El economista Lucio Geller es, ante todo, un socialista. Una vida signada por el compromiso y el exilio. De Allende a Binner. Entre Chile y Argentina, pasando por México. Pero siempre socialista.
Lucio Geller (1937) es economista, con especialización en el mundo del trabajo, y con un largo camino de militancia socialista. Este doble perfil de intelectual y servidor público lo ubican en un lugar de referencia en Latinoamérica, sea por sus proyectos académicos, como como por su gestión política. Su biografía da cuenta de vivencias centrales para interpretar la historia reciente en clave socialista, gracias a su derrotero junto a los gobiernos de la Unidad Popular chilena en la década de 1970, y junto al Frente Progresista Cívico y Social en la provincia de Santa Fe durante el siglo XXI.
Geller fue docente e investigador en la Universidad de Chile, en el Instituto Di Tella, y en el Colegio de México, entre otras instituciones. Se formó como Contador Público en la Universidad Nacional del Litoral, Argentina, es Máster en Desarrollo Económico -Escuela Latinoamericana de Estudios Económicos, Chile- y realizó estudios de especialización en la Universidad de Oxford. En la gestión política se destacan su trabajo en la Corporación del Cobre (CODELCO) de Chile, durante el gobierno de Salvador Allende, su desempeño como funcionario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y sus gestiones en los sucesivos gobiernos provinciales de Santa Fe –mandatos de Hermes Binner, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz.
Entre sus publicaciones se destaca el libro de reciente aparición La ofensiva de 1976. Una lectura de economía política (2021) publicado por el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO) en formato digital. En México dirigió la revista Mapa Económico Internacional. Además, publicó libros y artículos de temas económicos en revistas científicas y periódicos de América Latina. Formó parte de misiones internacionales en representación de la OIT en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, México, Cuba, Chile, Uruguay y Venezuela.
«Ese período 1968-73 me marcó fuertemente. La variedad de relaciones con las que compartí el clima de época me decidió a quedarme a vivir en Chile. Me sentía formando parte de una corriente entusiasta de trabajadores, pobladores, profesionales y estudiantes motivados por la construcción del socialismo en democracia».
¿Cómo fue su juventud y los primeros vínculos con el socialismo?
De mis padres heredé el hábito de la mudanza; desde el Chaco a ciudad de Buenos Aires, en 1950, y luego a Santa Fe, capital provincial, en 1953. Aquí comencé mis estudios universitarios y mi temprana militancia en movimientos universitarios en la dependencia local de la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario. Fui dirigente estudiantil de la Universidad Nacional del Litoral y conocí a Guillermo Estévez Boero que comandaba la FUL -Federación Universitaria del Litoral-, y luego la FUA -Federación Universitaria Argentina. En ese entonces, 1958, la lucha estudiantil era contra la enseñanza privada. En esa campaña fui “telonero” de Estévez Boero en actos multitudinarios en Santa Fe y en Paraná. A pesar de las migraciones internas, supe adaptarme a las nuevas situaciones. Tuve una infancia y adolescencia cómodas y una juventud intensa.
¿Cómo se incorpora a la militancia y cómo llega a áreas vinculadas al trabajo?
A la militancia política me incorporo en Santa Fe alrededor de 1954. Allí me afilio al Partido Socialista controlado por el matrimonio Bonaparte, viejos referentes del socialismo de la ciudad en ese entonces. Fui candidato muy joven a concejal en la ciudad de Santa Fe por el PS. Siempre milité en el PS, incluso durante mi estadía en Chile cuando formé parte de la promoción Lenin del PS durante el gobierno de la Unidad Popular presidido por Allende. Por supuesto, llegado a Rosario en 1997 me incorporo al PS donde tuve una actividad variada e intensa, incluyendo la participación desde 2007 hasta 2017 en el gobierno del Frente Progresista Cívico y Social.
Profesionalmente, llegado desde Chile a Rosario luego de mi experiencia en la Organización Internacional del Trabajo, hay una inclinación en mi actividad por el mundo del trabajo. Construí entonces la experiencia institucional, social y bipartita, que fue el Consejo de Capacitación y Formación Profesional de Rosario, apoyado por Hermes Binner. El Consejo sigue en funciones. Esta inclinación por el mundo del trabajo me alejó de las preocupaciones macroeconómicas, se acomodó con mis lecturas de Marx iniciadas en Chile y me permitió una actitud crítica ante los referentes sociales de Santa Fe. En 2017 considero que ya es hora de retirarme del gobierno y retornar a las lecturas postergadas durante mi tránsito por el gobierno provincial.
