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No hay gobierno sin política y no hay política sin gente

por | Dic 30, 2023 | Opinión

Desde hace meses veníamos escuchando y mirando, aunque participando poco, sobre cómo puede mejorar nuestro país si el gobierno se aleja de la política, si se la castiga por todos los males ocasionados, si se la reduce a su mínima expresión. 

Hoy no solamente lo escuchamos, también se siente, se toca, se respira y se vive esa pretendida separación con aspiraciones de eliminación. Esa política, que nadie sabe a ciencia cierta qué cosa es, pero que se nombra en cada rincón de los lugares en que vivamos sin importar dónde.

Política que ganó en atributos negativos y que parece retroceder en las valoraciones de los argentinos “de bien” que, al parecer, somos todos, aunque del otro lado parece que hay muchos otros, muchos ellos, muchos que están equivocados y con ganas de seguir sufriendo.

Esta vez el ajuste lo tiene que pagar la política, y hay que tocar en las partidas donde roban los políticos, por ejemplo, cortar con la obra pública, porque todo lo que hacen con la obra pública es un robo descarado, es un monumento a la corrupción” (Javier Milei, en el programa de Mirtha Legrand, 03/12/2022)

LA PROMESA DE CAMBIO

El domingo 10 de diciembre de 2023 inició un proceso político que llegó al poder prometiendo un oxímoron: “gobernar castigando a la política”. Lo que no contó es que no hay gobierno sin política y no hay política sin gente. Si, eso que decimos gente, es en realidad algo muchísimo más complejo, heterogéneo, cambiante, dinámico y difícil de comprender que lo que parece.

Como en casi todo, buscamos dar significados genéricos a lo complejo, entonces todos somos gente, aunque todos seamos muy distintos en diferentes aspectos; no obstante, pareciese que cuando hablamos, lo hacemos en nombre y en representación de la gente (la seguiremos nombrando así a lo largo del texto). ¡Qué gran poder y privilegio!

Esa relación (gobierno verdugo de la política) es falsa porque promete una política sin política y, por lo tanto, niega la relación entre las partes interdependientes, partes que se constituyen mutuamente una de la otra. Por un lado, la gente, esa masa multiforme y compleja que somos todos. Por otro, las formas en que esas partes se organizan en torno al poder económico y político y, desde allí, resuelven su vida diaria.

Esa configuración de lo que en sociología solemos llamar campo de lucha, que es nuestra realidad y nosotros actuando en ella según nuestros intereses, posibilidades, convicciones, niveles de conciencia en nuestro entorno material a la que llamamos, quizás incorrectamente, realidad.

POLÍTICA DESDE LA ANTIPOLÍTICA

Es en lo material, las cosas, eso que tenemos y que parece que nos dicen quiénes somos en el mundo, es parte de la paradoja central del proceso al que asistimos. Porque la política en un sistema capitalista ordena, no necesariamente de manera armónica y balanceada, y además promueve una posibilidad de acceso a una mejor vida material y, posteriormente como por derivación lógica, o mágica, depende del intérprete, social y cultural (estatus). Toda esa simplificada narrativa se apoya sobre un supuesto, el que nos indica que de la libertad de mercado emergen mejores condiciones para todos.

Se impone, o pretende hacerlo, la idea de que el futuro que viene es el ideal para que seamos emprendedores, empresarios y prósperos económicamente. Que debemos pasar previamente por un espinoso camino que, al final de la última subida y algo adoloridos, nos lleva a un fértil valle de prosperidad material, un valle donde todos somos potenciales dueños de nuestras vidas. Donde la política tal como la conocíamos, que ya pagó su culpa, solo existe de formas sutiles y no entorpecen nuestro continuo crecimiento.

No obstante, en los primeros días, lo que abundó fueron formas variadas, aunque nada sutiles, de política. De la pura. Un mes después de haber sido consagrado como presidente por medio del voto y nueve días después de haber asumido, se impone un DNU que tiene por objetivo desregular el mercado.

No hace falta aquí desarrollar ni explayarse en los puntos del mismo, solo basta con señalar dos cosas. Primero, el DNU es la forma menos democrática de hacer política, pero no por eso deja de ser una de las formas más fuertes y contundentes de mostrar intereses políticos y, por lo tanto, de hacer política.

El DNU es la forma menos democrática de hacer política, pero no por eso deja de ser una de las formas más fuertes y contundentes de mostrar intereses políticos y, por lo tanto, de hacer política.

