El triunfo de Javier Milei hizo sonar las alarmas. Un candidato heterodoxo y una fuerza sin territorio dieron el batacazo. Sergio Morresi y Martín Vicente conversaron con «La Vanguardia» para salir del pasmo y echar luz a este acontecimiento.
A veces un triunfo electoral, tal vez inesperado, pone todos los focos sobre un objeto hasta ese momento subestimado o ignorado. Sergio Morresi y Martín Vicente, ambos investigadores del CONICET, llevan un largo recorrido pensando, analizando y escribiendo sobre las derechas en la Argentina. Su mirada, fundamentada y rigurosa, nos permite ganar perspectiva ante el asombro.
Javier Milei fue el candidato más votado en las PASO y, al mismo tiempo, La Libertad Avanza, su partido, también se impuso sobre las otras alternativas. En contraste con las magras performance de sus candidatos provinciales y la creencia de que era un fenómeno acotado al ámbito porteño, Javier Milei triunfó en todo el heterogéneo interior del país. El mapa teñido de violeta refleja, tal vez, un cambio de época.
Los más de 7 millones de votos que obtuvo Milei abren muchas preguntas. Un candidato personalista y altisonante, pero con una campaña modesta; una militancia intensa e idiosicrática que contrasta con un electorado heterogéneo; un partido sin territorio que, sin embargo, logró un impresionante despliegue electoral. Sobre algunos de estos puntos, Sergio Morresi y Martín Vicente conversaron con La Vanguardia, para intentar aclarar un poco este, quizá, oscuro panorama.
¿Cuánto de la masa electoral que sumó Milei es de un núcleo ideológico duro y cuánto lo usó de vehículo para expresar otros malestares?
Sergio Morresi (SM): Nadie que yo sepa ha hecho todavía un estudio del voto efectivo de Milei. Sí vi algunas aproximaciones que muestran una transversalidad notable. Cuánto pesó el núcleo ideológico y en qué porcentaje otros motivos es algo difícil de discernir, pero me parece que, aun así, algunos datos indicarían que, contrario a lo que dan por sentado algunos analistas, no es sólo voto bronca, que sí hay algo de acuerdo a nivel ideológico.
Pero incluso cuando se dan esos acuerdos ideológicos habría que decir que no se trata de gente que acuerde en todos los puntos de la propuesta de La Libertad Avanza. Esto se debe a que el voto al espacio autodenominado liberal o libertario puede implicar diferentes formas de adhesión a distintas partes de lo que se propone. Por un lado hay quienes adhieren al núcleo más conservador (contra lo que denominan ideología de género, contra el feminismo, en contra del aborto), por otra parte quienes se sienten atraídos por el combate contra “la casta” y finalmente hay quienes adhieren a una mirada muy negativa sobre el Estado, que ven al Estado como un problema.
A veces estas dimensiones se ven entrelazadas. Por ejemplo, las medidas tomadas durante la pandemia y ciertas acciones de los políticos en ese momento parecieron mostrar que eso que se decía desde el espacio liberal/libertario tenía sentido. Por un lado gente (pequeños comerciantes, microemprendedores, trabajadores informales) muy enojada por no poder trabajar y al mismo tiempo una clase política que parecía continuar con su agenda y su vida como lo reflejaba la foto del presidente en un cumpleaños. O, peor aún, políticos profesionales que sostuvieron abiertamente que ellos tenían un derecho por encima del resto de la población, como lo expresó el secretario legal y técnico de la presidencia. Acá la idea de casta se mixturaba con la de Estado.
En todo caso, diría que hay diferentes adhesiones a una propuesta liberal-libertaria que es en sí misma heterogénea y que la adhesión a una idea no implica necesariamente la adhesión a otras.
Martín Vicente (MV): Este último punto que toca Sergio es fundamental, en tanto muestra la capacidad de articular votos cuyos sentidos son heterogéneos. Si se ponen en perspectiva los estudios sobre ideas y preferencias en la sociedad y el voto que han mostrado las elecciones, eso queda especialmente en relieve. Están quienes pueden optar por votar acompañando una serie de posiciones, pero rechazando otras, como ocurre en general con el voto de espacios competitivos, pero también quienes ven en La Libertad Avanza una novedad, un partido que se distingue de las dos alianzas que han gobernado con malos resultados en los últimos períodos y que, además, colocaron sus internas en un primer plano en un momento de crisis social muy pronunciada.
