Las elecciones de Madrid han supuesto un triunfo contundente de las derechas, lideradas por Isabel Díaz Ayuso (PP), y un cimbronazo, por lo resultados y sus consecuencias, para las izquierdas. Entre interpretaciones apresuradas y temores justificados, conversamos con Ismael García Ávalos.
El triunfo del Partido Popular en Madrid ha traído muchas postales memorables y novedades políticas que ya han desatado una catarata de lecturas, vaticinios y especulaciones. Más allá del contundente resultado, las notas destacadas fueron tres: el declive tal vez definitivo de Ciudadanos, la renuncia de Pablo Iglesias a la política partidaria y, finalmente, la ventaja que Más Madrid obtuvo por sobre un PSOE que tuvo su peor performance en ese distrito desde el retorno democrático.
Para enmarcar algunos de los datos salientes de las elecciones en Madrid, poner en contexto sus efectos y encauzar las interpretaciones, conversamos con Ismael García Ávalos para La Vanguardia. García Ávalos es abogado y politólogo, está realizando su Doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid y ha escrito artículos de opinión para diversos medios. Desde una sensibilidad progresista intenta develar, partiendo de los resultados electorales, algunos aspectos de la política española contemporánea, entre inercias y renovaciones. Su lectura parece abonar a la preocupación lógica que implica la derechización y la polarización, pero también un llamado a evitar el derrotismo y las conclusiones apresuradas.
«La fórmula ha sido un éxito. Ayuso no solamente ha conseguido comerse a Ciudadanos y taponar el crecimiento de Vox, sino que ha logrado la transferencia de votos de algunos socialistas y movilizar a abstencionistas, tradicionalmente imaginados por la izquierda como afines. ¿Quiere esto decir que Madrid se ha derechizado? No necesariamente».
Los resultados de las elecciones en Madrid, más allá de lo esperable, ha precipitado una serie de consecuencias y, quizá, preanunciado otras: ¿Cuáles son para ti los aspectos más significativos de estas elecciones? ¿Cuáles los esperables y cuáles los realmente sorpresivos? ¿Cuál fue el efecto de la pandemia y sus correlatos en estas elecciones?
Diría que hay varios aspectos muy significativos a los que atender. En Madrid hemos asistido a unas elecciones anticipadas convocadas por Isabel Díaz Ayuso (PP) para deshacerse de su socio de coalición (C’s) con el que venía gobernando y comenzar un gobierno en solitario o explorando una colaboración con Vox. Si bien hay otros gobiernos autonómicos en los que el PP necesita del apoyo parlamentario de Vox, su socio de gobierno es en todos ellos Ciudadanos (C’s). Este movimiento de Ayuso venía a proponer una nueva vía de acceso al poder para el PP. Y no cualquier vía, sino una en la que Vox pudiera tener un papel protagónico y, por tanto, normalizado. Y todo ello en un contexto de pandemia. Estaba por ver si esa apuesta era leída por la ciudadanía madrileña como una derechización del PP y le pasaba cierta factura entre los sectores más moderados, liberales y centristas. Sin embargo, parece evidente que los votantes de Ciudadanos han respaldado a Díaz Ayuso y han preferido reforzar esta nueva estrategia del PP antes que abrir con su voto la oportunidad de un gobierno de izquierdas en Madrid.
Aunque lo anterior pueda parecer hasta cierto punto sorprendente, no debería serlo para quien conozca mínimamente el terreno electoral de Madrid. Ciudadanos fue en Madrid un partido construido sobre cuadros y militantes procedentes del PP. Los votos que obtuvo expresaban en las urnas la renovación que el PP no quiso o supo darse internamente, asolado por numerosos casos de corrupción. Mientras que en Cataluña Ciudadanos nació fundamentalmente como expresión de centro-izquierda antinacionalista, en Madrid fue desde el comienzo un partido demoscópicamente de derechas. Diría que fue bastante sorprendente que el PSOE leyera mal esta situación e iniciase su campaña lanzando mensajes claramente dirigidos a seducir a un electorado que estaba mucho más próximo a Ayuso. Negarse a debatir la fiscalidad madrileña, la más permisiva de España para con los grandes patrimonios en una de las regiones más desiguales de Europa, o asegurar que no formaría gobierno con Pablo Iglesias no atrajo un solo voto nuevo y sembró el desconcierto entre el propio electorado socialista.