Por otro lado, empezó develarse que atrás de la antipolítica, había algo: más política. Pero no la que cree “la gente”, sino la de quienes mueven la economía de mercado. Entonces, si ellos son parte de la política, y “la gente también lo es” y al mismo tiempo todos somos libres: ¿quién se beneficia de estos decretos? El más fuerte, porque lo que los diferencia es su poder económico que radica en la capacidad de decidir sobre otro más débil.

Quien domina en política es quien tiene mejor capacidad de imponer sus condiciones sobre otros, quien domine en el mercado, que también es política, usará sus medios y recursos para imponer sus condiciones, las herramientas para ello es su capital acumulado.

¿SOBRE QUIÉN AVANZA LA LIBERTAD?

La desregulación del mercado no es posible sin la regulación del mercado de trabajo, transparentando y legitimando –desde la política– el hecho de que los ya desregulados niveles de fuerza, capacidad de desarrollo y crecimiento del sector sea ahora más frágil que antes. La libertad de poder acordar términos y condiciones entre las partes, siempre tiende a desfavorecer a quien depende del dueño de la propiedad privada y, como sabemos, la defensa de la propiedad privada es una de las banderas enarboladas. Pero para esa defensa se requiere, indispensablemente, que quienes no tienen propiedad alguna, aseguren a los que sí la tienen que podrán seguir persiguiendo los beneficios de la libertad de mercado.

La desregulación del mercado no es posible sin la regulación del mercado de trabajo, transparentando y legitimando –desde la política– el hecho de que los ya desregulados niveles de fuerza, capacidad de desarrollo y crecimiento del sector sea ahora más frágil que antes.

Veamos algún ejemplo: el sector de la construcción es quizás, junto con el del agro, de los que mayor capacidad de dinamizar de la economía tienen. Por sus rentas, su nivel de inserción en la lógica de consumo, porque está vinculado fuertemente al privado y al público y porque, fundamentalmente, tiene una enorme rentabilidad por medio de las dinámicas de especulación del mercado; de hecho, son de los pocos sectores de la producción que dolarizaron sus circuitos financieros desde hace años.

El sector de la construcción es al mismo tiempo de los que más empleados tiene en relación de dependencia y, al mismo tiempo, de los que más empleados no registrados utiliza para su propio desarrollo. En julio de este año se estimaba que el sector estaba compuesto por un 55% de empleados en negro (INDEC) ¿Qué libertad, pero, sobre todo, qué probabilidades de mejorar sus condiciones materiales tiene ese 55% que sostiene al sector?, ¿Qué capacidad de acordar con su empleador tendrá en el contexto de estanflación ya anunciado?,¿Cuánto piensa ese empleado que mejorará su capacidad de consumo?,¿Qué estabilidad le dará el mercado en términos de acceso y conservación del empleo?, ¿Qué calidad de acceso tendrá a la educación, a la salud y a la seguridad si estas fuesen pagas?

Todas las respuestas dependerán, en gran parte, de una importante variable: la voluntad del empleador de acordar un salario acorde a los costos de vida. De antemano podemos sospechar el desenlace de ese acuerdo. El altruismo empresarial no es una práctica que derive de la libertad de los mercados.

La misma lógica de contradicciones se dará en el sector de salud privada, hotelería, restaurantes o comercio, que son quienes más personas en negro tienen. Los asalariados del sector privado (50,16% de la masa asalariada registrada, según INDEC) serán los primeros en recibir el embate de estas nuevas reglas. Se trata de millones de argentinos que, el 20 de diciembre (¡esa fecha!) se enteraron que su prepaga aumentó un 40%, los colegios de sus hijos igual, que los alquileres ahora responden a criterios según conveniencia de las partes (misma lógica de propiedad/no propiedad) y así podemos seguir acumulando nuevos precios que modifican el costo de vida (combustible, transporte, alimentos, indumentaria y todos los etcéteras juntos).

EMPRENDER, LA NUEVA TIERRA PROMETIDA

A esos asalariados ahora les cuentan que pueden ser emprendedores o inclusive empresarios exitosos. Sus propios jefes, dueños de su destino. Básicamente porque son libres de hacerlo. Ahora bien, las condiciones para que eso suceda no son equitativas, porque el mecanismo real de acceso a la propiedad es, quizás, lo más regulado de esta nueva época de nuestra historia, una época que abre el juego libre entre diferentes capacidades.

En el medio de ese juego libre es que opera el Estado, para eso existe, es quizás su principal sustancia. Interviene entre aquellos sujetos que necesitan de la política porque no tienen el poder ni las posibilidades de emprender o de quienes no pueden cubrir la educación o la salud de sus hijos y entre aquellos que también necesitan de la política para competir en condiciones equilibradas del mercado; donde, por ejemplo, los monopolios de capitales multinacionales no pasen por arriba a la industria nacional.

