El trumpismo tiene un gran caudal para ser explotado. La salida de Trump de la Casa Blanca no significará el fin de su movimiento político. Las figuras de relevo existen y algunas de ellas revisten características preocupantes.
La transición del ciclo electoral de 2020 ha sido una de las más turbulentas en la historia moderna de los Estados Unidos. Todo comenzó la noche de las elecciones generales del 3 de noviembre, ese día a las tres de la mañana Trump brindó una conferencia donde indicó que estaban sucediendo “cosas raras” en los centros de votación en las ciudades de Detroit y Filadelfia. A partir de ese momento comenzó a alegar constantemente la existencia de un fraude masivo, no reconociendo el triunfo de Joe Biden y amenazando con ir a la Corte Suprema a la espera de una resolución similar a la de Bush vs. Gore en la elección del 2000. Trump utilizó a Rudy Giuliani para demostrar el supuesto fraude en los estados de Arizona, Pennsylvania, Michigan y Georgia. Dos de ellos con gobernadores y legislaturas republicanas. El equipo legal del trumpismo no tuvo mucho éxito y perdió 60 demandas legales. Ante esta situación comenzó a verse una fractura en el Partido Republicano. Poco a poco muchos de sus figuras comenzaron a despegarse y reconocer el triunfo de Joe Biden. Trump reaccionó llamando traidores y RINOS (Republicans in Name Only), término despectivo utilizado por el ala más conservadora del Partido Republicano para referirse a aquellos que se consideran dentro del partido pero que ideológicamente son más moderados. No solamente eso, sino que inicialmente saboteó las elecciones por las dos bancas de senadores por Georgia y solo hizo campaña una vez que los dos candidatos republicanos ratificaron su apoyo a su alegación de fraude. Sin embargo, ambos fueron derrotados. Eso llevó a la pérdida de la mayoría republicano en el Senado y, por ende, en cada cuerpo legislativo federal. Todo esto fue antes de lo que podemos denominar el “Dia D”: el 6 de enero. Ese día el Congreso certificó los votos obtenidos en el colegio electoral, confirmando así la victoria de Joe Biden. Horas antes, Donald Trump realizó un acto con alrededor de mil seguidores a pasos del Capitolio. Once senadores republicanos habían decidido apoyar la objeción a esta certificación, calificándose como el grupo más leal al presidente saliente.
Una tendencia visible en el Partido Republicano es que cada renovación se sitúa cada vez más a la derecha en las cuestiones sociales y económicas.
Ante esta situación, más miembros del Partido Republicano tomaron distancia de Trump. Algunos han llegado a sugerir la aplicación de la 25va enmienda, que permite echar al presidente en ejercicio. Las renovaciones dentro del Partido Republicano son llamadas a veces “revoluciones” porque tratan de cambiar estructuras del partido y suelen estar acompañados por un movimiento de bases partidarias que desafía al statu quo partidario. Una tendencia visible en el Partido Republicano es que cada renovación se sitúa cada vez más a la derecha en las cuestiones sociales y económicas. A la revolución del reaganismo de fines de la década de 1970, la sucedió la de 1990 de Newt Gingrinch y los valores morales, seguida en 2008 por el Tea Party, el libertarianismo y con personajes tales como la excéntrica Sarah Palin. A pesar de ser una cruzada antiestablishment, estas renovaciones generalmente suelen estar apoyadas por grandes compañías y think tanks de la ortodoxia económica. Cabe preguntarnos entonces ¿Estamos ante una nueva “revolución republicana”?
