Con este slogan de campaña “autocrítico”, la (ahora ex) primera ministra sueca Magdalena Andersson, logró un gran avance en las elecciones del domingo 11 de septiembre. No fue suficiente para frenar a la derecha.
Tras 8 años de gobierno en minoría (durante el cual incluso tuvo que gobernar con un presupuesto de la derecha) Magdalena le dió al Partido Socialdemócrata sueco su mejor resultado electoral en más de una década. Superó el 30%, se consolidó como la primera fuerza nacional, recuperó gobiernos locales como Estocolmo e incrementó la presencia en el Riksdag (Parlamento unicameral) en 8 bancas. Sin embargo, no alcanzó.
Si bien Magda lo hizo muy bien, los socios de coalición no acompañaron. Dos de los tres partidos del llamado “bloque de izquierda” perdieron votos y escaños. Y en la sumatoria la alianza “roja-verde” quedó a tres bancas de los conservadores.
Esa pobre performance de sus socios minoritarios, y el impactante ascenso de la extrema derecha, la privará de liderar un mandato completo. El Partido de los Demócratas suecos dió la sorpresa en la noche de las elecciones: superó en votos y bancas al tradicional partido de la derecha, los conservadores de la Moderaterna. La nueva composición parlamentaria superó a la coalición socialdemócrata.
Ahora, mientras el líder conservador Ulf Kristersson se dispone a formar gobierno, el país ingresa en un periodo de incertidumbre sobre el rumbo que tomará esa coalición. Están asociados con Demócratas Cristianos y Liberales que tienen importantes objeciones en materia de migración, política europea, educación y seguridad.
¿Estarán en riesgo los robustos Estado de bienestar y “modelo” sueco? ¿Se endurecerá la política migratoria, en un país que ha hecho del asilo humanitario una política de Estado? ¿Cambiará la orientación del país acerca de la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia en el marco de la Unión Europea?
Y se abren una serie de preguntas. ¿Estarán en riesgo los robustos Estado de bienestar y “modelo” sueco? ¿Se endurecerá la política migratoria, en un país que ha hecho del asilo humanitario una política de Estado? ¿Cambiará la orientación del país acerca de la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia en el marco de la Unión Europea? ¿Qué efecto puede tener este avance de la extrema derecha si se consolida una tendencia similar en las elecciones italianas dentro de unas semanas?
Demasiadas preguntas para ser respondidas en un momento de extrema incertidumbre y crisis energética global.
La percepción de varios referentes del sistema político sueco es que las bases del modelo son tan profundas y sólidas que no habrá modificaciones sustanciales. Que los Demócratas suecos han dejado atrás a sus elementos neonazis: han jurado no tener vínculos con Putin y demuestran lealtad a la política europeísta.
Sólo el tiempo dirá hacia donde va una de las democracias más estables de Europa.
Mientras esos debates suceden en los pasillos del Parlamento sueco (cualquier parecido a la serie “Borgen” no es mera coincidencia), Magdalena y el Partido Socialdemócrata esperarán su chance desde la oposición, contando con una bancada mucho más numerosa.