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Apolo en la polis

por | May 5, 2020 | Opinión

La pandemia del COVID 19 se ha convertido en un tema omnipresente, desde las teorías conspirativas sobre su origen hasta las múltiples estrategias para enfrentarla y los posibles escenarios futuros. Apolo está en la polis y eso no es una buena noticia.

No es casual que Apolo, dios griego que enviaba las pestes a la humanidad pero a la vez padre de Asclepio -creador de la medicina-, llevara a cabo lo primero por medio de un arco y flechas. Mismos utensilios que se usaban en la guerra, lo que tal vez nos remite a una noción arcaica, tribal, mágica, de brujería: el brujo es el que lastima a distancia, como lo registra la etnografía antropológica.

Consecuentemente, la pandemia actual ha suscitado numerosas teorías, calificadas por sus detractores como conspirativas, que plantean hipotéticos brujos biotecnológicos. De los ecologistas a los financistas, de los chinos a los norteamericanos, de los militares a los fondos de pensión o los promotores de vacunas, todos son objeto de sospecha.

Desde luego, la cuestión es enteramente irrelevante para la enorme mayoría de los mortales, porque carecemos de la capacidad científica para distinguir un virus artificial y porque encontrar su origen representa una segunda imposibilidad. En la práctica, y como ocurre casi siempre, las teorías –conspirativas en este caso– se construyen desde el marco valorativo que ya se tiene, en el que se usa al virus como un instrumento, como un arma discursiva.

La pandemia actual ha suscitado numerosas teorías, calificadas por sus detractores como conspirativas, que plantean hipotéticos brujos biotecnológicos.

Sin embargo, despejar este tema no elimina en modo alguno la dimensión conflictiva de la situación, es solo una introducción al asunto.

En primer lugar, el oponente universal es el virus mismo, representado y caricaturizado infinidad de veces. Como todo patógeno, es combatido, o aunque sea evitado. Suecia tal vez sea el único país donde, hasta ahora, el microbio es más bien tolerado ya que se acepta que la epidemia se lleve algunas vidas. Ello permite mantener escuelas y restaurantes abiertos, por ejemplo. Sin embargo, otros países que tienen alta incidencia mantienen la esperanza de alcanzar la llamada “inmunidad de manada”, que implica no exactamente tolerancia sino la posibilidad de llegar a cierta indiferencia. A menor escala, esa misma actitud rige los relajamientos de cuarentenas.

Mientas tanto, en esta guerra la humanidad utiliza diversas armas. Quienes han tenido más éxito son quienes lograron aplicar más profesionalmente la primera estrategia de los manuales, que es la contención: el patógeno es localizado y contenido hasta que, ya sea porque destruye a su huésped o a la inversa, muere. En este sentido, destacan países como Taiwán, Japón, Corea del Sur y Singapur, a quienes a falta de un nuevo nombre llamaremos los «tigres asiáticos». A pesar de que cuentan con lazos más bien estrechos con China, desde el comienzo tuvieron brotes muy controlados. La pronta respuesta se debe a la sensibilidad adquirida a partir de otros virus recientes. Consecuentemente, la vida social y económica se ha visto menos limitada.

En cuanto a la segunda estrategia, la mitigación, supone una falla en la detección y/o la contención, y se basa en un aislamiento generalizado, aunque variable, de la población. Es la situación en la que se encuentra actualmente la mitad del planeta, o poco más. China, por su parte, dice haber logrado finalmente algo parecido a derrotar al virus tras utilizar ambas tácticas, encontrándose ahora oficialmente en una situación similar a los tigres asiáticos. Podrían agregarse Nueva Zelanda y Australia.

Por otro lado, y si bien la pandemia ha desarticulado las protestas que se daban en lugares tan dispares como Hong Kong, Chile y Líbano, en otros lugares se plantea ahora una oposición entre el Estado y los ciudadanos en la medida en que éstos se resisten al aislamiento. La situación llega a ser violenta en ciertos países de África y el sudeste asiático. En el resto del mundo, prácticamente todos los países han conocido ya gestos de descontento grupales y organizados, en general más bien simbólicos, e incluso varios mandatarios –particularmente en América– se han expresado en contra de la estrategia (buscando representar en el imaginario colectivo la esperanza de volver a la normalidad, o de alejarse lo menos posible de ella).

El virus ha servido para revigorizar la disputa entre Estados Unidos (o más precisamente los anglosajones, ya que el Reino Unido y Australia también participan) y China. Ambos bandos se acusan de haber tardado en reaccionar y de tal vez haber diseñado el patógeno.

