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Adriana Álvarez: «Siempre ha habido usos políticos de las epidemias»

por | Nov 23, 2021 | Entrevistas

La pandemia del COVID-19 se vivió, y todavía se vive, como un acontecimiento excepcional. Sin embargo, esta no es la primera epidemia y, probablemente, no sea la última. Sobre esto, conversamos con la historiadora Adriana Álvarez.

La historia de la salud y la enfermedad es una rama de la historia social ya muy establecida en nuestro país. Desde hace años se vienen realizando investigaciones que analizan las múltiples facetas de este fenómeno intrínseco al ser humano. A las cuestiones propiamente médicas y científicas en general, se le suman aspectos que tienen que ver con la demografía, la estatalidad, la economía, la política y un largo etcétera. Las enfermedades impactan en las biografías individuales de diversas formas, incluso como corolario de muchas de esas vidas, pero también producen efectos sociales durables en el tiempo, ya sea en cuestiones más imperceptibles como los hábitos hasta en imponentes infraestructuras hospitalarias.

Adriana Álvarez, profesora de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigadora del CONICET, coordinó un libro que, con el tema del COVID-19 sobre la mesa, se propone leer en perspectiva histórica las muchas y diferentes epidemias que afectaron a nuestro país (y al mundo). Atenuando el efecto de excepcionalidad de nuestra actual situación, pero sin soslayar sus aspectos novedosos, la mirada sobre el pasado nos permite poner en perspectiva y reconocer rasgos compartidos entre las diferentes enfermedades que han puesto en vilo a la Argentina. La incertidumbre médica y la desinformación, los usos políticos y la especulación, las respuestas erráticas y las durables, todo eso se repite, aunque con sus matices. Sobre todas estas cuestiones, Adriana Álvarez conversó con La Vanguardia.

El libro que has compilado Del cólera al COVID-19. Un recorrido por viejas y nuevas pandemias en la Argentina (EUDEM, 2021) se propone poner la todavía imperante pandemia en contexto histórico. ¿Qué fue lo que motorizó este proyecto? ¿Qué se puede aportar desde la historia para reflexionar sobre las causas y efectos de una pandemia como esta?

Hoy estamos transitando una crisis epidémica, donde predomina un enfoque biologicista del problema, tanto a nivel médico, comunicacional, y hasta político. Es el momento, donde las explicaciones son buscadas en epidemiólogos e infectólogos, pues la dinámica del comportamiento del virus genera temor, incertidumbre e impone la búsqueda del remedio a la enfermedad en lo mediato, y en lo inmediato frenar el contagio, como principales materias de atención. Esta visión, ha sido común en otras epidemias, y hasta es lógico pensar que así sea. Sin embargo, el análisis en perspectiva histórica muestra que las enfermedades en general, y las epidemias en particular, son el resultado de una trama mucho más compleja donde lo político, ideológico, social, biomédico, cultural y, en este caso, yo agregaría la globalidad, juegan cada uno su juego, y son piezas de un rompecabezas que excede ampliamente al virus en sí mismo.

Fue precisamente en los inicios del COVID-19 que se escribió este libro. Elaborado por especialistas en historia de la Salud y la Enfermedad, juristas y epidemiólogos que, desde una mirada interdisciplinaria, y en tiempos de pandemia buscaron analizar el devenir de epidemias viejas, nuevas y reemergentes. Existe un denominador común a lo largo de sus páginas, y es que las enfermedades no son consideradas hechos meramente biológicos, se las interpreta como fenómenos históricos complejos donde juegan un papel importante los cambios políticos, sociales, económicos, y culturales, y es allí donde algunos aspectos de la sensación de excepcionalidad (actual) entran en tensión.

«El análisis en perspectiva histórica muestra que las enfermedades en general, y las epidemias en particular, son el resultado de una trama mucho más compleja donde lo político, ideológico, social, biomédico, cultural y, en este caso, yo agregaría la globalidad, juegan cada uno su juego, y son piezas de un rompecabezas que excede ampliamente al virus en sí mismo».

Es en ese marco donde los/as lectores/as podrán observar a través del prisma de dolencias como la viruela, el cólera, el sarampión, el SIDA -entre otras historias-  que los miedos al contagio, la culpabilización de los enfermos, la aceptación o las resistencias a las medidas preventivas, como los usos políticos de las pandemias, son cuestiones latentes de dichos procesos por más que entre ellas las separen décadas y hasta centurias enteras.  Si bien en cada capítulo se exponen los avances del conocimiento médico sobre cada enfermedad, se penetra en otra esfera que es la percepción social: se presta atención a las metáforas que afloran de los diversos discursos, como las representaciones que el arte realiza sobre las dolencias. Cuarentenas, tensiones entre los poderes provinciales y nacionales, los virus como armas biológicas, la pobreza epidemiológicamente peligrosa, las vacunas son algunos de los ejes presentes en este libro, cuya finalidad es la de brindar herramientas de carácter histórico que contribuyan a comprender más allá de lo clínico el  COVID-19.