Lo sorpresivo para mí ha sido el crecimiento de Más Madrid, que podría parecer tenerlo todo en contra a priori en un contexto de fuerte polarización y con nada menos que Pablo Iglesias como candidato de UP. Por otro lado, la consolidación de Vox es bastante curiosa. Aunque apenas crece en porcentaje de voto (9,13% en 2021 viniendo de un 8,88% en 2019) es muy interesante atender a la distribución de su voto, mucho más transversal en esta ocasión. Además, enfrentaban el desafío de competir contra una candidata muy bien valorada por sus propios electores como es Díaz Ayuso.
¿Qué implicaciones tiene el contundente triunfo del PP y, en especial, de Díaz Ayuso? ¿Cómo impacta ese liderazgo emergente en el mundillo de las derechas y dentro del propio Partido Popular?
El triunfo de Ayuso es más un triunfo propio, de una figura personal y de un estilo de hacer y de entender la política muy particulares y menos un triunfo del Partido Popular como organización o proyecto político.
El PP puede sentirse tentado de intentar extrapolar estas formas al conjunto de España, pero creo que sería una operación equivocada por imposible. Muchos analistas lo están señalando alegando que España no es Madrid. Estoy de acuerdo, pero no creo que la particularidad del éxito de Ayuso resida en la geografía. Ayuso ha sabido interpretar como nadie lo que hemos denominado “fatiga pandémica”, que no es otra cosa que el hartazgo por las restricciones y el anhelo de recuperar nuestras vidas previas a la pandemia. Ha presentado al Gobierno de España como el enemigo que restringe de forma paternalista, arbitraria e inmisericorde nuestras libertades y al pueblo de Madrid como un conjunto de ciudadanos capaces de doblegar al virus sin renunciar a nuestro estilo de vida. Un estilo de vida basado en la libertad. La fórmula ha sido un éxito. Ayuso no solamente ha conseguido comerse a Ciudadanos y taponar el crecimiento de Vox, sino que ha logrado la transferencia de votos de algunos socialistas y movilizar a abstencionistas, tradicionalmente imaginados por la izquierda como afines. ¿Quiere esto decir que Madrid se ha derechizado? No necesariamente. Pero sí quiere decir que Ayuso ha presentado un imaginario más apetecible para una población cansada de convivir con el virus, necesitada de reactivar la economía y deseosa de recuperar sus espacios de ocio y entretenimiento. Creo que la izquierda le regaló ese imaginario demasiado rápido, incluso presentando esas aspiraciones como irresponsables. Hubo una cierta superioridad moral que ha costado cara. Dar a elegir a una población ya bastante sacrificada entre responsabilidad y diversión no fue una buena idea. Sobre todo porque cuando Ayuso habla de las cañas, no se trata solamente de tomarlas… también de servirlas. Los trabajadores de Madrid necesitan que la hostelería y el sector servicios en su conjunto funcionen para poder sobrevivir.
Sin embargo, creo que esto no será fácilmente extrapolable para el PP a nivel nacional porque lo previsible es que el ritmo de vacunación siga avanzando a buen ritmo y porque, en realidad, el PSOE nacional no es ajeno a esta realidad. El próximo 9 de mayo decaerá el Estado de Alarma en España y el Gobierno no tiene intención de pedir una nueva prórroga en el Congreso ni de habilitar a las Comunidades Autónomas para que puedan restringir derechos y libertades con medidas como toques de queda. Las Comunidades Autónomas podrán controlar aforos, establecer ciertas limitaciones a la movilidad, pero todo en el marco de sus competencias y bajo estricto control judicial. Es decir, que la desescalada en las restricciones avanzará imparable. Por ello no tendría demasiado sentido abanderar la bandera de la libertad frente a las restricciones en lo venidero. Máxime cuando algunos barones territoriales del PP son más partidarios de ellas que el propio Gobierno de España.
No obstante, Ayuso sí presenta un desafío en el seno del PP respecto a la pregunta de qué hacer con Vox. Ella es la primera voz autorizada que ha apostado por normalizar su presencia en las instituciones y asumir con naturalidad posibles pactos de gobierno. Paradójicamente, esa postura desacomplejada para con Vox le arroja un resultado con el que podrá gobernar en solitario. Pablo Casado, actual presidente del PP, se encuentra hoy atenazado entre las posturas más moderadas del PP que encarna Feijóo (Presidente de Galicia) y la postura desacomplejada de Ayuso. Ambos modelos se han mostrado muy exitosos en sus territorios.
