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Carlos García-Alix: «La izquierda tiene que tener más agallas para reconocer la violencia de la Guerra Civil»

por | Ago 18, 2018 | Entrevistas

Carlos García-Alix es un artista polifacético, comprometido, riguroso. A la vera de su obra pictórica se dispuso a investigar a una figura olvidada de los años de la Guerra Civil española para, a través de ella, poner en crisis algunos mitos y lugares comunes del recuerdo de ese pasado. 

Carlos García-Alix es un artista pleno, en todo el sentido de la significación que le podamos dar. Primero es un pintor figurativo de excelencia que viene realizando una obra vinculada a temas históricos, literarios y librescos españoles con gran trascendencia. Aunque eso sería decir muy poco de él. Además de pintor de fuste es un historiador de incalculable valor que cuestiona los lugares comunes del academicismo y la izquierda en general con un trabajo de fuentes documentales excepcional. Aunque no solo su trabajo de fuentes es lo que le da solidez a sus argumentaciones, sino esa capacidad de captar los nudos gordianos y la necesidad histórica nutrida de intereses contradictorios que no esquiva las responsabilidades individuales en el proceso y los desmenuza como entomólogo. Su especialidad es la Guerra Civil Española, y de ella hablamos con él en esta entrevista con motivo de sus hechos creativos. El eje giro en torno a sobre su libro El Honor de las Injurias, Busca y captura de Felipe Sandoval del año 2007 dónde se muestran muchos de sus cuadros, fotos de documentos, fotos de época y bibliografía que impone una explicación sobre un persona controvertida como es Sandoval, de manera artística sin ceder un ápice a la rigurosidad explicativa. Felipe Sandoval fue responsable de los grupos de tareas clandestinas de la CNT anarquista en Madrid inmediatamente posterior al golpe del 18 de Julio de 1936. En la entrevista podrán saber más aunque Carlos García-Alix también ha realizado un documental dónde podrán interiorizarse además, por supuesto, de la lectura del libro.

Transitar la obra de Carlos García-Alix es disfrutar de un hecho artístico con la rigurosidad y objetividad de un historiador.

Carlos, ¿cuál creés que es la posición de la izquierda frente a la violencia durante la Guerra Civil Española? Tu libro, El Honor de las Injurias, creo se mete a fondo en tratar de explicar la violencia como forma de la política revolucionaria de aquellos tiempos ¿qué pensás de esto?

La violencia va a los genes de la revolución, bien sean anarquistas, comunistas, o socialistas de izquierdas, mis ejemplos son que no había un militante de izquierdas de los años treinta que no llevara una pistola en el bolsillo de su pantalón, eso ya está marcando algo firme. Además la violencia estaba presente hasta en las relaciones propias de las organizaciones de izquierda.  Si en Madrid había empleo y trabajo en la construcción en las obras, en Ciudad Universitaria, UGT  (sindical cercana al socialismo) quería colocar a sus afiliados y no quería que entre ni un afiliado de CNT (sindical anarquista) prefería dar trabajo a sus afiliados que para eso se afiliaban. CNT iba a los lugares de trabajo y amenazaba de muerte al capataz, al dirigente de UGT y a quien hiciera falta: «aquí entran 20 de CNT, y aquí entran 40 y si no entran mañana no entran mañana, tú vas para adelante». Por lo tanto la violencia, que luego va a salir en la guerra, ya tiene una prehistoria, está muy presente en todas las organizaciones revolucionarias. Porque en su mente, en su programa, en su mundo, creen que van a vivir una revolución, un cambio de fuerzas, y que las clases privilegiadas van a ser desalojadas de sus privilegios y de su poder, y que eso se hace por la violencia y por la fuerza. En eso nadie se engaña, saben que no lo van a hacer por la vía reformista y, a partir de ese momento, el discurso violento ha impregnado totalmente al conjunto de las organizaciones.

[blockquote author=»» pull=»normal»]»Fue la guerra lo que trajo la revolución, entendiendo revolución por un momento en que el propio poder republicano, que intenta afrontar ese golpe, pierde los resortes de poder». [/blockquote]

Te he escuchado mencionar algo parecido a que la izquierda ha tomado una posición de victimización frente la Guerra Civil y la nuestra es una reacción a eso ¿podrías precisarlo?

Tiene una parte de verdad, es indudable que la violencia que se ejercía sobre las clases populares y sus movimientos desde el origen del movimiento obrero en España era feroz, cárceles, destierros o los mataban directamente.

¿Qué huelga es la que vos ponés siempre de ejemplo?

