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María Victoria Murillo: «La competitividad y la polarización reducen la posibilidad de consenso y generan mayor inestabilidad institucional»

por | Jun 11, 2022 | Entrevistas, Nacionales

La debilidad institucional es una cuestión central en toda Latinoamérica, ya sea por insignificancia, incumplimiento o inestabilidad. Este tema está expuesto de forma clara y concisa en el reciente libro de María Victoria Murillo (junto a Steven Levitsky y Dan Brinks) «La ley y la trampa en América Latina» y con ella conversamos para La Vanguardia.

María Victoria Murillo es una de las más destacadas politólogas de su generación y una de las más influyentes de nuestro país, su obra sobre instituciones, sindicatos y partidos en América Latina es una referencia ineludible. Si bien hace años que está afincada en los Estados Unidos, donde se desempeña como docente e investigadora en la prestigiosa Universidad de Columbia, su preocupación está centrado en nuestro continente y sus vicisitudes. Sus investigaciones han marcado la pauta en muchos temas nodales de nuestra contemporaneidad, como por ejemplo su libro Sindicatos, coaliciones partidarias y reformas de mercado en América Latina (Siglo XXI, 2005) sobre el papel jugado por el sindicalismo y ciertos partidos populares en las reformas neoliberales de finales del siglo XX.

Más aquí en el tiempo, Murillo ha colaborado de forma recurrente con el politólogo norteamericano Steven Levitsky, también especializado en la Argentina y en el estudio del peronismo, en el análisis de las instituciones informales y su relación con las formales. A esa colaboración se ha sumado más recientemente el sociólogo y politólogo argentino Daniel Brinks, profesor e investigador en la Universidad de Austin-Texas, especialista en instituciones legales, la aplicación de la ley y el estado de derecho en América Latina. Esta convergencia de autores e intereses ha fructificado en dos libros de enorme relevancia: Understanding Institutional Weakness (Cambridge, 2019) y la compilación The Politics of Institutional Weakness in Latin America (Cambridge, 2020). El primero de ellos, un breve pero potente estudio, ha sido traducido al español y su impacto ha sido inmediato.

La ley y la trampa en América Latina. Por qué optar por el debilitamiento institucional puede ser una estrategia política (Siglo XXI, 2021), tal como fue traducido en la Argentina, ofrece un somero análisis donde se indagan las distintas variantes de la debilidad institucional en América Latina y sus efectos. Renuentes a cualquier análisis lineal o a conclusiones apresuradas, los autores y la autora procuran dilucidar las distintas formas de esa debilidad: insignificancia, incumplimiento e inestabilidad. Cada una con sus peculiaridades, predominantes en uno u otro caso, se combinan para forjar un panorama signado por esta debilidad que se combina con procesos de desigualdad social e inestabilidad política. Sobre este trabajo, sus horizontes y conclusiones tentativas, conversamos con María Victoria Murillo para La Vanguardia.

«Para que una regla se mantenga tiene que reducir los incentivos a ser cambiada. Si vos la creaste con más consenso (es decir, incluyendo a los que tienen más incentivos para cambiarla), la institución es más probable que dure más. Porque ya hay menos gente que tiene incentivos para cambiarla. Puede ser que el enforcement funcione peor, pero la inestabilidad claramente debiera ser reducida cuando la institución es consensual».

Una de las versiones vulgares sobre la institucionalidad en América Latina señala la falta de “políticas de Estado” resultado del “consenso” entre las diferentes fuerzas políticas y sostenidas en el tiempo, y la primacía, por el contrario, de una dinámica de conflicto e inestabilidad. ¿Esta afirmación dice algo de la debilidad institucional o debería formularse de otro modo?

Más allá de América Latina, hay muchos argumentos sobre las instituciones que te dicen que son más fuertes, te pueden gustar o no, cuando se las da como sentadas (“taken for granted” es la expresión en inglés).  O sea, el colegio electoral es espantoso en los Estados Unidos, pero como está hace más de doscientos años es difícil de cambiar, tiene cierta legitimidad porque siempre estuvo, si bien ahora está erosionada porque tantas veces no coincidió con el voto popular recientemente. Entonces: la edad de las instituciones y la legitimidad que van ganando porque estuvieron, es verdad que les da fuerza. La democracia en Argentina en la década del ochenta no la creíamos imperecedera. Ahora, por el contrario, funcionará mal o funcionará bien, pero las reglas del recambio electoral están aceptadas, a nadie se le ocurre decir que no. Incluso en la crisis de 2001 a nadie se le ocurrió venir con una solución de golpe militar. Entonces hay un efecto.