Sin embargo, el sistema parlamentario español presenta dos grandes bloques de izquierda y derecha y a los partidos nacionalistas como árbitros. Mientras que la izquierda (PSOE y Podemos) ha mostrado capacidad, no sin dificultades, para pactar con los partidos nacionalistas, una alianza PP-Vox parece de todo punto incompatible con el apoyo de nacionalistas. Esa es la gran dificultad para un PP incapaz de despegar electoralmente en Cataluña o el País Vasco. Si el PP quiere volver a la Moncloa, parece poco probable que vaya a lograrlo contra la izquierda y contra todos los nacionalistas aislándose con la ultraderecha de Vox.
«Vox ha crecido en Madrid un solo escaño, pero ha multiplicado su influencia en la agenda política y en la visión del PP. Lo cualitativo es muy superior a lo cuantitativo en este tipo de partidos. Y ahí, me temo que Vox está siendo tremendamente exitoso».
Morigerado el efecto de novedad, ¿Cuál considerás que ha sido el impacto de Vox en la nueva configuración política española? ¿Puede que haya llegado a su techo electoral?
Vox nace como escisión del Partido Popular y, básicamente, se alimenta del hartazgo de la derecha a la dependencia de la política española de los nacionalistas. Muy especialmente, del llamado procés catalán, que no es otra cosa que el intento de segregación de una parte del territorio español. Por el momento, Vox está muy localizado en ese bloque de la derecha. No parece que haya contribuido a ensancharlo, pero sí a derechizarlo. Madrid es un claro ejemplo. Desaparece Ciudadanos pero, además, Ayuso defiende algunas banderas propias de Vox. Es decir, están influyendo claramente en la agenda política del PP. Esa influencia política y cultural es mucho más importante para ellos –y debería ser más preocupante para sus adversarios- que el resultado electoral. Vox ha crecido en Madrid un solo escaño, pero ha multiplicado su influencia en la agenda política y en la visión del PP. Lo cualitativo es muy superior a lo cuantitativo en este tipo de partidos. Y ahí, me temo que Vox está siendo tremendamente exitoso.
¿Ha llegado a su techo electoral? No veo síntomas para pensarlo. Así como decíamos que Ayuso ha inaugurado una estrategia propia con éxito evidente, creo que Monasterio ha hecho lo propio en Vox. Los resultados no son tan evidentes, pero han resistido la opa hostil que suponía para ellos una candidata como Ayuso al frente del PP. Vox hizo fortuna acusando al PP de ser “la derechita cobarde”, de ajustarse al «consenso progre» y la «dictadura de lo políticamente correcto». Y, de pronto, aparece en Madrid una candidata del PP que sería muy valiente en sus propios términos porque denuncia dicho consenso progre y alza la bandera de la libertad. ¿Cómo ha reaccionado Vox? Sin menospreciar a Ayuso ni poner en duda que la apoyarían para frenar a la izquierda, han sabido remarcar una diferencia fundamental: mientras Ayuso es lo más “valiente” que permite el orden, Vox propone un orden nuevo. Para enfatizar esta idea, han apostado por una lepenización en su campaña señalando aquellas cuestiones que Ayuso, sencillamente, no podría. El cartel electoral comparando la pensión de una abuela española con las ayudas a los menas (menores extranjeros no acompañados) o la actitud altanera de Monasterio diciéndole a Iglesias que abandone el país después de negarse a mostrar su solidaridad por las amenazas que había recibido durante la campaña están más allá de los límites de lo tolerable en nuestra democracia, en nuestro orden. No trato de hacer un juicio moral con esta afirmación, sino de poner el foco en que son cuestiones que solamente alguien que se sitúa fuera de los contornos de la comunidad política puede señalar. Precisamente para mostrarlos, para señalar que existen fronteras políticas y que ellos las cuestionan. Que no están conformes. En ese viaje, nadie que aspire a gobernar hoy los puede acompañar.
