Las elecciones dejaron, como siempre, ganadores y perdedores. Pero hay un jugador que se mantiene inamovible: la grieta que tanto les sirve. ¿Durará mucho más?
Desde hace un tiempo nuestro país está freezado esperando los resultados del 22 de octubre. Como a todo año electoral, lo sigue un año centrado en la gestión. Parafraseando al historiador británico Eric Hobsbawm, se acaba de terminar el 2017 corto para dar comienzo el 2018 largo.
Las elecciones nos dejaron varias lecciones. La primera es la rentabilidad electoral de “la grieta”. En 16 de los 24 distritos en los que se eligieron legisladores, entre el ganador y el segundo sumaron más del 75% de los votos. En 15 de esos 16 distritos las terceras fuerzas no alcanzaron siquiera el 15% de los votos. El malón de estas provincias polarizadas se integra de una heterogeneidad sorprendente: los hay de variadas magnitudes y gobernados por distintos partidos. Es evidente que el “Boca/River” prende en la mayor parte del electorado y es un clásico que al oficialismo nacional y su principal oposición les conviene jugar hoy y repetir eternamente. La existencia de uno es el principal ingrediente para la supervivencia del otro. “Creo que tu y yo estamos destinados a hacer esto por siempre” le dice el Guasón de Heath Ledger a Batman en El Caballero de la Noche.
El dato más relevante de la elección es que Cambiemos se alzó con la victoria en los 5 distritos más grandes del país, dejando un mensaje contundente acerca de su legitimidad en estas elecciones de medio término, legitimidad que pondrá en práctica encarando una serie de reformas anunciadas a viva voz durante los últimos meses. Para lograr esa performance en los distritos más poblados del país, Cambiemos debió trascender su electorado habitual para crecer en sectores sociales que hasta el momento le eran esquivos. Al igual que en CABA, este proceso de extensión territorial se da desde la gestión, a fuerza de la instalación de servicios de infraestructura básicos de los que aún carecen gran parte de los conglomerados urbanos. Como resultado, si bien el oficialismo no conseguirá mayoría en ninguna de las dos cámaras, su poder de negociación dentro del Congreso deberá verse fuertemente incrementado, tanto a partir de la negociación con los gobernadores como por la recomposición de los bloques legislativos. De no mediar grandes conflictos, la mesa está puesta para un 2019 donde el Presidente pueda empezar a fantasear con una reelección que le otorgue 4 años más en el sillón de Rivadavia.
[blockquote author=»» ]El “Boca/River” prende en la mayor parte del electorado y es un clásico que al oficialismo nacional y su principal oposición les conviene jugar hoy y repetir eternamente. La existencia de uno es el principal ingrediente para la supervivencia del otro.[/blockquote]
Otro dato interesante es cómo cambiaron las elecciones en algunos distritos respecto de las PASO. El más sorprendente es quizá el de la provincia de San Luis, donde el oficialismo provincial dio vuelta rotundamente una desventaja que parecía irremontable. Algo similar ocurrió en La Pampa pero con una elección bastante más competitiva. Otros distritos a tener en cuenta en este sentido son los de Salta y Santa Fe, donde la suma de todas las listas internas le había dado la victoria a los peronismos locales en la PASO, pero en la elección general no lograron retener el primer lugar que en ambos casos ahora se llevó Cambiemos. En este sentido cabe seguir preguntándose cuál es el efecto de unas primarias competitivas y cuál es la capacidad de los candidatos victoriosos de retener a los votantes de sus competidores internos. Ergo, ojo con la utilización compulsiva de las PASO para resolver candidaturas, como diría Tusam: “puede fallar”.
Contra todo pronóstico, el peronismo parece no tener grandes desempeños en la Provincia de Buenos Aires y lo peor de todo es que esto no es una novedad. Tanto en el oficialismo como en la oposición los Kirchner no ganan una elección legislativa en la provincia de Buenos Aires desde 2005. En las elecciones ejecutivas mantuvieron un mejor desempeño a pesar de haber perdido la gobernación en 2015, y su candidato presidencial salió victorioso tanto en la primera como en la segunda vuelta. Habrá que estar atentos a la elección de 2019 para comparar desempeños, pero vale aclarar que será la primera elección ejecutiva que el kirchnerismo dispute desde la oposición. Y digo kirchnerismo porque a pesar de haber sido derrotada en las urnas ni más ni menos que la ex presidenta, Cristina Fernández parece haber lanzado su campaña de cara a 2019 en su discurso del 22 por la noche, en el que aseguró ser la principal oposición al gobierno y sugirió que esa oposición será ejercida desde su nueva fuerza, Unidad Ciudadana y no desde el Partido Justicialista. Dada la “rentabilidad” de “la grieta”, sería extraño que Cambiemos rechace tamaño convite.