LA RENOVACIÓN JOVEN: JOSH HAWLEY Y TOM COTTON
Hawley, senador republicano por el estado de Missouri, era el más joven antes de la llegada de Jon Ossoff, senador demócrata recientemente electo por el estado de Georgia. Comparte la agenda cultural de Trump, pero su foco está en lo económico. Hawley representa a un estado culturalmente conservador y donde existen pequeñas granjas y zonas de turismo rural (series como Ozark o la película Three Billboards Outside Ebbing son situadas en este estado), pero con una fuerte tradición laborista en sus ciudades más grandes como St. Louis y Kansas City. El mensaje económicamente populista tiene mucha fuerza. Por estas razones, Hawley se ha despegado muchas veces de su partido respecto a la política de un estado mínimo y un déficit balanceado. Simpatiza con el ideario original del famoso estratega Steve Bannon, quien sugería que el Partido Republicano podía convertirse en un partido que represente a los trabajadores ideológicamente conservadores. En diciembre, Hawley fue el primer senador en apoyar la iniciativa del senador progresista Bernie Sanders de lograr un estímulo de 2000 dólares a los afectados laboralmente por el cierre debido al Covid-19, un incremento respecto a los 600 dólares propuestos por el establishment republicano. También ha tenido una fuerte posición respecto a China y al libre comercio, ha apoyado la política proteccionista de Trump e incluso ha pedido la disolución de la OMC. Para compensar las pérdidas de los granjeros productores de soja y sorgo de su estado debido a la guerra comercial ha pedido grandes subsidios, rompiendo una vez más con la visión del status quo republicano que cree en una política de subsidios limitados. Cuando habla sobre inmigración suele focalizarse en que esta genera la pérdida de empleos para los estadounidenses. Argumenta que los trabajadores estadounidenses sufren un combo terrible: automatización, desindustrialización por la apertura comercial y pérdida de empleos ante la mano de obra no calificada proveniente de otros países. Por otro lado, Hawley no ha sido consistente con la promesa de ser un representante de la clase baja conservadora al haber votado en contra de la cancelación de la deuda estudiantil universitaria, la expansión del sistema de salud propuesta por los senadores progresistas Warren y Sanders, y más fondos para agencias estatales como la EPA (Agencia de Protección Ambiental).
Josh Hawley ha estado en boca de todos porque el 6 de enero saludó a los trumpistas una hora antes de que la turba violenta entrara al Capitolio. Varios colegas republicanos, entre ellos el ex candidato presidencial Mitt Romney, lo han responsabilizado por incitar a la violencia al ser uno de los que más insistió con la existencia de fraude en la elección pasada. Es visto como uno de los potenciales herederos del trumpismo. Él mismo ha dicho: “Yo respondo a la gente trabajadora del medio del país, no al establishment del Partido Republicano”.
Josh Hawley ha estado en boca de todos porque el 6 de enero saludó a los trumpistas una hora antes de que la turba violenta entrara al Capitolio. Él mismo ha dicho: “Yo respondo a la gente trabajadora del medio del país no al establishment del Partido Republicano”.
Tom Cotton es senador por Arkansas, estado vecino de Missouri, también una joven promesa de 43 años. Cotton puede ser visto como la adaptación del Tea Party al trumpismo. Pasó de poner al estado mínimo e impuestos bajos como sus principales prioridades a bregar por la batalla cultural alentada por el trumpismo. Cotton ha tenido expresiones polémicas respecto al movimiento Black Lives Matter, sobre todo tras las protestas por el asesinato de George Floyd. En ese momento, reclamó que las Fuerzas Armadas intervinieran, llevando al extremo el postulado de “Ley y Orden” del Partido Republicano. No solamente eso, sino que llegó a cuestionar la existencia del racismo sistémico en Estados Unidos, argumentando que eso se había acabado en los ’60. En cuanto al tema de la inmigración, ha sido el gran defensor de la separación de niños en la frontera con México y ha propuesto reducir el número de visados a extranjeros y modificar el status de refugiados concentrándose en los refugiados centroamericanos. Cotton se ha diferenciado de Hawley respecto a la política en Siria: cree que las tropas deben seguir allí. Es claro que Cotton también utiliza el trumpismo como un canal para favorecer la agenda de la Heritage Foundation, fundación de la ortodoxia liberal que le ha dado un puntaje alto en cumplir con la agenda de la institución. Unos días antes del “Dia D”, Cotton anunció que apoyaría la certificación del triunfo de Biden. Esto enfureció a Trump, lo que lo llevó a ser acusado como traidor y tibio. Tom Cotton ha sido descrito por varios colegas como un político sagaz y que suele ver a tiempo qué hacer. Si bien en estos momentos Cotton tiene un problema con la base del trumpismo, tiene el capital ideológico para lograr ser el canalizador de ese electorado en un futuro y lograr que el ultra conservadurismo llegue a otros sectores.