La huelga del ´17 en Madrid. Esto es una realidad, en la Guerra Civil es indudable que quien levantó la mano y fue a agredir a la República fue un golpe militar. Ellos levantaron la mano, dieron un golpe contra una revolución que no existía y lo que trajeron fue una revolución que sí existió. Eso fue la paradoja del asunto y, por lo tanto, fue la guerra lo que trajo la revolución, entendiendo revolución por un momento en que el propio poder republicano, que intenta afrontar ese golpe, pierde los resortes de poder. El ejército pierde el orden público, su policía es depurada, el patrimonio de la violencia está en manos de las organizaciones sindicales o de cualquier grupo en la calle, los comercios son asaltados, las empresas incautadas, ahí hay un movimiento revolucionario, un movimiento radical, que la izquierda, en una gran parte, ha pretendido minimizar. Por eso no le gusta hablar de revolución y sí de lucha antifascista, de lucha por la democracia, pero en realidad hubo, gracias a la guerra, insisto, un movimiento revolucionario. Duró muy poco, cuando llega diciembre ese movimiento revolucionario ha terminado y comienza otra cosa. Pero mientras duró todo lo que ha sido el verano, otoño, del año 1936 hubo un movimiento revolucionario. Todas esas fuerzas que estaban dispersas por Madrid en patrullas, checas, etcétera, no dejaban de ser la policía de la revolución.  Luego va a venir otra policía, que la vamos a llamar la «policía popular», que ya va a ser la orientación comunista de lo popular, del ejército, de la alianza con la pequeña burguesía, de alianza con esto, de alianza con lo otro, ese es otro campo. ¿En ese campo hay violencia también? Sí, por supuesto, pero es diferente, distinta. Estoy hablando de esos primeros movimientos de la guerra donde realmente se esta viviendo una revolución y un cambio profundísimo en lo que habían sido las relaciones de poder. Donde el Estado ha saltado por los aire, la judicatura está siendo depurada a lo bestia, la policía esta siendo depurada a lo bestia, el ejército ha sido licenciado al ciento por ciento. Los que tienen que defender a la República son batallones de milicianos, las que la defienden en las calles son organizaciones que han nacido en la propia revolución, checas, comisarías, etcétera.  Indudablemente ¿qué ocurrió? Se ejerció una violencia, y una violencia muy dura, frontal, además una violencia de clase, contra la Iglesia, contra la propiedad, contra Dios.

Contra la nobleza.

Contra la nobleza, contra los esquiroles, contra los que trabajaban a su servicio. Entonces, claro, indudablemente la violencia es algo muy duro y muy terrible, no es una abstracción.

Vos mencionás siempre unas cifras, por ejemplo: ¡quince mil muertos en una población de un millón de habitantes que tenía Madrid es un número tremendo!

Diez mil, quince mil….

Entonces, ¿Por qué tu interés en Felipe Sandoval en ese marco? ¿Qué te interesó de él?

Me interesan varias cosas de él. Yo conocí a Felipe Sandoval por unas memorias del escritor anarquista Eduardo Guzmán, una trilogía que escribió, donde en uno de los libros, que se llamó Nosotros los asesinos, hablaba que en un centro policial de la primera posguerra en Almagro había coincidido con Felipe Sandoval, y como este personaje había sido torturado y reventado a ostias, y había «cantando» sobre sus compañeros y, por lo tanto, pasaba a ser un traidor, un delincuente, un estafador, que se había incorporado a sus filas y les había hecho mucho daño con sus cosas. Cuando me puse a investigar me di cuenta que era mentira, que la propia organización cagaba encima de él, no decía la verdad, sabiéndola. No la decía porque si la tuviera que decir tendría que asumir que la organización en la que estaban era la que ordenaba a Sandoval cometer esos crímenes. ¿Cuánta gente mató Sandoval, cien, doscientos? Puede ser, pero de esos doscientos hay sólo dos que son funcionarios de prisiones que fueron venganzas personales de Sandoval, ajuste de cuentas suyos, con funcionarios de prisiones que lo habían maltratado en la cárcel.  El resto son crímenes orgánicos, vamos a llamarlos así: Sandoval al servicio de su organización.

¿Sandoval participaba en la CNT Madrid?

Es la CNT Madrid, dirección de Eduardo Val,  Manuel Salgado Moreiras y José García Pradas, esa era la troika dirigente de la CNT madrileña. ¿Qué pasa? -cosa que no deja de ser sorprendente- ¡que este hombre estaba dispuesto a hacer por la organización lo que la mayoría de la organización no quería hacer! Lógicamente, porque para matar hay que tener una pasta especial, no para matar una persona, sino para matar doscientas, estamos hablando de ser un verdadero verdugo. Sin embargo, luego la CNT hace un diccionario ambiciosísimo recuperando a sus principales figuras y Sandoval no existe.

¡¿No está Sandoval?!