El texto fue motorizado precisamente por la sensación de excepcionalidad, las nuevas normalidades, el temor al contagio, los efectos socioculturales, la crisis, la incertidumbre, la muerte, incrementaron la necesidad de mirar hacia atrás en el tiempo, buscando continuidades y discontinuidades con un presente pandémico mediático, donde a diferencia de otras pestes, la existencia de medios de comunicación masiva delimitó los marcos del imaginario social sobre el coronavirus.

Una forma de ayudar a entender esas particularidades es analizar cómo, por qué y de qué manera se gestaron otros imaginarios como por ejemplo los del SIDA, el cólera, la lepra, la gripe española etc., mediante una narrativa donde sobresalen las experiencias locales, como una vía factible para contemplar las perspectivas pandémicas de manera más amplia y compleja. Entender sus diferencias, sus temporalidades, contribuirá a comprender que cada crisis sanitaria tiene su propia dinámica, y es allí donde los y las lectoras hallarán diversas huellas (no soluciones, no recetas) donde se inscriben las analogías y las diferencias entre un pasado remoto y un presente pandémico

La situación actual se vive con cierta sensación de excepcionalidad, como si nunca antes se hubiera vivido algo así en términos de magnitud y alcance. El libro que compilaste parece poner en perspectiva la actual pandemia: ¿Qué tiene de peculiar y qué elementos comunes con otras que le precedieron? ¿Cómo ha afectado la globalización en esa transformación?

La situación actual ha tenido diferentes momentos. Pero un primer momento era este, como se marca, de la excepcionalidad, como si no hubiera habido epidemias anteriores. Pero en realidad, la sensación que persiste a nivel social es que las epidemias y las pandemias formaban parte de un pasado remoto. Sobre todo, desde mediados del siglo XX cuando, con la era de la vacunología y con el descubrimiento de la mayor cantidad de vacunas para combatir las enfermedades y el uso masivo de los antibióticos, más el avance de la tecnología médica que ha permitido mejorar las técnicas en cuanto a los diagnósticos e incluso las intervenciones quirúrgicas, entre otras cuestiones, daba una sensación de triunfalismo. Triunfalismo que era acompañado, y es acompañado, por un incremento de la esperanza de vida que claramente habla entonces de ese avance de la medicina al cual hacía referencia. Esa sensación es incompatible con la idea de la peste propiamente dicha, que es una idea del pasado remoto. Pero en realidad, pestes han habido hasta fines del siglo XX. Nosotros en la Argentina, por ejemplo, no nos tenemos que olvidar que tuvimos la epidemia de cólera, una epidemia decimonónica cuya última aparición había sido en la década del 90 del siglo XIX y reapareció casi una centuria después. Pestes ha habido, pero lo que pasa es que se tiende a veces a ver, como se tendió a ver al COVID, como algo disruptivo. Y ni que hablar de la gripe A en el 2009, aunque no fue tan grande, también fue una pandemia. Sí es verdad que no habíamos tenido otras experiencias.

¿Qué tiene de peculiar esta epidemia? La epidemia del COVID, a diferencia de todas las que le precedieron, es una epidemia y una pandemia mediática. No nos tenemos que olvidar que a partir de 2004 se empezaron a generalizar una serie de espacios que tienen que ver con las redes sociales, que entre ese año y 2010 se empezaron a masificar, y eso generó que justamente la epidemia del COVID se viviera en vivo y en directo, a diferencia de todo el resto de las pandemias. Y esto me parece que marcó una percepción de la enfermedad y de la dolencia diferente. En países donde todavía no tenían ni un caso, seguían de cerca lo que pasaba en otros países, caso Italia, donde se veían desbordados por la enfermedad. Y esto me parece es una gran diferencia. Si bien las redes sociales contribuyeron a mantener informada a toda la población, con lo cual ocultar la dolencia, como ocurrió en otras epidemias por parte de las autoridades gubernamentales, era una opción que no era posible. En otras epidemias sí se ha morigerado, para no alarmar a la población o porque el sistema político consideraba que podía ser contraproducente, entonces se escondían los datos y se minimizaban los efectos de la epidemia. Sin embargo con esta ha sido imposible, porque precisamente las redes han ido mostrando minuto a minuto el avance, tanto espacial como regional, que ha tenido. Es una pandemia que la podríamos definir como “mediática”, que ha tenido la ventaja para el caso de nuestro país, que no había tenido ninguna experiencia con coronavirus (a diferencia del continente asiático y el europeo), a adquirir ciertas conductas preventivas, como el uso del barbijo o el distanciamiento social, y posteriormente la cuarentena propiamente dicha, fueron de alguna manera difundidas no solo por los estamentos gubernamentales y médicos, sino también las redes sociales contribuyeron a ellos. Así como en otros momentos contribuyeron a la confusión.  