¿Seguirá Vox este sendero a nivel nacional? Es una posibilidad nada desdeñable. En estos momentos, tres meses después de las elecciones catalanas, los partidos independentistas son incapaces de llegar a un acuerdo de gobierno en Cataluña. Recordemos que adelantaron las elecciones teniendo mayoría parlamentaria, precisamente por sus desacuerdos. Hay motivos para pensar que, en el momento que se forme gobierno en Cataluña, la coalición gobernante en España perderá el apoyo de ERC, uno de sus socios principales, forzado a radicalizar su discurso. Si no llegase a formarse, la inestabilidad tampoco sería una buena noticia cuando más necesarios son gobiernos que cuiden y protejan. En ese contexto, Vox puede aumentar la apuesta y pedir la suspensión de la autonomía en Cataluña, la ilegalización de los partidos nacionalistas… en definitiva, cuestionar nuevamente los contornos del orden de la comunidad política. Y, de nuevo, lo preocupante no sería tanto cuántas papeletas obtuviese una apuesta así como la influencia que tendría empujando el sentido común del conjunto de la derecha en nuestro país.
Los resultados electorales muestran una derrota total de las izquierdas, con algunos presuntos ganadores y otros claros perdedores. Vamos en orden: ¿Esto debe ser leído como una derrota de la coalición de gobierno y un agotamiento temprano de este tiempo progresista? ¿O, más bien, solo una derrota geográficamente acotada que puede ser una señal de alarma?
Es una derrota geográficamente acotada, lo que ocurre es que no sucede en cualquier parte. Es una derrota en Madrid, en la capital de España. Además, Madrid no cuenta con agenda política propia, no hay prensa específicamente regional y la actualidad política se viven en clave nacional. Ningunas elecciones en Madrid se viven, para bien o para mal, como algo específicamente madrileño. El liderazgo de proyección nacional de Ayuso y la concurrencia de Pablo Iglesias han contribuido a nacionalizar todavía más estas elecciones.
Creo que el PSOE, más que el Gobierno, debe reflexionar y extraer algunas lecciones de los sucedido en Madrid. Si la gestión de la pandemia de Ayuso se ha visto reforzada, es evidente que el Gobierno ha recibido un correctivo. La pandemia no se ha gestionado todo el tiempo del mismo modo. Hubo una primera fase de mando único y decisiones centralizadas, sucedida por una segunda fase de cogobernanza con las Comunidades Autónomas. Fue en esta segunda fase en la que Ayuso adquirió mayor protagonismo con un planteamiento más laxo contra el virus. Parece evidente que Madrid ha respaldado a Ayuso en ese sentido.
No obstante, el Gobierno tiene capacidad sobrada para encajar este correctivo y reponerse. Su mayoría parlamentaria no corre peligro, nadie puede armar una alternativa en el Congreso y la coalición PSOE-UP parece gozar de buena salud. Con todo, no debería hacer oídos sordos porque me parece que indica algo importante sobre el humor social postpandemia, sobre esas esperanzas y anhelos que Ayuso ha sabido articular precaria pero exitosamente bajo el significante “libertad”. Sin embargo, el Gobierno cuenta en su haber con una eficaz campaña de vacunación y con toda la iniciativa política. El Gobierno debe empezar a poner sobre la mesa el debate del país que seremos después de esta pandemia y tiene a su alcance una de las herramientas más poderosas para hacerlo: el Boletín Oficial del Estado. Se trata de marcar la agenda con propuestas legislativas, de impulsar la acción de gobierno sobre los fondos europeos, de volver a retomar el pulso político proponiendo la España que imagina: una España progresista, cohesionada y solidaria.
«La ciudadanía necesita gestos tempranos que indiquen que el PSOE ha entendido lo sucedido. Cuanto más tiempo tarden los socialistas en renovar su liderazgo parlamentario y el conjunto de su dirección política, más difícil tendrán volver a conectar con su electorado perdido».
La derrota y renuncia de Pablo Iglesias, el deslucido papel del PSOE (son un Gabilondo fuera de sitio y un Sánchez omnipresente) y el módico éxito de Más Madrid (sin Errejón en las listas), parece marcar una crisis de liderazgos entres las fuerzas de izquierdas: ¿Coincidís con este diagnóstico? ¿Viene el tiempo de las mujeres?