¡No está!, ¡ha sido borrado! ¡no tienen memoria!, y si se habla de él es para decir que es un delincuente que llegó a la organización, cosa que es radicalmente falsa. Lo cual le daba, desde mi punto de vista, al personaje aún mayor interés. Y su muerte, tal como la contaba Guzmán: a Sandoval lo metieron en Almagro en una habitación donde había una bañera, tapiaron la bañera con unas tablas de madera y lo tiraron adentro. Lo sacaban de ahí para interrogarlo y, cuando bajaba destruido, le pasaban papel y un lápiz y empezaba a escribir. Siempre era igual. Todos los compañeros se empezaron a dar cuenta que, en la medida que Sandoval iba hablando, era un peligro mortal para ellos. Y se confabularon para ir al lado de la bañera y decirle que se matara, que era un traidor que tuviera huevos…

¿Cosa que finalmente hizo?

Cosa que finalmente terminó haciendo. Cuando leí sobre la muerte de este señor -y de esta manera-. pensé: «ostia, ¡quien coño era este!». Luego, cuando me enteré que había estado en el Cine Europa y en el barrio de Tetuán -ese es mi barrio, y donde hice toda mi vida-, también es una historia local que afecta a una memoria mía, mi vida de adolescente, y luego quiero saber más de este personaje. Y me pasa lo de siempre, cuanto más sabés de un personaje, más y más te vas metiendo, y más quieres saber, una nueva luz arroja una nueva sombra.

 Tetuán, inclusive para contextualizar a un lector argentino, es un barrio obrero, de emigración interna, donde el anarquismo y el comunismo tienen mucho peso, ¿correcto?

Tuvieron. Hoy ni siquiera es de clase media, porque esa zona hay mucho gitanos y una masiva emigración americana. Este lado ha seguido manteniendo un perfil de inmigración.  Ahora una nueva emigración. Ya no es una emigración de clase, es una emigración diferente. Cuando hablamos del Tetuán de los treinta estamos hablando de la marginalidad obrera. Es que antes la clase obrera vivía prácticamente en los mismos  barrios donde habitaba la pequeña burguesía, los funcionarios, uno tenía el piso más barato, el otro la guardilla. Una cierta muy tardía revolución industrial en Madrid lo que va a hacer es generar unas barriadas obreras, en la medida que generas barriadas obreras generas una concentración, y es más fácil la revolución, somos muchos, estamos unidos, compartimos mismo barrio, la información circula mucho, y por tanto genera una mayor cohesión de clase, una mayor cohesión social. Entonces, Tetuán yo creo que fue el barrio revolucionario por excelencia de Madrid.

[blockquote author=»» pull=»normal»]»La izquierda tiene que tener más agallas, más valor y más honestidad intelectual para reconocer la violencia de la Guerra Civil, y poner esos problemas encima de la mesa. Estamos en 2018, ¿cuándo lo vamos a hacer?». [/blockquote]

Vos usás una expresión usualmente, “pisar charcos”, meterte en un tema de asumir y explicar la violencia, ¿qué repercusiones crees que este libro con este tema tan polémico tuvo o tienen en España o Madrid? ¿cómo sentiste la recepción?

Fue un libro recibido bien pero con problemas, porque estaba presentando, de alguna manera, una memoria incómoda por los dos lado. Por un lado, a un pensamiento más liberal, de derechas, el libro incomodaba. No trato a Sandoval ni la gente como él en ningún momento como asesinos, les doy a todos ellos una dignidad. En definitiva lo que eran, eran revolucionarios, lo que pasa que la palabra revolucionario se ha pervertido, total y absolutamente, el libro por tanto tuvo sus más y sus menos. Ahora bien, el problema fundamental viene, no solo por asumir por parte de la izquierda el problema de la violencia sino algo todavía más allá, que es asumir que las estrategias que se trazaron en  ese momento histórico eran profundamente equivocadas, esto es más grave. Si en una determinado momento en España, en el año 1931, después de lo que se había padecido  desde el siglo XVII, un España negra, cerrada, aplastante, por primera vez, real, España se había dotado de un proyecto liberal, cercano a la ilustración. Bueno, cercano no, totalmente de la ilustración, laico, con una ambición de hacer reformas en todos los campos, de reunir bajo ese proyecto a todo un conjunto de clases sociales -que van desde las clases obreras hasta el pequeño patrón-, que son los que salieron a la Puerta del Sol el 14 de abril de 1931 a celebrarlo (día de la segunda República). Pues desgraciadamente ese proyecto inmediatamente se resquebrajó y quien ocupó ese lugar de manera determinante fue la lucha de clases, pero una lucha de clases en muchos aspectos profundamente errada, vamos a decir que la CNT declaró la guerra a la República nada más llegar, el Partido Comunista de España se la declaró al día siguiente pidiendo que en Madrid se instaurará la República de los soviets. Cada conflicto se utilizaba como que se iba a acabar con el Estado, en ningún momento las organizaciones de izquierda actuaron realmente soportando e intentando fortalecer aquel proyecto, exceptuando una parte del PSOE, no la parte sindical.