«¿Qué tiene de peculiar esta epidemia? La epidemia del COVID, a diferencia de todas las que le precedieron, es una epidemia y una pandemia mediática».

Una de las cosas que más ha llamado la atención es que, a pesar del paso del tiempo, las respuestas o medidas preventivas resultan semejantes (higiene, distanciamiento, aislamiento), como si fueran prácticas analógicas en tiempos digitales: ¿La medicina preventiva carece de otros recursos o no hay otro modo de enfrentar estos fenómenos imprevistos? ¿Cómo ha ocurrido a lo largo de la historia?

Las respuestas han sido semejantes o analógicas con otras épocas. En realidad, esto ocurre también cuando aparece la incertidumbre biomédica. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando no se tiene en claro el diagnóstico o la etiología del a enfermedad se recurre a los métodos más tradicionales que se podían aplicar en el siglo XVIII. Es decir, cuarentena, encierro, que lo único que hace es evitar la propagación del contagio, maximizar la instancia del higiene y, por sobre todas las cosas, la difusión de cómo se propaga la enfermedad. Eso, como bien vos decís, ha estado presente a lo largo de la historia. Eso se hace presente cuando existe incertidumbre. Cuando aparece la vacuna, por ejemplo, estas cuestiones se relajan. Y, sobre todo, porque vos no podés olvidar que las cuarentenas fueron suprimidas en la década del 90 del siglo XIX, después de la última epidemia del cólera, por considerarlas anti-económicas. La única forma de justificar la presencia de la cuarentena es precisamente frente al desconocimiento del comportamiento de un virus, como es el COVID, que actualmente cruza el mundo, sobre todo en los primeros tiempos (desde marzo de 2019 hasta los primeros meses de 2020), cuando no se conocía bien claramente ni la procedencia ni las consecuencias que podía tener, frente a eso la respuesta inmediatamente es tratar de evitar el contagio.

En términos políticos, las pandemias presentan diferentes “usos políticos”, a lo interno, así como evidencian, en tanto fenómenos planetarios, conflictos y asimetrías entre país. ¿Cuáles son los efectos políticos que ha producido estos fenómenos de excepción en la historia? ¿Cómo han afectado esas desigualdades en la respuesta que se la ha dado a las pandemias a lo largo de la historia en nuestro país?

Siempre ha habido usos políticos de las epidemias. Ya sea usos políticos que podríamos denominar positivos, ya sea para instaurar cambios, porque las epidemias son crisis sociales, crisis sanitarias, que ponen sobre el tapete deficiencias claras que tienen los diferentes estados. En tanto son una crisis, diría una crisis generalizada, desde los distintos sectores políticos a veces han hecho uso de esto, ya sea para achacar al gobierno de turno la inoperancia o para exculparse aludiendo la ineficiencia del gobierno anterior. Voy a poner un caso concreto: en el caso de la poliomielitis, cuyo gran brote fue en el año 1956 pero los primeros casos comienzan a aparecer durante el periodo del peronismo, el peronismo negaba la existencia de polio mientras los distintos medios de comunicación lo iban denunciando, sobre todo porque la poliomielitis fue otra gran epidemia que azotó al mundo y se miraba con mucho recelo lo que estaba ocurriendo en países muy desarrollados como era el caso de Estados Unidos, que viviendo el “sueño americano” tuvo una de las crisis más importantes de poliomielitis del mundo. El peronismo en el 55 cae derrocado y en el 56, en el medio de lo que era la “Revolución Libertadora”, vuelven a aparecer casos de polio, nuevamente el gobierno los niega. A los pocos meses tenemos la epidemia de poliomielitis más importante de la historia argentina y la justificaciones que el gobierno daba a la prensa frente a eso era que el peronismo había dejado las arcas vacías, con lo cual no se podían comprar pulmotores, no se podían comprar los elementos necesarios para hacer frente a la crisis y que, por otro lado, la presencia de la poliomielitis era el resultado de la inoperancia que había tenido el gobierno anterior. Esos son concretamente usos políticos que se hicieron de la pandemia porque, en realidad, la aparición de la vacuna había sido imposible, si bien se habían iniciado las negociaciones en los últimos días del gobierno de Perón de comprar la vacuna, Estados Unidos estuvo durante mucho tiempo, casi doce meses, imposibilitado de proveer, no a la Argentina, al mundo de las dosis necesarias. Entonces, la falta de llegada de vacunas a nuestro país obedecía a que Estados Unidos primero tuvo un cupo de importación y luego los laboratorios no daban abasto para la demanda mundial de vacunas que había.         