Para que una regla se mantenga tiene que reducir los incentivos a ser cambiada. Si vos la creaste con más consenso (es decir, incluyendo a los que tienen más incentivos para cambiarla), la institución es más probable que dure más porque ya hay menos gente que tiene incentivos para cambiarla. Puede ser que el enforcement o aplicación funcione peor, pero la inestabilidad claramente debiera ser reducida cuando la institución es consensual. Ahora, hay condiciones que hacen más difícil encontrar ese consenso. Yo creo que Argentina fue punta en un fenómeno que es ahora mundial, que es que cuando las partes están polarizadas y cuando la competencia es muy ajustada son menores los objetivos de consensuar. Si la competencia es ajustada, como estamos viendo ahora en Estados Unidos, enseguida pensás: “mejor espero y cuando gano la hago como me gusta a mí”. Y, cuando las opciones son muy polarizadas, la posibilidad de un punto de encuentro que genere ese consenso se reduce. Esas dos condiciones, la competitividad y la polarización, reducen la posibilidad de consenso y generan mayor inestabilidad institucional, o sea de menor durabilidad en el tiempo de instituciones nuevas.

Una de las cuestiones más interesantes que se plantea en el libro es la distancia que existe entre la sanción de una medida y la posibilidad cierta de aplicarse: ¿Hay una tendencia a sobre-legislar en América Latina aunque esto no redunde en consecuencias? ¿Cuánto afecta la debilidad económica estructural a la posibilidad de traducir las leyes en políticas públicas?

Son dos cosas distintas, vamos a empezar por lo que vos llamás “sobre-legislar” y después vamos al otro tema. Sobre-legislar yo no diría que es una tendencia argentina, sino de toda América Latina desde el proceso de descolonización, que fue un proceso muy temprano y dominado por elites blancas en países fundamentalmente no-blancos. Entonces, las elites de las independencias, las nuestras y todas las otras, tratan de algún modo de modificar sus sociedades para que se parezcan más a las sociedades europeas que ellos tenían como modelo. Y en ese sentido adoptan algo de una tradición bastante europea, no anglosajona, que es este positivismo legal y el creer que con las leyes van de algún modo a modificar las normas sociales. Entonces, desde muy temprano, tratan con las leyes de modificar la sociedad. Y muchas veces lo que ocurre es que crean leyes que nosotros llamamos “aspiracionales” en nuestro argumento, que no esperan que realmente se cumplan, si no la idea es que vayan moviendo a la gente en esa dirección. Y eso es algo que América Latina históricamente ha seguido haciendo y sobre todo en el proceso constitucional reciente. Si uno piensa desde la época de la última ola democratizadora hubo el intento de expandir derechos a partir de leyes aspiracionales. No es que los que escribieron la Constitución del ‘88 en Brasil, del ‘91 de Colombia e incluso la del ‘17 en México no lo supieran, esta estrategia tiene una larga tradición. Son constituciones que expanden profundamente los derechos, incluso a nivel mundial. Si uno piensa la Constitución del ’17 en México, es la primera en establecer derechos laborales en el mundo; la Constitución ecuatoriana del 2008 es la primera en establecer los derechos de la naturaleza: son constituciones que marcan. Ahora bien, esa gran ambición se encuentra después con la incapacidad de realmente aplicar esas leyes. Ahora, te da la posibilidad, y eso el trabajo de Dan Brinks lo muestra más claramente, de: “bueno, ahora no nos tenemos que pelear por la ley”, porque la ley ya está, ahora la pelea es por el enforcement o la aplicación y eso tiene que ver con la movilización social. Pero la posibilidad que le da tener esa ley es poseer un punto focal de movilización social. Ahora, hay gente que dice cuando ocurre esa movilización social hay efectos no deseados. Por ejemplo, el derecho a la salud que es muy importante en las constituciones, muchas veces hace que aquellos que se puedan movilizar y tengan más capacidad de voz logren, por ejemplo, la expansión del derecho a que el estado les garantice ciertas medicaciones, ciertos procedimientos que a veces son muy caros; y otros sectores, en contraste, que no tienen cosas básicas de salud, pierden en la pelea presupuestaria. Eso también tiene que pensarse cuando se define esta estrategia de “leyes ambiciosas”, por llamarlo de algún modo.              

