Héctor Polino, dirigente histórico del socialismo y un incansable militante, falleció a los 89 años. A lo largo de los años, su vida estuvo marcada por el compromiso y la convicción.
Ser socialista argentino durante el siglo XX y los albores del siglo XXI fue vivir una y muchas vidas a la vez. Del carismático magisterio de Alfredo Palacios a la prudente mesura de Hermes Binner; de los cantos de sirena de la revolución en Cuba hasta las abdicaciones de la tercera vía socialdemócrata; de las sanguinarias dictaduras a las promesas incumplidas de nuestra todavía joven democracia. Héctor Polino transitó esa historia con una coherencia difícil de replicar, fiel a sus principios y, vale decirlo, también a sí mismo, encarnando, al fin y al cabo, una forma de ser socialista, al mismo tiempo, emblemática e irrepetible.
Destacado desde joven en las filas de un Partido Socialista reverdecido y tensionado en tiempos de proscripción peronista, fue electo a los 27 años como concejal de la Capital Federal. Su estilo, fervoroso pero austero, le valieron desde temprano una visibilidad entre las huestes socialistas. Sus batallas, contra la corrupción y en favor del cooperativismo, eran incansables. La claudicación no formaba parte de su repertorio, moriría, y así lo hizo hasta sus últimos días, luchando por lo que creía justo.
Cualquiera que haya tenido oportunidad de ver más de una fotografía de Héctor Polino a lo largo de su prolongada carrera política pudo comprobar que, cual retrato de Dorian Gray, el tiempo no pasaba para él. Fiel a sí mismo ante todo. Mérito mayor si uno recorre el tembladeral de la historia del socialismo argentino y sus múltiples manifestaciones partidarias. Afiliado al Partido Socialista todavía unificado, luego se alineó al Partido Socialista Argentino de Alicia Moreau y Alfredo Palacios en tiempos de escisiones y luchas fratricidas. Tras un viaje iniciático a Cuba (que compartió, entre otros, con Juan Carlos Portantiero), fue un efímero participante en el Partido Socialista Argentino de Vanguardia y, más tarde, del flamante Partido Socialista Popular fundado en 1972. Inconformista y testarudo, se convirtió en un activo miembro de la Confederación Socialista Argentina, agrupación que reunía a un conjunto de militantes fruto de las muchas sangrías que había precipitado el internismo y la incomprensión mutua entre las huestes socialistas. Integrado a la dirigencia del renovado Partido Socialista Democrático junto a, entre otros, Alfredo Bravo, fue animador de los muchos y trabajosos intentos de unidad socialista que fraguaron, finalmente, en la refundación del PS en el año 2002. Tentado muchas veces a desertar de las filas partidarias, dado su prestigio público, se mantuvo siempre leal y orgánico a su amado Partido Socialista.
Héctor Polino transitó esa historia con una coherencia difícil de replicar, fiel a sus principios y, vale decirlo, también a sí mismo, encarnando, al fin y al cabo, una forma de ser socialista, al mismo tiempo, emblemática e irrepetible.
Su actividad pública fue extensa y sostenida durante más de medio siglo. Aquel joven concejal electo en 1960 fue, muchos años después, diputado nacional durante tres períodos consecutivos, entre 1993 y 2005. También participó como Secretario de Acción Cooperativa durante el gobierno de Raúl Alfonsín, en su única incursión en el Poder Ejecutivo. Convocado a participar del gobierno de Néstor Kirchner, decidió someter la decisión a su partido y acogerse a la resolución tomada por sus compañeros. Este somero recuento, no obstante, no le hace justicia a su compromiso militante, que no requería de cargos públicos para ser llevada adelante con tesón y convicción. Testimonio de ello es la sostenida labor que llevó en los últimos años de su vida como referente de la ONG “Consumidores libres”, en una lucha encarnizada contra la inflación –y la manipulación de sus cifras–, ese impuesto nunca explicitado que afecta, antes que a nadie, a los sectores más humildes de la población. Mes tras mes publicaba un índice de precios de la canasta básica de alimentos y, no conforme con eso, recorría los medios de comunicación, sin discriminar entre grandes o pequeños, para denunciar la enorme injusticia detrás de estas rutinarias cifras. Como los socialistas de principio de siglo, preocupado por aquellos que solo viven para sobrevivir.
Hombre de las cosas y no de la pompa de los grandes discursos, de los pequeños asuntos que inciden en la realidad. Escribió hoy Mariano Schuster en Twitter: “Socialista de un tema: no está mal. Ahora que ni el socialismo parece ser uno”. Un tópico, la canasta básica, que eran muchos a la vez. El cooperativismo como medio y como fin para una vida más justa y solidaria. La convicción de las ideas contra el pragmatismo de los atajos que, a veces, no conducen a ningún lado. La política como actividad noble y al servicio de la ciudadanía. Y, en el fondo, una lucha incansable por el distintivo que todo socialista que se precie de tal debería portar: la igualdad.