¿Cuándo comienza su periplo de exilios?
Transcurrieron dos años dictando clases en la Universidad de Chile; siguieron otros comprometidos con el movimiento popular chileno y el gobierno de Salvador Allende, hasta que el golpe de militar de Augusto Pinochet me hizo recalar en el Instituto Di Tella de Buenos Aires.
Consumado el golpe militar en Argentina, en 1976, el Instituto Di Tella fue intervenido militarmente. El interventor militar me citó en marzo de 1976 a la Casa Rosada para decirme que mis antecedentes chilenos me hacían indeseable en el Instituto. Fue entonces, en febrero de 1977, que partí hacia México. Residí en México hasta poco después del año 1982 cuando sucedió la crisis del Tequila. El final del exilio mexicano coincidió con la recuperación de la democracia argentina. Tuve luego una estancia prolongada en Santiago de Chile (1984-1997) trabajando en la OIT hasta radicarme finalmente en Rosario.
¿Cómo se da su inserción en la Unidad Popular? ¿Qué experiencias lo marcaron?
A partir de 1968 comencé a involucrarme en el clima social y político de Chile. Coincidió el inicio en ese año con una movilización reformista del movimiento universitario que incluyó la toma de la Casa Central de la Universidad Católica de Santiago, un proceso que contagió a profesores y estudiantes de la Universidad de Chile, extendiéndose luego a las universidades en todas las regiones del país. Los planes de estudio y la elección democrática de sus autoridades en distintos niveles de las universidades. La historia del movimiento universitario de Chile siempre acompañó las alternativas políticas de ese país.
Tres candidatos se presentaron a presidir el Instituto de Economía de la Universidad de Chile en 1969: Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel y Pedro Vuskovic (los tres renombrados economistas de la CEPAL). Por socialista, tuve militancia intensa en favor de Vuskovic, quien ganó las elecciones en el Instituto de Economía. Fui designado Director académico de Escolatina -Escuela Latinoamericana de Estudios Económicos para Graduados de la Universidad de Chile.
Vuskovic fue el primer ministro de Economía del gobierno popular de Allende. Por mi parte, abandoné la docencia en 1971 para integrarme al Departamento de Investigaciones de la Corporación del Cobre. CODELCO se convirtió en la empresa matriz de todas las empresas mineras nacionalizadas.
Ese período 1968-73 me marcó fuertemente. La variedad de relaciones con las que compartí el clima de época me decidió a quedarme a vivir en Chile. Me sentía formando parte de una corriente entusiasta de trabajadores, pobladores, profesionales y estudiantes motivados por la construcción del socialismo en democracia. Fue entonces ‒en 1971‒ cuando me afilié al PS chileno. Esa excitación emocional e intelectual no alcanzó a ser replicada durante mi participación en los gobiernos del FPCyS en Santa Fe. A mi juicio, en las gestiones del FPCyS, indudablemente democráticas, transparentes y sensibles ante la pobreza, el feminismo, la diversidad de género y los problemas juveniles, faltaron programas referidos a la clase trabajadora que hubiesen permitido forjar vínculos entre el Partido Socialista y la clase.
«Una moraleja de esa experiencia personal: el camino al socialismo por la vía democrática formal no es un acto de apuro, sino un proceso que lleva años, décadas y quizás algún tiempo más, respetando las relaciones de fuerza en el devenir de la lucha de clases».
¿Qué experiencias de la Unidad Popular fueron las más promisorias y cuáles fueron los principales errores de la UP?
Allende ganó las elecciones de 1970 con el 36% de los votos, frente a un candidato conservador que salió segundo y a otro que salió tercero de filiación demócrata-cristiana. Acompañaban a Allende diversos partidos, además del Partido Socialista y el Partido Comunista, que tenían también experiencias de trabajo político con sectores populares. En las elecciones municipales de 1971 la UP obtuvo 49,7% de votos.
La consolidación popular del gobierno de Allende se forjaba en un clima de controversia social, conflictos políticos, movilizaciones callejeras, desabastecimientos y atentados de derecha.
Por cierto, el plan tenía sus puntos flacos. Uno de ellos, la desconsideración de los desequilibrios fiscales y del comercio exterior como ha sido observado en otros períodos históricos de transición al socialismo.
La correlación de fuerzas cambió en 1972 cuando los sectores políticos conservadores y demócrata-cristianos, y sus respectivas bases sociales, juntaron fuerzas para no aprobar las reformas constitucionales propuestas por la UP que afectaban la propiedad privada. La UP pretendía crear por Constitución tres áreas de propiedad: social, mixta y privada, una visión que respondía teóricamente a los aportes de Yevgueni Preobrazhenski, que son aplicados actualmente en China.
