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No dejar atrás a ninguna

por | Nov 24, 2022 | Mundo

La dictadura de Ortega se ha ensañado con las mujeres y el movimiento de mujeres. Es considerado uno de los colectivos más activos por la democracia en Nicaragua. Las presas políticas y sus familiares son sometidas a todo tipo de humillaciones.
El movimiento de mujeres es uno de los más activos contra la dictadura.

Suyén, Nidia, Cristiana, Tamara, Karla Escobar, Karla Vega, María Fernanda, Violeta, Julia, María del Socorro, Cinthya, Evelyn, María Esperanza, Dora María, Ana Margarita, Jeannine, Ana Carolina, Mildred, son los nombres de las mujeres prisioneras políticas de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua. Hay al menos cinco prisioneras más cuyos nombres se mantienen anónimos a petición de sus familiares para evitar represalias. Son dirigentes y activistas de organizaciones, movimientos sociales y agrupaciones políticas, así como defensoras de derechos humanos.

Hace más de un año que están encarceladas; las enjuiciaron y condenaron por supuestos delitos como “propagación de noticias falsas” y “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional”. Cuando llegaron a sus casas, los policías no llevaban órdenes judiciales, las golpearon, las ofendieron, las han ocultado de sus familias por más de 80 días, sin que en ese tiempo se sepa absolutamente nada de ellas.

Las mujeres son parte del grupo de más 230 personas prisioneras políticas que hay actualmente en Nicaragua. Todos sometidos a torturas y tratos crueles, igual que sus familiares.

En agosto pasado, Daniel Ortega, quien controla todos los poderes del Estado, incluida la administración de justicia, ordenó que las mostraran en público por primera vez desde su detención en 2021, después de las presiones e insistentes denuncias de sus familiares y la comunidad internacional. Visiblemente delgadas, demacradas y desorientadas por los constantes interrogatorios, la luz u oscuridad permanente, la falta de sol y la privación para ver a sus hijos e hijas, entre otras formas de tortura, su enorme resistencia y firmeza también quedó a la vista.

Ellas son parte del grupo de más 230 personas prisioneras políticas que hay actualmente en Nicaragua. Todos sometidos a torturas y tratos crueles, igual que sus familiares.

SAÑA CONTRA LAS MUJERES

Es bien sabido que en contextos de conflicto, las mujeres se convierten en blancos directos de la violencia. En América latina tenemos numerosos ejemplos de cómo el poder castiga a las mujeres cuando se atreven a enfrentarlo; castiga sus cuerpos, infringe dolor y daño para doblegarlas. El poder puede estar representado por el Estado o por grupos criminales como en México. El castigo también tiene el propósito de infundir temor a las demás mujeres y el resto de la sociedad. Eso es lo que Daniel Ortega y Rosario Murillo están haciendo con las prisioneras políticas en Nicaragua.

Su crueldad se extiende a otras mujeres que no están encarceladas: periodistas, defensoras de derechos humanos, académicas, jóvenes universitarias, indígenas, afrodescendientes, empresarias, médicas y enfermeras, familiares de personas asesinadas en el estallido social de 2018 y familiares de prisioneros políticos. Las vigilan, amenazan, las agreden, las obligan a callar y salir al exilio para preservar su vida.

Las familiares de personas prisioneras políticas han estado expuestas a vejámenes y tratos sexualizados degradantes desde 2018 independientemente de su edad, pero particularmente durante el último año.

Las familiares de personas prisioneras políticas han estado expuestas a vejámenes y tratos sexualizados degradantes desde 2018 independientemente de su edad, pero particularmente durante el último año. Como en un deja vu del pasado, los conceptos no son suficientes para revelar la crueldad de la violencia y humillaciones empleadas por el Estado en contra de las mujeres nicaragüenses.

Nicaragua no está en una situación de conflicto tradicional en la se enfrantan dos fuerzas armadas como ocurrió en la década de los 70 y 80, el siglo pasado; pero la población entera está expuesta a sistemáticos y altos niveles de violencia estatal para contener por la fuerza las expresiones de descontento que emergieron desde 2018, cuando se produjo un estallido social. Es un descontento que se mantienen hasta ahora e incluso se ha incrementado tal como lo ha revelado el alto porcentaje de abstención en las votaciones generales de 2021 y las municipales de este año. Las mujeres se volcaron a participar en las protestas junto con toda la población; de hecho, se han convertido en el motor de muchas acciones de resistencia cívica.

Marcha por los derechos.

CONTRA EL MOVIMIENTO DE MUJERES

Pero ya antes de 2018, el movimiento de mujeres era considerado uno de los más activos y beligerantes en Nicaragua. Respaldaron a Zoilamérica Ortega cuando denunció por violación a su padrastro Daniel Ortega y en numerosas ocasiones advirtieron sobre la deriva autoritaria de su gobierno.

Interpelado públicamente por las mujeres, Ortega y Rosario Murillo, su cómplice, esposa y vicepresidente, emprendieron tempranamente la persecución en contra de líderes feministas y organizaciones defensoras de mujeres. En numerosas ocasiones les impidió marchar en fechas significativas como el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, o el 25 de Noviembre, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y se ha enseñado particularmente con ellas por su participación en la ola de protestas ciudadanas que emergió en 2018.

Cuando las marchas las frenaron a punta de represión y casi nadie se atrevía a salir a las calles, las mujeres se las ingeniaron para organizar protestas rápidas que llamaban “piquetes express”, hasta que la fuerza de la violencia estatal se los impidió. Después de eso, han inventado mil y una formas para seguir participando.

La frase “No dejar atrás a ninguna” resume la esencia de las variadas estrategias que las mujeres nicaragüenses han empleado para defenderse de la violencia. Las redes de apoyo es una de las más importantes porque se saben acompañadas.

La frase “No dejar atrás a ninguna” resume la esencia de las variadas estrategias que las mujeres nicaragüenses han empleado para defenderse de la violencia. Las redes de apoyo es una de las más importantes porque se saben acompañadas, “acuerpadas”, les dan identidad, sentido de pertenencia, y en efecto, en numerosas ocasiones les han salvado la vida. También significa que, aunque el poder cierre las puertas, ellas siempre aprovechan hasta el más pequeño resquicio para que sus voces no sean silenciadas y que las voces de otras mujeres tengan eco; significa que, tercamente, siguen tejiendo los hilos de la memoria y la verdad para que el pasado no se olvide y se acorte el camino de la justicia.

Quiere decir que todos los días se dan ánimos para seguir con las “pequeñas resistencias domésticas”; que están dispuestas a hacer valer sus opiniones y propuestas; que se reconocen como protagonistas del cambio; y que la Nicaragua del futuro es una Nicaragua también para las mujeres.

Elvira Cuadra Lira

Elvira Cuadra Lira

Fue coordinadora de investigaciones en el Centro de Investigaciones de la Comunicación (CINCO) y directora ejecutiva en el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP) en Nicaragua; ambos cerrados arbitrariamente el 2018. Es autora y co-autora de ensayos y libros. Desde finales de 2018 se encuentra exiliada en Costa Rica.