No la parte de Caballero…

No la parte de Caballero sino la de Prieto, o la parte de Besteiro. Quiero decir una cosa, a la burguesía hacer un cuadro intelectual le ocupa diez o doce años, un bachillerato y una carrera universitaria, se supone que cuando uno sale de la carrera universitaria tiene una formación intelectual que puede pasar a desarrollar ciertas tareas. Para la clase obrera, construir cuadros es aun problema gordo, porque no podían ir a universidades ni tenían tiempo para leer, ni para debatir, y gran parte de sus cuadros -de los pocos que tuvieron de poca talla- venían de ese circulo intelectual y se incorporaba  la organizaciones obreras. Besteiro, por ejemplo, que era un catedrático de Ética en Madrid, un ejemplo paradigmático, o Jaime Vera. Pero cuando se ve la formación que habían podido tener José Díaz, La Pasionaria, Pedro Checa: la dirección de la CNT o del PCE es una dirección intelectualmente muy pobre. Leían con dificultad, hacer un informe era para ellos un sufrimiento, sostener un  debate era difícil. Siendo justos, hubo un error profundo de las organizaciones de la izquierda en España, esto hay que tenerlo en cuenta.

La inexistencia masiva de cuadros de claridad para afrontar una revolución.

Con una cierta capacidad de análisis histórico. En qué momento histórico estamos y qué es lo que requiere este momento. No puede ser que llega una República y que seis meses después la CNT llame a la revolución y al comunismo libertario. Eso no puede ser. Lo que no puede ser que cuando una posibilidad de un gobierno republicano socialista, la izquierda caballerista del PSOE reventó esa posibilidad y prefirió un gobierno de la derecha. No aprendemos….

Este tipo de mecanismo, que se siguen repitiendo,  han hecho un daño más profundo, indudablemente, mucho más que el hecho en sí de la violencia que se ejerció en Guerra Civil. Porque la violencia que se ejerció en Guerra Civil -aunque ellos no quieran entrar ahí y les ponga los pelos de punta tocar ese tema- se puede explicar racionalmente bien, sin necesidad de andarse por las ramas y asumirlo. Esta es nuestra violencia, esto es lo que hicimos bien, bajo estas condiciones y en estas condiciones, no pasa nada. Lo que la izquierda no puede hacer es decir «y tu más», ver quien cuenta más muertos. No sé trata de eso. El punto de partida nunca es equidistante. Unos defendían una República con condiciones y proyectos determinados, y los otros la alianza de los más viejo, lo reaccionario. No es igual uno que otro. Llegados a ese punto, y entramos al momento de la violencia que se ejerció, es cómo se llego a una revolución. La izquierda tiene que tener más agallas, más valor y más honestidad intelectual para reconocer la violencia de la Guerra Civil, y poner esos problemas encima de la mesa. Estamos en 2018, ¿cuándo lo vamos a hacer? Me parece triste, y sobre todo porque la información que vamos teniendo es cada vez mayor y de mejor calidad, y por lo tanto sabemos más. Tenemos una información cada vez mas depurada de qué fue, y no podemos seguir anclados en mitos, en relatos, y si lo hacemos cometemos un error, porque en el fondo toda la memoria construye identidad, unos valores, una manera de comprender las cosas que nos hace tomar una identidad, si los relatos que consumimos están manipulados, y además manipulados conscientemente, construimos una identidad falsa, estaríamos haciendo un proceso errado. Por lo tanto, hay que revisar, cuanto más mejor, todo. Revisar todos los relatos, revisarlo todo y ponerlo arriba de la mesa. Porque si no seguimos construyendo valores o identidades erradas.

En ese sentido tu libro de Sandoval ayuda construir esa identidad. ¿Vos creés que fue un avance?

Sí, creo que fue un avance. Me siento satisfecho del libro y de la película, han pasado más de diez años y todavía no he visto nuevos libros que se entren en esos charcos, como yo digo, y se quieran mojar. Veo que sigue manteniendo un perfil de tabú, que sigue siendo incómodo. Que si se entra, se entra desde posiciones ideologizadas para defender determinada postura. Creo que cada vez más tenemos que construir las historias con más respeto a la verdad, acercarse lo más posible a lo que realmente fue.

Diego Cano

Diego Cano

Consultor en medios digitales RTP Advisory y director del CEIH (Centro de Estudios e Investigación Histórica)