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La socialdemocracia y el neofascismo frente a las armas de fuego

por | Nov 15, 2021 | Mundo, Seguridad

La política de desarme encarada por Brasil durante los gobiernos de Cardoso y Lula mostró grandes resultados, pero Bolsonaro puso freno a esa política y, de forma irresponsable, promueve el uso de armas. En Argentina, las escenas durante el acto de Javier Milei no deben subestimarse, detrás de las armas hay un poderoso lobby internacional.

Según Freud, “el primer hombre que echó un insulto en contra su enemigo, y no una lanza, ese hombre fue el verdadero inventor de la civilización”. Si el creador del psicoanálisis estaba en lo cierto, Brasil caminaba hacia la barbarie en los años 90. El país se volvió campeón mundial en homicidios por arma de fuego en números absolutos debido a una suma de factores: tradición de violencia acentuada por años de brutalidad durante la dictadura militar, complicidad de sectores de la policía con el narcotráfico, desigualdad social extrema, ley de armas permisiva y ser el cuarto mayor exportador de armas pequeñas.

La política de seguridad no tenía foco en las armas: se arrestaba al criminal pero no se rastreaba el arma. Fue la ONG «Viva Rio» que, por medio de investigaciones, concluyó que el eje del problema de los homicidios en Brasil era la proliferación de armas (agravado por otros factores). Yo era el responsable de la coordinación y el politólogo porteño Pablo Dreyfus el jefe de mi equipo de investigación.

El descontrol de las armas, con el falso pretexto de “libertad” o de la falaz  “autodefensa”, es instrumento importante en la estrategia neofascista.

MANDELA: PROMOVER EL DEBATE PÚBLICO

En Sudáfrica, aprendí con el entonces presidente Nelson Mandela la importancia de la destrucción pública de armas, para promover el debate y para vaciar los arsenales, escenarios de desvíos continuos de armamento para el crimen. En 2001 promovimos la destrucción simultánea de 100 mil armas en Río de Janeiro. Fuimos aplaudidos en la Primera Conferencia sobre el Tráfico Ilícito de Armas de las Naciones Unidas.

Con el resultado de nuestros estudios, rompimos la burbuja académica. Con el apoyo de los medios de comunicación que no eran financiados por la industria de armas, tratamos de concientizar y conquistar la opinión pública. Así, introdujimos el tema en la novela de televisión “Mujeres Apasionadas”, promoviendo debates y marchas en todo el país.

En Copacabana, en un día frío y con lluvia, 50 mil personas marcharon para presionar al Parlamento -cooptado hasta entonces por el lobby armamentístico- para cambiar la ley de armas. Cuando las encuestas mostraron que una nueva ley de desarme y control tenía el apoyo del 82% de brasileños, no teníamos plata, pero los votos estaban con nosotros. Y el Parlamento cambió. En la Navidad de 2003 se aprobó el llamado Estatuto del Desarme, iniciativa del gobierno Fernando Henrique Cardoso, desarrollada y aplicada por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

BRASIL: EL CONTROL DE ARMAS SALVÓ 300 MIL VIDAS

La ley prohibió la portación de armas y calibres mayores a 38 para civiles, implantó la marcación de armas y municiones para el rastreo, los 21 años como edad mínima para la compra de armas, mayor control de los arsenales de la policía, de los clubes de tiro y de los coleccionistas, entre otras medidas. Estimuló la entrega voluntaria de armas. El gobierno organizó, con la asesoría de Viva Rio, campañas nacionales de desarme voluntario a partir de 2004. Intercambiamos experiencias con la ONG mendocina «Espacios para el Progreso Social», coordinada por Gabriel Conte y Martin Appiolaza y recolectamos 800 mil armas. Fue la segunda mayor campaña de desarme a nivel internacional.

La nueva ley demostró ser la medida que ha tenido mayor impacto contra los homicidios y la criminalidad. Redujo los homicidios por arma de fuego un 15%. Si en los 13 años previos al Estatuto el promedio anual de aumento de homicidios era de 5,4%, en los 13 años posteriores bajó para 0,8%. Durante 18 años de vigencia de nuestra ley se calcula que salvó la vida de unos 300 mil brasileños, según el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada, del gobierno. Un resultado espectacular celebrado por los organismos internacionales.

Además de salvar vidas, el bien más precioso, las campañas promovieron cambios importantes en la mentalidad del pueblo, antes acostumbrado a banalizar la muerte y aceptar la violencia como método. Deconstruimos una idiosincrasia basada en mitos propagados por las películas de Hollywood y por la National Rifle Association (NRA) como el de la “autodefensa”. Las investigaciones muestran que, por cada autodefensa exitosa con arma, mueren 34 personas que intentaron resistirse a punta de pistola, según el Violence Center Policy.

Cuando Jair Bolsonaro era diputado fue asaltado por dos jóvenes que le robaron la pistola Glock y la moto. En la ocasión comentó: “a pesar de estar armado me sentí indefenso”. Pero no aprendió la lección y continuó insistiendo en “armar al pueblo”.

La nueva ley demostró ser la medida que ha tenido mayor impacto contra los homicidios y la criminalidad. Redujo los homicidios por arma de fuego un 15%. Durante 18 años de vigencia de nuestra ley se calcula que salvó la vida de unos 300 mil brasileños.