El segundo punto, el de la debilidad económica, me imagino que te referís a la debilidad económica del estado, a la debilidad fiscal. Y ahí es verdad que muchas veces el estado quiere aparecer como siendo proactivo en ciertas áreas y es más fácil establecer una ley que hacerla cumplir. Muchas veces no por falta de voluntad, sino por falta de capacidad. Las leyes de regulación de medio ambiente por lo general te diría que caen muchas veces en esas circunstancias, en un contexto internacional donde se habla de cambio climático y donde hay muchos incentivos de audiencias externas e internas que quieren que los países regulen, hay un empuje para hacer regulaciones, pero después no hay capacidad de monitoreo a nivel local. De hecho Argentina tiene más que otros países de la región esa capacidad, porque tiene una tradición grande de parques nacionales que viene de la década del ’30. Pero es verdad que Brasil, o muchos otros países, establecen las reglas sin pensar cómo van a ser aplicadas, y después muchas veces con lo que nosotros llamamos “windows dressing”, como “que parezca”. Los brasileños tienen esa expresión “pra inglês ver”, “para que vean los ingleses”. Pero bueno, una vez que la regla está, pueden ciertos actores movilizarse para que el estado tenga que reforzar. Pero siempre la voluntad del estado es importante. Por ejemplo, en terreno de medio ambiente ocurrió que durante el gobierno de [Fernando Henrique] Cardoso se adoptaron muchísimas regulaciones que no siempre eran realmente monitoreadas, pero cuando llegó Marina Silva, la Secretaria de Ambiente del gobierno de Lula, se aumenta muchísimo el proceso de aplicación de la ley y de monitoreo. Pero estamos viendo como ahora Bolsonaro destruye presupuestariamente todas las instituciones de monitoreo y de enforcement, y debilita las reglas sin necesidad de cambiar las reglas.  

«La policía, que en otras circunstancias es súper autónoma y hace lo que quiere, en el contexto de tratar con la protesta piensa mucho lo que los políticos argentinos quieren, más que lo que las reglas dicen. Entonces te demuestra que esa burocracia presta atención a la política, porque saben que si hacen eso los van a castigar de algún modo, formal o informalmente».

En ese sentido, aparece todo el tiempo la cuestión de las capacidades estatales y el rol de las burocracias y el funcionariado: ¿Es una cuestión a resolver la profesionalización de las burocracias, con políticas claras de reclutamiento, promoción y formación, o es una cuestión sobreestimada? ¿Cuán problemático es la falta de control político sobre las burocracias, desde los empleados ministeriales hasta las fuerzas de seguridad?

Sí, las burocracias tienen sus propios incentivos. Entonces vos tenés políticos que son electos y cuyos incentivos son ser reelectos, ya sea ellos o su partido, y tenés burocracias que tienen estabilidad. No sé si ves Borgen, está todo el tiempo la tensión entre los burócratas oficiales y los políticos. Entonces eso es un tema que la literatura de Ciencia Política hace mucho que viene tratando de entender. Y en principio los políticos preferirían burócratas que fueran sensibles a sus intereses, sea porque son burócratas aliados. Como yo hablo en mi libro sobre regulación, cuando establecés el ente regulatorio querés un burócrata pero de tu palo, un técnico pero de tu palo. Sea porque los burócratas saben que los políticos, como dice el libro de Virginia Oliveros, si no hacen las cosas bien no los podrán echar, pero los pueden mandar a un lugar en el que no pueden hacer nada, darles un mal destino. Entonces se van tratando de alinear porque quieren que sus condiciones de trabajo sean buenas. O sea porque a veces los burócratas también, preventivamente, tratan de no hacer cosas que los políticos vayan a sentirse alienados. Entonces, en nuestro capítulo del libro de Alisha Holland, sobre lo que se llaman “coercion gaps”, que sería como “brechas de coerción”, señalamos el hecho que hay ciertos votantes a los cuales no se les puede aplicar del mismo modo la ley aunque la rompan. En el caso argentino, es muy común que la gente corte la calle y la policía, que en otras circunstancias es muy brutal, sabe perfectamente que no puede echar a la gente que está protestando. Eso en otros países del mundo, incluido Estados Unidos (donde necesitás un permiso para protestar), te agarran de los pelos y te llevan preso. La burocracia policía, que en otras circunstancias es súper autónoma y hace lo que quiere, en el contexto de tratar con la protesta piensa mucho lo que los políticos argentinos quieren, más que lo que las reglas dicen. Entonces te demuestra que esa burocracia presta atención a la política, porque saben que si hacen eso los van a castigar de algún modo, formal o informalmente. En cambio, si negocian, no sé, el juego a nivel local con un puntero eso va a pasar desapercibido. Hay cosas que se pueden hacer y cosas que no se pueden hacer, hay cosas que son más monitoreables y menos monitoreables. Entonces ciertas reglas van a ser flexibles en cuanto que los políticos quieren que sean flexibles, si los políticos quisieran aplicarlas las van a aplicar. Y de hecho, la venta ambulante en Buenos Aires es súper castigada ahora, había mucho más antes, ahora hay relativamente menos de lo que hubo en otras administraciones (controlando también por la necesidad económica y la situación social) y mucho menos de lo que hay en otras ciudades latinoamericanas. En cambio, la protesta social o el corte de calles no, no se aplica la ley de libre tránsito. Esa regla de que uno tiene el derecho a circular: olvidate. Podrá decir Rosenkrantz que hay que cumplirla, pero nadie va a arriesgarse a cumplirla porque hay una norma social de no reprimir la protesta social y el hacerlo tendría un costo político. Ahí hay un juego en el cual el burócrata no es ajeno a la política, por más de que su puesto no dependa de la política.       