TUCKER CARLSON Y EL PODER MEDIÁTICO
Tucker Carlson, periodista de la cadena televisiva Fox, ha sido un arma mediática vital para el mensaje conservador desde principios de los años 2000. Sin embargo, él se define como un conservador nacionalista, con ideas similares a las de Hawley y Cotton. La gran diferencia es su gran carisma y su imagen instalada ante el público republicano. Por otra parte, ha cuestionado a Trump respecto a sus políticas impositivas, acusándolo de darle pocos beneficios a la clase trabajadora y también el intervencionismo en Siria y Yemen. Tucker Carlson tiene un estilo provocador, tratando de poner incómodos a múltiples sectores, y demagógico. En varios de sus programas llamó a los propietarios de pequeños negocios a votar contra los demócratas dado que, en líneas generales, estos reclaman más restricciones por el Covid-19. A pesar de tener un pensamiento nativista y xenófobo, suele apelar a las minorías de ese segmento social. Muchas veces ha utilizado este estilo demagógico con el objetivo de ridiculizar propuestas como la restricción de armas o el Green New Deal (plan de reconversión de economía de combustibles fósiles a una de energías renovables) para defender intereses de corporaciones tales como la NRA (Asociación Nacional del Rifle) y las grandes petroleras, muchas de las cuales son auspiciantes en su programa.
Tucker Carlson, periodista de la cadena televisiva Fox, ha sido un arma mediática vital para el mensaje conservador desde principios de los años 2000.
Debido a que la cadena Fox decidió declarar a Joe Biden como ganador de las elecciones presidenciales de 2020, ha habido rumores de que Carlson, quien ha cuestionado los resultados de esta elección de forma explícita, pueda comenzar su propio medio audiovisual. Carlson se inspira en el ex periodista Pat Buchanan, quien era un crítico conservador de las reaganomics, NAFTA, el intervencionismo militar y que se enfrentó al ex presidente George Bush padre en una interna republicana en 1992. Es incierto si Tucker Carlson decidirá saltar a la política, algunos operativos republicanos lo consideran como un potencial candidato presidencial en el futuro, capaz incluso de ser el conductor del post trumpismo.
MARJORIE GREENE Y QANON
Una de las herencias políticas más extrañas del trumpismo es el movimiento QAnon. Conocido en la jerga como Q, es un grupo que surgió en internet, alimentándose de teorías conspirativas a principios de 2010 con respecto a la ciudadanía de Barack Obama, ya siendo visible como movimiento online en la campaña de 2016. Sus denuncias han ido desde acusar a Hillary Clinton de ser dueña de una red de trata de jóvenes que operaba desde una pizzería en las afueras de Washington hasta que Obama había mandado a matar a Osama Bin Laden para encubrir un negociado de armas nucleares con Irán. Aun así, este movimiento ha logrado la simpatía de políticos radicalizados dentro del Partido Republicano. Su cara más notoria es la de Marjorie Taylor Greene. Es representante de un distrito rural de Georgia, se hizo conocida en este ultimo ciclo electoral de 2020 por un anuncio en el que iba en una camioneta disparando a las distintas propuestas del ala progresista del Partido Demócrata como el Green New Deal y la restricción del acceso a la tenencia de armas. Termina su anuncio diciendo: “Stop Socialism, Stop Antifa, Stop Democrats”. Greene solía postear material de QAnon antes de estar en política, como que el tiroteo de Las Vegas de 2017 era mentira para regular la tenencia de armas o que el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 al Pentágono había sido en realidad una explosión. Donald Trump nunca condenó Q. Es más, ante las preguntas del periodismo, ha dicho que había algunas cosas malas y otras buenas como “la lucha contra la pedofilia”.
Una de las herencias políticas más extrañas del trumpismo es el movimiento QAnon. Su cara más notoria en las filas republicanas es la de Marjorie Taylor Greene.
El trumpismo tiene un gran caudal para ser explotado. No todos los 74 millones de votantes de Trump son trumpistas, pero en la última encuesta de la consultora Morning Consult respecto a lo ocurrido en el Capitolio se puede ver que un 45% de sus votantes cree que Trump no es culpable por lo sucedido. Será interesante cómo se posicionará el post trumpismo ante la agenda del presidente Biden y qué rol jugará en el futuro, en especial con miras a la elección de medio término de 2022. Falta un tiempo para saberlo, pero los jugadores ya están en movimiento.