«Parte del voto a Milei recoge un malestar que no es de corto plazo, sino que tiene que ver con los problemas de los últimos gobiernos y de los dos espacios que dominan la política argentina. Hay que acercarse con mucha humildad y con mucha atención a esos votantes» (Martín Vicente).
¿Crees que la sociedad argentina se derechizó o le perdió el miedo a la derecha en la medida en que se muestra menos violenta y más institucionalista?
SM: No me resulta tan claro. No me parece correcto sostener que la sociedad se derechizó por entero. Hace tiempo considero que hay una parte de la sociedad que ya se inclinaba hacia la derecha, pero canalizaba esa inclinación de otras maneras, dentro del peronismo, en Juntos por el Cambio o quedándose en su casa el día de la elección. Ahora, esa parte de la sociedad que ya se orientaba hacia la derecha encontró un vehículo a través del cual expresarse de forma más clara y directa.
Por otro lado, el discurso público sí se movió hacia la derecha en los últimos años, al menos en algunas dimensiones. Eso obviamente va permitiendo que el arco se vaya corriendo y entonces uno sí podría decir que la sociedad se movió a la derecha. Pero, considerado así, habría que pensar al fenómeno de un modo más amplio, tanto en el sentido temporal como en el geográfico. No es algo que pasó de repente este año y no es algo que se produzca apenas en Argentina.
Ahora, mirando ese largo plazo, luego de décadas de proscripciones de partidos mayoritarios, gobiernos tutelados por las Fuerzas Armadas, putchs palaciegos, golpes y dictaduras de un nivel inusitado de crueldad contra su propia población, no debería pasar desapercibido que incluso esta derecha funciona dentro de la democracia liberal. La mala noticia es que aún si la Libertad Avanza participa de la democracia liberal tensiona fuertemente con ella. Peor aún: ante el protagonismo de esa fuerza política, es la sociedad entera la que entra en esa tensión con la democracia liberal y ahí tenemos ya un problema grande. Por supuesto, esto no es un problema que solo quepa achacar a esa fuerza política. El resto de los jugadores del sistema político argentino también tiene una cuota de responsabilidad.
Martín Vicente (MV): Hay un corrimiento de la agenda a la derecha que no dependió solo de Milei, aunque sea su cara exitosa y no comenzó recientemente, sino que tuvo momentos visibles: aquellas manifestaciones que al mismo tiempo buscaban defender al gobierno de Mauricio Macri frente a un kirchnerismo que veían como izquierdista, pero que le endilgaban al gobierno macrista ser un progresismo amarillo, kirchnerismo de buenos modales, socialdemócratas en el closet, son un punto central a considerar. Haciendo trabajo de campo encontramos con Sergio y otros colegas que efectivamente muchos de esos activistas o militantes elegían a Juntos por el Cambio como second best, pero preferían militar con los espacios de Gómez Centurión o Espert y nos decían algo que nos resultó muy gráfico: “queremos que Javier Milei se lance a la arena político-partidaria”. Cierta efervescencia social en ese activismo y militancia ya había abierto un sitio donde el candidato podía entrar.
Diría que la Libertad Avanza no se muestra menos violenta en términos discursivos y más institucionalista, en tanto muchas de sus facetas son radicalizadas, pero sí que ha logrado un calado social y electoral que hace que esas posiciones no sean mera altisonancia y su faceta más dura se articule con otras expresiones. Al mismo tiempo, hay una mirada sobre aquello que Cambiemos no logró hacer por no ser lo suficientemente derechista que se le reclamaba desde aquellos sectores que mencioné y ahí La Libertad Avanza logra marcar claramente su búsqueda de una derechización de la agenda.