«Es verdad que Brasil, o muchos otros países, establecen las reglas sin pensar cómo van a ser aplicadas, y después muchas veces con lo que nosotros llamamos “windows dressing”, como “que parezca”. Los brasileños tienen esa expresión “pra inglês ver”, “para que vean los ingleses”. Pero bueno, una vez que la regla está, pueden ciertos actores movilizarse para que el estado tenga que reforzar. Pero siempre la voluntad del estado es importante».

En el libro presentan tres formas en que se manifiesta la debilidad institucional (insignificancia, incumplimiento e inestabilidad): ¿Cuál de ellas es más extendida en América Latina y, en particular, en el caso argentino? ¿Cómo se podrían atacar cada una de ellas para revertir ese proceso?

Nosotros no tratamos de hacer un libro normativo, más bien descriptivo. Hay instituciones, como el colegio electoral en los Estados Unidos, que son fuertes y malas, ojalá fueran más débiles y se pudieran sacar. No siempre fuerte es bueno. Ahora, cuando las instituciones te gustan, está bien que estén y “fuerte” te da predictibilidad. O sea, uno sabe que el colegio electoral va a estar y entonces vas adaptándote a esa institución. Cuando cambian todos los días no podés adaptarte.

En el caso argentino, yo diría que la ambición no es un problema, nuestras leyes suelen ser ambiciosas. En general no pecamos de falta de ambición. Nosotros cuando ideamos ese concepto pensamos en la vieja Constitución del ‘80 de Chile, que era muy poco ambiciosa en cuanto al establecimiento de derechos y entonces era fácil de ser cumplida, porque justamente no prometía mucho, más bien solo genera puntos de veto que evitaban el cambio. Entonces esa Constitución era más fácil de ser cumplida que una Constitución ambiciosa como la del ’88 de Brasil. Entonces, en ese sentido decíamos, que por ahí a vos te parece que es más fuerte la Chile (evidentemente era fuerte en cuanto a aplicación y durabilidad, porque requirió una movilización social para erosionarla), pero no pide mucho cambio de comportamiento en el terreno de los derechos, de hecho eso generó un proceso de osificación que en la gente generó descontento porque las normas sociales sí cambiaban. Mientras que la Constitución de Brasil promete un montón de derechos, más o menos contemporáneas las dos, y no puede darte todo lo que te promete, pero genera más cambio de comportamiento respecto a lo que pasa en los actores que lo que generaba a vieja Constitución en Chile. Vamos a ver qué pasa con la nueva, que está por venir. Entonces, el concepto “ambición” refiere a qué es el cambio de comportamiento que pide la regulación, y eso es una decisión como sociedad y como actores políticos. ¿Qué es lo que queremos cambiar? Si queremos cambiar mucho va a ser más difícil cumplirlo que si queremos cambiar poco y el resultado en términos de comportamiento puede no ser tan diferente.