Unidas Podemos más que una crisis de liderazgo, atraviesa algo que yo no recordaba en la política de España. Pablo Iglesias ha sido un líder carismático y eso provoca fuertes animadversiones y adhesiones inquebrantables. Iglesias, como todo ser humano, ha tenido aciertos y errores en el ejercicio de su liderazgo. Pero la campaña sistemática de acoso y derribo a la que le han sometido a él y a su familia, el desprestigio personal, el hostigamiento diario y continuado en las puertas de su casa, los memes convirtiéndolo en rata, las amenazas de muerte… ha sido demasiado. Todo esto se ha producido en demasiadas ocasiones con un silencio vergonzoso por parte de la prensa, cuando no con cierta justificación señalando sus errores o incoherencias políticas y personales. Iglesias ha reflexionado y ha entendido que resta más que suma a su proyecto político. Se ha marchado y lo ha hecho, hasta cierto punto, como a él le gusta: en un gesto épico. Épico porque las encuestas daban a UP por debajo del 5% en Madrid, lo que le hubiese dejado sin diputados, y con su candidatura ha logrado 10 escaños. Obviamente es un mal resultado, aunque mejore en 3 al de 2019, pero logra su objetivo. Para UP sí será tiempo de mujeres. El liderazgo parlamentario lo ha asumido Yolanda Díaz, a quien acompaña en el Gobierno de coalición Irene Montero e Ione Belarra. Esta última suena como posible candidata a asumir el liderazgo orgánico de Podemos. Junto a ellas, es indudable el peso de la actual alcaldesa de Barcelona, Ada Colau
Respecto al PSOE, la crisis de liderazgo en Madrid viene de tiempo. Pedro Sánchez decidió cesar al Secretario General de Madrid en 2015 por discrepancias políticas y, desde entonces, el Partido Socialista en Madrid vive en una especie de gestora, sin vida interna, sin ser mucho más que una sucursal del partido nacional y, lo que es más grave, sin labor de oposición alguna al gobierno regional del PP. Gabilondo nunca fue un líder, ni aspiró a serlo. La convocatoria de elecciones anticipadas le pilló con las maletas preparadas para irse a la Defensoría del Pueblo, cargo que le habían prometido desde el Gobierno. Sánchez decidió que era mejor mantenerlo como candidato y él, cumplidor, asumió. El desplome del PSOE en Madrid debería hacer reflexionar a los socialistas. El congreso regional está fechado para otoño de este año, pero ya ha dimitido Franco, el secretario general de los socialistas madrileños. La ciudadanía necesita gestos tempranos que indiquen que el PSOE ha entendido lo sucedido. Cuanto más tiempo tarden los socialistas en renovar su liderazgo parlamentario y el conjunto de su dirección política, más difícil tendrán volver a conectar con su electorado perdido. ¿Liderará a los socialistas madrileños una mujer? Es muy posible. Sin ir más lejos, la número 2 de la lista, Hana Jalloul, ya es una mujer.
En cuanto a Más Madrid, sin duda vive su momento más dulce y el liderazgo de Mónica García parece que explica en buena medida que así sea. Durante la campaña hicieron muchísimo énfasis en destacar su triple condición de mujer, madre y médica. Parece que ha funcionado. Además, ser una desconocida al comienzo de la campaña no le ha perjudicado en absoluto. De hecho, ha podido beneficiarle que nadie la relacionara con los conflictos internos del primer Podemos. Un cierto efecto outsider que la presentaría como una médica alejada del “ruido” de la política profesional. Ellos mismos incidían en “la revolución de las pequeñas cosas” y en centrarse en “lo que de verdad importa” durante la campaña. Quizá para aquellos que vivimos con pasión la política, desde el análisis o la militancia, este grado indudable de despolitización suene poco atractivo, pero ha sabido conectar con una sociedad hastiada que tolera cada vez menos épica y requiere un poco de calma. Con proyectos diferentes, tanto Ayuso como MM han sabido leer bien el humor social.
¿Puede ser leído el primer lugar entre las izquierdas de Más Madrid como un genuino sorpasso? ¿Ratifica el proceso de fragmentación regional de la política española? ¿Errejón sale realmente fortalecido?
