El diputado provincial de Unidos para Cambiar Santa Fe, Mariano Cuvertino, realiza un aporte para pensar el desarrollo económico nacional, que contemple una mirada para cada economía regional, donde las provincias recuperen un rol central en la construcción de un país verdaderamente federal.
Uno de los principales problemas de la política económica en Argentina es la falta de federalismo. Las arbitrariedades centralistas sucesivas, la carencia de proyectos de infraestructura relevantes que unan y conecten al país y el desinterés por la situación y el desarrollo económico de las regiones productivas contrasta con el aporte decisivo de éstas a la creación de riqueza, en particular, a las divisas internacionales que el país utiliza para funcionar.
La injustificada quita de subsidios al transporte ejecutada por el presidente Milei se ubica en este contexto. El ejemplo no puede ser más ilustrativo para el caso santafesino: nuestra provincia aporta a Nación 3.900 millones de pesos por impuestos a los combustibles, de los cuales solo vuelven 490 millones como fondos coparticipables. A ese monto se agrega este mes otros 1.400 millones que quedan en Nación tras la baja del Fondo Compensador del Transporte. Si la totalidad de los fondos aportados volvieran a la provincia, Santa Fe podría tener un boleto de colectivo mucho más barato a lo que incluso hoy tenemos.
Lo peor de todo es que esta quita extra del Fondo Compensador fue dispuesta a fin de castigar a los gobernadores que no estuvieron dispuestos a que sus provincias fueran golpeadas con más impuestos (retenciones incluidas) y más entrega de recursos. Todo hecho por parte del presidente que en campaña dijo que iba cortarse un brazo antes de subir impuestos.
Ante estas irracionalidades y arbitrariedades contrarias a la constitución y al federalismo, aparecieron, naturalmente, respuestas y reacciones políticas. Sin embargo, muchas veces se trata de ideas que confunden, o son irrealizables, o no tienen necesariamente un buen pronóstico. Como el caso de los mensajes que en estos días circularon, sugiriendo que los gobernadores podrían apelar al Pacto de San José de Flores, como un mecanismo para construir una suerte de secesión monetaria, cambiaria y tributaria en Argentina.
Esta iniciativa, que quedó solo en el terreno de las redes sociales, tiene dos grandes problemas. En primer lugar, como lo explicó el exdiputado nacional Alejandro Topo Rodríguez, el pacto de San José de Flores no se firmó con la idea de fomentar una escisión interna sino que, por el contrario, tuvo por fundamento la búsqueda de un proceso de integración nacional con el ingreso de la Provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina. Lo más preocupante es que este tipo de reivindicación política no fortalece el federalismo, sino que supone un error de gran magnitud introduciendo la división nacional y la discontinuidad jurídica del Estado. En definitiva, pone en marcha los principios de un estado fallido. Basta recordar la calamidad que se vivió cuando en el marco de la crisis más grave de toda la historia nacional, numerosas provincias tuvieron que emitir las infames y recordadas cuasi monedas. Ante este escenario incluso podríamos hacernos una pregunta a la inversa, ¿No será esto mismo el objetivo político del actual presidente?
Al margen de la validez de estas propuestas, el problema del federalismo sigue pendiente y sin verdadera resolución.
En todo caso, lo que Argentina tiene que encarar es cómo reformar sus instituciones económicas para que se impregnen de federalismo con mayor realismo, claridad y racionalidad, conservando la unidad de la nación y la continuidad jurídica del Estado, incluso fortaleciéndola. ¿Se puede pensar en un sistema económico federal que fortalezca la nación y a la vez a la provincias o regiones que componen el espacio nacional? Podemos responder a esto con un ejemplo, recuperado por dos economistas de nuestra provincia, Salvador Di Stefano, durante una entrevista con Alejandro Fantino, e Ignacio Trucco, en un artículo publicado en La Vanguardia. Ambos analistas, incluso con perspectivas y trayectorias diferentes, observan el funcionamiento del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, el cual funciona como un sistema nacional único, pero que articula y se compone de una multiplicidad de bancos federales regionales que construyen federativamente la construcción de la política monetaria, recuperando y reflejando la realidad de las regiones internas del país del norte.
Tomando ello como ejemplo, ¿y si la Argentina desarrollara un sistema federal de bancos regionales que tengan a su cargo la construcción de la política cambiaria y monetaria? Ello no sólo respetaría, sino que incluso realizaría con mayor profundidad el espíritu federal que late en la Constitución Nacional de 1853, de inspiración alberdiana, conservado en la reforma de 1994. Podemos agregar incluso un elemento adicional, considerando el hecho de que en la actualidad el gobierno nacional se prepara para una privatización del Banco Nación, en el marco de un Decreto de Necesidad y Urgencia, que no se apoya en ninguna urgencia y menos aún en ninguna necesidad. No sólo esto es un despropósito institucional, con el objetivo de hacerse de dólares rápidos sino que además el Banco Nación podría aportar la infraestructura de base para la construcción de un sistema de bancos regionales, jerarquizándolo, federalizándolo, y dejando así atrás a un modelo de banca central que no expresa el sentir federal del pueblo argentino y en particular del pueblo de las provincias unidas.
Los gobernadores de las provincias más afectadas, y en particular las provincias del corredor central, que tienen un papel destacado en la producción de riquezas en el espacio nacional argentino, pueden encontrar aquí una verdadera alternativa política institucional. Es un camino difícil pero realista, anclado en nuestra tradición, con proyección de futuro y no de regreso al pasado y a la división. Para lograrlo basta con mirar los grandes legados históricos que brotan de estas tierras santafesinas y que trazan un camino de unión y superación nacional: cuna de la constitución de 1853, de la colonización agraria en el siglo XIX y XX, del grito de Alcorta, de la comunión entre agro e industria, de lo urbano y lo rural, incluso tomando como ícono de conexión la obra de ingeniería maravillosa que nos conecta bajo las aguas del río Paraná.
En cualquier caso, tenemos aquí una reforma profunda sobre la cual podemos trabajar conjuntamente para definir sus detalles y alcances. Pero sobre todo, para dejar atrás los espejismos, las falsas promesas, las aventuras centralistas y los caprichos demagógicos y adolescentes que, a la larga, no hacen más que profundizar nuestros problemas, conspirando contra los intereses comunes de los argentinos que son el fundamento de la unidad nacional y en donde habita el verdadero potencial cultural y económico del pueblo argentino.