En la Argentina históricamente ha dominado la inestabilidad. De hecho, el concepto de “debilidad institucional” cuando nosotros lo desarrollamos en el primer artículo con Steve Levitsky pensamos en Argentina y en el concepto de “inestabilidad”. El concepto de “serial replacement”, “reemplazo serial”, viene de pensar la experiencia argentina, de pensar esta situación de empate, el “juego imposible”, que cada uno que venía cambiaba las reglas del juego. Si mirás Argentina históricamente, al menos desde la década del ’30 sino antes, mi impresión es que Argentina pasó de una hegemonía radical, donde su única oposición eran los antipersonalistas que también eran radicales, a una hegemonía del partido peronista, a una situación, desde el ’83 en adelante, de mucha mayor competencia que yo creo que se está erosionando ahora. Eso te daba esa especie de vaivén, hasta el fin del siglo XX la política argentina puede ser entendida como una política de inestabilidad institucional.

Ahora, el tema del enforcement o cumplimento de la ley, en Argentina es que hay más monitoreo, si bien no es perfecto para nada. Como hay muchos actores sociales movilizados que monitorean, a veces es difícil eludir el enforcement. Es difícil hacer fraude en la Argentina, porque te queman todo. Si bien hay denuncias, la realidad es que las elecciones son transparentes y todos las aceptan. En cambio había países en donde nosotros notábamos, México por ejemplo, que las instituciones duran un montón y para resolver las tensiones que también había se ignora su aplicación. Por ejemplo, la Constitución del ’17 en México establece un montón de derechos que son ignorados, hasta que de pronto [Lázaro] Cárdenas tiene que sacarse de encima gente, tiene que movilizar a los trabajadores y a los campesinos, y empieza realmente a garantizar esos derechos laborales o derecho a la tierra. La ley laboral de México, que es muy progresista para su época, no es modificada durante los gobiernos neoliberales del PRI, porque es mucho el costo de modificarla. Y en lugar de eso, la ignoran, da órdenes a los burócratas a cargo, la Junta de Conciliación y Arbitraje, que no le presten atención cuando tienen que legalizar las convenciones colectivas. O las elecciones en México. México es un país que durante setenta años las elecciones funcionaron como forma de recambio, pero con fraude, garantizando que no ganara el que no debía ganar. De nuevo, las instituciones duran más en México si uno mira la letra del papel, pero la flexibilidad en esas condiciones se las da la variación en el enforcement, en la aplicación la ley.   

Otro tema que aparece en tus investigaciones y en las de tus coautores es la cuestión de las instituciones informales: ¿Cómo podríamos definirlas? ¿Por qué son tan relevantes en América Latina? ¿Cómo conviven, se complementan o chocan con las instituciones formales?

Sí, te diría que toda la literatura de lo que se llama acá el Global South, no solamente América Latina, enfatiza las instituciones informales. Lo que decimos nosotros es que a veces las instituciones informales te ayudan a mantener la estabilidad institucional y a veces te erosionan la estabilidad institucional. Entonces, en el caso de México hay una regla que se mantiene con mucha fuerza, porque dura mucho, que es la de la no reelección presidencial. México incluso ahora, con lo popular que es [Andrés Manuel] López Obrador, no está tratando de cambiar esa regla. Porque esa regla viene desde la Revolución Mexicana, esa es la regla histórica. Y la trataron de ignorar, no es que no: se la trató de ignorar. A Obregón y lo mataron, y la trató de ignorar Calles y terminó en el exilio, y decidieron no ignorarla más. O sea, hubo un costo. Entonces, en ese contexto, ¿cómo era que funcionaba la famosa “dictadura perfecta” del PRI manteniendo esta regla? Bueno, con el “dedazo”. Al presidente que se iba no lo podía reelegir, sino que designaba a su sucesor. Entonces ahí la regla informal hace que la regla formal, durante ese período al menos, se fuera fortaleciendo al punto que hoy es una regla muy difícil de cambiar.

Otras veces, la regla informal erosiona el enforcement de la ley. Yo siempre cuento una anécdota: yo vivo acá en Estados Unidos y me prestaron una vez un auto en Buenos Aires, llegué a un signo de “Pare” y paré, y chocaron todos atrás. Porque, claro, nadie para en el signo de “Pare”, el signo de “Pare” se toma como hay que bajar la velocidad: hay una regla informal que te va en contra la regla formal. No es que seguís y lo ignorás, como en otros países, bajás la velocidad. Ahí hay como distintas reglas informales que a veces van a favor y a veces en contra de las reglas formales, y eso depende de cada caso, no creo que haya una regla general.     