«La actual pandemia fue largamente anunciada, muchísimos informes precedentes dicen que el sistema de salud debía fortalecerse, que las terapias intensivas debía fortalecerse, que la formación de terapistas intensivos debía fortalecerse».

Se ha especulado mucho desde el principio de este fenómeno planetario con la situación pospandémica y la llamada “nueva normalidad”, mirando hacia el pasado: ¿Cuáles fueron las marcas más durables que dejaron las pandemias a lo largo de la historia en nuestro país y el mundo? ¿Alguna de ellas representó un cambio tan radical como algunas de los pronósticos aventuraban, parece que equivocadamente, para este caso?

Siempre hay una pospandemia, eso a veces ha servido para instaurar mejoras, para realizar avances en infraestructura urbana y en infraestructura hospitalaria. Siempre dejan marcas, depende la epidemia. La poliomielitis, por ejemplo, dejó marcas en los cuerpos, pero también dejó marcas a nivel social. Porque una de las características, frente a la ausencia del gobierno, fue que los centros de rehabilitación, que eran necesarios para tratar las consecuencias de la enfermedad y para instaurarlos precisamente en la pospandemia, porque lo que había que hacer era precisamente rehabilitar esos cuerpos, fueron producto a lo largo y a lo ancho del país de la organización ciudadana. Siempre dejan cosas, que se pueden capitalizar o no.

A mí me parece que la COVID-19 dejó varias cuestiones planteadas. A nivel global, la ineficacia de los sistemas de salud, inclusive en las economías centrales, para hacer frente a una pandemia como la que puede provocar este coronavirus u otros, producto básicamente del desmantelamiento que los sistemas de salud a nivel global vienen padeciendo desde los años 90. Esto no es nuevo, precisamente es en los años 90 que se anuncia que ese desmantelamiento podía ser negativo para hacer frente a lo que se esperaba desde entonces, que era una pandemia de gripe, no de coronavirus. Y, posteriormente, cuando se produce esa pandemia de coronavirus en el año 2003 que visita Europa también desde China, desde los organismos internacionales, desde la Organización Panamericana de la Salud y desde la Organización Mundial de la Salud, vienen anunciando que el sistema de salud europeo a gatas había resistido. Es decir, el sistema de salud europeo estuvo al límite con la anterior pandemia de coronavirus y, también en esos documentos decían, que si esa pandemia hubiera llegado a América Latina, no hubiera estado preparada para resistir. La actual pandemia fue largamente anunciada, muchísimos informes precedentes dicen que el sistema de salud debía fortalecerse, que las terapias intensivas debía fortalecerse, que la formación de terapistas intensivos debía fortalecerse. Todos llamados de atención que se hicieron desde diferentes organismos que el mundo no atendió. Y entonces llegamos a esta situación en donde algunos sistemas de salud respondieron medianamente y otros colapsaron.           

QUIÉN ES

Adriana Álvarez es Profesora, Licenciada, Magíster y Doctora en Historia. Investigadora Independiente del Conicet, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Desarrolla su trabajo en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS) y el Centro de Estudios Históricos (CEHIS).

Especialista en Historia de la Salud y la enfermedad ya sea en su carácter endémico o epidémico. Ha publicado diversos artículos académicos y libros sobre la temática. Se desempeñó durante dos periodos como Coordinadora de la Red de Viejas y Nuevas Enfermedades de la Asociación Latinoamericana de Población (ALAP). Ha recibido premios y distinciones, entre las que se destaca el premio Anual otorgado por el Instituto de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires, por su trabajo de investigación sobre Dengue y Malaria en la Argentina.

Fernando Manuel Suárez

Fernando Manuel Suárez

Profesor en Historia (UNMdP) y Magíster en Ciencias Sociales (UNLP). Es docente de la UBA. Compilador de "Socialismo y Democracia" (EUDEM, 2015) y autor de "Un nuevo partido para el viejo socialismo" (UNGS-UNLP-UNM, 2021). Es jefe de redacción de La Vanguardia.