La pandemia de covid-19 mostró las diferencias entre quienes pueden acceder a la educación a través de dispositivos tecnológicos propios y con acompañamiento familiar de aquellos que no cuentan con esa posibilidad. Se precisa un programa y una ley de educación virtual para apostar a condiciones de igualdad educativa en este campo específico. En Santa Fe ya hay una iniciativa parlamentaria. Resta que la apruebe el Senado de esa provincia.
Durante este tiempo de pandemia, la educación ha estado en el centro de la escena pública. Desde que la crisis del covid-19 se presentó en Argentina, numerosos expertos, tomadores de decisión y ciudadanas y ciudadanos han mostrado preocupación por la situación educativa de las niñas y los niños. La pandemia nos permitió recuperar, como modo de preservar la vida, esa práctica escolar a la que llamamos “tomar distancia”. Esa distancia, sin embargo, salva solo en el hoy. Su efecto secundario ha sido soltar los lazos que tensaban la brecha de la desigualdad, del acceso a oportunidades y derechos. La pandemia no resolvió desigualdades: las exhibió y, en muchos casos, contribuyó a ampliarlas.
¿A qué distancia se ubican niños y jóvenes que pudieron acceder a las clases virtuales, en la privacidad de su cuarto, con el acompañamiento de la familia, a través de un dispositivo propio, de quienes comparten el único celular de la casa, cuando terminó la jornada laboral de los adultos, cuando tienen datos de conectividad o cuando un vecino solidario les abre la clave del WIFI?
Esta otra distancia condena a un irremontable abismo entre quienes pueden, tienen recursos tecnológicos y simbólicos, y quienes no. Esta distancia que la “escuela prepandemia” se encargaba de achicar, que intentaba igualar en la diversidad, se ha disparado hacia los extremos, sin encontrar tope. Es a ese lugar al que los ojos y las miradas progresistas, comprometidas con la educación y el desarrollo en igualdad, deben dirigirse.
¿A qué distancia se ubican niños y jóvenes que pudieron acceder a las clases virtuales en la privacidad de su cuarto, con el acompañamiento de la familia y con un dispositivo propio, de quienes comparten el único celular de la casa, cuando terminó la jornada laboral de los adultos, cuando tienen datos de conectividad o cuando un vecino solidario les abre la clave del WIFI?
Recientemente, la Cámarada de Diputados de Santa Fe aprobó la ley de Educación Virtual. Se trata de una iniciativa pensada en este sentido igualitario, con una idea de justicia educativa y solidaridad ciudadana. Sus principios bien podrían apoyar el desarrollo de la nueva experiencia educativa en otras provincias.
El acceso a la tecnología, tenerla y saberla usar críticamente, constituía ya una preocupación de la escuela antes de que se desatara la pandemia. En Santa Fe, los gobiernos socialistas, se encargaron durante doce años de equipar escuelas y conectarlas a internet para administrar en tiempo real un sistema que cuenta con 5.000 instituciones educativas. Instalar pisos tecnológicos y equipamiento para las aulas, para docentes y para estudiantes fue parte del proceso político de solidaridad e igualdad encarado por el socialismo. En ese proceso intervinieron no solo los tres niveles del Estado, sino también las organizaciones sociales y territoriales con las que construimos ciudadanía.
Las capacitaciones, los concursos, los reconocimientos y los festivales de innovación educativa fueron parte de un proceso de cambio escolar. Esa “prueba tecnológica” en las escuelas tuvo, sin embargo, su contracara. Montada sobre el capital tecnológico, la escuela incluyó soportes pero excluyó a alumnos y alumnas. Quien no se puede conectar “no va a la escuela”. Así, en Argentina ya quedaron fuera de la escuela muchísimos estudiantes.
Las consecuencias del abrupto aumento de la curva de abandono pueden ser irreversibles si no se toman medidas urgentes. El plan para iniciar el ciclo 2021 ya debería estar en marcha. Muy probablemente, no será una vuelta a “la normalidad”, sino la llegada a una escuela que no será la que conocimos hasta ahora. Es justamente esa situación la que justifica la nececidad de preparación de una propuesta combinada entre lo presencial y lo virtual (no necesariamente a distancia). Que Santa Fe ya cuente con una ley que sea marco de un proceso tan significativo no es un dato menor. Por el contrario, expresa la posibilidad de un avance en la materia.
La ley de Educación Virtual respalda la inversión en infraestructura de conectividad y equipamiento escolar, pero no sólo para las escuelas, sino para cada participante del sistema educativo. Porque aun cuando las escuelas estén equipadas, ya no son el ámbito exclusivo para garantizar el derecho al acceso a la información y el conocimiento. Es decir, la escuela, como espacio de las relaciones presenciales de aprendizaje, de construcción de identidad, de convivencia democrática, sigue siendo imprescindible. Pero la trama social hoy se ha expandido e implica también estar conectados a través de diversos medios.
La ley de Educación Virtual respalda la inversión en infraestructura de conectividad y equipamiento escolar, pero no sólo para las escuelas, sino para cada participante del sistema educativo.
Además de un Estado que invierta en equipamiento, desarrollo de plataformas que protejan el derecho a la privacidad -y no privaticen la información que generan estudiantes y docentes-, que busque a los estudiantes que quedaron excluidos y los revincule con en la trama social que facilita la educación, también se requiere la ampliación de los derechos de los docentes: que se construyan los resguardos al tiempo y al espacio de trabajo, a la salud, a la formación permanente, para el bienestar de los docentes que son quienes diseñan las estrategias singulares para acercar, uno a uno, a los miles de estudiantes que los cimbronazos de la pandemia soltaron de la mano de la escuela.
Es verdad que Santa Fe ya tiene un gran caudal de conocimiento, porque sumada a los aprendizajes de estos 9 meses de virtualidad, cuenta con la experiencia de la Escuela de Educación Media para Adultos (EEMPA 1330), con más de 1.000 egresados y 5.000 estudiantes llevando adelante su educación secundaria. La ley de Educación Virtual santafesina también vendrá a sostener las propuestas educativas de nivel Secundario o Superior que puedan organizarse íntegramente en la virtualidad, y éste también es un modo de achicar brechas, porque ante la diversidad de situaciones siempre es necesario abrir y sostener diversas oportunidades. Ahora es necesario que el Senado santafesino apruebe esta ley. Si lo hace pondrá a Santa Fe, una vez más, en la vanguardia educativa de la nación. Para suturar la desigualdad que agudizó esta crisis sanitaria, y más aún, para entrar a la nueva normalidad, si es que efectivamente la habrá, asegurándose de no traer en los zapatos los resabios de las lógicas excluyentes. Para ello necesitamos inversión, gestión y escucha activa de las voces de niñas, niños, jóvenes, docentes y familias, que ya dieron letra a esta ley santafesina, que será pilar de una escuela más inclusiva, sin distancias que obturen el entramado de todos los proyectos de vida.