«Al haber un manejo institucional débil afecta también indirectamente a condiciones que empujan a la desigualdad: es más difícil que haya crecimiento, es más difícil que haya condiciones que faciliten salir de esa desigualdad, pensar en el largo plazo, creer que las promesas de las políticas públicas efectivamente serán cumplidas».

En las conclusiones del libro detectan un círculo vicioso compuesto por tres factores: desigualdad social, inestabilidad política y económica, y debilidad institucional. ¿Cómo se vinculan y retroalimentan estos tres procesos?

Me parece un tema importante, nosotros lo vemos como un tema de retroalimentación en el sentido de que la desigualdad social te genera grandes incentivos para tratar de cambiar las reglas como manera de resolverla o de sostenerla, depende de quién seas, y para ignorar las reglas cuando no las podés cambiar. Porque es mucho el costo que muchas reglas generan en un contexto de gran desigualdad. Yo creo que también afecta que parte de la idea de que haya reglas más ambiciosas en la región tiene que ver con este contexto de gran desigualdad, difícil de sostener. Y claro, al haber un manejo institucional débil afecta también indirectamente a condiciones que empujan a la desigualdad: es más difícil que haya crecimiento, es más difícil que haya condiciones que faciliten salir de esa desigualdad, pensar en el largo plazo, creer que las promesas de las políticas públicas efectivamente serán cumplidas. Y ese es un tema que me genera preocupación porque la región solo ha empeorado en los últimos tiempos en esta dimensión y en el caso argentino en particular. Si nosotros pensamos el famoso empate hegemónico y los ciclos de los que hablaba [Guillermo] O’Donnell, eran ciclos donde había actores organizados y podían competir entre sí. Y ahora, con una estructura social tanto más fragmentada y desigual, si bien cierta capacidad organizativa se mantuvo, en parte como herencia de aquellos sindicatos tradicionales, pero las nuevas generaciones no tienen esa experiencia. Los que nacieron después y no tuvieron experiencia sindical antes de ser piqueteros, solo  conocen esa  organización, no son como los sindicalistas que devinieron piqueteros, que tenían experiencia en algún sindicato. A mí me parece que hay un cambio que no está siendo percibido, que si uno mira la opinión pública de los jóvenes. Los jóvenes son los que están más descontentos. Y a mí me parece que ahí viene un cambio de la política que no me queda claro aún. Hay una demanda que la política no está satisfaciendo, no sé quién la va a satisfacer, y no me queda claro cuáles van a ser las consecuencias para la institucionalidad argentina de esta generación que viene con una experiencia muy distinta a la de las generaciones anteriores.

QUIÉN ES

Maria Victoria Murillo (PhD Universidad de Harvard) es profesora titular de ciencia política y estudios internacionales en Columbia University. Ha sido profesora en la Universidad de Yale y profesora visitante en la Universidad Di Tella y recibió becas de de la Harvard Academy for International and Area Studies, del David Rockefeller Center for Latin American Studies de Harvard, de la Russell Sage Foundation, de la Fundacion Fullbright y la National Science Foundation.

Es autora de diversos libros entre los que se destacan Sindicatos, Coaliciones Partidarias y Reformas de Mercado en América Latina (publicado en ingles por Cambridge en 2001 y en castellano por Siglo XXI, 2005), Non-Policy Politics. Richer Voters, Poorer Voters, and the Diversification of Electoral Strategies (con Ernesto Calvo, Cambridge, 2019) y Understanding Institutional Weakness (con Steven Levistky y Daniel Brinks, Cambridge, 2019). También ha compilado los libros Argentine Democracy: the Politics of Institutional Weakness (con Steven Levitsky, Pennsylvania, 2005), Discutir Alfonsín (con Roberto Gargarella y Mario Pecheny, Siglo XXI, Buenos Aires, 2010) y The Politics of Institutional Weakness in Latin America (con Steven Levitsky y Daniel Brinks, Cambridge, 2020) . Ha escrito numerosos artículos sobre política latinoamericana, política laboral, economía política, lazos de representación entre votantes y partidos, así como sobre las causas y consecuencias de la debilidad institucional de la región en revistas especializadas de EE.UU. y América Latina.

Fernando Manuel Suárez

Fernando Manuel Suárez

Profesor en Historia (UNMdP) y Magíster en Ciencias Sociales (UNLP). Es docente de la UBA. Compilador de "Socialismo y Democracia" (EUDEM, 2015) y autor de "Un nuevo partido para el viejo socialismo" (UNGS-UNLP-UNM, 2021). Es jefe de redacción de La Vanguardia.