Queda bastante claro que esto no lo hace con una mirada institucionalista cuando Javier Milei señala, por ejemplo, que aquellas propuestas que no pueda promulgar como leyes desde el espacio legislativo nacional las impondrá por decreto o por medio de plebiscitos directos. También se torna evidente cuando señala que muchas de las instituciones están viciadas por las prácticas de los políticos tradicionales y del personal estatal tradicional, es decir “casta” y “burocracia”. En ese sentido, antes que mirar cuál es la lectura sobre una derechización social, habría que mirar cuáles son las condiciones discursivas de esa radicalización que propone el espacio de La Libertad Avanza, sino, la primera pierde sustento.
Muchos analistas hablan de una implosión social, que promete transformar consensos y avanzar sobre derechos. Mientras, el progresismo fue extinguiéndose como oferta electoral y como oferta política. ¿Cómo debiera pararse el progresismo ante esta nueva etapa? ¿Dónde encontrar una soga para salir del pozo?
MV: Por un lado, se habló en los últimos días, haciendo paralelos sobre lo que se suele llamar la estrategia francesa, donde desde la izquierda a la centroderecha tradicional convergieron en algunos momentos contra las extremas derechas de los Le Pen. Pero eso no tiene en cuenta las diferencias de la sociedad francesa con la argentina, tampoco el contexto de inflación en la Argentina y el esquema de mediano plazo de grandes problemas, tanto económicos como de la polarización política que impidió acuerdos entre los dos polos centrales, pero que también marcó diferencias internas muy fuertes.
Si lo miramos desde el lenguaje de la teoría de los juegos, es el entrampamiento. A donde parecen moverse hoy Juntos por el Cambio y el oficialismo parecen abrirle un lugar a Milei: a medida que la economía se complica, gana su discurso económico; en medida que las élites políticas o los dos polos dominantes logren acuerdos, Milei podrá anteponer un discurso anti-casta; con el avance de un discurso frente a Milei que subraye la cuestión del miedo, veremos que podrá sacar a relucir además discursos de un talante conspirativo.
Es necesario ser sutil en cómo pensar la estrategia, que además tiene poco tiempo, y rescatar una serie de valores que pueden ser compartidos socialmente. Es más interesante que buscar diferenciaciones puntuales, agitar campañas de miedo o demonizar a los votantes.
Parte del voto a Milei recoge un malestar que no es de corto plazo, sino que tiene que ver con los problemas de los últimos gobiernos y de los dos espacios que dominan la política argentina. Hay que acercarse con mucha humildad y con mucha atención a esos votantes y eso es lo que no estuvo ocurriendo desde muchas miradas progresistas donde la caricatura, el agravio y el ataque a esos votantes pareció más una reafirmación moralista que un análisis político y mucho menos una estrategia política.
SM: Si soy sincero, la verdad es que no sé cómo responder la pregunta de qué es lo que deberíamos hacer desde el progresismo. Sí me parece, como dijo Martín recién, que es importante tomar nota de que hay estrategias que no son factibles hoy. Por ejemplo, la idea de un “cordón sanitario” frente a una derecha radicalizada no es imaginable en el escenario actual, porque en Argentina tenemos más bien una dinámica de sinergia entre la derecha radicalizada y la derecha mainstream. Esa dinámica de sinergia no se produce en el hemisferio izquierdo. Quizás por ese lado haya algo que se pueda hacer, pero en ese punto dependemos mucho de decisiones de los líderes políticos actuales, que no parecen muy dispuestos a transitar ese camino en lo inmediato.
¿Desde dónde la racionalidad progresista debe hablarle a ese electorado diverso, transversal y disperso? ¿Desde el debate de ideas? ¿Desde la reelaboración de sus críticas a una larga agonía de la bipolaridad o desde el miedo?
MV: Las nuevas formas de comunicación y socialización tienen en los últimos años un crecimiento acelerado en varios sentidos. Por un lado, comenzaron a moverse transgeneracionalmente, dejaron de ser cuestiones que vinculan tecnológicamente solamente a los jóvenes y se expandieron a lo largo de la sociedad.
