Hermes Binner fue una figura fundamental del PS y un dirigente querido, admirado y respetado por sus amigos y compañeros, pero también por sus adversarios. Desde La Vanguardia los y las invitamos a evocarlo.
Hay hombres que trascienden las divisiones y las banderas. Cuya figura se hace querer incluso por los que no necesariamente comparten sus idearios políticos. Hermes Binner fue miembro del Partido Socialista pero fue también mucho más que eso. Intendente de Rosario, gobernador de Santa Fé, candidato presidencial por el Frente Amplio Progresista en 2011. Un socialismo que se vestía de saco y corbata, es verdad, su atuendo atildado no se negociaba como tampoco los valores democráticos. El socialismo posible no se traducía en la revolución del proletariado sino en el intento de reformas en una democracia para vivir mejor.
En la línea de Alfredo Palacios, el precursor del socialismo en el país y América Latina, pero limando su acendrado y hasta violento antiperonismo hacia una convivencia democrática. En el camino de Alfredo Bravo, Norberto La Porta, Héctor Polino, un socialismo que dejó y sigue construyendo una labor legislativa de importancia, que supo aliarse también al peronismo para formar El Frente Grande de los 90 y luego el Frepaso. Y después la Alianza, ya sabemos. Que en estos devenires humanos no se cuenta sólo el oro, el bronce, también el barro de la derrota y el fracaso.
El socialismo posible no se traducía en la revolución del proletariado sino en el intento de reformas en una democracia para vivir mejor.
Legado al que Hermes Binner le sumó la ejecutividad de gobernar una provincia. De intendente de Rosario, se postuló a gobernador en 2003 y fue derrotado por Obeid por la cuestionada ley de lemas. Obtuvo más votos pero cayó ante la vigencia de la normativa que permitía agrupar a varios candidatos del mismo partido, sumando el vencedor los votos totales del lema. Dicho hecho causó malestar en la sociedad santafesina en general, lo que produjo que la normativa fuera derogada poco después.
Triunfó en el año 2007 en las elecciones a gobernador. Tomó el desafío de embarrarse en la gestión de la cosa pública, el lugar donde muchas veces mueren las utopías y se dejan en la puerta. Donde los sellos matan las ilusiones. Donde el corset del capitalismo vuelve difícil cada reforma. Gobernar Santa Fé para crear un foco irradiante, en coincidencia con la teoría del Che Guevara en los 60 pero sin violencia. En su gestión, descentralizó el sistema público de salud fortaleciendo los centros comunitarios y creando tres hospitales de alta complejidad e importancia. Siendo dirigente pero también médico, puso en valor la salud pública, tema tan sensible en la actualidad de pandemia que nos encontramos atravesando. En educación, titularizó a los docentes que venían arrastrando, además de lo tradicionalmente exiguo de sus haberes, la inseguridad en cuanto a la continuidad en los cargos que desempeñaban. El maestro, más seguro, enseña mejor.
El deseo de irradiarse al país tuvo lugar en la campaña del 2011, con el Frente Amplio Progresista. La fórmula que encabezaba fue segunda, ubicándose detrás de la victoria contundente de Cristina Fernández de Kirchner. Qué épocas esas elecciones, donde el FAP quería apurar “por izquierda” al gobierno. En la actualidad acuciante, la gestión gobernante recibe las mayores interpelaciones “por derecha”, en un momento en que gana los enfrentamientos electorales los que disputan el centro del electorado, el elector independiente que no se embandera ni en el kirchnerismo ni en el macrismo y que tiende a ser más o menos conservador. El Frente Amplio Progresista se disolvió a nivel nacional poco después, los subcampeonatos no se valoran en el fútbol y en política tampoco. Uno de los motivos desencadenantes fue la posición frente al Socialismo del Siglo XXI en la República Bolivariana de Venezuela. Hermes Binner criticó el modelo venezolano, para él ningún título con que se identificara aquél gobierno justificaba las prácticas autoritarias o poco democráticas de Hugo Chávez. Lo criticaba pero tampoco era un abanderado del boicot económico, la intervención en el país ni nada parecido. Marcaba sus puntos de divergencia sin importarle cómo pudieran ser interpretados por otros sectores progresistas.
Los valores democráticos no se negociaban para Hermes Binner. Podía perder por la ley de lemas, que se desarme su espacio por una opinión o por el oportunismo de una UCR que, finalmente, se alió al macrismo. Él no participó de la alianza Cambiemos, y se fue, casi como J.J. Urquiza, derrotado a nivel nacional, a recluirse a sus pagos y a brindar apoyo a Lifschitz, que triunfó en las elecciones a gobernador de 2015. Desapareció prácticamente de la escena pública, por un lado porque se deterioró su salud y también porque el centro-izquierda que hubiera podido comandar fue absorbido por la polarización y la grieta. No era un hombre de azuzar los enfrentamientos ni de grandes arengas ni amigo de lenguajes agresivos, aunque pudiera enojarse.
No era un hombre de azuzar los enfrentamientos ni de grandes arengas ni amigo de lenguajes agresivos, aunque pudiera enojarse.
Hay hombres que trascienden las banderas, que despiertan simpatías por fuera de los partidos. El que esto escribe se ve más atraído por la verba e impronta peronista, por los caudillos carismáticos pero no deja de reconocer que tuvo curiosidad y alegría cuando ese socialista ganó Santa Fé. Un sapo de otro pozo, una manchita colorada en el mapa aburrido del bipartidismo. Un poco de magia, algo distinto, aún con los límites del gobierno local y los intereses creados. La posibilidad de otra sensibilidad, y en efecto creo que Hemes Binner la tuvo. Ese hacerse querer o al menos respetar por todos. Un poco como el trinche Carlovich, el jugador bohemio al que iban a ver los sábados los hinchas de Rosario Central y Newells abrazados. Pero con una corrección y seriedad en el aspecto que no negociaba. Contrario a la expresividad, su gesto era casi siempre adusto, su sensibilidad se cristalizaba cuando visitaba escuelas, hospitales y en el trato cordial y ameno en el mano a mano. Que todos los argentinos nos podemos sentar a tomar un café y tratar de pensar en un país más justo, más humano.
En un tweet, Mariano Schuster contó una anécdota: “Una vez, un amigo que, tras la dictadura, se sumó al Partido Socialista Popular (al que pertenecía Hermes Binner) me dijo: “no entendía, casi no había banderas rojas, sólo argentinas”.
Intentando trascender las diferencias, su espíritu era casi el de Agustín Tosco, aquél sindicalista combativo vestido de overol que juntaba a peronistas, socialistas, radicales y personas sin banderías políticas en sus manifestaciones. Armando frentes con todos los hombres que persiguieran la justicia social y la rebelión contra la injusticia. Hermes Binner, con otros modales, intentando reformar más que combatir y vestido de traje y corbata. Plegando la bandera roja y levantando la bandera argentina.