Creo que la izquierda no socialista tiene un problema con el concepto de sorpasso. Me parece que le hace más mal que bien. Viendo la encuesta del CIS postelectoral, es evidente que MM se ha beneficiado de esa crisis del PSOE de Madrid. El sorpasso, que fue un término acuñado por Julio Anguita para nombrar su ensoñación de adelantar a Felipe González, dispara en la memoria colectiva de los socialistas todas las alarmas. Cuanto menos se hable de sorpasso al PSOE y más de derrotar al PP será mejor para consolidar estos resultados por parte de MM.
Más que la fragmentación de la izquierda, lo que ratifica este proceso es lo que denominamos voto inteligente. Es decir, los votantes progresistas pueden votar al PSOE para gobernar su Ayuntamiento, a Más Madrid para la Comunidad de Madrid y nuevamente al PSOE para España. En esa línea se pronuncia el CIS postelectoral y, en buena medida, eso mismo vimos en 2019. Ese año Errejón obtuvo el 14,69% de los votos en Madrid (un resultado ligeramente inferior al 16,97% de Mónica García) y, sin embargo, resultados muy modestos en los Ayuntamientos en los que concurría. Es decir, el mismo día y a la misma hora, en urnas diferentes, los ciudadanos apostaron por votos distintos. Lo mismo ocurrió en las Generales, a las que concurrió el propio Errejón meses después obteniendo el 6,33% en Madrid. Por tanto, hay que ser extremadamente prudentes porque los electores diferencian cada vez más entre las distintas convocatorias. Lo que está claro es que las identidades partidistas están en declive. El elector se identifica con ciertos valores, con liderazgos, pero cada vez profesa menos lealtad a unas siglas concretas. Esto es una oportunidad y un desafío al mismo tiempo.
Errejón y Más Madrid saldrán o no reforzados en función de la gestión de este resultado. Ahí está su oportunidad y su desafío. Indudablemente, el resultado en Madrid le hace ganar proyección mediática aun no habiendo sido el candidato. Puede ser el impulso que necesita para consolidar Más País (su partido a nivel nacional). Parece que, abandonada la estrategia nacional, popular y democrática que motivó la ruptura con Iglesias, están decididos a convertirse en un espacio ecologista emulando a los verdes alemanes. Pero hay demasiadas incógnitas en el aire, como los posibles socios para construir ese espacio o el recorrido que un proyecto así tenga en un país como España. En cualquier caso, tienen el foco sobre ellos y deben aprovecharlo.
«Hay que ser extremadamente prudentes porque los electores diferencian cada vez más entre las distintas convocatorias. Lo que está claro es que las identidades partidistas están en declive. El elector se identifica con ciertos valores, con liderazgos, pero cada vez profesa menos lealtad a unas siglas concretas. Esto es una oportunidad y un desafío al mismo tiempo».
La renuncia de Pablo Iglesias y la derrota humillante de Ciudadanos parecen marcar un fin de ciclo de lo que inició con la crisis de 2008: ¿Estás de acuerdo con esa lectura? ¿Cuál es el saldo de estas experiencias y cuál su legado? ¿Cómo imaginás el Podemos que se viene?
Honestamente creo que ese ciclo se cerró hace tiempo. Cuando tanto Podemos como Ciudadanos aceptaron sin rechistar la lógica de bloques en la que ambos tenían reservado un papel subordinado al PSOE y al PP respectivamente, el ciclo comenzó a agotarse.
Ambos cambiaron la política tal y como la conocíamos porque, para empezar, supusieron una necesaria renovación de las élites políticas y, con ella, la irrupción en el espacio de representación de toda una generación que se sentía completamente desconectada. ¿Se han satisfecho todas las demandas que circulaban por aquel ya lejano 15-M? No, en modo alguno. Creo que solamente una mirada un tanto ingenua podría creer eso posible. Pero se sacudieron los cimientos de todos los actores políticos hasta el punto de impulsar transformaciones antes impensadas.
El Podemos del futuro creo que será un espacio netamente de izquierdas que intentará presentarse como imprescindible para que el PSOE haga lo que debe hacer. Algo así como su Pepito Grillo o su muleta. Alguien me dijo una vez que la condición de muleta, que solemos emplear de forma peyorativa en política, es bien digna. Que las muletas son necesarias para caminar. Sin embargo, no sé si eso sea suficiente para dar expresión a los conflictos que atraviesan España, tanto sociales como territoriales. Desde luego, queda muy lejano de aquella idea inicial de una fuerza transformadora con vocación mayoritaria.