En segundo lugar, tienen usos claramente políticos, no solamente como espacios de debate, de socialización política, sino también con nuevas formas expresivas donde el meme como un articulador de imaginarios políticos aparece como central en el debate público y en un uso de circulación cada vez más abierto y acelerado.
El tercer punto es que, efectivamente, en torno de las llamadas nuevas derechas a nivel internacional el peso de las redes sociales fue central. No sólo porque algunos fenómenos radicales e incluso extremos tuvieron en sitios, aplicaciones o espacios virtuales una centralidad clave (pensemos en el caso de Trump en los Estados Unidos y las expresiones que rodearon su ascenso) sino porque fueron puntualmente para la Argentina espacios de visibilización temática, debate activista y activación militante.
Como marcamos en varios momentos con Sergio Morresi y otros colegas, es central ver la articulación entre prácticas militantes territoriales, usos y reestructuraciones temáticas y simbólicas en las industrias culturales y procesos que atraviesan las redes sociales. Punto central aquí, porque durante mucho tiempo erróneamente se sostenía que había una división entre el mundo virtual y el mundo real o material. Tenemos que pensar un espacio de interconexión y pensar que estamos en un nuevo modo de ecosistema político, porque estamos en un nuevo formato económico, cultural y social.
SM: Coincido con lo que apunta Martín. Las nuevas formas de comunicación y socialización fueron fundamentales. De hecho, no se entendería buena parte del surgimiento de este movimiento político autodenominado liberal-libertario si no fuera por esas nuevas formas de comunicación y socialización, que en algún punto permiten que un partido personalista y sin territorio esté presente en todos los territorios.
En este sentido, como lo vienen advirtiendo muchos desde las ciencias de la comunicación, es necesario dejar a un lado esa suerte de “mantra” de una realpolitik un poco miope que insiste en pensar al “territorio” como algo separado de lo que sucede en las industrias culturales tradicionales y en las redes sociales. Por mirar a Milei como “un candidato de tik-tok” no lo vieron haciendo caminatas ni tomando el megáfono. Es al revés: hay que pensar el espacio de lo político como un ámbito amplio y heterogéneo en el que se imbrican lógicas y lenguajes; redes sociales, medios de comunicación tradicionales, el barrio y la calle como un continuo.
Agregaría que el despliegue de estas propuestas de derecha radical se dieron a lo largo de un proceso, se fue gestando de forma lenta en ese espacio político híbrido; al menos, por lo que pudimos rastrear, desde el triunfo de Cambiemos en el año 2015. Apenas se produjo esa victoria electoral (incluso me animaría a decir que antes de que se produjera) hubo críticas por derecha a ese gobierno; esas voces que demandaban mayor dureza se hicieron más audibles cuando los resultados económicos empezaron a crujir y se agudizaron cuando Macri impulsó el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Todas esas críticas comenzaron en las redes sociales y se trasladaron a las industrias culturales más establecidas, como los medios de comunicación, luego también formaron parte de manifestaciones callejeras que en un momento tenían la particularidad de ser, al mismo tiempo, de apoyo al gobierno de Macri y espacios para criticarlo por su falta de derechismo. Gente que iba a bancar al gobierno de Macri y al mismo tiempo se declaraba crítica del gobierno de Macri.
Me parece que la idea de una respuesta de corto plazo desde el progresismo es algo muy difícil. Se trata más bien de pensarlo como un proceso lento y arduo para los próximos años y eso independientemente de cuál sea el resultado electoral de octubre.
¿Qué relevancia se observan de los clivajes generacionales, de género y sociales en el resultado electoral de Milei? ¿Se puede establecer alguna diferencia entre su militancia y su electorado en ese punto?
Sergio: Por lo poco que sabemos por ahora sobre el voto que cosechó Milei en las PASO, pareciera haber una gran diferencia entre la base militante, el núcleo de simpatizantes y adherentes de La Libertad Avanza y su voto.
