todo esto somos nosotros”, pareció decir, como esos nenes celosos de no estar en la foto familiar.
Agarrados desde la más básica de las xenofobias y el más cruento alarmismo, los cuadros gobernantes y mediáticos agitaron todas y cada una de las operaciones posibles, con una terrorífica reminiscencia a épocas más oscuras. Desde el grupo Clarín se instalaron una decena de teorías inverosímiles, desde un barrio con muchos Santiagos hasta que se trataba de un experto en artes marciales. “Si no tienen que poner, pasen música”, dijo Sergio Maldonado en conferencia de prensa. Un lema que debería ser estudiado en todas las escuelas de periodismo de aquí en más.
“COMO WALT DISNEY”.
La abandera moral de la nación, la Lisandro de la Torre del siglo XXI, la luchadora incansable de la república. Elisa Carrió se rió en vivo de la aparición de un cadáver. “Hay un 20% de chances de que esté en Chile con el RIM (sic)”, había dicho unos días antes. Era el fin de un proceso que terminó de confirmar en qué lugar está Carrió. Lejos, muy lejos, de Alfredo Bravo, el dirigente que la cobijó de la intemperie tras su ruptura con la UCR.
La base social del macrismo recrudeció con el caso. “Lo triste, lo peor, lo que angustia y pega directo en la cara es hallar a bestias que siempre combatiste dentro del corazón de los que amas”, resumió Facundo Pedrini en Twitter. Amigos, compañeros, familiares de buena madera trastocados por una representación política sobreactuada que acusaba de golpistas a los que pedían por un desaparecido. Nunca intentaron calmar las aguas ni apaciguar los ánimos. Plantaron gente en las marchas, detuvieron periodistas de medios alternativos y señalaron a la familia, a la víctima. Fomentaron un odio desbocado por los docentes que intentaron traer el caso a las aulas y agitaron el fantasma del adoctrinamiento junto al de la persecución laboral. En el día de ayer una encuesta telefónica tanteaba el impacto electoral del caso. La empatía estaba ausente.
Del otro lado de la mecha, huelga decir, los y las de siempre. Los medios alternativos, las Madres y las Abuelas, la solidaridad popular. Los Quijotes contra los molinos renovados. El Zeitgeist, una locución alemana que quiere decir “espíritu del tiempo”, se enrareció. Brotaron desde un subsuelo varios temores que parecían superados. La fractura social se hundió por el lado menos pensado: el valor de la vida. El temblor pasará pero los escombros quedan. Un país sacudido por la desaparición de un chico que sacó a relucir los mejores y peores rostros. Un país que se debe ahora una profunda reflexión.
[blockquote author=»» ]El temblor pasará pero los escombros quedan. Un país sacudido por la desaparición de un chico que sacó a relucir los mejores y peores rostros. [/blockquote]
¿Cómo seguimos luego de tantas mentiras y bronca contenida? ¿Cómo seguimos después de marchas levantadas por miedo a emboscadas? ¿Cómo seguimos después de ver lo que se dijo de un desaparecido?
La respuesta es colectiva y asfixiante. En principio, el camino lo marca la familia Maldonado. Una familia que tuvo que escuchar todo tipo de barbaridades, una familia deshumanizada hasta el límite. Les preguntaron dónde tenían a Santiago, los acusaron de querer indemnización. Ellos respondieron en silencio, siete horas junto a un cadáver, sin poder confiar en nadie, desamparados. Un oasis de lucidez en medio de un desierto desconocido para muchos que nacimos en democracia.
Mientras pensamos entre todos cómo seguir, sigamos su consejo. Si no tenemos que decir, pongamos música: seamos humanos.