¿Cuál es el desarrollo posible, en términos soberanos, en un país determinado por intereses de capitales transnacionales? Seguramente escaso, pero escaso para esos asalariados, empleados, dependientes de esas tendencias. Para esos que somos una mayoría y que trabajamos muchas más horas de las que descansamos pero que, sin embargo, no hacemos otra cosa que estar atados a los devenires y resultados de la política. Por eso, es siempre la política la que ordena la realidad, que el costo del ajuste lo pague la política no excluye a nadie. Que se limiten privilegios y beneficios de clase, a todos nos resulta necesario y coherente, pero eso no modifica la política, no la hace funcionar mejor ni genera mejores resultados.

Es siempre la política la que ordena la realidad, que el costo del ajuste lo pague la política no excluye a nadie.

Los efectos de esta política que desregula los mercados, en realidad, regula la política. La reestructura y brinda nuevos roles a sus actores institucionales. La disolución de ciertas responsabilidades del gobierno nacional en torno su presencia en asuntos de la vida social, como por ejemplo garantizar acceso a salud, educación y seguridad mediante una regulación del mercado y contención de intereses de los monopolios, acaba trasladando el problema hacia formas de gobiernos locales; no solo hacia los provinciales, sino también hacia los municipales. Que ahora deberán dar respuesta en estos sentidos y direcciones, o al menos eso se espera por parte de la ciudadanía.

¿DÓNDE VA LA GENTE CUANDO LLUEVE?

La gente” no disminuye sus demandas, no las modifica en su orientación, sobre todo si esas orientaciones son estructurantes de su vida (ya dijimos, salud, seguridad, educación y podemos sumar empleo). Por lo tanto, al conocer que el gobierno nacional no dará respuestas sino en los sentidos contrarios, acotando sus niveles de presencia, se volcará hacia sus gobiernos provinciales para transferirles esas demandas y, muy probablemente, estos gobiernos lo hagan para con los municipios. Ya hay casos recientes de provincias donde los nuevos ministros expresan el rol activo de los municipios en torno a, por ejemplo, la seguridad. También estudios (Sociolítica, diciembre 2023) que reconocen cómo los vecinos de departamentos demandan a sus gobiernos municipales presencia, no ya en los servicios tradicionales del gobierno municipal, sino presencia en la prestación de salud, educación y generación de empleo.

El desafío para los gobiernos provinciales y municipales es enorme, deberán reconocer que la política cambió, deben esperar más demandas y con menos recursos para resolverlas. Habrá que hacer más política y más gestión. El empleo público se tensará, las negociaciones salariales posiblemente crispen relaciones, los sindicatos tendrán una oportunidad de reivindicación histórica, aunque posiblemente sean tratados al estilo DNU, por imposición. Los emprendedores, los empresarios y los inquietos promotores de la libertad tendrán la difícil tarea de sostener una narrativa optimista como aquella del “crecimiento invisible” del 2017 que emergen para sustentar una realidad que drena los recursos y torna muy difícil el éxito –rentabilidad– de sus caminos.

El punto de partida es profundamente crítico, la herencia es más que pesada, el deterioro de lo social, lo económico y lo cultural son evidentes. Tuvimos que apoyarnos en el fútbol para volver a sonreír, pero eso no cambió nuestra realidad material. Un año después, las sonrisas ya están desdibujadas, los cuerpos cansados y las esperanzas renovadas.

Nadie podrá negar el dañado estado del país recibido por el nuevo gobierno, pero es innegable que es por medio de la política que se construye, y esa política no puede ser de intereses empresariales porque en un sistema basado en libertades económicas, quienes están fuera de los beneficios de esa economía, que son más de la mitad de los argentinos, ni siquiera tendrán libertad.

Para el cierre de este texto, quisiera dejar hablar a Javier, participante de un focus group realizado recientemente. Javier, quizás, no se siente tan libre: «Dentro mío tengo ese pesimismo… ya no me siento con las energías para trabajar porque no llego. Digo, me la paso trabajando y si quiero ir a ver a ni mi hijo no puedo, entonces tampoco puedo ver a mi nieto porque no puedo viajar y no es que viven lejos, es que no me alcanza para el micro muchas veces. Y la verdad que estoy harto, hoy trato de ponerle pila, pero no sé, siento que en algún momento voy a explotar. Ya no puedo».

Roberto Stahringer

Roberto Stahringer

Sociólogo e investigador sobre opinión pública. Director de la consultora Sociolitica. Magister en Política y Planificación Social. Docente de Sociología en la Universidad Nacional de Cuyo.