Lo que podíamos ver en esa base de adherentes, de simpatizantes, de militantes más o menos activos, era una fuerte presencia juvenil, una tendencia marcada hacia el género masculino y una proporción destacada de personas de clase media baja. Ahora, a pocos días de las elecciones, por lo que se puede observar gracias a los primeros estudios que hicieron algunos colegas especialistas en el tema, es que el voto a Milei fue más bien transversal tanto en sentido de género como de clase, nivel de ingresos o nivel educativo. Ese desacople entre la base, el núcleo, el core constituency y el resto de los votantes, muestra la existencia de un fenómeno aluvional que quizás, tendremos que verlo, nos estaría indicando que en algún punto hay un triunfo efectivo de ese sector en lo que ellos llaman la “batalla cultural” y permite que sus ideas estén presentes en distintos sectores de la sociedad argentina más allá del núcleo original. Pero eso es algo sobre lo que no podemos todavía hacer afirmaciones. Las ideas pesan, pero no siempre pesan de la misma manera en todos lados.
MV: Algo que se venía notando desde la elección en CABA en 2021 es que el voto a Milei se mostraba transclasista y transgeneracional, sacaba resultados en barrios de ingresos altos y en barrios de ingresos bajos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tanto de votantes varones (núcleo original de su activismo militante, algo que se podía ver en los actos) como de mujeres, que se sumaron paulatinamente. En la elección nacional, se hizo más evidente y fuerte: se normalizó.
Es uno de los componentes centrales para marcar cómo un partido puede asentar un voto que atraviese a distintos sectores de la sociedad. Pese a que muchas veces se mira siguiendo la clave de si los votantes comparten gran parte o la totalidad de las ideas y el posicionamiento derechista de los candidatos, lo que se puede encontrar a partir de los estudios de campo es el acercamiento heterogéneo a esos votantes: mientras algunos eligen por las ideas económicas de Milei otros lo hacen por sus posicionamientos culturales; mientras unos terceros optan por su perfil derechista, otros lo hacen por su posicionamiento anti-casta.
Esa multiplicidad de posiciones, y un voto que muchas veces es heterogéneo y poroso, también lo acercan, insisto mucho en el punto, a la normalización partidaria. Quiero decir con esto que La Libertad Avanza ha cumplido con muchos de los ejes que hacen a la consolidación de un partido.
«Había una demanda o una inclinación que, a pesar de ya estar ahí, se canalizaba por la oferta electoral que existía, en la mayoría de los casos, en la polaridad entre las dos grandes coaliciones. Cuando pudo canalizarse de otra manera, así lo hizo. En segundo lugar, el discurso anti-casta, al menos en algunas provincias, logró expresar una profunda insatisfacción con una elite que se estuvo concentrando mucho, excesivamente quizás, en Buenos Aires (tanto la ciudad como el conurbano)» (Sergio Morresi).
Uno de los lugares comunes desmentidos de esta elección fue el porteñismo de la candidatura de Milei: ¿Cómo se puede analizar su triunfo en casi todas las provincias del interior? ¿Por qué no tuvo igual suerte en las elecciones a nivel subnacional?
SM: Acá hay un tema central, que es la presencia en todo el territorio de una fuerza sin territorio. Y por eso me parece importante subrayar algo que decíamos recién con Martín: el espacio político que no es sólo el barrio, no es solo la calle, no es solo los canales de televisión y no es solo las redes sociales. Este espacio político amplio permite ubicuidad y, como ha comentado Pablo Stefanoni, la instalación “hidropónica” de un candidato y de una propuesta.
Lo que podríamos llamar una visión porteño-céntrica, amba-céntrica o conurbano-céntrica jugó un papel. Como buena parte de las elites políticas concentraban sus esfuerzos en esos territorios, dando por sentado o despreciando lo que sucedía en otros espacios, también muchos analistas se dedicaron a observar casi exclusivamente a Buenos Aires. Eso impidió ver que, como venimos comentando con varios colegas de la Universidad Nacional del Litoral, algo estaba pasando en otras ciudades del país, especialmente en ciudades medianas e incluso pequeñas.
Que uno encontrara simpatizantes muy vocales de la lucha contra la ideología de género o defendiendo las ideas libertarianas en localidades de diez mil habitantes estaba marcando algo. Lógico que de ahí no se podía inferir un tipo de voto, pero sí estaba claro que se estaba desarrollando un fenómeno interesante sobre el que era necesario indagar. No se trataba solo de personas que “recibían” mensajes digamos, sino que también los producían.