La UP sostenía que la economía debía descansar en tres ejes: social (o capitalismo de Estado), mixta (público-privada), o privada. Esta concepción estaba presente en la reforma constitucional que impulsaba el gobierno popular. Anoto aquí una tensión entre teoría y práctica: el avance del APS (área de propiedad social) estaba mediado por el proceso de lucha de clases y tensiones políticas. Varios sindicatos de empresas con dirección demócrata-cristiana resistían la intervención del gobierno en las empresas.
La teoría de la transición ganó preeminencia sobre la práctica política. Perdimos aquellos que sosteníamos que el clima político, de alta confrontación, debía limitarse a dar garantías en el texto constitucional a pequeños propietarios productivos. Se trataba de desarmar los temores de la pequeña burguesía y postergar la conformación de las otras áreas de producción (APS y APM) según el desarrollo de la lucha de clases, mientras se consolidaban otros frentes y se acumulaba nuevas fuerzas sociales. En definitiva, se impusieron las cabezas calientes del gobierno popular.
El golpe de Estado de setiembre de 1973 se anticipó al llamado a plebiscito que se proponía el gobierno popular sobre la nueva constitución. El plebiscito habría preservado la democracia chilena.
Sin embargo, no basta con apelar a errores y fracasos de las fuerzas políticas y sociales en el caso chileno. No se debe minimizar a los enemigos externos ni a sus alianzas con los internos. La intervención norteamericana se hizo sentir desde antes del golpe. El gobierno popular era frágil por su condición democrática. El pueblo estaba desarmado. Las armas eran detentadas por los golpistas.
Una moraleja de esa experiencia personal: el camino al socialismo por la vía democrática formal no es un acto de apuro, sino un proceso que lleva años, décadas y quizás algún tiempo más, respetando las relaciones de fuerza en el devenir de la lucha de clases.
La observación y revisión de tácticas y estrategias es un imperativo en todas las medidas de intervención social y productiva que se suceden en un período de transición. Cada avance y cada error debiera permitir la corrección de tácticas y estrategias para continuar la acumulación de fuerzas sociales y políticas. La función principal de un partido revolucionario y democrático no es conquistar votos sino conciencias. Lenin acertó en decir que el partido debiera velar por elevar el nivel de conciencia de los trabajadores más allá de los límites sindicales. La hegemonía de un partido revolucionario sobre otros partidos debiera converger con la hegemonía del socialismo dentro del movimiento asalariado. Los movimientos sociales y políticos no tienen el mismo compás. Sin embargo, esta admisión no debiera debilitar la vocación y voluntad revolucionaria.
¿Cómo atravesó la coyuntura 1973-1976 viviendo en Argentina?
Luego del golpe de Pinochet, viví el gobierno peronista de 1973-76. Como diría Sinatra, lo viví a mi manera. Mi residencia en Buenos Aires era un exilio para mí. Estaba de luto por Chile y seguía los acontecimientos que allí ocurrían. Estaba pendiente de la situación de mis relaciones chilenas y guardaba contacto con ellas. Por otro lado, debía ganarme la vida. Debíamos acomodar a la familia en una vivienda y a nuestros tres hijos en escuelas.
Conseguí fondos del Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE) dirigido por Carmen Miró, panameña de origen y candidata a la presidencia de Panamá. Por supuesto, mi compromiso era realizar trabajos en la línea de investigación que una vez le había sugerido, esto es, relacionar el crecimiento demográfico con modos de producción en sectores rurales. La demografía era un campo nuevo para mí. Realicé las investigaciones en el Instituto Di Tella donde me aceptaron como investigador visitante hasta el golpe militar de 1976. Esa experiencia acumulada en el campo de la demografía me habilitó para ser aceptado en 1977 en el Colegio de México (segundo exilio) y participar en una interesante investigación demográfica en la zona henequenera –ubicada en la península de Yucatán.
Por tanto, viví el período 1973-76 en Argentina como un exiliado chileno. Por supuesto, estuve informado de los acontecimientos nacionales, pero no los viví con participación política. Argentina no era fácil de descifrar para un argentino que había estado alejado durante diez años. 20 años después ocurrió mi reencuentro con los problemas nacionales, una vez insertado ocupacionalmente en Rosario en 1997.
¿Por qué eligió México y cómo fue su llegada allí?