Pero la gestión de la cuarentena se apoya masivamente en el dispositivo de la multa. Con excepción, en este caso, de los tigres asiáticos y de Alemania, donde en ningún momento se le prohibió a la gente salir de su casa, en ningún sentido, ni ir al parque o trasladarse. Las restricciones son a comercios e instituciones, las personas solo reciben recomendaciones, que tienden a cumplir. Aunque en Taiwán, por lo menos, los casos sospechosos son obligados a permanecer en un hospital. En muchos lugares de Estados Unidos con pocos casos, sin embargo, o en lugares como Indonesia, hay escasa presión policial para hacer cumplir las directivas de aislamiento.

Un tercer nivel de conflictividad se da entre países. En este sentido, el virus ha servido para revigorizar la disputa entre Estados Unidos (o más precisamente los anglosajones, ya que el Reino Unido y Australia también participan) y China. Ambos bandos se acusan de haber tardado en reaccionar y de tal vez haber diseñado el patógeno. Continuando con una línea ya establecida de alejamiento de la ONU, Trump le retiró financiamiento a la OMS, denunciando que la misma estaría encubriendo errores y falsedades chinos. Solo la intervención de un grupo de dos docenas de países agrupados en la Alianza por el Multilateralismo, encabezada por Alemania y Francia, ha permitido que la organización no corra el riesgo de desaparecer. En este contexto, el servicio exterior chino ha elogiado repetidamente al presidente francés, tratando probablemente de abrir una brecha en la UE. Alemania finalmente ha contestado afirmando que China les habría solicitado un apoyo explícito e incondicional a su actuación.

Por otra parte, tanto China como Rusia han aprovechado para brindar apoyo a Italia, que junto a España se siente abandonada por la UE, y Estados Unidos para presionar aún más a Irán y Venezuela, que por otra parte se encuentran en una situación muy delicada a raíz de la caída en el precio del petróleo. Ante esta situación, la UE ha comenzado a utilizar Instex, un sistema de pagos internacionales al que EEUU no tiene acceso, para desahogar a Irán.

China, además, en cuanto fábrica del mundo, ha pasado a desarrollar una política especial, repartiendo barbijos y respiradores a decenas de países.

Todos resignifican un hecho que en la práctica es tan natural como una erupción volcánica, en función de sus esquemas previos y su posición en el mundo. Por ahora, no aparece nada nuevo. Lo mismo puede decirse del primer ministro de Israel, que para evitar el saludo estrechando las manos sugería a la población utilizar el saludo hindú (juntando las propias manos a la altura del pecho): los judíos comparten con los hindúes el tener a los musulmanes de adversarios. Tal vez la principal novedad, hasta ahora, sea que Rusia fue el primer país en cerrar la frontera con China, lo que llegó a enfriar la relación entre ambos por unos días hasta que un funcionario de primera línea viajó a Beijing.

Sin lugar a dudas, la pandemia pone a prueba a los gobernantes, gestores de la polis, no menos que a los ciudadanos. En lo que va del año, en todas partes se ha convertido en el factor dominante de la opinión pública.

En Argentina, si bien tanto el ministro de salud como el presidente mostraban una actitud displicente en relación al virus, Argentina cortó los vuelos a Europa al día siguiente de que lo hiciera Estados Unidos. La estrategia de contención dio resultados parciales, y el gobierno decidió aplicar el aislamiento generalizado. El mismo cuenta con amplio consenso político (incluso los gobernadores sin casos aceptaron todas las restricciones iniciales), y no se observa oposición organizada entre la población. Las protestas en las cárceles apuntan a una falta de aislamiento, no al exceso. Por lo demás, el gobierno también ha aprovechado para intentar posicionarse en relación a las Malvinas, ofreciendo colaboración al haberse registrado casos.

El desafío es seguir relajando el aislamiento. Diversos caminos pueden llevar a ello: que la clausura geográfica y la caza del virus sean eficaces, que la población mantenga precauciones al salir, que continúe mejorando la capacidad hospitalaria, que aumente la tolerancia a la mortalidad.

Sin lugar a dudas, la pandemia pone a prueba a los gobernantes, gestores de la polis, no menos que a los ciudadanos. En lo que va del año, en todas partes se ha convertido en el factor dominante de la opinión pública: suben en las encuestas quienes hacen una gestión exitosa en lo social, lo económico, lo sanitario, lo geopolítico, y caen quienes no lo hacen. En lo inmediato, ésa seguirá siendo la tendencia.

Christian Gebauer

Christian Gebauer

Profesor de Filosofía y analista internacional.