La ubicuidad de la que hablábamos recién implica también otros modos de entender los flujos. No se trata solamente de personas que viven en una ciudad chica y se limitan a “comprar” un discurso porque vieron la tele o un video en YouTube, sino que luego de ver esos videos producen uno ellos.
Por supuesto, esta efervescencia que empezamos a ver con mayor claridad alrededor del año 2018 no implicaba necesariamente que esa gente luego votara de determinada manera. Alguien puede interesarse o incluso acordar con determinadas ideas, pero, enfrentado a un menú electoral donde esas ideas no están representadas de forma directa, elige entre lo que hay disponible. Eso es particularmente cierto a nivel local, donde además cobran importancia otras cuestiones.
Con Milei convertido en una celebridad pública y candidateándose en Buenos Aires, uno encontraba simpatizantes y militantes de La Libertad Avanza en los lugares menos esperables. Cuando uno ve que en ciudades a 600 kilómetros de Buenos Aires hay personas que hacen campaña por un candidato de la CABA, que algunos de ellos incluso viajan a Buenos Aires para fiscalizar, tiene que tomar nota de que algo relevante está pasando.
Entonces, había una demanda o una inclinación que, a pesar de ya estar ahí, se canalizaba por la oferta electoral que existía, en la mayoría de los casos, en la polaridad entre las dos grandes coaliciones. Cuando pudo canalizarse de otra manera, así lo hizo. En segundo lugar, el discurso anti-casta, al menos en algunas provincias, logró expresar una profunda insatisfacción con una elite que se estuvo concentrando mucho, excesivamente quizás, en Buenos Aires (tanto la ciudad como el conurbano). Ese porteño-centrismo no sólo estaba en las miradas analíticas de los políticos profesionales o en las coberturas de los medios de comunicación, sino que también tomaba una forma concreta y material: subsidios en servicios públicos para una parte de la población pero no para otra. Esto, lógicamente, fue enmarcado no como el reconocimiento de un derecho o una reparación sino como el ejercicio de un privilegio promovido por la casta de Buenos Aires.
Ahora, que el voto haya sido mayor en algunas ciudades fuera de Buenos Aires tampoco debería ocultarnos que el voto de La Libertad Avanza en Buenos Aires también fue alto. Si bien el peronismo retuvo su primacía en la provincia y Juntos por el Cambio se impuso con claridad en la capital, Milei no hizo, para nada, una mala elección en esos distritos: en CABA superó por poco el margen que había obtenido hace dos años y en la provincia avanzó de un modo claro.
MV: Si bien no tenemos estudios que nos puedan dar seguridades sobre esa respuesta, sí me parece interesante poner en diálogo la idea de que hay un corrimiento a la derecha de la agenda pública, donde Milei ha sido muy exitoso. Como se decía en los años ´90 entre los seguidores de Álvaro Alsogaray: Alsogaray ganó en el sentido de poder hacer que sus ideas sean socialmente aceptadas y tomadas por otros espacios políticos.
Milei en ese sentido había ganado él mismo, solía declararlo, ahora lo que vemos es que también logra ganar en el campo electoral y ya no sólo en esta “batalla cultural”, como él y sus seguidores denominan a la puja de ideas, discursos y símbolos. En el paso de la batalla cultural a la batalla electoral se mostró muy exitoso.
Ahora bien, es imposible considerar que la totalidad de ese voto efectivamente se ancla en las ideas de Javier Milei. No sólo por una cuestión estadística, sino también por una cuestión de que la plataforma de La Libertad Avanza es subsidiara a otras ideas referenciadas por Milei o algunos de sus candidatos más visibles a través de los medios o las plataformas.