México era una opción ideal por su posición internacional ante las dictaduras del Cono Sur, y su apertura a recibir extranjeros. Una circunstancia definió esa opción. Viajé a México D.F. en febrero de 1977 porque una demógrafa, Susana Lerner, investigadora principal del Colegio de México, me hizo un lugar en el COLMEX para que terminara mis investigaciones pendientes con CELADE. Mi estadía de seis meses en el COLMEX sirvió de colchón temporal hasta asumir una posición en Naciones Unidas que duró 17 meses, el límite temporal del proyecto.
Al término del proyecto de Naciones Unidas, busqué y conseguí asentarme en el CIDE ‒Centro de investigaciones y Docencia Económicas‒ donde también trabajaban argentinos, chilenos y uruguayos. Me dediqué docentemente al tema de Economía Internacional (una vieja experiencia docente en Chile que sirvió de antecedente) y generé una publicación: Mapa Económico Internacional. Un equipo bajo mi dirección seguía la coyuntura de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Japón, devolviendo la mirada con que las universidades sajonas siguen la evolución de los países subdesarrollados (así lo había experimentado en Oxford). Incorporé a Michal Kalecki en mis clases y en los contenidos de mis artículos que fueron publicados en los números de esa publicación. Uno de ellos fue publicado en varias tandas en el diario Excelsior de México DF bajo el título “Keynes, FMI y deuda externa”; aporté una mirada distinta sobre el conflicto White-Keynes acerca de la constitución y el papel del FMI.
«Viví el período 1973-76 en Argentina como un exiliado chileno. Por supuesto, estuve informado de los acontecimientos nacionales, pero no los viví con participación política. Argentina no era fácil de descifrar para un argentino que había estado alejado durante diez años».
¿Cómo fue su salida del exilio mexicano?
El exilio comenzó a desgranarse. Poco a poco, los argentinos apelaron a sus vinculaciones para apurar el retorno. Mi caso era distinto. No tenía relaciones que me diesen conchabo en mi país. Otra vez, una oportunidad favorable se presentó: Ricardo Lagos, inmerso en la política chilena luego de desafiar a Pinochet con el dedo, debió dejar su puesto en OIT. Víctor Tokman, un rosarino con quien compartí mis estudios en Oxford, me invitó a incorporarme a la posición dejada por Ricardo Lagos en el equipo. Este movimiento, me alejó nuevamente de mis relaciones argentinas, y permitió que recupere mis antiguas relaciones chilenas. Los siguientes 14 años viví en Chile ‒1984-1997.
¿En qué circunstancias se dio su retorno definitivo a Argentina?
En 1997 era inminente mi retiro de la OIT por razones de edad. En una de mis últimas misiones a Buenos Aires, me encuentro una mañana con Ángel Sciara en calle Florida. Sciara había estudiado en ESCOLATINA, Chile, en la promoción de 1968. Nos habíamos conocido en Rosario algún tiempo atrás, y en Santiago de Chile habíamos estrechado relaciones. En 1972-73 trabajamos juntos en la Corporación del Cobre en el Departamento de Estudios de ese organismo.
En dicho almuerzo, Sciara me comentó que había sido invitado por Hermes Binner para ser el Secretario de Hacienda de la Municipalidad de Rosario. Me preguntó qué me parecía, aunque, conociéndolo, ya tenía la decisión tomada. Le comenté que había adquirido experiencia en la OIT sobre el tema de formación profesional y mercado de trabajo. Convenimos que una vez que él asumiera sus funciones, yo haría una visita a Rosario.
Así fue. Para ese entonces, mis tres hijos vivían en Buenos Aires y mi pareja chilena me acompañó en mi segundo viaje de exploración a Rosario. Le gustó la ciudad y los amigos de Sciara, todos socialistas en funciones que habrían de ser nuestros amigos en adelante (entre ellos, Alicia Ciciliani, Héctor Tealdi y Sebastián Bonet). Preparamos bártulos en Chile y nos mudamos a Rosario. Creo que fue mi séptima u octava mudanza internacional.
Ubicados en Rosario, fui presentado a Binner en su oficina de la Municipalidad. Expliqué mi plan de trabajo y le resultó interesante. Fui incorporado transitoriamente en la Secretaría de Producción de Rosario.
¿Cómo se revinculó con el Partido Socialista?
Al ponerme en funciones en Rosario, me consideré formando parte del partido a través de mis reuniones de trabajo, reuniones sociales, actos partidarios y charlas a distintas audiencias en Rosario, Santa Fe y Paraná.
Como socialista, ¿cuáles considera que fueron sus principales aportes en la gestión pública? ¿cuáles son sus deudas?