JAPÓN 3 MUERTOS POR ARMAS AL AÑO, BRASIL 130 POR DÍA

Hoy el brasileño sabe que el arma es eficaz para ataque, pero muy precaria para la defensa, porque el factor sorpresa es decisivo en favor del atacante. Con razón, el publicista Gustavo Guidobono desarrolló en Uruguay la campaña “Si tenés un arma, tenés un problema”. Antes de comprar un arma, uno tiene que considerar los riesgos para la familia, como accidentes con niños, suicidios de jóvenes y ancianos, femicidios por parte de hombres celosos (con frecuencia también en estado de ebriedad). En Brasil, el 80% de los femicidios son cometidos por el ex o actual cónyuge de la mujer victimizada.

Probamos con datos científicos que las armas ilegales vienen del mercado legal, que los fabricantes desviaban armas y municiones para el crimen organizado, que policías y militares corruptos revendían las armas incautadas a los criminales, que 60% de las armas del narcotráfico de Rio de Janeiro habían sido robadas a “ciudadanos de bien”. En conclusión, que la seguridad se alcanza con prevención, no con armas.

Japón, que entró en la Segunda Guerra Mundial con una cultura de violencia, salió con una nueva política de inversión en educación, tecnología, democratización de la policía y prohibición de armas de fuego para los civiles. En todo el año de 2017 Japón tuvo tres muertos por arma de fuego, mientras que Brasil 130 por día. Son números inadmisibles, pero que, no obstante, vienen en retroceso año tras año. Y estas cifras no cayeron más rápido porque las demás reformas del sistema de seguridad fueron bloqueadas por fuertes intereses.

AUTODEFENSA, LIBERTAD Y NEOFASCISMO

En plena baja de los homicidios por arma de fuego, Bolsonaro fue electo presidente. Dispuesto a implementar una política de destrucción, como lo proclamó sinceramente, de vuelta a un pasado idealizado y manipulando el miedo contra los cambios, su primer acto como presidente fue un decreto contra el Estatuto del Desarme. Durante tres años han sido más de 30 medidas, la mayoría ilegales (decretos no pueden sustituir leyes) ante la cobardía de los demás poderes. La democracia sigue siendo destruida desde dentro. Hoy, los civiles en Brasil pueden comprar fusiles de guerra por internet, mientras los narcotraficantes y los milicianos ingresan en los clubes de tiro para entrenar y comprar armas y municiones legalmente. Los clubes ya no son fiscalizados.

El Ejército ya no controla a los coleccionistas, muchos de ellos proveedores de armamento al narcotráfico; ni fiscaliza la venta de cargadores que pueden transformar pistolas en metralletas. Una medida del Ejército tratando de perfeccionar el rastreo de armas y municiones para clarificar crímenes fue anulada por orden de Bolsonaro. En Brasil se resuelve el 10% de los crímenes y en Alemania el 96%. El general responsable fue echado.

El gobierno afirma: “Fui electo para esto”. ¡Falso! El 70% del electorado está contra la portación de armas por civiles. Entre los que votaron a Bolsonaro, el 64% está en contra, según la agencia Datafolha. Hoy, desgastado, Bolsonaro gobierna para una minoría fanática de no más del 28% del electorado.

La democracia sigue siendo destruida desde dentro. Hoy, los civiles en Brasil pueden comprar fusiles de guerra por internet, mientras los narcotraficantes y los milicianos ingresan en los clubes de tiro para entrenar y comprar armas y municiones legalmente.

Las consecuencias de la progresiva liberación de la portación de armas, y del acceso de civiles a armas de grueso calibre, se refleja en el aumento de homicidios. Si antes cayeron sostenidamente, en 2020 subieron 5%, y los femicidios el 20%. Por día, 2 mil municiones son compradas por civiles, mientras tenemos un homicidio cada 10 minutos. Cada día, un fusil de guerra ilegal es incautado por la policía en Río de Janeiro. Las milicias armadas, formadas en gran parte por policías o ex policías, sustituyen o se asocian al narcotráfico en la mayor parte del estado de Río y se expanden por todo el país. Jefes milicianos fueron condecorados por los hijos de Bolsonaro, que también son grandes lobistas de las industrias de armas.

Sufrimos una situación de descalabro en la seguridad pública, de salvajismo: grupos paramilitares son entrenados para actuar políticamente; la policía es partidizada; y los militares son cooptados con más de 6 mil empleos en el gobierno. Esa es la receta de la nueva extrema-derecha, que también se mueve en la Argentina, al sustituir el desactualizado golpe militar por el desmonte interno de las instituciones democráticas. Nos queda la esperanza de llegar a salvo a las elecciones de 2022 y, esperemos, que los argentinos no prueben de esta amarga experiencia.

El descontrol de las armas, con el falso pretexto de “libertad” o de la falaz  “autodefensa”, es instrumento importante en la estrategia neofascista. Pero los cariocas de Rio no pierden su buen humor y recuerdan al periodista satírico Stanislaw Ponte Preta que decía: “Las tres cosas más peligrosas en la vida son la croqueta de botiquín, la mujer de los otros y el arma de fuego”.

Antônio Rangel Bandeira

Antônio Rangel Bandeira

Politólogo. Fue viceministro de Bienestar y miembro del Consejo de la Presidencia de la República del gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Es autor entre otras obras de “Armas para quê?” (Editora LeYa, São Paulo, 2019).