Además, las articulaciones políticas muestran que en torno de La Libertad Avanza se coaligaron referentes políticos muy distintos: por un lado, aquellos que tienen posturas centradas en valores morales de inclinación religiosa; por otro, pequeños sellos de derecha tradicional con sus programas previos; en un tercer caso, quienes promueven políticas neoliberales de forma doctrinaria; en otra perspectiva, quienes prefieren ideas vinculadas con el emprendedorismo y las nuevas formas de capitalismo de plataforma. Lo que me interesa resaltar es que en todo ese círculo de ideas, de perspectivas distintas, Milei logra apoyos y esto es central para construir una fuerza, un partido que pueda mostrarse heterogéneo y, en un punto, capaz de moverse hacia la idea de partido atrapa-todo, dejando atrás la forma de partido de minorías o de doctrina.
Y en ese punto también me parece que es una respuesta a eso, de prestar atención a demandas que solo son atendidas a nivel local, pero que no parecen poder ser representadas, puestas en valor, a nivel nacional, por una clase política que solo mira a Buenos Aires y al conurbano bonaerense. Me parece que eso también hay que tenerlo muy en cuenta.
Con respecto al supuesto porteñismo original de la campaña de Milei, me parece que había un punto comprensible de parte de algunos analistas: como existía sólo como candidatura en CABA en 2021, dedujeron que era un fenómeno exclusivamente porteño. Pero me parece, y eso ya lo discutimos con algunos colegas hace un par de años, que estaban mirando en el lugar equivocado o en el lugar que están acostumbrados a mirar, porque, al fin y al cabo, tanto los analistas como los políticos estaban mirando sólo a Buenos Aires. Y esa mirada un poco miope hizo pasar desapercibido un fenómeno que para quienes estaban mirando otros espacios políticos aparecía un poco más claro. Aún si no se revelaba electoralmente exitoso, había algo políticamente relevante. Lo que pasa es que ahora, para algunos, me parece que se encontraron ambas cosas: algo que es políticamente relevante también se reveló electoralmente exitoso. Y eso me parece que está sacudiendo el tablero político y analítico a la vez.
Me gustaría incorporar otros elementos de análisis. Durante mucho tiempo se pensó la política argentina en base a un sistema de mirada que era medianamente normativo y medianamente historiográfico, que pensaba a la Argentina en términos de bipartidismos o de dos coaliciones. Y que eso permitía que ciertos partidos pudieran crecer como terceras fuerzas, haciendo su eje en la Capital Federal, luego Ciudad Autónoma, que oficiaba de “ciudad vidriera”. Así ocurrió con distintos partidos como el FREPASO, Acción por la República de Domingo Cavallo o el propio PRO. Y así creyeron algunos que ocurriría con La Libertad Avanza.
La cuestión es que, en un momento de polarización entre la articulación que rodea al mundo de Juntos por el Cambio y la que rodea al mundo del pan-kirchnerismo, La Libertad Avanza logró agrietar “la grieta”, como se la llama popularmente, y proyectarse a nivel nacional desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ahí creo que es importante marcar esta faceta de partido sin territorio de Milei que refería Sergio, pero también marcar que es claramente un partido personalista, donde la diferencia de votos que se dio en elecciones provinciales con esta elección nacional no debería sorprender en tanto y en cuanto la figura de arrastre es exclusivamente Milei (y le pone al mismo tiempo un posible límite, al menos temporal y estructural, a la consolidación partidaria que mencioné). Eso pone también en jaque aquella idea que parecería señalar a todos sus votantes como derechistas.
Pone también en jaque esa visión que circuló mucho durante el último tiempo, señalando que Milei, como fenómeno porteño, tendría dificultades en los armados y en el conocimiento de los votantes por fuera de la zona del AMBA. Eso era obviar la proyección nacional del propio Milei, la construcción de su figura. Además –y me permito aquí un pequeño experimento– en las elecciones de 2021 le pregunté a muchos colegas que estaban haciendo cobertura de elecciones locales y boca de urna si ocurrían los casos donde había quejas o denuncias porque no aparecía la boleta de Javier Milei en espacios donde no se presentaba, es decir, fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Efectivamente eso pasó en la provincia de Buenos Aires, en Rosario y en la provincia de Mendoza, entre otros lugares. Eso mostraba que había una fuerte inclinación a ese candidato ya antes de que su candidatura fuera oficializada y luego, nacionalizada.