Dos períodos debieran distinguirse. El primero, previo a mi incorporación al gobierno provincial en 2007. El segundo, mi paso por la función pública provincial.
Mi aporte a la gestión pública en el primer período (en coordinación con la Municipalidad de Rosario) fue la constitución del Consejo de Capacitación y Formación Profesional de Rosario y su Región (CCFPR) integrado por organizaciones de empresarios y sindicatos. El Consejo fue una institución privada creada por estatuto jurídico para cumplir funciones públicas. El modelo institucional es canadiense. Tuve la oportunidad de conocerlo in situ durante mi trabajo en la OIT.
Mis aportes a la gestión pública provincial comenzaron con las conversaciones preliminares a las paritarias del gobierno santafesino con los funcionarios públicos provinciales en mi calidad de Subsecretario de Economía. Acompañé al Ministro Sciara en los acuerdos finales. Creo no exagerar si considero que la tarea de mi equipo ‒integrado por Alexis Cabellini y Pablo Gorbán‒ en la Subsecretaría fue el germen de la cláusula gatillo, ampliamente compartida por el ministro. Con acuerdo de ambos ministerios, y a solicitud personal, me desplacé como Asesor Principal al Ministerio de Trabajo donde dediqué los primeros esfuerzos a la constitución de un servicio de intermediación laboral on-line que se llamó NexoEmpleo, todavía vigente a pesar del gobierno peronista actual. Otros esfuerzos referidos a la formación profesional, a comisiones mixtas internas de formación y productividad, y al programa social de viviendas no tuvieron aprobación oficial pese a mi dedicación. Mi deuda con la provincia es no haber tenido la capacidad suficiente de convencer sobre los méritos de proyectos que quedaron en mi cartera. La organización heterónoma de un gobierno provincial es difícil de horadar, en particular en una situación donde a veces el PS se confunde con la gestión.
«Binner ha dejado una huella muy fuerte en los socialistas santafesinos. Cada socialista tiene un recuerdo inolvidable de Binner. Aquello que más me impactó fue cuando ordenó sacar la vallas del frente de Casa de Gobierno en la capital provincial».
¿Cuál fue el legado de Salvador Allende para usted? ¿Tiene algún recuerdo personal con él que lo haya marcado?
El legado de Allende es notable. Su relación con las masas y el contacto con los trabajadores que establecía con su capacidad de oratoria, era de un nivel de estadista y líder. Allende era marxista por convicción y conducta, aunque no creo que haya estudiado El Capital. La vibración de su gobierno se expresa hoy en las calles de Santiago con la presencia de “los que sobran” en el modelo neoliberal.
El recuerdo personal directo con Salvador Allende fue una reunión de trabajo en su oficina en La Moneda, sede de la presidencia de la República de Chile. El tema era la nacionalización del cobre, que habría de presentarse como insignia en la Conferencia de la Organización Mundial del Comercio en Santiago de Chile, en 1972. Sus directivas fueron precisas y dio carta blanca para elaborar un documento a la Conferencia Mundial. Eran las 15 hs. de ese día y se incorporó a la reunión fresco como una lechuga. Nos llamó la atención a los tres que estábamos esperándolo con rostros de cansancio.
¿Cuál fue el legado de Hermes Binner para usted? ¿Tiene algún recuerdo personal con él que lo haya marcado?
Binner ha dejado una huella muy fuerte en los socialistas santafesinos. Cada socialista tiene un recuerdo inolvidable de Binner. Aquello que más me impactó fue cuando ordenó sacar la vallas del frente de Casa de Gobierno en la capital provincial, su oposición a que Odebrecht estuviese detrás de una obra pública, su desacuerdo con el Casino de Rosario, el acompañamiento a las topadoras que derribaron obstáculos de una cerealera para la construcción de una obra pública a la vera del río Paraná, el aura que lo rodeaba de hombre de bien, honesto y transparente, su humanidad demostrada en la preocupación por la salud pública y los niños.
Tuve muchos contactos satisfactorios con Binner, salvo una excepción que la reservo. Pero un contacto inicial cuando aprecié su don de gente, preocupación por los demás, me sensibilizó y empatizó con él. Recién llegado a Rosario, asistí por primera vez al izamiento de la bandera frente al Monumento Nacional a la Bandera, una actividad que Binner nunca dejó de hacer semanalmente durante su gestión municipal. Hermes se despegó de su círculo, se acercó a mí y me solicitó que izase la bandera. Fue un gesto de bienvenida que a menudo lo tengo presente.